A bordo del viento - Aula Avatares

A bordo del viento - Aula Avatares A bordo del viento - Aula Avatares

aulaavatares.com.ar
from aulaavatares.com.ar More from this publisher
13.05.2013 Views

A bordo del viento Avatares N° V - Año V Cuentos y poemas Graciela Busto Carina Castelluccio Carmen Concepción Tatiana Cos Ada curto Víctor del Duca Dolores Fernández Laura Ferrarez Matías Ferrer Carmen Florentín Julia Mansi María Mantovan Hannah Martin Florencia Luz Muñoz Maribel Podestá Graciela Ruffini Silvia Santilli Toribio Wamsiedler Directora Literaria Marta Mutti Editorial Dunken Buenos Aires 2007

A <strong>bordo</strong> <strong>del</strong> <strong>viento</strong><br />

<strong>Avatares</strong> N° V - Año V<br />

Cuentos y poemas<br />

Graciela Busto<br />

Carina Castelluccio<br />

Carmen Concepción<br />

Tatiana Cos<br />

Ada curto<br />

Víctor <strong>del</strong> Duca<br />

Dolores Fernández<br />

Laura Ferrarez<br />

Matías Ferrer<br />

Carmen Florentín<br />

Julia Mansi<br />

María Mantovan<br />

Hannah Martin<br />

Florencia Luz Muñoz<br />

Maribel Podestá<br />

Graciela Ruffini<br />

Silvia Santilli<br />

Toribio Wamsiedler<br />

Directora Literaria Marta Mutti<br />

Editorial Dunken<br />

Buenos Aires<br />

2007


A <strong>bordo</strong> <strong>del</strong> <strong>viento</strong>. <strong>Avatares</strong> Nº V - Año V<br />

Dirigido por Marta Mutti.<br />

1a ed. - Buenos Aires: Dunken, 2007.<br />

160 p. 23x16 cm.<br />

ISBN 978-987-02-2819-6<br />

1. Literatura Argentina. I. Curto, Ada II. Busto,<br />

Graciela III. Mutti, Marta<br />

CDD A860<br />

Impreso por Editorial Dunken<br />

Ayacucho 357 (C1025AAG) - Capital Federal<br />

Tel/fax: 4954-7700 / 4954-7300<br />

E-mail: info@dunken.com.ar<br />

Página web: www.dunken.com.ar<br />

Hecho el depósito que prevé la ley 11. 723<br />

Impreso en la Argentina<br />

© 2007 Marta Mutti<br />

e-mail: centroavatares@yahoo.com.ar<br />

ISBN 978-987-02-2819-6


MARTA MuTTi<br />

ENSAyo<br />

El cuerpo <strong>del</strong> poema<br />

La poesía como texto unitivo es una voz que al traspasar la superficie<br />

<strong>del</strong> otro se injerta en él, produce cierto temblor y adquiere cuerpo. Ese pasaje<br />

eidético lo supone la escritura –palabra– desde la metáfora, como la puerta de<br />

la revelación al “otro”.<br />

Esta situación es la que marca el signo de los nuevos poetas. Ellos aluden<br />

a un mundo que no es inmóvil ni preciso. Lugar en el que escribir es asumir<br />

un límite, no en el sentido de restricción, sino como doble reconocimiento de<br />

imposibilidad y de una falta, una ausencia que es la limitación misma que nos<br />

impone el lenguaje para expresar nuestra historia.<br />

La palabra, como herramienta <strong>del</strong> poema, avanza, retrocede, es vía de<br />

conocimiento.<br />

Se dicen, y se respiran orgánicamente en la autoconciencia, a modo de<br />

convocar la presencia de un sujeto mayor a ellas (imágenes, espacios, resignificación)<br />

que las supere y las devuelva constituidas en uno de los tantos “<br />

otros” que presentifican, dan sentido e intentan ser un reflejo <strong>del</strong> acto de la<br />

existencia.<br />

Por ejemplo: si decimos “el árbol <strong>del</strong> silencio”, estaremos pluralizando<br />

aunque parezca un contrasentido, pues la experiencia de totalidad de la expresión<br />

ya pluraliza (allí cabe un universo) y por otro lado conduce al salto interno<br />

que es propio, único, identificatorio pero, pertenece a actuantes infinitos.<br />

En síntesis podemos decir que el poema no sólo es aleatorio sino que por<br />

propia sustancia adquiere cuerpo cuando devela y trasciende el sentido último<br />

entre el decir y la experiencia, ese temblor que nos atrapa y <strong>del</strong> que no nos<br />

deshacemos, sino por el contrario, aferramos. Es ése aquí, que nos permite<br />

acceder al centro total <strong>del</strong> ser.<br />

Hoy la poesía se ve habitada por una tensión escritural de riqueza imponderable,<br />

donde la búsqueda y la avidez por descubrir y abrir la puerta hacia<br />

el espacio interior resultan ostensibles. Para ello, se nutre en la figura de un<br />

diálogo ondulante, entre la historia, la palabra, el silencio y la otredad.


8<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

El poema es el espacio privilegiado para la indagación en la subjetividad,<br />

abierta a la producción de sentidos.<br />

El trabajo <strong>del</strong> poeta, si quiere corporizar su sentir, buscará que el lector<br />

ingrese en el personaje construido en su ficción literaria. Y no será suficiente<br />

con saber cómo decir, sino enfrentar la lucha de la imposibilidad de expresarnos,<br />

a tal punto de crear un lenguaje dentro de la propia lengua.<br />

Alejandra Pizarnik fue quien postuló y cumplió: “hacer el cuerpo <strong>del</strong><br />

poema con mi cuerpo”. La apuesta y la concreción es un rasgo de enorme intensidad<br />

y compromiso. Una necesidad de convocarse totalmente a la literatura<br />

y disolver la persona. Por eso Pizarnik estableció una especial relación entre<br />

cuerpo–lenguaje–escritura. Y al decir de Nietzche: “Ya no es un artista, sino<br />

que se ha convertido en una obra de arte”<br />

Entonces antes de tomar la pluma y seguir el impulso de nuestra musa,<br />

pensemos en que la forma no alcanza, el logro se constituirá si ponemos en<br />

ella un tanto de la arcilla que nos compone y, nos disponemos a andar a <strong>bordo</strong><br />

<strong>del</strong> <strong>viento</strong>.<br />

Soñándome descalza / con palabras desnudas.<br />

dejo de ser un pensamiento / porque tú me piensas,<br />

ahora libre golpeo a tu puerta.<br />

Marta Mutti


Graciela Busto<br />

Saber que soy libre<br />

saber que soy mano plena<br />

escribo lo que pienso<br />

y siento lo que escribo.<br />

Saber <strong>del</strong> pasado<br />

saber <strong>del</strong> presente<br />

escribo solo escribo<br />

con deseos vehementes.<br />

Saber que soy paloma<br />

saber que soy ardiente<br />

llama candorosa<br />

luz que se apaga tiernamente.<br />

Escribo, solo escribo<br />

mandato tan divino<br />

que el cielo me bendiga<br />

por ser éste mi destino.<br />

Que ilumine mi mente<br />

dé agilidad a mis manos<br />

llegue la inspiración a mi alma<br />

y prodigue historias siempre.<br />

Saber<br />

Prólogo


10<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

La sombra<br />

“Yo soy la verdadera Vid y mi Padre el Viñador” Juan l5.11<br />

Juan está inquieto luego de aquellas llamadas telefónicas. Esa voz ronca<br />

le parece familiar y lo llama reiteradamente en el día. Desde pequeño lo<br />

acosan miedos y fantasmas que parecen volver con el tiempo. Una duda lo<br />

persigue. Mira su reloj. La noche le da escalofríos, el <strong>viento</strong> azota la ventana<br />

de su cuarto con fuertes sonidos. Un relámpago se refleja en el espejo antiguo<br />

de su casa. Se acomoda los cabellos, y habla:<br />

–No fui culpable.<br />

Toma un café y atiende nuevamente el teléfono. Un susurro, una palabra,<br />

la voz que se pierde lo sorprende. Piensa en la Catedral cercana y en el padre<br />

Pedro que siempre está dispuesto a escucharlo. Camina hacia allí, las hojas<br />

vuelan a su alrededor, sus pasos lo llevan velozmente y golpea la puerta pesada<br />

de madera tallada que se abre sola. Una luz se ve cercana al altar, se dirige<br />

hacia allí y eleva una plegaria. otra puerta se abre con fuertes chirridos y<br />

desde el fondo <strong>del</strong> lugar la voz pronuncia su nombre. Juan sube las escaleras,<br />

y llama al padre Pedro que está parado junto al campanario:<br />

–¿Quién está aquí junto a nosotros?<br />

–Nadie hijo, es el <strong>viento</strong> –responde Pedro– Aliviado con aquellas palabras,<br />

camina y las hojas con el <strong>viento</strong> siguen hasta la estación de trenes. Toma<br />

el primero que ve, sin destino fijo, porque las dudas y los nervios lo invaden.<br />

Ya en el vagón, las publicidades lo distraen en las estaciones. Desciende, entra<br />

en un bar, pide un café y el mozo le ofrece un matutino. Son las cuatro de la<br />

madrugada y decide volver. La lluvia lo acompaña en el trayecto y el sonido<br />

incesante <strong>del</strong> golpetear sobre las vías lo adormece. Al llegar camina hacia su<br />

hogar, el <strong>viento</strong> es más fuerte. Alarmado ve la puerta abierta y en la oscuridad<br />

la sombra se mueve y otra vez la voz…<br />

–Te vine a buscar.<br />

–¡Papá! –Gritó Juan– ¿por qué me persigues? –Un silencio helado lo<br />

paraliza y se agita entre ellos como desafío.<br />

–No te escuché cuando me llamabas desde tu cuarto.<br />

–Pudo más tu orgullo que tu amor. Te llamé aquella noche…<br />

Juan pálido y tembloroso corre por la calle descontrolado. El <strong>viento</strong> y las<br />

hojas lo siguen. Llega hasta la Catedral y la puerta se abre nuevamente esperándolo.<br />

Sube, desea encontrar a Pedro y tropieza en las escaleras.La sombra<br />

lo cubre, y le dice:<br />

–¡Ya estamos juntos hijo mío!


GrACIELA BUSTo<br />

Ayelén<br />

Tres mujeres tejen la manta que llevarán a la orilla <strong>del</strong> río, para cubrir al<br />

niño que nacerá pronto…Esa mañana con brisa suave y aromas a vegetación<br />

silvestre, el río recibe entre sus aguas calmas a la hija de Maitén. La llaman<br />

Ayelén, pues siempre sonríe. Desde su nacimiento es prometida a Nahuel,<br />

hijo <strong>del</strong> cacique Ñancucheo, como ofrenda de sus mayores. Ajenos al compromiso,<br />

Ayelén y Nahuel salen a caminar por la orilla <strong>del</strong> río sagrado. Así<br />

nace su amistad pura e inocente. Sus caminatas se hacen más íntimas y sus<br />

conversaciones más profundas. Conocen el pacto y no se sienten molestos<br />

pues se aman. Ayelén se dedica a realizar el tejido en telares rústicos para la<br />

vestimenta. Y Nahuel caza animales <strong>del</strong> lugar. La primavera llega a sus corazones.<br />

Se aproxima el compromiso; grandes festejos lo preceden. A la luz<br />

de la luna, el cacique Ñancucheo con palabras profundas y secretas, realiza<br />

la unión pactada. Los cánticos acompañan la danza vibrante. En sus cuerpos<br />

surge el amor, la unión de sus sueños, y pasan nueve lunas. Ayelén espera un<br />

hijo que será su prolongación y nueva sangre para su pueblo. Tres mujeres<br />

tejen la manta que llevarán a la orilla <strong>del</strong> río, para cubrir al niño que nacerá<br />

pronto. Ese día Ayelén se levanta pálida y dolorida; piensa que se aproxima la<br />

fecha. Asoma su cara hacia el paisaje agreste; el <strong>viento</strong> es fuerte y arenoso. Los<br />

arbustos se mueven en torno a la choza de maderas y cueros. Nahuel cabalga<br />

preocupado hacia ella y la observa. Las comadronas le recuerdan a Ayelén que<br />

después de que se coloque en cuclillas, la ayudarán a cortar el cordón. Luego<br />

la introducirán en el río para lavar y purificar su cuerpo. La lluvia azota las<br />

humildes chozas allí levantadas; la noche envuelve al campamento. La luna<br />

ya desaparece detrás de la tormenta.<br />

Ayelén cubierta de sudor es presa de dolores intensos. Sus gemidos alertan<br />

a las comadronas que corren con el manto hacia la choza y advierten la<br />

lucha por la vida de la madre y el hijo. Tratan de inclinarla sobre el lecho, pero<br />

sus fuerzas son vanas. El río está lejano. Se escucha el murmullo <strong>del</strong> <strong>viento</strong>.<br />

Nahuel con su caballo la lleva arrastrando en el camastro hasta la orilla. Detrás,<br />

apresuradas, tres mujeres corren hacia el río. Luego de un grito fuerte,<br />

otro corto y fugaz… un suave sollozo. El agua se tiñe de rojo y parece no<br />

querer aquietarse. Tres mujeres envuelven en la manta al niño recién nacido.<br />

El cuerpo de Ayelén queda purificado eternamente en las aguas de aquel río.<br />

11


12<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

El relojero<br />

A mi hijo Sebastián<br />

Tictac, cucú, suenan los relojes de la relojería de don Sebastián. Ese día a<br />

todos ellos los habían confabulado. En el pueblo, a un viejo brujo le molestaba<br />

tanta precisión horaria y decidió utilizar los hechizos de los hechiceros. Así<br />

sucedió que oscureció y al dar las doce… suenan que te suenan, sonaron juntos.<br />

Sus agujas se volvieron locas, y giraban solas, solitas y solas. Y... Tictac, cucú,<br />

era el único sonido que salía de esa relojería embrujada por los embrujos <strong>del</strong><br />

gran brujo. Yo no sé si aturdido, no sé si embrujado, pero el relojero sueña que<br />

te sueña su sueño medido estaba dormido. Por más que intentó el gallo <strong>del</strong> alba,<br />

con su quiquiriquí, quiquiriquí, no pudo aunque se esforzó con su canto. Así<br />

los relojes quedaron sin cuerda. Se hizo el silencio y gran tranquilidad. Luego<br />

un gran bostezo y el relojero vio en su bolsillo un reloj chiquito fiel que le dio<br />

con certeza la hora. Miró con asombro la pared y a sus pobres relojes a horas<br />

distintas Que uno decía dos, que otro las seis. Solo su reloj pequeño y a pila pudo<br />

aclarar un poco lo que estaba oscuro. Y con gran paciencia de buen relojero, uno<br />

por uno los puso a la hora que correspondía. Suave y armónico escuchó el sonido<br />

de tictac, cucú. Fue el gran coro de relojes tan fuerte, que hizo que el brujo se<br />

quedara sordo y nunca más pudiera usar los hechizos de los hechiceros.<br />

El día indicado<br />

La situación se había deteriorado con el tiempo. Las continuas peleas, la<br />

falta de carácter de él. Los caprichos de ella con sus compras exageradas con<br />

la tarjeta y la falta de amor en cada gesto. La diferencia de edad se acentuaba<br />

y con ochenta años no era llevadera la relación. El dinero ya no le servía para<br />

comprar los gustos de aquella que lo presionaba cada día. Sólo el coñac era su<br />

compañero. En ese estado de euforia revivía su pasado y juventud. Hoy cumplía<br />

años y por ese amor seguiría luchando ¿Pero hasta cuando?…Sus borracheras<br />

lo distanciaban de ella. La había sorprendido en un coche lujoso con su mejor<br />

amigo. A ella sólo le interesaba la billetera. Siempre lista para sus vicios y ropa<br />

fina. Esa noche lo pensó bien, era la única salida. Lo intentaría nuevamente.<br />

Se marchó más alcoholizado que nunca. Llegó a su casa con algunos tropiezos.<br />

Tomó el cinturón de cuero, antes recorrió la piel de su cuello y reconoció ciertas<br />

asperezas. Esta vez no lo dudó, dejaría un buen recuerdo de cumpleaños.


