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Horror 7- Stephen King y otros

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<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />

–Yo puedo llevarle hasta allí. Me queda de camino.<br />

Con delicadeza, depositó la intrincada mosca que estaba atando y se puso de pie. Era un hombre<br />

delgado, cargado de hombros. Hooke se lo imaginó: un cuerpo formado por su pasatiempo favorito:<br />

perpetuamente inclinado hacia adelante en una barca, en dirección del sitio mágico donde el sedal<br />

desaparece debajo del agua, observando y observando...<br />

–Gracias –dijo Hooke.<br />

–Muchachos, os veré luego –se despidió Darnell sin mirar a sus amigos.<br />

Se disponía a salir tras aquel hombre, cuando oyó la voz de Feer a su espalda.<br />

–Nos veremos por la mañana, señor Hooke.<br />

Darnell salió del pueblo y recorrió la carretera durante casi un kilómetro y medio; luego se internó<br />

en el bosque con la camioneta. Hooke intentó seguirle, y las ramas estuvieron a punto de<br />

arrancar la canoa que llevaba atada al techo. Entonces pensó: «Este es el último reducto de pesca<br />

secreto». Cuando por fin se detuvo, se encontró junto a una pequeña cala cubierta de exuberante vegetación.<br />

Justo detrás de la cala se alzaba la yerma colina parda que había divisado desde la loma al<br />

entrar al pueblo. De cerca, no era tan yerma como le había parecido. De repente, supo dónde había<br />

ido a parar la mayoría de los mil ochenta y siete habitantes de Fowler's Crescent.<br />

Aquello era un cementerio.<br />

–Las mejores piezas las encontrará aquí, en la cala. El agua es profunda y fría. Y a los barbos les<br />

encanta.<br />

–Me imagino que usted habrá pescado mucho por aquí –comentó Hooke, mientras desataba la<br />

canoa.<br />

Darnell miró la cala. En cierto modo, era como un espejo negro. Despedía destellos, pero no<br />

había manera de enterarse de lo que escondía en su fondo.<br />

–Llevo toda la vida pescando en el Crescent. Pero ahora me cuesta mucho buscar lombrices. Me<br />

conformo con estar allí sentado, hablando con los muchachos de todos los que se nos escaparon. –<br />

Levantó la cabeza y observó la colina yerma–. Y preparándome para ir allá arriba, supongo.<br />

Hooke siguió la mirada del anciano y le preguntó:<br />

–¿Quién vive en esa vieja casa de la cima?<br />

–Ahora, nadie. Lleva años vacía. Antes vivía el guarda: pero se murió en el setenta y cuatro y lo<br />

enterramos en la cima de la colina.<br />

–¿Cómo es que en la colina no crece nada? –preguntó Hooke–. Ni el césped. Ni los árboles. No<br />

da la impresión de que formara parte de Fowler's Crescent.<br />

Darnell se tiró de una oreja y entrecerró los ojos.<br />

–No sabría decírselo, señor Hooke –respondió–. Está así desde que la planta de la Century vertió<br />

todos aquellos productos químicos río arriba. La corriente los trajo hasta aquí y fueron depositándose<br />

en el lago. Y todo cambió. El bosque se volvió verde. Y los peces más grandes. Pero todo lo que<br />

había en el cementerio murió. Es de lo más raro. –Hizo una pausa y prosiguió–: No sería ningún<br />

problema si el agua no arrastrara toda la porquería. ¿Ve usted cómo están tumbadas todas las lápidas?<br />

Hay ataúdes a los que les falta un palmo para salirse de la tierra. Cada vez que llueve, asoman<br />

un poquito más.<br />

Hooke volvió a mirar a lo alto de la colina.<br />

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