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Horror 7- Stephen King y otros

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<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />

Salió de la casa sin prestar atención a las protestas de su madre. Peanut no había dicho una sola<br />

palabra.<br />

Cuatro años más tarde, mediante engaños. Flame sacó dinero de unos fondos que no debía tocar<br />

hasta cumplir los veintiuno. Se cambió el apellido y se convirtió en huérfano. Aprendió las lecciones<br />

de Malcolm, Stokely y Rap, y provocó incendios indirectos en Watts y Detroit. Se convirtió en<br />

la conflagración que reduciría su propio pasado a cenizas irreconocibles.<br />

Pero entonces, su enemigo Do-Nasty leyó algo en las cenizas; algo que no había logrado quemar<br />

bien...<br />

Y ahora, Peanut hacía piruetas sobre la curva del parabrisas. Ahí estaba, con una sonrisa de oreja<br />

a oreja, una gallina en una mano, y una sandía en la otra mientras huía a los saltos de Will Rogers y<br />

Shirley Temple. Ahí estaba, superando a Fetchit. Jersey había desaparecido del parabrisas de Flame.<br />

Sólo había un modo de hacerla volver.<br />

Sin bajar de ciento veinte por hora. Flame metió la mano debajo del asiento y sacó el semiautomático.<br />

Echó atrás el gatillo, tal y como le habían enseñado los hermanos de Vietnam. Las balas<br />

dieron contra el parabrisas, y una lluvia de cristalitos le cayó sobre la cabeza.<br />

Peanut seguía allí, sonriente. Peanut lanzó la sandía a su hijo. Flame disparó. La fruta se hizo<br />

trizas escupiendo pedacitos de pulpa roja y semillas negras. Peanut lanzó una carcajada.<br />

–No te llamo hijo porque brilles –cantó Peanut con su ronca voz de falsete–. ¡Te llamo hijo porque<br />

eres mío! 9<br />

Flame volvió a apretar el gatillo. Peanut bailó sobre la punta de los pies: nada le hacía mella.<br />

Del lado de la autopista por el que Flame circulaba, se detuvo el tráfico. Los conductores abandonaron<br />

precipitadamente sus coches y echaron a correr. La Policía Estatal avanzó a gritos por el<br />

asfalto. Conectaron un megáfono y le dijeron a Flame que le daban diez segundos para rendirse.<br />

Ocho segundos más tarde, lo acribillaron a balazos.<br />

Hospital-Residencia del Cine y la Televisión, 1987<br />

El enfermero se quedó mirando con fijeza el vaso de café que no había tocado mientras Henrietta<br />

terminaba de contarle la historia de Flame.<br />

–Por eso, cuando Peanut ve a algún hombre extraño por la sala, cree que es Flame que viene para<br />

matarle, por más que Flame lleve muerto dieciocho años.<br />

–¡Jodeeer! –exclamó el enfermero, prolongando la palabra hasta otorgarle tres sílabas.<br />

–Si Peanut volviera a ponerse así, me llamas a mí o a cualquiera de las otras enfermeras. –<br />

Sonrió con expresión afectuosa–. Todavía no ha perdido el gusto por las mujeres. Dentro de un<br />

tiempo, se habrá acostumbrado a ti. ¿Has oído lo que te he dicho?<br />

–Sí, señora.<br />

–Eres educado. Tengo que reconocerlo. Y ahora, a trabajar se ha dicho. Volvamos a lo nuestro.<br />

Con esfuerzo, Henrietta se levantó de la silla y se alejó andando con sus silenciosos zapatos de<br />

goma. El enfermero esperó a que ella se hubiese marchado antes de ponerse de pie.<br />

El enfermero se encontraba en la habitación a oscuras de Peanut Posey. Su turno había terminado<br />

hacía rato, aunque todavía no se había marchado a casa. Pero sabía que Henrietta sí.<br />

9 La pronunciación de «son» (hijo) es muy similar a la de «sun» (sol). (N. de la T.)<br />

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