GrACIELA BUSTo<br />

Telarañas de la vida<br />

Hilaria tejía todo el día. No estaba ajena a las habladurías en el pueblo.<br />

Llamó a Juan, su viejo jardinero y le habló como a un padre. Cuando cayó la<br />

venda de sus ojos, ambos hilaron la trama. observó su vientre chato en el espejo<br />

<strong>del</strong> hall principal. A esta altura de sus anhelos los almohadones al crochet<br />

la ayudarían cambiando cada mes. Colocó unos pequeños y luego otros más<br />

grandes que ya cubrían los sillones de la casa de campo donde vivía. Larga la<br />

espera, pero al fin de los meses vería el sueño cumplido. Paseaba por el jardín<br />

que exhalaba el perfume de azahares. Soñaba con tiempos de niñez en el que<br />

jugaba a las escondidas y entre capullos escuchaba las risas de su madre y Juan.<br />

Nunca nadie le explicó, por qué. Siempre cumplía sus pedidos. Ahora cuidaba<br />

las plantas con sus manos cansadas por el tiempo. Su esposa Gladis, mucho<br />

más joven que él, lo sorprendió con la dulce espera. Ella servía a los patrones y<br />

pasaba sus días sin ninguna prisa. Don Diego, miraba a la servidumbre, en especial<br />

a Gladis. Ella contestaba con sonrisas, junto a copas de licor que por las<br />

noches le servía, ignorando las sospechas de Juan. La noche se iluminó cuando<br />

las mujeres parieron. Pero fue Hilaria la que dejó sus almohadones por la suave<br />

caricia de otro ser que alguien le entregó para que la promesa fuera cumplida.<br />

La torta de la abuela<br />

13<br />

A mi abuela Fermina Lorenza Del Mármol<br />

Mezclé mi vida con el recuerdo de los perfumes a ralladura de naranjas.<br />

Espesé en un bol el azúcar de mi infancia y entibié a ratos hasta que volqué<br />

la fría soledad de mi madurez. Con batidor de alambre fuertemente batí, para<br />

dispersar las ausencias en el batido. Tomé todos los ingredientes, mezclé continuamente<br />

sobre el fuego de mi invierno. Eché un toque de grand marnier<br />

para embriagarme un rato y le agregué cien gramos de alegrías.<br />

Luego leche con yemas, y las claras batidas con azúcar impalpable, para<br />

recuperar la suavidad y frescura de mi adolescencia. Decoré con naranjas en<br />

gajos peladas y deseé un futuro más dulce a cucharadas, recordando la torta<br />

de la abuela.


14<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

La ropa<br />

A mi esposo<br />

Al levantarme por la mañana veo la ropa, vacía de ti. La observo, percibo<br />

su perfume, la separo, la lavo, la tiendo, la doblo, pero no estás allí. Pasan las<br />

horas tan largas <strong>del</strong> día, las llenan los hijos que vienen y van. Escucho música,<br />

leo, hago los quehaceres, trámites y cosas mil. La perra que ladra (escucha<br />

un sonido), un auto que llega. Saludas, me miras, me siento igual que la ropa,<br />

vacía de ti. Pasan las horas que restan <strong>del</strong> día y miro la ropa que está junto a<br />

ti, la impregna tu aroma tus gestos igual que la ropa ya estás junto a mí.<br />

La rosa y la palabra<br />

En la flor apenas comenzada vives, palabra…<br />

Estás allí en el jardín <strong>del</strong> amor, en tu trono de Venus rodeada por otras<br />

flores. A veces me has herido con tus espinas. Dolían tus silencios e indiferencias.<br />

Sólo me brindabas por instantes el perfume <strong>del</strong>icado de tus pétalos y me<br />

entregabas un tímido te quiero…Vives en el recuerdo de las voces tan lejanas<br />

y alegres sonidos de la infancia. De tus primaveras, llevo las fragancias que<br />

despertaban colores de pasión y zumbidos con revoloteos en el cuerpo. Cuando<br />

llegaba el otoño, te observé distante, y te deshojabas. Me entregabas murmullos,<br />

reproches y tus pétalos fueron estocadas de furia, sombra <strong>del</strong> invierno<br />

que se asomaba a tus hojas mustias y calladas.<br />

indecisión<br />

“¡Se va!”. Se cansó de su familia, luego de tantos años de casado y se<br />

marchó…Tomó una valija y colocó algo de ropa, documentos personales y fotos<br />

de sus hijos. Se dirigió a la estación de trenes. Allí el ir y venir de la gente<br />

lo distrajo. Los puestos de chorizos lo llevaron a saciar su apetito. Pensó en la<br />

casa que dejaba. Por instantes miró el reloj que ya marcaba la hora, todos notarían<br />

su ausencia. El gozo de su libertad, se oponía a su pensamiento constante<br />

de culpabilidad. “Ya habrán leído mi carta”, se dijo.<br />

Caminaba nervioso esperando ese tren que lo llevaría tras una nueva<br />

ilusión. Formaría otro hogar con Malena tan exuberante y distinta a María, su


mujer por tantos años. La conoció casualmente en un bar, un día lluvioso. El tren<br />

llegó con un atraso de veinte minutos. Todos apurados ocuparon sus asientos.<br />

Él, indeciso subió las escaleras. Pensaba en Malena que lo esperaba en el bar y<br />

¡qué casualidad comenzaba a llover como la tarde en que la conoció!. Su familia<br />

también lo aguardaba como todas las tardes. Pero en fin, el tren había partido.<br />

“¡Necesito volver!”, se dijo”¿Cómo escapar de mi familia?”. Colocó su valija<br />

en el estante y le pareció que todos leían sus pensamientos. Un calor súbito le<br />

cubrió el rostro. Recordó la carta sobre la mesa. “¡Seguro que la leyeron!”. “¡Ya<br />

todos sabrán que me fui y ahora no hay tiempo para arrepentimientos!”… Durante<br />

el viaje miró las propagandas en las estaciones y se adormeció por momentos. Los<br />

chicos que iban con sus padres tomados de las manos, le recordaban los momentos<br />

vividos con los suyos. “¿Pero cómo pude hacerlo? “ Las vías brillaban y lo encandilaban.<br />

La música de los acordeones le recordaban a sus hijos con su música.<br />

Pero ya era tarde “¡Seguro que la carta estará en las manos de María!”…Su nuevo<br />

amor lo esperaba en la tercera estación que faltaba a su trayecto. “¡Ellos no me<br />

escuchaban y me fui por cansancio y soledad!”… Algo se lo impide, tal vez su<br />

conciencia. Está muy confundido y decide volver. “¿Qué dirán si vuelvo a casa?”…<br />

“¿Se alegrarán o me reprocharán la carta que les dejé?”…<br />

Poesía<br />

GrACIELA BUSTo<br />

Vuelo<br />

Vuelo <strong>del</strong> alma<br />

huecos que me envuelven.<br />

sus manos me mecen en el aire.<br />

respiración pura.<br />

Abrir los ojos.<br />

Letargo de caricias nuevas.<br />

Salida hacia el universo de palabras.<br />

Afanes que se logran.<br />

15


16<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Abasto<br />

A mi hijo Marcelo…<br />

Antiguas casas fileteadas<br />

cantos de un ayer dormidos.<br />

Barrio de tauras y malevos<br />

lloran de pena tus veredas.<br />

olor a tango en cada esquina.<br />

Vitrinas que nos dan recuerdos.<br />

Memorias de vidas lejanas.<br />

Aromas de un balcón florido.<br />

Ya no sos el barrio milonguero<br />

conventillos y viejos cuchilleros<br />

ahora te pintaron la cara<br />

y sueñas con resucitar tu fama.<br />

Sos el recuerdo traído al presente.<br />

Sos la calle que añora las ausencias.<br />

Sos el Abasto que estaba en el olvido<br />

y despertó un día entre quejidos.<br />

Sos el canto que grita una cantina.<br />

El taconear de los que aprenden baile.<br />

Las ilusiones vendidas en negocios<br />

y el regocijo de un bandoneón doliente.<br />

Sos el Abasto resurgido en el tiempo<br />

y ensoñación <strong>del</strong> extranjero amigo.<br />

Sos la estampilla for export en el regalo.<br />

Sos el orgullo de tu Gar<strong>del</strong> querido.<br />

Graciela Busto


Carina Castelluccio<br />

Despertar<br />

Prólogo<br />

Era una oruga de parduzco color y diminuta contextura, sobre una ramita<br />

disputaba contra la nevisca <strong>del</strong> invierno, su batalla más importante. Con paciencia<br />

fervorosa aguardaba la llegada de la primavera, soñando que era un barrilete<br />

se aferraba con ahínco a su ramita. Un rayito de sol asomó en una mañana y las<br />

gotas de nevisca derretida caían una tras otra en su fuerte caparazón de seda,<br />

anunciando su consecuente despertar. En ese momento batió fuertemente sus<br />

alas, para terminar con lo iniciado por la naturaleza. Dos enormes velas coloridas<br />

se dieron a conocer, fue en ese momento que comprendió su destino, volar<br />

por los jardines descubriendo a los enamorados robándose un beso de ternura,<br />

a los amantes escurridizos en busca de un encuentro fugaz, corretear tras la<br />

mirada de un bebé que descubre los primeros colores <strong>del</strong> mundo o simplemente<br />

descubrir la alegría que produce observarla tan colorida galantear una margarita<br />

amarilla ó una begonia colorada. Los sentidos se exacerban ante tanta simpleza<br />

y el espectro de lo realmente importante se reduce a disfrutar un momento<br />

único e irremplazable.<br />

Desde la cárcel te llamo,<br />

¿De qué cárcel me llamas?<br />

De la cárcel <strong>del</strong> miedo sin palabras<br />

que susurra a tu oído<br />

una y otra vez el número de barrotes<br />

que encierran tus palabras…<br />

¿De qué cárcel me llamas miedo?<br />

Si yo no tengo oídos para escuchar<br />

ni vista para contar…<br />

Dedicado a todos aquellos, que día a día pujan por cambiar con optimismo<br />

el ámbito que los rodea, en un mundo donde los valores personales, la moral y la<br />

ética se miden en valores que no forman parte de nuestra propia naturaleza.


18<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Sendero<br />

De camino a la escuela recorría un sendero estrecho y largo, desde mi<br />

rancho hasta el final <strong>del</strong> pueblo. Mientras caminaba por él, todos los días me<br />

preguntaba, ¿ por qué la naturaleza no sería generosa haciendo posible que nazcan<br />

muchas flores a los costados <strong>del</strong> sendero, para que mi vista se <strong>del</strong>eite con el<br />

colorido y mi nariz se revitalice con su suave perfume.? Un tiempo pasó, hasta<br />

que decidí, yo mismo, esparcir por el sendero las semillas. A los pocos días,<br />

para mi desilusión, un fuerte aguacero inundó los campos, y al sendero también.<br />

Pocos días pasaron, cuando abrió el sol y arremetió con toda su fuerza, fue ahí<br />

cuando pensé, que la naturaleza era impredecible y caprichosa, no se puede con<br />

ella, siempre hace a gusto lo que le place. Pasaron unos días más, resignado me<br />

conformaba con escuchar el trinar de los pájaros y reconocerlos uno a uno por<br />

su plumaje, observar su andar, su cortejo, sus amoríos, las madres alimentando<br />

sus crías, pero mi fascinación eran esos capullos matizados, multicolores. Continúe<br />

de todas formas rellenando mi nostalgia, cuando de repente mis pupilas<br />

se agrandaron de asombro. No podía creer lo que mis ojos veían, apenas se<br />

vislumbraban unas diminutas plantitas cercando el sendero, y en unos días más<br />

unas hermosas flores lucirían sus vestidos de seda al compás de la brisa primaveral.<br />

Los aromas se dispersarán por todas partes, hasta entrar a las casas de los<br />

campesinos, que asomados por las ventanas disfrutarían los perfumes.<br />

Y fue ahí, cuando comprendí que la naturaleza, a veces, necesita de<br />

nuestro aporte para verla y sentirla en todo su esplendor.<br />

Poesía<br />

Amor de compromiso<br />

Desafió el destino,<br />

con un amor de compromiso,<br />

lustró caminos con ríos de llantos<br />

y en silencio acompañó su ondulada penumbra.<br />

Cien noches pasaron en recuerdos vividos<br />

un áspid de traiciones tejió sus intrigas,<br />

negó sus deseos, ahogó el ritmo de su latir,<br />

olvidó escuchar en susurros sus mismas canciones.


