Horror 7- Stephen King y otros

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Stephen King y Otros Horror 7 HISTORIAS DE PESCADORES Dennis Hamilton Al ser informado de que su cuento «The Alteration» había recibido un premio Nebula de los Escritores de Ciencia Ficción de Estados Unidos, Dennis Hamilton, que vive en Indiana, no se lo podía creer. Una vez que logró convencerse, Dennis, un tipo barbudo, de ojos verdes y treinta y nueve años, se negó a creer que 1) yo, su editor, no lo hubiese citado, y que 2) lo hubiera citado un perfecto extraño, o sea, un admirador. Hamilton, hombre de familia (esposa, Jan; hijo, David, e hija, Whitney), es uno de esos tipos tímidos y modestos a quienes no logro entender en absoluto. ¿Por qué será que los tipos bonachones suelen ser así? Advertencia: Este relato de minuciosa arquitectura no es apto para remilgados. Sin embargo, sus sutilezas nos proporcionan elementos que inducen a error y que son dignos del experto en fugas Bill Shirk, o del finado Milbourne Christopher. «Historias de pescadores» es, exactamente, lo que el título dice. ¡Cuidado, Dennis Hamilton está a punto de hacer picar al lector y enrollar el sedal! *** Lo primero que pensó Hooke fue: «El cuerpo podrido de Artie está allí en el fondo». En alguna parte, debajo de las aguas oscuras. Y las criaturas de Fowler's Crescent están allí abajo con él, jugando entre sus huesos. «Un final adecuado –pensó Hooke–, para un hombre habituado al agua.» Aparcó la camioneta en la loma que daba a la aislada media luna de agua ubicada en el valle. Escudriñó por el parabrisas, debajo de la proa en forma de pico de halcón de la canoa que llevaba atada al techo de la camioneta, y se quedó sorprendido al ver la extraña exuberancia del paisaje. Era tan verde como un bosque tropical. No como él se lo imaginaba. Había oído decir que Fowler's Crescent estaba muerto desde hacía veinte años, a raíz de la fuga de productos químicos ocurrida río arriba. Hooke esperaba encontrarse con un sitio desolado y sin vida. Un año antes. Artie Guillam había hecho el viaje esperando exactamente lo mismo. Pero Artie nunca regresó para informarle de lo contrario. Al otro lado del camino había un indicador de madera medio torcido y borroso. Decía: BIENVENIDO A FOWLER'S CRESCENT, FUNDADO EN 1809 POBLACIÓN:1.087 HAB. LA MEJOR PESCA DE INDIANA DEL SUR Hooke pensó: «Hará setenta años por lo menos que no tocan ese cartel». Entonces observó el pie de la loma, donde los restos del pueblo comenzaban. Las escasas edificaciones que aún seguían en pie eran tan viejas como el cartel indicador. Pero desde la cima de la loma. Fowler's Crescent podría haber sido un paraíso aislado. A excepción de una colina yerma, ubicada en la punta de la media luna, en cuya cima se alzaba una casa. La forma en que sobresalía de los verdes bosques circundantes tenía algo de maligno. Destacaba. Era uno de esos lagos de los que los veteranos de la pesca hablaban en susurros. Aquellos pocos que comentaban algo de Fowler's Crescent lo hacían sólo para transmitir sus brumosos peligros y leyendas. En sus murmullos había una especie de temor. Precisamente por eso, el osado Artie Guillam había hecho el viaje el año anterior. Y, precisamente por eso, Mo Hooke estaba allí. 106

Stephen King y Otros Horror 7 Hooke aparcó la camioneta ante lo que parecía una especie de almacén. Por encima del alero del desvencijado pórtico de madera colgaba un cartel que decía: Feer: Artículos de Pesca y Cebos. Subió unos peldaños de madera alabeada, abrió una puerta mosquitera chirriante, con la malla metálica combada, y entró. Dentro había cuatro hombres. Dos de ellos estaban jugando una lentísima partida de damas. Otro se encontraba detrás del mostrador. Y el cuarto se hallaba sentado ante una mesita de madera, atando moscas artificiales. Hooke echó un vistazo general a la habitación. Calculó que en las paredes habrían colgados unos doscientos juegos de mandíbulas de pescados. Ni siquiera en Troller's Union, el club de pescadores de su pueblo, existía una sala de trofeos como aquélla. Ni en ninguna otra parte que él conociera. –Perdonen –dijo Hooke–, busco un buen sitio para pescar. Casi al unísono, los ancianos se volvieron lentamente hacia él y lo miraron. Ninguno de ellos sonrió. Hooke notó lo arrugados que eran sus rostros, como los de los ancianos del Troller's Union que se habían pasado tantos años bajo tantos soles, en tantos lagos. No constituía ningún misterio cómo habían pasado aquellos hombres sus vidas. Ni que los trofeos les pertenecían. El hombre corpulento que se encontraba detrás del mostrador fue quien habló por fin. –La mejor zona para pescar está río abajo, hijo, cerca de Bloomfield y Worthington. –¿Ah, sí? –Hooke sonrió–. Había oído decir que estaba justo aquí. En ese lago que tienen ahí afuera. El del mostrador lo estudió durante un momento. –¿Quién te ha dicho eso? –El cartel que hay a la entrada del pueblo –contestó Hooke–. Y unos compañeros del club de pesca de mi pueblo. –Conque del club de pesca, ¿eh? En su sonrisa se advertía un cierto desdén. –Sí. El Troller's Unión. ¿Ha oído hablar de él? El anciano lo miró de soslayo y alrededor de sus ojillos grisáceos se le formó una docena de arrugas rizadas. –Troller's Unión. Sí. Al norte del Estado, ¿verdad? Uno de sus socios estuvo por aquí el año pasado. Según recuerdo, tuvo un accidente en el lago. –Es difícil de decir –afirmó Hooke con tranquilidad–. Nunca encontraron el cadáver, –Es un lago profundo –arguyó el anciano–. En algunos puntos, tiene sesenta metros. Por eso el agua parece tan oscura. Resulta difícil de dragar. Si te ahogas en el Crescent, lo más probable es que nunca vuelvas a aparecer. –Por eso me gustaría pescar allí –dijo Hooke–. Porque no hay nadie que se atreva. El viejo asintió y repuso: –Ya. Quiere ganarse el trofeo de Fowler's Crescent. Cada año pasa por aquí una decena como usted. La mayoría vuelve con las manos vacías. Hooke volvió a echar un vistazo a las filas de mandíbulas que colgaban de las paredes. Luego sacó un billete de cien dólares del bolsillo y lo depositó sobre el mostrador. –De eso estoy seguro. Pero usted..., usted sabe lo que hay en ese lago. Y también cómo pescarlo. 107

