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Horror 7- Stephen King y otros

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<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />

«Es probable que se diera por vencida hace mucho tiempo», pensó el enfermero con amargura.<br />

Y en voz alta y tono monótono, empezó a declararse culpable de aquella infracción menor.<br />

–No quería hacerle daño, señora. Sólo había entrado a echarle un vistazo, como es mi deber. El<br />

viejo me miró de reojo y en seguida trató de levantarse de la cama. Yo quería evitar que se cayera y<br />

se lastimara..<br />

Henrietta le lanzó una mirada.<br />

–No me vengas con esos rollos –cortó–. No sabes cuál es el problema. Pero yo sí. Te lo voy a<br />

contar. –El enfermero no dijo palabra–. ¿Alguna vez has visto las películas de Peanut? –preguntó<br />

Henrietta.<br />

–No. Peanut Posey no es de mi época.<br />

–De la mía, sí –le aclaró ella–. Por entonces, era lo más cómico del cine. Superaba incluso al<br />

viejo Stepin Fetchit. Hizo una película con Step y lo eclipsó. Peanut era tan pequeño y tan mono,<br />

siempre capaz de salirse con la suya. Por entonces se solía decir que «superaba a Fechit». Chiquito<br />

y mono como era, hizo un montón de dinero.<br />

–Haciendo de Tío Tom mono, querrá decir.<br />

Henrietta le lanzó una mirada fija, plana como la superficie de una mesa.<br />

–¿Quién te crees tú que os ha abierto el camino a vos<strong>otros</strong>, los jóvenes de hoy? –preguntó.<br />

–La que cambia de tema es usted.<br />

Henrietta le lanzó un breve «humrnm...», con el cual quiso indicarle cuan ignorante lo consideraba.<br />

Pero prosiguió con la historia.<br />

–Peanut tenía mucho éxito con las damas. Recuerdo haber visto una foto suya, sentado en el regazo<br />

de Lena Horne. Y derrochaba a las mujeres mucho más de prisa que al dinero. Por supuesto,<br />

algunas de estas mujeres tenían hijos. Y uno de ellos...<br />

Autopista de Nueva Jersey, 1969<br />

Flame pisó el acelerador de su T-Bird. Adelantó a toda velocidad a los coches más lentos que<br />

estaban en el peaje, y con la mano le hizo un gesto obsceno a un conductor que llevaba en el parachoques<br />

una pegatina que rezaba: AMÉRICA – ÁMALA O DÉJALA. Un paisaje de refinerías de petróleo,<br />

restaurantes de comidas rápidas, gasolineras y supermercados de bebidas pasó veloz y brumoso como<br />

si estuviera conduciendo debajo del agua. Flame se frotó los ojos.<br />

Se encontraba haciendo la carrera rutinaria Nueva York-Filadelfia, tal como tenía por costumbre<br />

desde tres años atrás. Su destino: la Universidad Douglas, justo en las afueras de Filadelfia, cerca de<br />

la frontera con Maryland. En circunstancias normales, se estaría dirigiendo a algún sitio a pronunciar<br />

alguno de sus belicosos discursos que le habían hecho acreedor de su fogoso apodo 7 . Pero en<br />

aquel momento...<br />

Había ocurrido después de una reunión del grupo Liberación Justa, en una Asociación de Jóvenes<br />

Cristianos de Harlem. A la revolución le estaban dando de patadas en el culo y había que hacer<br />

algo. En aquella reunión, la retórica llegó a caldearse más que nunca. Pero la organización de acciones<br />

concretas seguía escapándoseles.<br />

Cuando se desconvocó la reunión en medio de un despliegue de gritos de apoyo y apretones de<br />

mano llenos de ánimo. Flame oyó una voz familiar a su espalda.<br />

7 Flame = Llama. (N. de la T.)<br />

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