CArINA CASTELLUCCIo<br />

Cien noches más vivió hasta que su sentir<br />

como agua contenida en represa<br />

se escurrió entre los gastados agujeros<br />

<strong>del</strong> pasado olvidado.<br />

En el cenit, la estela <strong>del</strong> capricho<br />

agoniza paciente en la noche negra,<br />

bajo el cielo una estrella encendida alumbra<br />

el bifurcado camino <strong>del</strong> arrepentimiento.<br />

Amantes<br />

Y éramos amantes…<br />

de encuentros fugaces<br />

y noches perdidas.<br />

Tú me elegías y yo te elegía.<br />

Mis ojos encandilaban tu alma<br />

y mi cabello ensortijado, una red de tus deseos.<br />

Del fruto prohibido nuestros labios bebieron.<br />

En noches estivales<br />

nuestros cuerpos se unieron<br />

y en un grito apagado<br />

los deseos ardieron.<br />

Y nos amamos…<br />

hasta que el alba nos descubrió,<br />

y con el amanecer, nos despedimos<br />

fundimos nuestros labios<br />

y un último beso nos dimos<br />

¿será el último?<br />

Será el último hasta que nuevamente…<br />

tú me elijas y yo te elija.<br />

19


20<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Que dirán<br />

Que dirán cruento<br />

que paseas impune por las orbes de tu injusticia.<br />

Qué dirán marcador de vanas<br />

desestimaciones absurdas<br />

pisoteador de ilusiones<br />

marioneta de la vida,<br />

anulas los sentimientos, de quien osa desafiar tu burla<br />

que me importa el que dirán,<br />

si el dueño de mi vida soy sólo yo.<br />

Que tal si hoy dijera<br />

Que tal si hoy dijera adiós…<br />

agradeciendo las horas que compartimos<br />

cuando aún el amanecer no se dejaba ver…<br />

Que tal si te dijera adiós, agradeciendo el paso marcado que supiste<br />

acompañar, cuando aún la noche no dejaba de ser otra, que la más oscura de<br />

las lunas nuevas…<br />

Que tal si te dijera que el lecho ha desviado su curso para fundirse en el<br />

espejo luminoso, rápido y avasallante de la vida misma.<br />

Que tal si te dijera aunque sea una vez la irracional decisión que me<br />

marcaría un camino distinto como echarme andar cuando aún no he dejado el<br />

andador que sostenía mis pasos firmes junto a ti.<br />

Pero aún así, nuevamente te diría un adiós… sin ser adiós…<br />

Anhelo<br />

Anhelo, suave capullo<br />

resplandeciente óvalo flexible,<br />

la frescura <strong>del</strong> alba


CArINA CASTELLUCCIo<br />

merodea entre los rincones <strong>del</strong> alma<br />

que abrigan destinos.<br />

Cadenas de rosas<br />

despluman en terciopelo,<br />

lecho de suave espuma<br />

en aromáticas notas<br />

embriagadas de ternura anunciada.<br />

Tambor ancestral<br />

sin fin de sonidos enérgicos<br />

<strong>del</strong>eitan los oídos,<br />

baladas melódicas<br />

que anuncian la creación.<br />

Jungla<br />

I<br />

En la jungla sin animales<br />

cohabitan las tribus.<br />

Varieté de vestidos,<br />

despuntando el desenfreno<br />

<strong>del</strong> altruismo.<br />

II<br />

De sonrisa se visten<br />

y a oscuras sobreviven.<br />

Los corazones vacíos,<br />

y las almas a gritos.<br />

III<br />

Caminos errados<br />

de esperanzas vacías.<br />

Falso anhelo<br />

que dibuja satisfacciones<br />

de barriles sin fondo.<br />

21


22<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

IV<br />

Velo de fino encaje,<br />

envuelto en tinieblas<br />

sus ojos ocultan.<br />

Un gemido desesperado.<br />

V<br />

Hiedra trepadora,<br />

el destino se elige<br />

en albedrío racional.<br />

Los caminos se enlazan<br />

en coyunturas oportunas,<br />

las manos se abren<br />

y las tinieblas se disipan.<br />

Aire fresco,<br />

en una renovada partida<br />

los sentidos disputan una nueva elección.<br />

Erizo<br />

I<br />

Y las espinas, tu frágil cuerpo cubrieron<br />

en noche cerrada el camino abrieron.<br />

Del brebaje bebiste,<br />

sándalo <strong>del</strong> olvido<br />

vainilla y canela para el amor.<br />

II<br />

Aguijón aguerrido la batalla libraste<br />

y tu libertad ganaste,<br />

enebro en las heridas<br />

miel de eucalipto para el corazón.<br />

III<br />

El reloj agota el tiempo,<br />

bálsamo con aroma a café<br />

la mente despeja.


IV<br />

Senderos de gastado sentido<br />

suave brisa de algodón<br />

envuelven el ser.<br />

V<br />

El amor inundado<br />

en espigas de nutrido trigo<br />

se convierte.<br />

Capullo, suave algodón<br />

rosa terciopelo<br />

aroma sutil a vainilla<br />

de ocasos tardíos.<br />

CArINA CASTELLUCCIo<br />

Collar<br />

Collar de infinitas caracolas,<br />

en el mar de tus encantos voy a soñar,<br />

y en caminos de aguas profundas y soles tempranos<br />

me quiero perder.<br />

Que mi mano se acerque a la tuya<br />

que mi pecho se aúne al tuyo,<br />

amor no corras a prisa,<br />

el atardecer recién asoma<br />

y la luna entera reverencia<br />

nuestra cercana llegada.<br />

Amor<br />

Con un beso húmedo y dos miradas,<br />

decidimos nuestro amor.<br />

Un amor sin reproches, ni obligaciones<br />

un amor elegido.<br />

Un amor vivido, gozado en cada atardecer<br />

y acariciado en cada amanecer<br />

23


24<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

un amor…<br />

Con un abrazo y dos cuerpos, sellamos el ahora<br />

luz de rosa terciopelo que invade nuestras vidas<br />

y el amor…<br />

se siente en aroma y calor.<br />

El reloj de arena, grano a grano marca el paso <strong>del</strong> tiempo.<br />

Dos lunas elegirán la continuidad<br />

y si en el andar, una de ellas decide detener su paso<br />

y un nuevo rumbo caminar<br />

el amor es amor… y merece ser vivido.<br />

Sol<br />

Sol radiante que bañas de fantasía, un nuevo día<br />

que aspira a comenzar, arrogante, glamoroso<br />

generoso te muestras de pie.<br />

Así entre la simpleza y la complejidad de la vida<br />

¿Cómo serás hoy?<br />

¿Calentarás con tus rayos este nuevo amanecer?<br />

¿o dejarás tu radiante fulgor para un momento, después?<br />

Déjate ver, no importa cual será hoy tu intención<br />

importa que un nuevo día se vislumbra radiante y pretencioso<br />

…de ser vivido.<br />

Rosa<br />

Su frío recorrió la habitación.<br />

observó los objetos hasta detenerse en ella.<br />

Contempló su textura, aroma y color.<br />

rojo pasión, suave terciopelo.<br />

Atinó poseerla y la sangre se derramó por sus manos.<br />

Comprendió, que no sería suya y partió solitaria con su frío.<br />

Carina Castelluccio


Carmen Concepción<br />

Hoy<br />

Prólogo<br />

Mientras escribo estas pocas palabras está naciendo Lucas Iván, que es<br />

otro sol de mi familia.<br />

Todas las mañanas cuando despierto agradezco el sólo hecho de estar, de<br />

existir, de poder disfrutar todos los momentos.<br />

Un día abrí la ventana hacia la esencia de mi vida, y me puse a escribir.<br />

De esta manera logro sueños y comprendo el buen sentido de “hacer hoy<br />

lo que quiero”.<br />

Todo lo que quiero y todo lo que hago lo comparto con mis nietos, mis<br />

hijos, toda mi familia y mis amigos.<br />

Hoy es este momento y todos los momentos de la vida.


26<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

La rana Juana y su amigo Biyú<br />

Un día los nenes de sala Celeste <strong>del</strong> Jardín de Infantes La Rana Juana decidieron<br />

ir a pasear. Subieron a un tren y luego de preguntar por todo lo que veían continuaron<br />

el paseo en subterráneo. Crecía el asombro y la curiosidad en el túnel, se miraban<br />

entre ellos con los ojitos muy abiertos y las boquitas cerradas. Había nenes también<br />

allí, nenes de la misma estatura de ellos… y lo que más les llamaba la atención era<br />

que decían… “Por favor”. La misma palabra que les enseñaba la Seño Vivi.<br />

Agustín andá a la cocina y decile a Gaby si “por favor” puede traer el jugo.<br />

–Morena “por favor” podés traer tizas.<br />

–Gracias –Era el aprendizaje <strong>del</strong> “por favor” y “gracias”.<br />

Estos nenes sin guardapolvo ni señorita decían…<br />

–Señora… me da una monedita “por favor”.<br />

–Gracias.<br />

La maestra les explicó que esos nenes eran los nenes de la calle, desalineados<br />

y pobres por un destino de la vida. Fue como decidieron invitarlos al<br />

paseo. Desenroscaron una cuerda y fueron tomando uno por uno invitándolos<br />

a pasear. Jugaron en el parque, cantaron y luego remontaron un barrilete. Un<br />

barrilete con muchos flecos y una cola muy larga que al cabo de un ratito se<br />

les soltó de las manos y se quedaron mirando como se perdía en lo alto.<br />

Lo que no se imaginaron fue que el barrilete lo encontró Biyú. EL Payaso<br />

vestido de colores amigo de los niños. Biyú encontró el barrilete, su cola estaba<br />

hecha de figuras de nenes en papel. Entonces retrocedió siguiendo las figuras<br />

y fue así como descubrió a todos los nenes, les regaló juguetes y comidas ricas.<br />

Así las diferencias no separan porque todos tenemos los mismos derechos.<br />

Celos<br />

Hacía tiempo que él estaba muy indiferente. Trabajaba en el circo, con<br />

un solo animal, una fiera, y con su mujer.<br />

Callado, muy callado, el rostro cada vez más duro.<br />

No le interesaba el público, su látigo bailaba al compás de la música<br />

mientras el tigre sometido saltaba y gruñía.<br />

Su mujer lucía su encanto con su pollera corta y movediza sobre un taburete.<br />

El hombre y la bestia, se miraban, se batían en una gran disputa, la mujer<br />

aguardaba.


CArMEN CoNCEPCIóN<br />

Adiós<br />

Las cartas están sobre la mesa. Ya no puedo verte. El barco partió y un<br />

vacío enorme es el que queda en el recuerdo. Quiero alcanzarte con la mirada<br />

pero no recibo respuesta. Tu madre te ha cuidado como a los azahares de su<br />

jardín florido. He vuelto al refugio de nuestro amor y en mis caminatas sólo el<br />

<strong>viento</strong> me ha tocado la cara. Mientras los calafates maduran su violeta intenso<br />

bajo el fuerte sol. Quiero pensar que tú me contemplas desde algún rincón. Alguien<br />

decidió por ti lo que no deseabas. Las prendas caras de la tienda siguen<br />

colgadas en la vidriera envolviendo sus cuerpos fríos de cerámica. Tu madre,<br />

como siempre les da vida y atrae con su gran acento portugués a las mujeres<br />

que quieren vestir sus cuerpos con ropas caras. El cerro Chenque da la misma<br />

sombra y el mismo sol a la misma hora. Las cartas están sobre la mesa.<br />

Atardecer<br />

Una casa humilde, un árbol tradicional que creció gracias a la naturaleza.<br />

Ella sentada en su silla baja miraba casi sin ver. Tarde gris, melodía gris, todo<br />

gris ante esos ojos tristes. Jorge y Luis a los cinco años arrastrando una bolsa<br />

de juguetes ingresaron al internado de la playa. A los trece años en el hogar de<br />

Gaiman, Luis se encontró con compañeros grandes, entre ellos convictos, que<br />

le rompieron los juguetes de su bolsa. Dolía el cuerpo y el alma en el recuerdo.<br />

Jorge se portó mal para poder estar con su hermano. Para que lo trasladen,<br />

pero cuando se reencontró lloró por su frialdad. Allí no se sabía de cariños.<br />

Un abrazo de amor hacia su hermano hubiese significado una paliza y algo<br />

más después. De esa forma pasaron los días y los años, creciendo rápidamente<br />

y sin saber nada de Gladis y Graciela, dos pequeñas a quienes rescataron <strong>del</strong><br />

viejo loco que los dejaba encerrados mientras, él, ahogaba sus penas en un<br />

vaso. Y allí iban otra vez juntos tratando de recuperar lo irrecuperable. Luis,<br />

Jorge, Gladis y Graciela, rumbo a la mujer que estaba sentada en la silla baja,<br />

sumida en el dolor, sin poder decir una palabra.<br />

Canción de cuna<br />

“A rorró mi niña, a rorró mi sol…”. Allí está ella, balanceándose, acunando<br />

a su hijita entre sus brazos. No quiere soltarla, cada dos horas se despierta<br />

27


28<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

para darle de mamar con una cucharita. Es prematura, no tiene fuerzas, casi<br />

huye de sus manos.<br />

Paso a paso, envuelta en algodones sale a<strong>del</strong>ante. Su madre día y noche<br />

vela su sueño. En algún momento su rostro se cubre de lágrimas, llora, llora<br />

hasta el cansancio, recuerda… sólo recuerda… ¿Qué pasó aquel día?, no puede<br />

explicarlo, no puede entenderlo. Ahora siente como late el corazoncito.<br />

Se aferra a ella, la sobreprotege, la ama, se aman. Son inseparables.<br />

“A rorró mi niña, a rorró…a rorró pedazo de mi corazón”.<br />

un día de campo<br />

Era viernes, Cholub y Francisco organizaban un fin de semana de caza<br />

para ellos y sus amigos. Estaba todo listo. Carne, verduras, condimentos, damajuana,<br />

maderas, leña, parrilla y equipo de mate. Los rifles y las escopetas<br />

perfectamente empavonados. No faltaban cartuchos y balas. La camioneta<br />

estaba en condiciones, tenía reserva de combustible porque los kilómetros<br />

eran muchos. Zulema, corría tras Cholub, su marido, con un repasador y unos<br />

cubiertos en la mano intercambiaba palabras con Francisco y trataba de que<br />

no le falte nada. Cuando estaba todo dispuesto el matrimonio y el amigo se<br />

despidieron con un beso. Emprendieron el camino con unos cuantos amigos<br />

más y partieron rumbo al campo, lejano y agreste. Entre risas y cuentos llegaron<br />

a destino. Juegos, mateada, naipes y todo dispuesto para la cacería. Al<br />

anochecer, comenzó el silencio total. Las perdices iban y venían y también<br />

caían tristemente ante cada bala y cada cartucho. Los frágiles esqueletos,<br />

luego un gemido, el aleteo y la tibieza de sus plumas se tornaba fría. Cholub,<br />

Francisco y sus amigos seguían tirando, corrían y corrían. ¡Una más gritaban!<br />

y las iban tirando sobre la camioneta. Ellas con sus ojos abiertos ya no sabían<br />

ni de pichones ni de nidos. Pasaban las horas. Amanecía, ya se podía dejar<br />

todo…pero en un momento algo terrible sucedió.<br />

Sonaron los últimos cartuchos. Cholub en el piso ¿Qué había pasado?.<br />

Una mala maniobra lo desplomó, la distancia y la herida hicieron lo propio. El<br />

duelo y la tristeza abrazaron al campamento. Las perdices eran tantas que las<br />

repartieron entre otros amigos.<br />

Muerte, pena y la desgracia hecha realidad. La sangre de Cholub mezclada<br />

con la de las perdices hacía aún más cruel el momento. Los perdigones<br />

se resbalaban en las manos mientras las limpiaban, las plumas mojadas caían


al piso y sus cuerpos quedaban insignificantes. Y allí quedaban más tarde las<br />

perdices en los frascos y la pena de Francisco y Zulema. Y el gusto de matar<br />

por matar que quedó sumido en la tragedia.<br />

Lo que queda de nosotros<br />

La vida de ella era como la de una planta verde.<br />

A la mañana y a la tarde comía y bebía como una planta verde. Lo bueno<br />

y lo malo en Diadema Argentina era nuestra vida.<br />

“Tómala o déjala”, dijeron algunos…Y yo pensé, tengo algo para decirle:<br />

“La amo”<br />

Poesía<br />

CArMEN CoNCEPCIóN<br />

La enfermedad <strong>del</strong> silencio<br />

Sabía que algo le estaba pasando<br />

la enfermedad avanzaba.<br />

El dolor no lo doblegaba<br />

y sus cuidados eran deficientes<br />

no tomaba conciencia.<br />

Hasta que repentinamente lloró<br />

para afrontar la dura aceptación.<br />

Con mucha tristeza vio a su alrededor.<br />

El valor por lo perdido le dio fuerzas.<br />

Amó mucho más lo que le quedaba<br />

Milonga para Marcelo<br />

Marcelo quería morir<br />

porque nadar no podía<br />

la desgracia y la desidia<br />

decían que no podía.<br />

29


30<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Por eso aquel día tan gris<br />

lleno de lluvia y tristeza<br />

se lanzó con su cuerpo al agua<br />

y dio cuenta de su entereza.<br />

Nadie quiso aquel momento<br />

nadie quiso casi verlo<br />

pero al fin de un largo tiempo<br />

Pudimos llegar a entenderlo.<br />

El pez<br />

Mira que lindo está<br />

el río con sus ramas<br />

y sus lirios.<br />

El pez con la boca abierta<br />

está deseando escapar<br />

y llora junto a los lirios.<br />

Florentino Ameghino<br />

El ripio con su montaña y su belleza.<br />

Los árboles cada vez más verdes.<br />

Las flores coloridas y mi corazón latiendo.<br />

Más ripio, el camino se hace interminable.<br />

Después la quietud, sólo el ruido <strong>del</strong> auto.<br />

A lo lejos ya se ve el túnel.<br />

La oscuridad total, mis ojos que<br />

quieren ver y no pueden.<br />

Me parece demasiado lejos.<br />

Y a la salida la belleza.<br />

El agua en torrente sobre la pared gris,<br />

Enorme, imponente.<br />

Allí abajo el río, las compuertas <strong>del</strong> dique abiertas.


