Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />
De repente, notó algo.... algo «frío» en la pierna. Se le había enroscado con fuerza al tobillo y<br />
apretaba como un cepo.<br />
Entonces, sintió el mordisco.<br />
Hooke metió la caña en un soporte y se aferró el tobillo. Supo, de inmediato, que se trataba de<br />
un gusano. Se había dejado abierta la tapa de la cesta. Tuvo que emplear las dos manos para<br />
arrancárselo de encima. Con un grito, lo lanzó a la oscuridad. Luego levantó la cesta y la lanzó al<br />
lago, lo más lejos que pudo. La cabeza le daba vueltas. «¡Me ha mordido!»<br />
De repente, el carrete comenzó a chillar. ¡Algo había picado! Hooke intentó llegar hasta la caña,<br />
pero todo el cuerpo se le había puesto rígido. «¿Qué me pasa? ¿Qué está ocurriendo?» Pensó en el<br />
veneno. En su lucha por enganchar aquel gusano horrendo en el anzuelo. «Debo de haberme pinchado<br />
en alguna parte. ¡Y el veneno empieza a paralizarme!»<br />
Observó la caña. Llevaba un carrete con treinta metros de sedal. Cuando el animal comenzara a<br />
tirar, el carrete se bloquearía, y el anzuelo se le clavaría a fondo al pez en la boca. Entonces notó<br />
que la caña estaba doblada hacia abajo, como presagiando un demonio. La cosa que había al otro<br />
extremo no huía para internarse en el Crescent como cualquier pez normal hubiera hecho... ¡sino<br />
que gruñía como una ballena y enfilaba directamente hacia el fondo! En cualquier otra circunstancia,<br />
Hooke se habría deleitado con la experiencia. «Vamos, guapetona –habría pensado–, llévame al<br />
baile.» Pero en ese momento, se quedó boquiabierto viendo desenroscarse el carrete.<br />
Acabará usted en el fondo, como su amigo...<br />
Unos metros más de sedal, el carrete se bloquearía y empezaría el baile. En ese instante. Hooke<br />
supo que no quería ver la criatura que había en el extremo del sedal. Ya estaba harto de Fowler's<br />
Crescent.<br />
Arrancó la caña del soporte y la lanzó al agua. Pero lo hizo de un modo tan brusco que perdió el<br />
equilibrio y, como tenía el cuerpo cada vez más tenso, no alcanzó a reaccionar a tiempo. Se ladeó<br />
demasiado y cayó a las negras aguas.<br />
Hooke emergió a la superficie escupiendo agua y luchando por volver a la orilla. El agua parecía<br />
miel y su cuerpo seguía cada vez más envarado. Se imaginó a las bestias del Crescent rodeándole<br />
las piernas, dispuestas a atacar.<br />
«Tira –pensó–, tira..., tira..., tira...»<br />
Notó algo a su espalda. Algo grande. No quiso volverse para mirar. Sintió que los brazos le fallaban.<br />
«Vamos, sólo te faltan cinco metros...»<br />
Con gran esfuerzo, siguió su pataleo; una descarga de adrenalina le ayudó a luchar contra los calambres<br />
y, jadeante, alcanzó la orilla. Salió del agua; rodó sobre sí mismo para alejarse del borde.<br />
Permaneció acostado unos instantes, mirando el cielo nublado, sin luna. «Dios santo, lo he logrado<br />
–pensó–, entusiasmado–. ¡Lo he logrado!»<br />
Entonces, comenzó a llover.<br />
Tenía que conseguir ayuda. El veneno lo estaba paralizando. Se puso en pie y logró llegar a la<br />
camioneta. Pero cuando trató de arrancar, el motor rugió un instante y se paró.<br />
–Maldición –masculló–. ¡Maldita sea!<br />
Tambaleándose, bajó de la camioneta. Sabía que se encontraba muy mal. Echó un vistazo a su<br />
alrededor, hacia los bosques oscuros, observó el lugar secreto de Darnell: la lluvia caía con fuerza<br />
sobre él. Entonces levantó la vista y vio la yerma colina del cementerio.<br />
112