<strong>Stephen</strong> <strong>King</strong> y Otros <strong>Horror</strong> 7<br />

HISTORIAS DE PESCADORES<br />

Dennis Hamilton<br />

Al ser informado de que su cuento «The Alteration» había recibido un premio Nebula de los Escritores<br />

de Ciencia Ficción de Estados Unidos, Dennis Hamilton, que vive en Indiana, no se lo podía<br />

creer. Una vez que logró convencerse, Dennis, un tipo barbudo, de ojos verdes y treinta y nueve años,<br />

se negó a creer que 1) yo, su editor, no lo hubiese citado, y que 2) lo hubiera citado un perfecto extraño,<br />

o sea, un admirador.<br />

Hamilton, hombre de familia (esposa, Jan; hijo, David, e hija, Whitney), es uno de esos tipos tímidos<br />

y modestos a quienes no logro entender en absoluto. ¿Por qué será que los tipos bonachones suelen<br />

ser así?<br />

Advertencia: Este relato de minuciosa arquitectura no es apto para remilgados. Sin embargo, sus<br />

sutilezas nos proporcionan elementos que inducen a error y que son dignos del experto en fugas Bill<br />

Shirk, o del finado Milbourne Christopher. «Historias de pescadores» es, exactamente, lo que el título<br />

dice. ¡Cuidado, Dennis Hamilton está a punto de hacer picar al lector y enrollar el sedal!<br />

***<br />

Lo primero que pensó Hooke fue: «El cuerpo podrido de Artie está allí en el fondo». En alguna<br />

parte, debajo de las aguas oscuras. Y las criaturas de Fowler's Crescent están allí abajo con él, jugando<br />

entre sus huesos. «Un final adecuado –pensó Hooke–, para un hombre habituado al agua.»<br />

Aparcó la camioneta en la loma que daba a la aislada media luna de agua ubicada en el valle.<br />

Escudriñó por el parabrisas, debajo de la proa en forma de pico de halcón de la canoa que llevaba<br />

atada al techo de la camioneta, y se quedó sorprendido al ver la extraña exuberancia del paisaje. Era<br />

tan verde como un bosque tropical. No como él se lo imaginaba. Había oído decir que Fowler's<br />

Crescent estaba muerto desde hacía veinte años, a raíz de la fuga de productos químicos ocurrida río<br />

arriba. Hooke esperaba encontrarse con un sitio desolado y sin vida. Un año antes. Artie Guillam<br />

había hecho el viaje esperando exactamente lo mismo. Pero Artie nunca regresó para informarle de<br />

lo contrario.<br />

Al otro lado del camino había un indicador de madera medio torcido y borroso. Decía:<br />

BIENVENIDO A FOWLER'S CRESCENT,<br />

FUNDADO EN 1809 POBLACIÓN:1.087 HAB.<br />

LA MEJOR PESCA DE INDIANA DEL SUR<br />

Hooke pensó: «Hará setenta años por lo menos que no tocan ese cartel». Entonces observó el pie<br />

de la loma, donde los restos del pueblo comenzaban. Las escasas edificaciones que aún seguían en<br />

pie eran tan viejas como el cartel indicador. Pero desde la cima de la loma. Fowler's Crescent podría<br />

haber sido un paraíso aislado. A excepción de una colina yerma, ubicada en la punta de la media luna,<br />

en cuya cima se alzaba una casa. La forma en que sobresalía de los verdes bosques circundantes<br />

tenía algo de maligno. Destacaba.<br />

Era uno de esos lagos de los que los veteranos de la pesca hablaban en susurros. Aquellos pocos<br />

que comentaban algo de Fowler's Crescent lo hacían sólo para transmitir sus brumosos peligros y<br />

leyendas. En sus murmullos había una especie de temor. Precisamente por eso, el osado Artie Guillam<br />

había hecho el viaje el año anterior. Y, precisamente por eso, Mo Hooke estaba allí.<br />

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