La tecnología nos absorbe,<br />

agua, cables, centrales eléctricas<br />

y la luz propiamente dicha.<br />

A lo lejos, la chimenea de la casa vieja<br />

me está diciendo<br />

que él también ha llegado<br />

para poder vivir a solas el amor<br />

que la ciudad nos niega.<br />

Todavía un hueco<br />

La tarde cae lenta y callada<br />

callada como mi alma,<br />

pero mucho más callada<br />

está mi voz que no deja<br />

emitir sonido.<br />

Lucho con ella,<br />

continuamente,<br />

me pregunto:<br />

¿por qué?<br />

CArMEN CoNCEPCIóN<br />

Duele todo en esta pregunta<br />

el pasado,<br />

el presente…<br />

El futuro me mira con ojos interrogantes<br />

…deja un hueco.<br />

indiferente<br />

Yo me encargo de todo –dije:<br />

–Voy a casa, busco el fusil<br />

para terminar con ese animal.<br />

31


32<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Mientras la víctima seguía<br />

sufriendo y perdía sangre<br />

yo no podía llegar.<br />

Por pensar nada,<br />

por estar<br />

despreocupado a pesar<br />

de haber ofrecido mi ayuda.<br />

Medité dos o tres veces más y me dije:<br />

–¡Para qué meterme, para qué sufrir!<br />

–Si no tengo ganas de hacerme cargo de nada.<br />

Siete años<br />

Los colores <strong>del</strong> arco iris<br />

de los cielos siete son<br />

siete también los días<br />

de la semana.<br />

En siete días Dios creó<br />

nuestro mundo.<br />

Y también son siete<br />

los años que te llamo<br />

y no te encuentro.<br />

Llanto<br />

Mira la noche a la niña<br />

que llora sin desconsuelo<br />

y corriendo va<br />

porque quiere una luna<br />

en el suelo.<br />

Carmen Concepción


Tatiana Cos<br />

Mariposa roja<br />

Prólogo<br />

Suele volar el alma cuando el fuego la despierta. Nunca alcanzan las<br />

letras, las infinitas palabras para atraparla.<br />

Es tan fugaz su estadía, se la pasa muriendo en cuanto le tocas las alas.<br />

Así queda inconcluso su mensaje. Un dulce veneno que nos da a probar esta<br />

mariposa que nos inspira, que muele hasta el más ínfimo de los sentidos.<br />

El mundo desaparece para darle paso a ella, que viene prendida en llamas,<br />

tratando de ser puente <strong>del</strong> pensamiento, para que pueda hilvanar alguna<br />

oración y trascender en nosotros.<br />

Tanta pasión en un par de alas.<br />

Alas que necesitan traspasar, cruzar límites, llegar a alguien más.<br />

Morir en más de un cuerpo.<br />

Dejar en ello su huella de fuego.<br />

Ahora, en este instante, aquí vuela hacia ustedes…<br />

Aprésenla, si pueden…


34<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Tiempos<br />

Un año más, uno menos, uno ganado, perdido, uno por descubrir, por olvidar.<br />

Un ciclo que comienza con lo peor, quizá para seguir así Tu vida, un mar de vaivenes<br />

llenos de ilusiones, de sueños, como dice una canción amiga, “los sueños solo<br />

dejan de ser sueños cuando se cumplen”, de otro modo siempre están ahí.<br />

Cuando un año se acerca, uno se llena de esos pequeños o grandes proyectos<br />

que no pudieron consumarse en el anterior.<br />

Ya estancados otra vez en un año nuevo e inevitable, pareciera que el<br />

tiempo no pasó desde aquel momento cuando todo era igual, las mismas cosas<br />

aún sin hacer, los mismos proyectos con ahora una visión, que luego destinaremos<br />

al año próximo. Esto suena cruel para aquellas ilusiones, pero a veces se<br />

hace inevitable. A todos nos gustaría hacer las cosas cuando queremos, pero<br />

a veces es bueno esperar cuando no se empieza con el pie correcto. Digamos<br />

que si bien no es bueno postergar, nunca es mala la espera. Pensemos en ella<br />

como en un momento para hacer otras cosas postergadas con anterioridad, o<br />

impostergables en esos momentos. Todos los años son buenos para los optimistas,<br />

y todos tienen algo malo e irrealizable para los soñadores.<br />

Madre<br />

Tantos días de enojo. Y hoy creo junto a ti.<br />

Madre que tanto amo. Mujer de los sueños de tantos otros. Creí que nunca<br />

llegaría a conocerte, y hoy disfruto cada instante junto a ti. ¡Mujer! Te amo.<br />

Encontré en tu compañía lo que yo sentía. Esas ansias de crear, de mo<strong>del</strong>ar.<br />

La inspiración, fruto de tu amor esta vez. Qué ciega soy cuando no respondo<br />

tus preguntas. Aquellas dudas que tanto te duelen al verme sufrir.<br />

¡Madre! Has sabido criar aquella niña tan sufrida, no me preguntes el<br />

por qué, tu sabes que me duele. Solo pude contar lo que menos me hace mal.<br />

No quiero que me veas llorar, por aquello que aún remedio no tiene. Sé que<br />

entiendes mis silencios, seguramente te ha pasado lo mismo. Y aunque no deje<br />

que me ayudes a salir de lo que tanto me atormenta, en silencio voy tomando<br />

tus consejos, sin que te des cuenta.<br />

No quiero verte mal. Hoy se feliz. Y si la dicha no está a tu lado. Lucha por<br />

conseguir lo que tanto has anhelado. Se feliz creando lo que la inspiración te dicte.<br />

Que lo que tú tienes, virtud de artista, a muchos otros les carece. Yo creo con<br />

mis manitos, las que mi descendencia me ha dado. Las que tú has adorado.


TATIANA CoS<br />

¡Te amo! Gracias por lo cedido, gracias por amarme, porque en ti he<br />

encontrado las virtudes de la vida, la esencia de la creación, la inspiración <strong>del</strong><br />

amor. Gracias, jamás me has abandonado. Yo a ti te amo, madre.<br />

Te amo mujer, inspiración y arte.<br />

En el camino<br />

Los árboles tienen su primer reflejo de luz y te escribo.<br />

¿Qué mejor lugar que un viaje? ¿Qué mejor momento que uno de transición?<br />

Las ideas, sentimientos y recuerdos se desplazan con mayor facilidad.<br />

Hay para decir tantas cosas, otras tantas callaré. Estoy enjaulada entre barrotes<br />

de acero, quiero escapar, poder vivir, ser feliz. No la puedo soltar. Hoy no quiero<br />

hablar de las otras. Hoy quiero hablar de ti y de mí, de esto que se nos fue<br />

<strong>del</strong> alcance. Te quiero y sería hermoso gritarlo, pero no debo, las paredes escuchan.<br />

odio tenerte miedo aún, no exponerme, se que me vas a lastimar. odio<br />

ser tan sincera a veces, no poder fingir. ¿Y si disfruto cada instante contigo?<br />

Si logro hacerlo, te puedo advertir que perderé el control, escaparé, no habrá<br />

ya vuelta atrás. Lo único que harás será envenenarme, abrirle la puerta a un<br />

demonio. Quisiera saber que es lo que esperas, si te hago mal o en realidad te<br />

hago bien. No me trates con metáforas, mi imaginación es demasiado amplia.<br />

No hagas de tu vida un instante de placer, empieza a construir una felicidad<br />

que te dure toda la vida. Sin más me despido, me está devorando.<br />

A veces<br />

Venía caminando por ahí, pensando en las tantas cosas que me ocuparían<br />

la tarde. Me llamó la atención un niño junto un pobre y torpe animal, le pateaba<br />

la cabeza, lo molestaba… A veces sale de mí, defender las injusticias, ésta no la<br />

dejé pasar. Me detuve como mirando otra cosa, acercándome silbaba algún tema<br />

que hoy no me acuerdo. Me sorprendió la rapidez con que se dio vuelta la situación.<br />

El animal esta vez había tomado la rienda. Ahora el niño necesitaba de mí.<br />

Me acerqué, hice varias preguntas, el niño dudaba en cada respuesta o seguía sin<br />

contestarme el por qué de lo que estaba sucediendo. Le ofrecí mi ayuda, obvio<br />

sin posponer mis asuntos, finalmente me fui. No sabía si volver para ayudarlo,<br />

supuse que alguien más lo vería y le tendería una mano.<br />

35


36<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Entre líneas<br />

Como quisiera tenerte, que seas mío. Eso no sucederá. Cambias tanto<br />

como la luna. Un día estás, y luego solo veo como te vas, poco a poco, entre<br />

mi aire. Quiero agarrarte, aferrarme a ti, atarme si hace falta. Solo te vas. Veo<br />

que en las posibilidades no está que te quedes a mi lado. Solo te alejas más.<br />

Vuelves una y otra vez por la misma mujer…Vuelas buscando nuevos caminos,<br />

otra sonrisa que haga que la suya sea más opaca. Sabes que no sucederá. Me<br />

buscas por probar opciones, por saciar tu curiosidad. La amas, aún lo sientes.<br />

Sabes que no cambiará.<br />

¿Por qué eliges vivir así? No hace falta que respondas, sé que no lo harás.<br />

Aunque no compartas lo que voy a opinar, piénsalo. Tu corazón es el que manda,<br />

no tu sentido de orientación. El amor que en ti perdura, buscando una nueva<br />

ilusión jamás dejará de estar. Te volverá loco. Tratarás de saciarte con la primera<br />

presa que encuentres para cerciorarte de que no es así. Pero, no lo lograrás. Cada<br />

vez que la mires, eso, va a estar ahí, alimentando tu ser de palabras que quieras<br />

decirle, pero que quizás tus labios no van a dejar escapar. Dices que es una<br />

venganza, ¿te lo crees? No te engañes más. Es la manera de acercarte tratando<br />

de robarle un suspiro, un beso, un momento, y que los demás, esos que esperan<br />

distantes, crean que sólo estás jugando, que no lo haces por ti, ni por lo que<br />

sientes, que lo haces para tomar venganza. Esa, que los dos sabemos muy bien,<br />

no existe. Es una excusa más, nada finito, nada que puedas llegar a pensar. Solo<br />

Dios sabe que fue lo que pasó, para que pienses en mí. Solo él. ¿Acaso, de mi<br />

también te querrás vengar? Tranquilo no se lo voy a contar a nadie. Si quieres<br />

que me vaya lejos de ti, lo voy a hacer, ése ¿es tu cometido?<br />

A la niña que me habita<br />

Te lo suplico doncella de manitas blancas. No me dejes. No quiero volver<br />

a perder un pedazo de mí. No quiero extraviarte. No te vayas buscando el<br />

sol, dejándome sola, en esta vida tan mezquina. Yo te necesito. Y ya te estoy<br />

sintiendo lejos, de a poco. Siento el extravío de tu perfume entre la gente. Si<br />

no te veo, yo sufriré. Solo vos sabés qué es lo que escondo. Solo vos sabés a lo<br />

que me enfrento. Necesito de tu brillo para poder ver. No me dejes, no podría<br />

perdonártelo. No sabría ya como mirarte a los ojos. No sabría como mirar. No<br />

me cambies, que eso es lo que me persigue a donde mire. Por favor, vos no lo<br />

hagas, vos no me cambies. Sola ya no podría, me hace mal estar sin ti.


TATIANA CoS<br />

Para aquel amor tuyo<br />

Si lo ves amándote…<br />

No lo dejes escapar, no hagas que te deje de amar.<br />

Sujétalo, pero no lo apreses. Pues él ama su libertad.<br />

Si ves en sus ojos el brillo, haz que la luna, ahora tuya, jamás sea nueva.<br />

Que aparezca en cada suspiro resquebrajado por el miedo de perderlo. Aprovecha<br />

cada instante en que sonríe y vuelve a sentirse niño. Haz que se ponga<br />

inquieto. Devuélvele las ganas de vibrar. Ahora, que él te elige, acéptalo,<br />

cuídalo.<br />

Solo pido que lo hagas feliz, como yo no pude, como otra se lo prohibió.<br />

Tú que puedes, que lo tienes en tus manos hazlo, no lo dudes. Yo lo he intentado,<br />

hasta el sangrado de mi alma. Y hoy, que me rindo, te lo cedo. A ti, que te<br />

brilla la mirada. A la mujer que curó sus heridas como yo jamás pude. Que lo<br />

hizo olvidar por un instante a la que le quitó el sueño. Haz que vuelva a vivir, a<br />

sentir, ya que te ama, lo conozco, no puede despegarse de ti un momento, que<br />

ya te extraña. Ámalo, yo lo he amado, Siento el resquebrajamiento de mi alma.<br />

Me duele el respirar. Aquí no hay nadie que me ayude, que me acompañe.<br />

Solo el recuerdo <strong>del</strong> que ahora te ama.<br />

Amanecer desconocido<br />

Como me gustaría que estés aquí… como lo deseo, no lo imaginas. Que<br />

me veas sufrir con tu partida, que sientas el terrible derrumbe que hay en mí.<br />

Solo cuando falta la voz, cuando no sé lo que está sucediendo. En ese entonces<br />

te pregunto. El silencio compra tus palabras, esas que jamás sacas a luz. Solo<br />

puedo esperarte en este momento, creo en ti como siempre. Aún mis dudas me<br />

hacen perder la razón. Vendrás, lo sé ¿Cuándo?<br />

Todo puede arruinarse en dos segundos, no me lo dices. A veces pienso<br />

que no hay temas para hablar, otras tantas las dudas que debes responder<br />

vienen a tocar mi puerta, las soporto en el pecho. Tanto mal me haces, pero<br />

tal es el que merezco, es un amanecer desconocido que suelo disfrutar. He<br />

querido explicar lo que siente mi alma al verte, y que es lo que le pasa a todo<br />

mi cuerpo cuando te vas de esa manera, cuando la letra pareciera nunca alcanzar<br />

para mí.<br />

37


38<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Las sombras de aquellas caricias<br />

Me encuentro en una larga y oscura espera. Solo el verte partir, puede<br />

que la haga concluir. Tu amor tan enfermizo ha tomado las raíces de mi ser.<br />

Entiendo poco de que lo que indicas con tus silencios. He caído en la particularidad<br />

de no saber en realidad si quiero enterarme de tu sentir o no. No sé<br />

si esto me llevara a la felicidad o al infierno de aquellos ojos que creí haber<br />

dejado. Sin cuerpo, sólo espero, sin entender aún, cual es el mal que me haces,<br />

o por qué dependo de ti. La respuesta la perdí en tu mirada.<br />

Poesía<br />

Latido<br />

Ya ni se acuerda como temblaba su cuerpo.<br />

Necesita su mano<br />

otra vez, en su pecho<br />

no sabe como se llama<br />

dejo de serlo<br />

para palidecer en un sueño.<br />

Solo un recuerdo<br />

que la aferra a su amor<br />

a su olor a cedro<br />

terrible destierro<br />

que la encierra en su dolor.<br />

Fue muriendo<br />

entre sus vetas<br />

y sus manos aún sangran<br />

entre latido y maderas.<br />

La noche<br />

Una más.<br />

Una menos en su vida.<br />

Locura, tus deseos<br />

a la verdad que no te enfrentas.


Aquí muero<br />

otra madrugada violenta.<br />

No te veré<br />

yo necesito de tu compañía.<br />

Eres parte de mí<br />

Solo vos puedes,<br />

ayudarme a seguir.<br />

Y ya no te veré.<br />

Sólo aquel oscuro espacio nos unía<br />

y ahora, que ha llegado la luz<br />

tengo miedo.<br />

Por mí... por vos<br />

La vida no es mía<br />

pues la esencia ya no existe.<br />

Ahora sólo espero morir<br />

y aunque muerta ya me viste<br />

aún no he de partir.<br />

No encontraba un motivo.<br />

Uno por el cual vivir.<br />

Pero, sólo pronto comprendí<br />

que mi alma con la tuya<br />

se debía fundir.<br />

Está claro y visto pues<br />

que a mi no me necesitas.<br />

Es decir que por mis ojos tú no ves.<br />

Y no hay motivo por el cual yo insista.<br />

No insisto más.<br />

Me voy, adiós.<br />

Creo irme en paz<br />

por mí, por vos…<br />

La vida es bella.<br />

Si miro a un costado<br />

TATIANA CoS<br />

Mirada<br />

39


40<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

mi vida es bella.<br />

Si miro la de alguno<br />

que quizá siente más profundo<br />

o que tiene motivos más válidos<br />

porque los míos pierden sentido<br />

o porque los dejo de lado<br />

cuando entiendo los tuyos.<br />

Si miraras un poco<br />

que al lado estoy yo<br />

sentirías menos penas<br />

…ahí verías mi dolor.<br />

Mariposa roja<br />

En tus manos se deshoja<br />

deja de mirarla<br />

que se pone ciega, enrojece<br />

en tu temblar.<br />

Que se vaya lejos<br />

suelta los pétalos de esta<br />

mariposa roja, que ha muerto<br />

más de una vez en tu néctar.<br />

Fue simbiótico, lo sé<br />

estás muriendo<br />

dejaste todo en ella.<br />

No lo habías visto, algo te cegó.<br />

Mi dulce mariposa roja<br />

déjalo ya<br />

quiere morir, con<br />

tu soledad.<br />

Tatiana Cos


Ada Curto<br />

Amor…<br />

<strong>Avatares</strong> de la vida<br />

La vida<br />

Prólogo<br />

El ir y venir de la vida hicieron que fuera como Aquiles y la tortuga,<br />

logrando al fin ir por ella con transparencia. Dibujando pasado y presente.<br />

La armonía de seguir el logro y la aspiración <strong>del</strong> amor hacia los demás.<br />

Saber caminar por el camino de la vida pulsando al mal y el bien logrando<br />

que la humildad me acompañe en los avatares. Que no permita que me<br />

duerma.<br />

Sólo marchar despacio, mirando hacia el costado, sin ruido, elevando el<br />

ego que quisieron apagar… mientras una varita mágica me toca iluminando<br />

el camino <strong>del</strong> corazón por eso siento…<br />

Amor sin frontera tesoro ganado.<br />

Destino marcado con gloria sin olvido.<br />

Alabanza a Dios que une al mundo sin credo ni raza.


42<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Mi otro yo me abandonó dijo él<br />

Mi otro yo me abandonó, dijo él…Un amigo me dejó su última voluntad. La<br />

carta la dejó un día de lluvia: 7 de julio de 199… Mar <strong>del</strong> Plata. La encontré al levantarme<br />

debajo de la puerta de metal de la entrada, que pintó mi futuro esposo.<br />

“Disculpa por ser cobarde, mi otro yo me abandonó”. En un sobre blanco<br />

con letras grandes en rojo. “Jamás me gustó el juego de azar agradezco el regalo<br />

de mi hermanastro. Perdón por el espacio quieto sin palabras. No es por la falta<br />

en sí…Es la emboscada de la vida misma que me hace sufrir que no me permite<br />

mirarlo en la cara, y por las cosas que no puedo tener. Ese vicio refinado de hacer<br />

trizas pidiendo la luz y yo como el otro lado <strong>del</strong> yo con mi corazón lleno de amor,<br />

hasta casi perder la noción <strong>del</strong> vagabundo interior que me habla de la fuerza íntima<br />

de ese yo. Perdón por no poder escuchar y amar sin ser correspondido. No comprender<br />

en la oscuridad sin nupcias asoladas no quiero dejarte partir, en vano la<br />

fracasada aleación a la palabra que no alcanzó tu corazón. El juego era otro y me<br />

abandonó, tengo mil novias en la ruta de mi destino que araña sobre las piedras.<br />

En la búsqueda de tu remoto cuerpo, mis manos te acarician como un poema envejecido<br />

de tanto esperar. Mis manos, quien sabe si quisieran hallar ese amor que<br />

nunca fue mío, saqué en la lotería millones de pesos, hoy, no soy feliz, así que me<br />

alejo al vacío buscando lo ya perdido. Quizá la encuentre sin el dolor material sino<br />

espiritual. Déjenme volar como el polvo en el mar y ser una nueva ola de espuma<br />

que se desliza y vuelve al mar desde solfeos <strong>del</strong> más allá”.<br />

Voy corriendo a su departamento. Ya lo habían encontrado tirado en el pulmón<br />

<strong>del</strong> edificio de calle Entre Ríos. Alguien gritó –se tiró <strong>del</strong> séptimo piso…– sin<br />

palabras me retiro escondiendo mi cara para que nadie me reconozca. Al día siguiente<br />

leo en los periódicos…con un traje azul, camisa blanca y corbata negra y<br />

los millones esparcidos, papel picado como fiesta de carnaval carioca, al finalizar.<br />

Pienso que sólo esta vez el vil peso tan necesario para vivir no sirvió para comprar<br />

a lo que tanto amó. Quedó truncado ese hermoso amor que volando como un<br />

pájaro se estrelló entre flores no me olvides y el verde césped mar.<br />

Carta a un desconocido<br />

Lee Marta sentada en la sala de espera como todas las semanas un escrito.<br />

Hoy: carta a un desconocido.<br />

Mientras recorre su mirada en las páginas blancas, sus manos comienzan a<br />

temblar. Sus ojos se opacan, retira de su cartera un pañuelo blanco recordando,


ADA CUrTo<br />

a su hijo en el vientre y a esa mano <strong>del</strong> destino que le arrancó el primer suspiro<br />

de su vida. Se acerca a la escritora y le pide que ponga identidad a la carta.<br />

“A Marta”, le pide. La escribiente no entiende nada.<br />

“¿Por qué?”, pregunta.<br />

“Es que identifico el destinó crudo que me desgarró el corazón. Esos pinchazos<br />

que me quitaron poder crecer. Si póngalo por favor en esa revista, diarios<br />

donde usted escribe y si se anima en una antología. Que lo lea hasta el mismo<br />

destino, que creí dormido. ¿Me permite que la lea yo con mi nombre?”.<br />

“Sí pero no quiero que sufra por lo que leyó”.<br />

“Eso pasó, quedan cicatrices. Que el tiempo sepa que no se borró, aunque<br />

en tus escritos el dolor no se perdió”.<br />

Lee Marta sentada en la sala de espera como todas las semanas un escrito.<br />

Yo sé que las agujas más que pinchar duelen<br />

y una mano que me lastima<br />

a mi corazón que sangra y no es de alegría.<br />

Se perdió ella<br />

Se perdió como el unicornio azul, Federico derrama ternura con su amigo<br />

periodista, él como el unicornio azul entre letras abre todas las ventanas<br />

de la habitación, hay poca luz, y se sienta al lado. Él lo queda mirando sin<br />

parpadear. Federico se levanta, hay mucha luz en este cuarto. Las cortinas las<br />

vuelve a correr, bajo una tenue luz. “No tomes nota solo escúchame en silencio<br />

y mañana, escribes lo que te acuerdes”, mirándolo con una mirada, que vale<br />

más que las palabras mismas. Tocan a la puerta. “¡A<strong>del</strong>ante!”. Pasa casi en<br />

puntillas de pie para no molestar.<br />

“¿Qué oscuridad hay?”, dice casi tropezando. “No veo nada”, se acerca<br />

a Federico.<br />

“¡Qué cansado se te ve toma un poco de leche con miel te, hará bien!”,<br />

rozándole los dedos sobre la mejilla, acomoda la bandeja que quedó muy al<br />

borde. Federico mudo, ella se retira, detrás se cierra la puerta junto a su ignorancia<br />

y sabiduría que le dio la vida. El corazón de Federico late cada día<br />

que ve a María, le dice que tiene que hablar algo serio, pero que solo dentro<br />

de diez años podrá decirlo. María sonríe con su mirada al suelo, mientras sus<br />

manos temblorosas, no dejan de retorcer el pañuelo que él le regaló entre sus<br />

43


44<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

dedos, piensa casi murmurando: “¿Por qué no te declaras ya?”. Tiempo después<br />

Federico pregunta al periodista amigo de María:<br />

“¡Escúchame! ¿Y María que no la veo?”.Se fue de viaje, su padre la<br />

mandó a Europa”. Se da cuenta que la perdió, ella no le escribe. Su corazón<br />

no le permite dormir. Formando rayuelas y saltos, enamorado <strong>del</strong> amor y la<br />

vida misma, y el amor que no supo gritar. Al no verla partir, un torrente de<br />

su cuerpo brota, como un río embravecido agitado en la tierra madre. Ya no<br />

ve ese amor que fue único grabado a fuego, lucha por la libertad. Pero es el<br />

mismo amor solo queda en la oscuridad entre letras ahogado como otro inmortal.<br />

roja queda la alfombra, se apagan sus ojos y baja el telón, ya es tarde.<br />

El periodista llora la pérdida de esa pasión. Ambulancias, policías, llegan al<br />

lugar. El olor a pólvora queda flotando y tapa el rostro inclinado por ese amor<br />

que perdió. Escribe su historia de la entrevista que ya pasó, queda grabado en<br />

papel amarillo, el sonar de la ambulancia y el olor a sangre, hasta en el sueño<br />

como si fuera real. En esa selva de la moral, al despertar las cortinas corridas<br />

oscurecen más la habitación. Despierta, no está solo, el silencio invade, mientras<br />

saborea el poder respirar frente a su máquina de escribir, pálido tratando<br />

de tipiar la novela que le hizo tanto mal. Su madre rosa llama a la puerta, con<br />

jugo de frutas para desayunar. Él se mira en el espejo.<br />

“¿Por qué la vida pierde sentido cuando el amor se fue?” No pierde sentido<br />

solo comienza a vivir una nueva etapa <strong>del</strong> sentir llena de prosa, poesías<br />

para poder vivir en su mundo interior.<br />

El infierno<br />

Infierno de cianuro cae <strong>del</strong> cielo raso. Fogata irónica, cantan alrededor,<br />

al compás <strong>del</strong> mismo fuego como en un ritual de tira de cine. Corridas, gritos<br />

puertas cerradas, la luz se apaga. Solo queda el reflejo mortal devorando lo que<br />

encuentra a su paso. Terror amazónico traslada al inconsciente y caen como redes<br />

en el golpe mortal. Montañas humanas se divisan al pasar la nube mortal.<br />

Salvan la vida alguno de ellos. otros se hunden en las tinieblas. Uno de ellos<br />

fue con su hermano gemelo, otros con sus hijos pequeños dejándolos al cuidado<br />

de alguien…Vuelve a su casa con el horror en la retina queriendo olvidar.<br />

Busca a su hermano José en los hospitales sin encontrar respuesta. Pasa una<br />

lechuza. Su madre lo mira. Sin palabras lo abraza con tanta fuerza que le hace<br />

doler el brazo, lo llama con el nombre José, el nombre de su hermano. Pasa<br />

el tiempo y en cada momento <strong>del</strong> día le hace sentir que no es Gabriel el que


egresó sino José. Lo buscan por todos los medios y no encuentran respuestas.<br />

Cansado piensa: No soy yo sino Gabriel, el que me aplasta en las noche<br />

cuando cierro los ojos y lo busco en los sueños. Sé que está vivo, mi corazón<br />

de hermano me lo dice. Mientras tanto mi brazo derecho quebrado, duele cada<br />

vez que me doy vuelta en la cama, es lo único que me dice quién soy cuando<br />

vuelvo a sentir caer sobre mi cuerpo todos esos chicos que murieron encima<br />

mío. Por un milagro estoy y existo…<br />

Poesía<br />

ADA CUrTo<br />

Vida de amor<br />

En la calle de agosto<br />

a las diez de la noche<br />

cruzando con otra calle<br />

un coche entra, un coche blanco con moño.<br />

Una joven que lo arregla…<br />

que lo arregla y le murmura<br />

y él da vuelta la cara.<br />

Los dos muy tensos con ganas de marchase…<br />

Desvanece…de amor…<br />

Pero ella desea vivir y su voz.<br />

Su voz que murmura<br />

es un canto,<br />

una enseñanza…<br />

un grito…<br />

Tan dulce esa voz<br />

y tierna y viva.<br />

Una flor que nace en el jardín<br />

con ronroneo de amor al<br />

amor de la canción que nació<br />

con ella y vive en esa flor roja pasión.<br />

En la calle de agosto<br />

desde la diez de la noche.<br />

45


46<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

La niña mujer<br />

Deposité mi confianza<br />

en un ángel con alma<br />

pero nunca creí<br />

que me traicionara.<br />

Le brindé mi confianza<br />

destrozó un día mi corazón<br />

y me dejó sin habla.<br />

Reflejos<br />

El reflejo de tus ojos<br />

al despertar me acaricia<br />

y allá sobre la cumbre<br />

<strong>del</strong> amanecer<br />

el embrujo de ese loco<br />

amor que nos abraza.<br />

Luna<br />

Ebriedad, amar:<br />

bajo la luna<br />

de plata<br />

como rocío se ilumina<br />

tu cara enamorada.<br />

Zumba el silencio<br />

Zumba el silencio en mi almohada<br />

al dormir, inexplicable.<br />

Soneto.<br />

Despiertan, las letras de suspiros<br />

en el laberinto de tejidos<br />

de musas y acertijos.


ADA CUrTo<br />

Como el amor escondido.<br />

Zumba el silencio en la<br />

almohada escondida <strong>del</strong> yelmo<br />

<strong>del</strong> destino.<br />

Para él<br />

Solo escucho tu voz<br />

cuando me susurras al oído<br />

palabras armoniosas<br />

que laten sin cesar.<br />

Será la enseñanza<br />

que me hace <strong>del</strong>irar<br />

en cada momento<br />

que no quiero escuchar<br />

palabras que quiero olvidar.<br />

Sólo mis sentidos escuchan<br />

tu voz cuando armoniosa<br />

me hace recordar el amor<br />

que sentí antes.<br />

Hoy soy<br />

Sol enredado en el llano<br />

césped <strong>del</strong> día<br />

de poetas que vuelan su vida<br />

en serpentinas.<br />

La tarde invade el parque<br />

de canciones y estrellas fugaces<br />

que bañan de plata.<br />

Luego la noche serena<br />

de poetas y canciones<br />

sacudiendo los pesares <strong>del</strong> día.<br />

Gaviota hoy soy<br />

el sol enredado en coplas<br />

de letras, sí de letras melodiosas<br />

golpeteando en cada corazón.<br />

47


48<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

A su abuela<br />

Pinta a su abuela.<br />

A su abuela con la ventana entreabierta tras las rejas.<br />

Pinta más tarde<br />

Algo arqueológico. Algo urbano. Algo simple.<br />

Algo hermoso. Algo bello. Algo mágico.<br />

Para su nona.<br />

Apoya el pincel en la pared<br />

de una habitación o de un bosque.<br />

Esconderse tras el hierro.<br />

Sin decir palabras. Sin pestañar…<br />

Su abuela impaciente llega.<br />

No hay que esperar. observa en profundo silencio<br />

la mágica pintura, suavemente con el pincel<br />

borra cada barrote sin tocar el rostro.<br />

Proyectando la pared de la habitación<br />

mira que quede dentro su abuela.<br />

Pinta de verde la frescura <strong>del</strong> aire<br />

que refresca y entra con el sol.<br />

Y el ruido de los coches.<br />

Y espera que la abuela se decida a pasar.<br />

Si la abuela no habla, mala señal.<br />

Señal de que el cuadro no le agradó.<br />

Pero si habla es buena señal.<br />

Pasa su mano al final<br />

de la derecha pondrá ese sello<br />

que no olvidará.<br />

Como cuando era niña y la acunó en sus brazos<br />

hoy acuna ella el recuerdo de la<br />

que pintó hace años,<br />

a su abuela.<br />

Ada Curto


Víctor <strong>del</strong> Duca<br />

La fama <strong>del</strong> bonsai<br />

Prólogo<br />

Dedicado a mi hermana Gabriela<br />

La muerte anida en el silencio <strong>del</strong> desposeído. El nicho bermejo tiñe todo<br />

rastro de perversión en ocre. Sólo el calendario me insta a prologar esta suerte<br />

de virginal consuelo amasijado por el sudor de Eróstrato y su nombradía.<br />

Hay quien mudo pregona, abatido por los legajos de la alquimia, el nombre<br />

que Dios sabe solapar al superhombre, ese inadaptado homúnculo capaz<br />

de florecer en el jardín más antiguo de la nueva Babilonia.<br />

Quien asume la brevedad <strong>del</strong> ser presume de su identidad temprana, ésa<br />

que al verse exánime troca gnosticismo por velas místicamente generosas<br />

(hijas de un breve sermón iconoclasta).<br />

Hay un ojo en compota. Hay un fogón que se abanica en el rumor de mi<br />

amada.<br />

Hay un temor.<br />

Hay un color.<br />

Hay una flor.<br />

Hay un regimiento visceral que explota en la rudimentaria voz de esta<br />

lacrimosa incertidumbre.<br />

Sospecho que el mal gusto nos ha derrotado. Sospecho que el ruido<br />

blanco nos consumió por completo, que el triunfo no es más que un vínculo<br />

hacedor de gloria sin espada.<br />

Sólo queda un Barrabás dispuesto a entregar las armas, dispuesto a dibujar<br />

al enemigo en los anaqueles de las infinitas bibliotecas, que sin prejuicio<br />

rinden tributo a la razón.<br />

Ayuno de todo castigo confundo al águila que consume de mi bilioso<br />

hígado: y la acaricio y la beso y la desnudo y la consumo, más cuando todo ha<br />

terminado advierto en mis venas el fulgor de una precaria genuflexión invisible,<br />

insensible y ante todo frugal.


50<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

El cansancio de Laura Potich<br />

A Claudio de Alas<br />

Hola, mi nombre es Laura Potich. No, no lo intenten, será en vano, se que<br />

no me recuerdan. Pero no importa, eso poco importa ahora ¿a quién podría<br />

importarle? ¿A usted doctor? Se que hace todo lo posible, pero somos tantos<br />

que a decir verdad…, padezco de una grave enfermedad, desconozco su nomenclatura,<br />

su diagnóstico, su paradero, su como sea. Hace mucho tiempo que<br />

dejé de vivir. Son sólo vagos recuerdos, de una sardónica risotada, los que me<br />

retraen a la conciente realidad, al cosmos, a la penumbra, al eco blasfemo de<br />

lo inerme. ¡oh, doctor, cuánto dolor acumulado! ¡Cuánta ciencia amontonada<br />

en el prestigio de mi dolencia! ¿Siguen sin acordarse de mí? ¿Será posible?<br />

Oh, doctor, cuanto cansancio, cuanto desorden ¿Cuándo terminará, por fin,<br />

este suplicio? ¿Qué me espera? ¿Quién me espera? ¿Quién será mi Virgilio?<br />

Doctor, anule la razón de mi letárgico esqueleto.<br />

Gruschenka<br />

El <strong>viento</strong> se arremolinaba en la cúpula <strong>del</strong> campanario. Una caravana de<br />

cenicientos relámpagos desdibujaba el opaco cielo que iluminaba mi tácita<br />

mortalidad continente y desolada. Una suerte de perenne serpentina aguijoneaba<br />

mi semblante y lograba confundirse con el amargo licor que, en reguero,<br />

fugaba de las cuencas de mis ojos. Nada parecía casual en esa gentil armonía<br />

de fatal misterio. Su amortajado cuerpo lucía la bella palidez de aquel otoño en<br />

el que, cerca <strong>del</strong> río y lejos <strong>del</strong> oscuro féretro, me dedicara la brillante virtud<br />

de los espejos. Poco podíamos comprender aquella noche, la felonía <strong>del</strong> <strong>viento</strong><br />

nos procuraba arriscados inconvenientes y la derrota agitaba nuestras venas. El<br />

dulce amor era fruto miscible en nuestros labios, pero la epístola falaz de los<br />

diarios nos convertiría en postres en guerra. recuerdo que nos habíamos lanzado<br />

a bogar con la nave a la deriva, bajo la sombra <strong>del</strong> tridente de Neptuno.<br />

El <strong>viento</strong> soplaba fuerte y las velas evitaban ofrecer su resistencia. El ahínco<br />

<strong>del</strong> mar furioso nos alertaba ante el estupor vidrioso de las olas que rompían<br />

a otras en el vaivén opuesto. Lo cierto es que la tormenta azotaría, sin juicio,<br />

nuestra pequeña embarcación para sólo garantizar el luto de mis carnes, ya que<br />

el funeral se llevaría a cabo en lo profundo de mis venas. Al zozobrar la nave


VíCTor DEL DUCA<br />

nadé para ofrecerle salvación a mi amada, pero toda agitación plausible fue<br />

negativa. Su pálido rostro ya acariciaba el trigésimo canto <strong>del</strong> purgatorio donde,<br />

alguna vez, me aguardaría coronada de oliva, en un blanco velo, y rodeada<br />

de las hojas de Minerva. Con lágrimas en los ojos y espuma entre los dientes<br />

sorbí el amargo que Gruschenka, a la distancia, me dispensaba y sin talento<br />

alguno me recluí en el seguro recuerdo que ella dejara en mí para los demás.<br />

–¡Yo no fui, fue la trágica tormenta!<br />

Nadie fue consecuente en su estoicismo al momento de dictaminar el<br />

epitafio. Breves, aunque poco amables, miradas hallaron en mi singular morfología<br />

el recuerdo final de Gruschenka. La impresión que mi marchita persona<br />

alumbraba en deudos y amigos era insostenible, ya que no sólo su familia<br />

sino también la mía percibía en mí el albo espíritu de mí fenecida esposa. El<br />

amor que Gruschenka había cosechado en las personas era en verdad sincero,<br />

no sólo por pertenecer al selecto olimpo de individuos agradables (al que de<br />

hecho pertenecía), sino por su desinteresada bondad que rayaba en los límites<br />

de la excelencia. Poco a poco fui advirtiendo en la mirada de los allí presentes<br />

un dejo de incomodidad que, sin excusa, mi persona generaba. Porque tanto el<br />

féretro como el inanimado cuerpo de Gruschenka eran poco comparado con la<br />

congoja que mi viva anatomía representaba, como si mi existencia fuera aquel<br />

amuleto que ella tanto adorara.<br />

–¡Yo no fui, fue la trágica tormenta!<br />

El féretro descendía en tanto culminaba el responso. Humedecidas rosas<br />

y nacaradas azucenas caían sobre él. El chirrido de las poleas, la llovizna que<br />

abusaba en su reducido nombre, todas las miradas atentas a mí, los eternos<br />

paredones <strong>del</strong> descanso o de la nada, la trágica tormenta y los cristales destrozándose<br />

en el opaco cielo eran, al menos, la causa de mi desesperanza. No<br />

acertaba a contener el llanto. El dolor jamás fue tan cruel. Llegaba al paroxismo<br />

mi agudo tormento. No hubo quien no llorara, la muerte de Gruschenka<br />

era la muerte <strong>del</strong> sonido más profundo. El arremolinamiento <strong>del</strong> <strong>viento</strong>, en<br />

lo alto <strong>del</strong> campanario, justificaba el silencio de la vida. Pero pronto todo<br />

cambiaría, sólo por ser recuerdo modificaría mi nombre, cambiaría de anillo.<br />

Porque así, y de ese modo, lograría la satisfacción de quienes no aceptaran el<br />

fin <strong>del</strong> sonido más profundo. El <strong>viento</strong> comenzaba a soplar con mayor violencia<br />

cuando evidencié en todas las pupilas la certidumbre de mi corazón. Me<br />

lanzarían. Ciertamente dejaría de ser quien fuera para justificar su muerte, sea<br />

como ícono, como reliquia o como el vulgar estorbo que recordara a todos su<br />

fugaz existencia.<br />

51


52<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

–¡Yo no fui, fue la trágica tormenta!<br />

¿Quién hubiera imaginado que esa traslación, que acaso era el inicio de<br />

mi muerte, justificara el fin de mi existencia? Si, porque fue en ese preciso<br />

instante en el que deudos y amigos decidieron enterrarme con mi amada, pues<br />

de mi podrida carne sólo quedaba un menguado vapor. Por lo que tomaron<br />

mí agotado esqueleto por las extremidades y, sin respeto alguno, lo lanzaron<br />

a la fosa.<br />

Sentí en cuanto mis pesados huesos golpearon el ataúd el modo en que la<br />

pena sepultaba mi destino. No tardaron demasiado tiempo en tapar el pozo con<br />

la mojada tierra. El frío allí abajo era de tal magnitud que en pocos segundos<br />

logró calcinar mis tiritantes huesos.<br />

¡Yo no fui, fue la trágica tormenta!– repetí casi como al descuido, cuando<br />

una suerte de fuerza centrífuga me regresó a la superficie. Era Gruschenka<br />

que, ante el estupor de los allí presentes, me convidaba a dar un paseo lejos<br />

de la letárgica fosa. Hacía frío y llovía caudalosamente cuando comenzamos<br />

a andar. Gruschenka sufría, en su amortajada humanidad, los embates <strong>del</strong><br />

<strong>viento</strong>. Pisaba descalza el pasto y los charcos de agua que hallábamos en la<br />

infame superficie <strong>del</strong> camposanto. Blancas luces desordenadas estallaban en el<br />

horizonte, mientras la brillante virtud de los espejos justificaba nuestra felicidad.<br />

Todo cambiaría, la vida circular modificaría nuestra existencia. Al reflejar<br />

nuestros rostros en el espejo notamos que nuestras facciones habían cambiado:<br />

éramos viejos pero no demasiado como para abandonar la juventud. La luz <strong>del</strong><br />

albedrío nos hospedaba con un hermoso canto que era similar al de las sirenas,<br />

lucraba en alucinaciones, jamás, utópicas y en fantasía de fieles. En circunspectos<br />

bailes acompasados y en ciegos nombres frugales. Tan hermoso era el<br />

cántico que se fundía en una fraternidad armónica. ¡Sin el menester de Eros ni<br />

Cupido tremolaba el amor! Tan dulce era el rubor divino que bajo manzanos<br />

danzaban las llamas <strong>del</strong> pensamiento, sin reparar en el capricho menguante<br />

de la carnalidad. Cuerpos invisibles suscitaban al cobijo de su esqueleto en<br />

racimos de cenizas. Heroicas almas caliginosas que al instante guiaban como<br />

Nereidas y al instante reían de la sin razón eran la causa de nuestra euforia. No<br />

tardamos demasiado en ordenar nuestra futura dicha. El fuego acariciaba la fiebre<br />

de nuestros rostros porque la tirana melancolía jamás volvería a apoderarse<br />

de nuestra voz. El acre sabor <strong>del</strong> eterno azufre supo verse reducido al épico<br />

aliento de nuestra pureza. Ya no recuerdo si en verdad nos habíamos lanzado<br />

a bogar bajo la sombra <strong>del</strong> tridente de Neptuno, tampoco podría asegurar si<br />

nuestra existencia había transmigrado a los Campos de Elíseos o al venturoso


VíCTor DEL DUCA<br />

espíritu <strong>del</strong> parnaso. Habíamos decidido partir, debíamos certificar esa nueva<br />

fragancia que colmaba nuestros corazones, no importaba donde: si al sur o al<br />

norte, si al este o al oeste, ya dejaría de ser la brújula nuestra limitación. Las<br />

puertas de par en par abiertas, <strong>del</strong> cementerio, consolidaban nuestra intención<br />

que era la de evitar el naufragio, la de no permanecer sujetos a la probable<br />

variación de un mutis retórico, en el que las puertas <strong>del</strong> cementerio justificaran<br />

su utilidad y en el que el <strong>viento</strong> interrogara inclaudicablemente a las bisagras<br />

alineándose en su postura beligerante. Debíamos alejarnos y abandonar aquellos<br />

muros. Pronto estábamos a partir cuando sucedió un hecho inesperado,<br />

porque mientras Gruschenka y yo lográbamos alejarnos de la tumba nuestros<br />

familiares corrieron hacia nuestra posición y a los gritos nos recordaron que<br />

estábamos muertos, fue entonces cuando, entrando en razón, debimos regresar<br />

a la fosa. Ellos felices en su duelo gimotearon nuestra fracasada fortuna y por<br />

el resto de sus días rezaron nuestros nombres (que en verdad no recuerdo si al<br />

final existían). La cuestión es que para ellos estamos religiosamente enterrados<br />

en nuestra tumba y eso, sin lugar a dudas, pertenece al pasado.<br />

–¡Yo no fui, fue la trágica tormenta! –le dije a ella, a Gruschenka, a la<br />

que estaba sepultada a sólo centímetros <strong>del</strong> infierno.<br />

Sin rumbo cierto<br />

Bienvenidos, la mesa está servida. El pétreo linaje de la dulzura se<br />

acerca ingrávido al rígido semblante de mi apetito. Pocos me detienen. La fe<br />

transmuta en paranoia. Nada me consuela, el informe averno arrecia con su<br />

furor mientras yo, aquí, cegado por la luminosidad <strong>del</strong> campo de juego lloro<br />

sin lágrimas. Todos comerán <strong>del</strong> mismo plato, pero no todos pesquisarán lo<br />

abultado de su contenido. Mientras mi locura avanza un harto de sin sabores<br />

festeja y refleja la pasividad de mis instintos.<br />

El hambre pregona, con astucia, su ausencia. El plato está servido, todos<br />

menos yo acuden a su encuentro: un holocausto de fruición y amaneramiento<br />

(que asustaría al mismo Satanás) son los signos vitales de una indigencia<br />

anémica y gutural. Nada queda, el pétreo linaje de la dulzura recuerda que<br />

ya es demasiado tarde, que no queda tiempo para la distracción, que todo es<br />

corazón sin rumbo cierto.<br />

53


54<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Tal vez<br />

Harto de contemplar el fuego invisible de sus ojos en el empañado espejo<br />

de su habitación, y hastiado de comprender la negligencia poco madura de sus<br />

modos en el emblema fóbico de su encierro Federico Berlig con el desgano<br />

propio de quien abandona una posición de ineludible afecto decidió a salir a<br />

caminar por la húmeda y poblada ciudad, no sin antes tomar <strong>del</strong> cajón de la<br />

cómoda la trágica anatomía mecánica y fatal. Bajó las escaleras y sin advertir<br />

la penetrante mirada <strong>del</strong> administrador ganó la calle, colocando el dichoso<br />

trozo de metal en el bolsillo interno de su chaqueta gris de tela empobrecida.<br />

Un sol por demás farsante tostaba lentamente su rostro. Las caricias lívidas<br />

y oxigenadas de la sintonía <strong>del</strong> abatimiento se hacían cada vez más rudas,<br />

breves pero rudas. Caminaba dibujando en la acera trancos decididos, largos<br />

y ligeros, quizá para evitar la sugestión interpolada <strong>del</strong> itinerante amor o para<br />

evitar la heroica fantasía de una pulposa soledad hereditaria. Así se condujo,<br />

por lo menos, hasta que dio con una blanca plazoleta de espacios reducidos.<br />

Tras un frenético debate con su doble conciencia decidió sentarse en un banco<br />

cualquiera para pulir instintivamente la única bala que había escogido <strong>del</strong><br />

fibroso y tentador empaque. Fue cuando colocaba al azar la bala en el tambor<br />

que una menuda mujer de menuda belleza y menuda prudencia encontró agradable<br />

dialogar con él, aprovechando su aún no rancia diligencia.<br />

–Temo que mi corto apetito a la vida se deba a que solamente visite esta<br />

blanca plazoleta. Tengo por capricho tejer a dos agujas, cualquier cosa que<br />

sea. Una vez terminada la prenda la destejo, ayudada por mis dos hermanas,<br />

y luego la vuelvo a ovillar para tejer nuevamente, mi especialidad es cortar,<br />

adoro cortar, insistió: –¿cortamos? Ante tal proemio Federico no tuvo más<br />

instinto que pronunciar: –¿perdón?, casi desnaturalizado.<br />

–¿Cuántos años tienes? –preguntó la joven dama, queriendo indagar lo<br />

que tan burdamente había, ya, indagado.<br />

–Veinticuatro años –respondió Federico un tanto fatigado.<br />

–¡Ah, qué hermosa edad! –dijo, como quien admira cierto período para<br />

que la admiración sea completa.<br />

–¡Joven y hermoso… joven y hermoso!<br />

–Si –respondió Berlig, con lo cual se retiró de la escena para darle vida<br />

y espacio a otro puñado de sueños tal vez carnales, tal vez escépticos, tal vez<br />

banales, o simplemente tal vez.


VíCTor DEL DUCA<br />

Matriz<br />

Hoy he amanecido con la excusa de tu mirada, dulce Yocasta.<br />

¡Cuánto esplendor amontonado en este palaciego que es hoy mi dependencia!<br />

Se que estás en mi pregonando, con tu cruel silencio de multitudes, a<br />

los cuatro <strong>viento</strong>s mi frágil nombre. Nadie lo nota, nadie te nota, mejor así. Un<br />

germen carmesí detona en el furor de mi paciencia y se instala en el mórbido<br />

hueco de tu anatomía, pues es allí donde anclado en la matriz, mi doble fuga<br />

de la solitaria e inhóspita reverberación <strong>del</strong> ser germina. Futuros rencores<br />

gestan limosnas en lo profundo de mis bondades. Son espejismos, hijos <strong>del</strong><br />

encono, los que agudizan mi proyección al pasado. Nadie retorna al escénico<br />

lastre <strong>del</strong> abandono sin antes padecer el frío de lo continente. Es un hilo de luz<br />

apenas tangible el que ilumina mi precaria vocación de mártir, el que seduce<br />

con su intachable aliteración los brotes de una antigua fatalidad reciente, es el<br />

dolor ético, la cura de una sórdida enfermedad irrefutable. Pero sin embargo<br />

estás aquí alimentando, a fuerza de sangre, mi <strong>del</strong>eznable corporeidad mundana,<br />

atizando el nicho que timo de tu realidad escatológica. Estás así: cotizando<br />

en el cielo la retórica que adjunto al brebaje de nuestra sumisión.<br />

¡oH, mi hermosa Laura, mi eterna Beatriz, mi casta Magdalena! Cuánta<br />

pureza resumo en tu frígida polarización de amor. Lloro porque hoy no he<br />

muerto y sin embargo ya no estoy en ti, lloro porque mi nicho dejo de ser vital,<br />

lloro porque todo es real, porque nada fue sueño, porque existe el dolor y<br />

Dios y su resplandor, porque todo es una estridente pesadilla encajada en una<br />

muñeca rusa. Hoy he amanecido con la excusa de tu mirada, esa que focaliza,<br />

esa que inspira desolación, esa que guarda mi única y última palabra.<br />

Escombros<br />

Este montón de escombros, que finaliza con mi derrota, no es más que un<br />

símbolo artificial de aquella individualidad proteica, esa que supo consumir<br />

de mis invocaciones, migajas de la nada. Es la fatídica institución <strong>del</strong> ego lo<br />

que anula al cuerpo de la zozobra, lo que lo colma de haberes intempestivos<br />

y salvajes. Nadie retorna al cuerpo de la madura esperanza, no hay avatar<br />

que Visnú no juzgue en este cementerio gnóstico donde la analítica erudición<br />

coincide con el ojo pragmático de la materia. Ya no quedan fuegos, centellas,<br />

redes ni escombros en esta elipsis de luz artificial.<br />

55


56<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Una gota de lluvia más y el vaso se derrama, un lánguido chapoteo es la<br />

premisa que augura la fatalidad de lo bendito. Son los escombros de aquella<br />

divina comedia los que matizan, a modo de salvación, los recodos estilísticos<br />

de la prudencia. El vaso tiembla. Truenos y relámpagos atizan su demorada<br />

cognición. “El sueño derrota a la materia” grita el apunado celo de Dios ante<br />

un centenar de gnósticos mortales. La gota tarda en caer, es imprecisa, dudosa,<br />

apenas perceptible, nadie duda de su elocuencia por el contrario, todos exigen<br />

que caiga de una buena vez.<br />

Dios escapa de toda perfección. La perfección es la nada.<br />

Dios existe. La nada: el vacío de Galileo, el disco de Newton, la traslación<br />

de Copérnico.<br />

Dios existe y su existencia es el júbilo de lo tangible, de lo que expresa<br />

corporeidad, de los escombros que se amontonan en el rigor físico <strong>del</strong> esotérico<br />

desorden.<br />

Dios existe y su existencia nos condena a perseverar en la materia, a<br />

soportar en el líquido amniótico la inútil reproducción <strong>del</strong> ser.<br />

Dios existe y su existencia perdona al mágico enredo que lo sustenta y a<br />

la vorágine <strong>del</strong> reloj que articula su tiempo.<br />

Víctor <strong>del</strong> Duca


Dolores Fernández<br />

Los intentos literarios<br />

Prólogo<br />

Quién de nosotros, puede asegurar que jamás sintió un nudo en la garganta<br />

cuando su obra por mínima que sea, fue dada a conocer.<br />

Cómo negar que nos importa la opinión <strong>del</strong> otro. Que no basta la emoción<br />

que nos produce nuestra creación, es importante la opinión <strong>del</strong> lector, de<br />

nuestros pares para crecer, continuar o cambiar a tiempo el derrotero.<br />

La sensación que surge al ver plasmado en el papel nuestro pensamiento<br />

no se compara a la que nos produce el comentario de alguien que como nosotros<br />

valora el arte de escribir.<br />

No importa el motivo que nos llevó a intentarlo. Cuado logramos vencer<br />

el miedo, la vergüenza, la creación nos lleva a un mundo maravilloso, incomparable.<br />

Quizá estas palabras los hagan sonreír, pero quién no se ha sentido un<br />

Grande, si un oído atento ha percibido nuestro mensaje, o una palabra cálida,<br />

alaba nuestras rimas.<br />

Todos somos cómplices en la tarea de convertir el sueño en realidad.<br />

Aunque parezca que ha terminado el tiempo de cuentos y poemas y,<br />

que ya no existe lugar para nuestros intentos, mientras una mente sensible y<br />

perceptiva detenga el ritmo loco <strong>del</strong> diario vivir para leer nuestras palabras,<br />

la esperanza sigue en pie.<br />

Y nuestros sueños se volverán historias de pasión, intriga suspenso con<br />

las que podremos despertar una mente dormida, divertir al que ha olvidado la<br />

sonrisa o acompañar a un solitario.<br />

Si logramos dibujar una sonrisa o arrancar un suspiro, nos sentiremos al<br />

borde de la gloria.


58<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Pinceladas<br />

Vivía en mi memoria. Manos tibias. Aleteando apenas como ave hacia<br />

el nido. olor a romero y albahaca. Copas demoradas en besos. Insomnios<br />

compartidos. Esclavo y amo. Peregrino sediento de la mágica savia. Sentí el<br />

<strong>del</strong>eite de recorrer su redondez de ánfora. Frente al caballete intenté plasmar<br />

a la mujer deseada. Destruí bosquejos, rasgué telas sin conseguir mostrar su<br />

esencia.<br />

El tiempo dio frutos. Mis cuadros recibieron halagos. Los ojos de la<br />

crítica saborearon su piel. Las notas periodísticas se perdían en palabrerías y<br />

terminaban siempre nombrando a la bella y anónima mo<strong>del</strong>o que había logrado<br />

despertar mi creatividad. No desaprovechando la oportunidad de criticar mis<br />

obras anteriores.<br />

Llegó la gloria. Dinero, mujeres. Todo lo que trae, exponer en el “Hilton”<br />

La distancia, los días no lograban borrar los recuerdos guardados en mi memoria.<br />

Buscaba pretextos para no poner fecha a mi viaje, no lograba olvidarla.<br />

Volver al pueblo me alejaría <strong>del</strong> éxito. Preparando las maletas para viajar a<br />

Paris, sentí ansias locas de verla de pedirle perdón. La decisión, fue igual que<br />

abrir ventanas. Mi olfato añoró manjares cotidianos. Siestas en la fresca penumbra<br />

acunados con el canto metálico de las cigarras. Imposible olvidar esa<br />

mujer. Única en mi corazón y en los sentidos. Vuelvo al pueblo. Ya llegará el<br />

tiempo de París. Piso la grava <strong>del</strong> jardín mi pulso se acelera. rodeo la casa, en<br />

la cocina canturrean las ollas, la mesa vestida de blanco. Copas dispuestas al<br />

brindis. Entro en puntas de pie, aspirando el encuentro. El espejo me devuelve<br />

la imagen añorada, los brazos en alto destrenzando la negra cabellera. La<br />

silueta curvada. Borrada la cintura en el vientre leudado. La sorpresa ahogó<br />

mi corazón. Dudé. El paso hacía atrás intentando la fuga. o el abrazo festivo<br />

celebrando la vida.<br />

Los brotes<br />

Estamos en el mes de julio para ser exactos: 25 de julio <strong>del</strong> 2006. Seis de<br />

la mañana. Subo al colectivo. Espero un asiento. Le ruego le imploro a Santa<br />

Bárbara que mande una tormenta. Le pido a Santa rita madre de los imposibles<br />

que abra una ventanilla.<br />

Primavera en invierno calor, pegajoso, húmedo.


DoLorES FErNÁNDEZ<br />

Aunque no lo crean. Esta mañana aluciné. Creí que entre los dedos de los<br />

pies tenía musgo. Las Santas no me oyeron. Sigo prisionero en este colectivo<br />

de ventanillas cerradas y asientos ocupados, transpirando como en el mes de<br />

enero. La señora sentada en el primer asiento tiene una hojita de ruda naciendo<br />

en la verruga. Prueba que el calor nos vuelve locos: la rubia increíble me mira<br />

hipnotizada. ¡Ma, sí! Yo la miro. Total mi mujer no está. A la rubia le nació un<br />

trébol de cuatro hojas sobre el labio y no deja de mirarme porque de mi oreja<br />

brota una rama de laurel.<br />

Ese fue el principio. Al llegar a la oficina el pánico era general. La secretaria<br />

tenía entre los senos una plantita de mimosas ¿Conocen la mimosa?<br />

Es una planta que cuando uno toca las hojitas éstas se cierran. ¿Se imaginan?<br />

Hacían cola para tocarle las mimosas. Al jefe le tocó bailar con la más fea. No<br />

podía sentarse porque le estaban saliendo unas ramitas de pino de sus partes<br />

privadas. Los días pasaban. El calor continuaba. La vegetación crecía. En el<br />

colectivo, ya no sabíamos qué hacer, la rubia estaba tapada de tréboles. Más<br />

de uno quería contarle las hojas. Mi ramita de laurel ya es un arbusto, tanto<br />

que cuando voy a la plaza me siguen una pareja de gorriones, seguro que<br />

quieren hacer nido. Un gato callejero no pierde pisada. Se relame pensando<br />

en los pichones. El problema es con el morocho que sube en la Márquez. Al<br />

pobre le creció un rosal y todos le escapan. De seguir la falsa primavera va<br />

a ver muchos divorcios. Mi jefe sigue sin sentarse. A la secretaria las hojitas<br />

de mimosas le sientan bien. Domingo día de guardar, mi mujer me sentenció<br />

a dormir en el cuarto de planchar. Mis ramas le molestan. Hoy me siento un<br />

poco mustio, cuando abro la ventana me doy cuenta <strong>del</strong> por qué. En las veredas<br />

todavía quedan restos de la primera helada de este invierno. Al salir a la calle<br />

me cruzo con las ramas de ceibo de Don Juan. En la plaza el gato no me mira.<br />

Los gorriones se fueron con el nido a una cornisa. Hace frío y tengo miedo de<br />

pisar en la calle los restos de vecinos. No quiero pensar en el lunes. otra vez<br />

solitarios. Ansiosos por ganar un asiento. Otra vez la oficina. El jefe con cara<br />

de maceta sin pino. Como voy a extrañar las mimosas de la secre.<br />

La sequía<br />

Agustín parece un árbol seco. Uno más entre tantos. Quizá un álamo.<br />

Flaco alto. Pasa horas mirando la línea <strong>del</strong> arroyo, con los ojos sedientos.<br />

Los puños apretados. La boca amarga. Avanza cansado. El rancho. Una vaca,<br />

dos gallinas, una tropa de perros. Doblega el cuerpo hasta recostar la espalda<br />

59


60<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

en la pared reseca. Ni un asomo de lluvia. Una mínima caricia de aire que<br />

lo acompañe. No es la primera vez que la sequía lo atormenta. Cada tanto<br />

un amague. Un rayo que alborota. Chamusque de pastos. Días largos de sol<br />

a sol esperanzado. Pero después llegaba el momento <strong>del</strong> cortejo. La lluvia<br />

mezquinaba detrás de alguna nube ofertando esperanzas. Al fin como dos<br />

que inician el amor, la tierra es fecundada, la semilla se abre, nace el brote.<br />

renace la cosecha. Pero esta vez la sequía lo aplasta. Lo rodea. Le roba la<br />

esperanza. A sus pies los perros distraen la modorra, ladrándole a una víbora<br />

ciega, que escapa de los picotazos de la bataraza. Se decide. Con pena estira<br />

el cuello emplumado. La gallina va a parar a la olla. Con un poco de agua <strong>del</strong><br />

aljibe. Unas pobres papas arrugadas, algún requecho. La olla canta. Los perros<br />

olfatean la fiesta.<br />

Agustín manotea la botella de ginebra de entre las deshilachadas cañas<br />

<strong>del</strong> alero. Los tragos le raspan la garganta. Prepara el mate con la yerba que se<br />

secó al sol. Mastica unos bocados. No tiene hambre. Solo sed. En la piel y las<br />

entrañas. Los ojos lloran lágrimas de tierra. Al este y al oeste duele el cielo sin<br />

nubes. reparte la comida entre los perros. Suelta la vaca trata de espantarla,<br />

que busque un rincón, algún manojo de pasto. Una esperanza. La vaca sigue<br />

allí masticando la nada. Prueba la soga en el horcón <strong>del</strong> medio. La mirada<br />

acecha el milagro esperado que no llega. Desfila ante su pena la infancia, los<br />

bailes <strong>del</strong> pueblo. La compañera. Se pierde en el camino <strong>del</strong> recuerdo. Sopla<br />

una pluma bataraza que se prendó <strong>del</strong> pelo. A lo lejos el rayo anuncia. Las<br />

nubes gordas llegan tarde. Indulgente, la lluvia cierra los párpados cansados<br />

Muerte súbita<br />

Diciembre, mañana de calor. Nubes de luto. Estoy a salvo; espectador<br />

pasivo en la fresca calma de la casa. Entre mate y mate organizo los últimos<br />

trabajos <strong>del</strong> año. ¡Bah! Los últimos lances para que me editen un libro, una<br />

mención, en fin lo que se pueda. Me sobresalta un extraño chapoteo, en el<br />

acuario, los peces dan saltos acrobáticos, una carpa naranja termina el acto<br />

sobre la mermelada. No logro entender lo que sucede. Mis mascotas haciendo<br />

un piquete. Cuidarlas es el mejor método para calmar mis tensiones. El agua<br />

salpica no logro concentrarme. Trato de alejar los papeles, de la lluvia que<br />

provocada por los peces. Siento miedo, es imposible salvar mis notas. En la<br />

bandeja, da los últimos coletazos el pez naranja. Trato de salvarlo. Una descarga<br />

eléctrica me quema la mano. Logro tomarme de la silla. ¡Gracias a Dios


DoLorES FErNÁNDEZ<br />

es de madera! Una falla en la conexión. Intento llegar al interruptor. Se desata<br />

la tormenta. Me distraigo. resbalo en el piso mojado. En la pecera relámpagos<br />

naranjas. En la calle oscuridad. ¡Dios! Un minuto, solo un minuto, para lograr<br />

la calma, para terminar con el caos que me rodea. Algo me quita el aire. Es<br />

pegajoso y frío. Tiene olor a charca. No puedo respirar. Intento aflojar el nudo<br />

que ahoga sin clemencia. Estoy de rodillas. Un rayo atraviesa el espejo. Veo mi<br />

rostro amoratado, los ojos saltando de las órbitas, como buscando en el espejo<br />

la salvación. En el cuello los dedos de uñas negras oprimen sin cesar. Los<br />

últimos vestigios de lucidez, permiten que reconozca al atacante. La pequeña<br />

inofensiva, graciosa rana albina. oprime, oprime, oprim…<br />

La sombra<br />

Durante meses esperé este día. La jubilación meta dorada. El momento<br />

preciso en que sería liberada de la rutina y así podría cumplir mis sueños.<br />

Preparé una lista de prioridades, disfrutando cada letra. En primer término<br />

paseos con mis nietos, tantas veces suspendidos, charlas, festejos. Salidas con<br />

amigas al cine, teatro, compras. Siempre he sido muy varonera así que planeé<br />

charlas con amigos a orillas <strong>del</strong> río en barcitos en calles arboladas, caminatas<br />

bajo la lluvia, cafés compartidos hablando de libros, política, recuerdos. Además,<br />

plantaría un árbol, daría nueva vida ala casa. Ha llegado el gran día. Con<br />

los nietos, lo planeado es historia, no tienen tiempo libre, estudios, deportes,<br />

amigos, amigovias. Mis amigas pretextaron: Artrosis, presión o depresión. Los<br />

amigos juegan a las bochas, al truco o corren detrás de las muchachas. Por<br />

eso esta mañana me cuesta levantarme. El espejo me espanta. Me despierto<br />

marchita, las mechas desoladas. Arrastrando pantuflas sin interés por nada.<br />

Hice un esfuerzo, un buen baño, y me vestí con el uniforme de entrecasa.<br />

Me esforcé por tomar el desayuno, en ese momento la vi sentada frente a mí.<br />

Era una sombra en la pared, una mancha, me hizo bien dirigirle la palabra,<br />

empecé por contarle recuerdos de mi vida. No pareció importarle, cociné algo<br />

rico para el almuerzo y nos reímos de cosas tontas de la Tele. En los días siguientes<br />

disfrutamos de chismes de revistas que contaban vida y milagro de<br />

los famosos, cambios de novios, siliconas, extensiones. Más tarde le pasé mis<br />

recetas secretas. Por la tarde salí a comprar lana, para que se tejiese un chaleco<br />

rojo, porque estaba tan pálida. Mis hijas satisfechas con mi voz hecha Pascuas<br />

llamaban contentas de tarde y de mañana. El martes la encontré desganada,<br />

molesta, calculé que los golpes en la casa lindera la inquietaban, le conté: “Son<br />

61


62<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

arreglos que terminan mañana”.Le mostré algunas fotos, y le prometí salir en<br />

busca de algo qué le gustara. Al salir a la calle se acercó mi vecino.<br />

–¿Que tal doña Lucía?<br />

–Muy bien ¿terminaron la obra?<br />

–Quería ver la pared de su cocina por si quedó estropeada.<br />

–Le dejo la llave –Ya estoy de regreso, compré bombones y flores. Al entrar<br />

me crucé con don Juan que se marchaba. Entré contenta. El olor a pintura<br />

me hizo fruncir la cara. La pared relucía de tan blanca.<br />

Hubo un tiempo<br />

Hubo un tiempo en el que la niña corría entre los árboles protegiéndose<br />

de la lluvia. Fue el tiempo en el que por la tarde jugaba con muñecas. Al<br />

atardecer se despedía de las flores hasta el día siguiente. Tiempo de conejos y<br />

pollitos. De hermosas tardes de verano debajo de los durazneros, hundiendo<br />

los dientes en las frutas maduras, todo el día era un juego. Chapaleando en el<br />

estanque, o siguiendo la fila infatigable de hormigas que sé perdían bajo tierra.<br />

Días de risas. De experiencias, como aquellas cuando cayó el pichón <strong>del</strong> árbol<br />

y se quedó quietito. Los grandes dijeron que lo enterrase. Lo hizo debajo <strong>del</strong><br />

naranjo. Por las tardes le llevaba las flores azules de la alfalfa. Luego vino el<br />

invierno, tiempo de romper la escarcha, de escapar <strong>del</strong> granizo refugiándose<br />

debajo <strong>del</strong> alero espantando a las gallinas que picoteaban distraídas.<br />

Llegaron los números y las letras. El uno, un palito gracioso, la o redondita<br />

como un bicho bolita, la a, una manzana con manija. Las palabras parecían<br />

arañitas que corrían carreras sobre el blanco papel. Momentos de calentarse<br />

las manos con el jarro de leche caliente y de saborear el pan casero que aromaba<br />

la casa. Hasta que llegó el tiempo de las sombras, aparecieron cuando<br />

quiso jugar con la luna. Fue la noche en que esperó en vano a su amiga para<br />

jugar a la escondida. Esa noche se quedó muy quietita con los ojos cerrados.<br />

La noche siguiente las sombras la asustaron, tanto que mojó la cama. Los<br />

grandes dijeron, que tenía que orinar en ladrillos calientes, pero las sábanas<br />

siguieron mojadas. Las sombras llegaron de día y no la dejaron disfrutar de<br />

la leche tibia y el pan dorado. La llevaron al pueblo. El médico, culpó al frío.<br />

Ellas le arrancaron un mechón de pelo renegrido, tuvo que dejar su casa.<br />

Tiempo en el que los grandes miraban con tristeza igual que el día en que el<br />

granizo destruyó la cosecha de duraznos. o cuando el <strong>viento</strong> voló el techo <strong>del</strong>


granero. Ese fue el tiempo de la cama blanca. De confundir la noche con el<br />

día, de estar rodeada de tubos y silencios. La niña ya no abría los ojos. Los<br />

grandes dormían sentados en bancos de madera. Las sombras seguían allí. La<br />

niña abrió los ojos. No contó que ellas se habían ido. Tiempo de las letras, de<br />

escapar <strong>del</strong> granizo. Tiempo de las flores azules de la alfalfa. Los grandes no<br />

la miraban a los ojos. No pudo decirles que la luna había regresado a jugar por<br />

las noches. Y el aroma a duraznos invadía hasta el último rincón.<br />

No les contó que había llegado el tiempo.<br />

Poesía<br />

DoLorES FErNÁNDEZ<br />

Fugaz<br />

Lamento no haber atrapado<br />

el gozo de segundos.<br />

Qué error buscar<br />

lo máximo sin disfrutar lo mínimo.<br />

No disfruté los besos diminutos<br />

esperando la compulsión apasionada,<br />

si hubiese sabido lo fugaz<br />

de la sabrosa pulpa <strong>del</strong> durazno, la hubiese saboreado.<br />

De haber adivinado lo fugaz de la risa<br />

no hubiese conocido el llanto.<br />

Si un Dios bondadoso, me regalase unas horas<br />

quizás unos minutos.<br />

repartiría abrazos y sonrisas<br />

besos con sabor a caramelo<br />

saltaría los charcos, abriría las puertas de las jaulas<br />

soltaría amarras, arriaría las velas.<br />

Esperaría lo ignoto <strong>del</strong> mañana,<br />

saboreando lo fugaz de la víspera.<br />

63


64<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

A flor de piel<br />

Algún día, no sé cuando<br />

brotarán de mi piel<br />

canciones de protesta,<br />

poemas,<br />

historias locas,<br />

sueños apasionados<br />

fábulas rosas, novelas crueles,<br />

una canción de cuna,<br />

quizá un obituario.<br />

Me abrirán paso,<br />

trapecistas suicidas,<br />

que anunciarán, ya llega<br />

la mujer de la piel con historias.<br />

Me marcharé al exilio<br />

dejaré a mis espaldas<br />

este mundo de sordos<br />

que se tapan los ojos.<br />

Algún día.<br />

¿Estás, estoy?<br />

Partido en dos, herido<br />

es el amor anochecido.<br />

Ansioso de tu aliento<br />

de tus manos<br />

¿Estas, estoy?<br />

o es todo un sueño<br />

que flota como niebla<br />

en el pasado.<br />

Dolores Fernández


Laura Ferrarez<br />

Comienzos<br />

Prólogo<br />

La vida es una serie de etapas en las cuales emprendemos el difícil camino<br />

de conocernos a nosotros mismos para llegar a conocer a los demás y al<br />

mundo que nos rodea. Durante esta larga lucha por descubrir el “verdadero<br />

yo” sufrimos diversos cambios que ayudan a desarrollarnos y formarnos como<br />

persona. Crecimiento, responsabilidad, aprendizaje, amor, familia, madurez,<br />

educación, libertad, independencia, conocimiento…de todo este conjunto de<br />

“constantes comienzos” se compone la vida. Como dicen: “Siempre hay una<br />

primera vez” que nos permite dar un paso más hacia el futuro. Este avance<br />

surge de una importante cadena de toma de decisiones que nos impulsan a<br />

comenzar a cambiar, a abrirnos al mundo, a expresar lo que sentimos, a creer<br />

y confiar, animarse a más, a crecer, a crear, a ser uno mismo. Muchas veces al<br />

ser humano le es difícil expresarse. Quizá porque cree no encontrar el momento<br />

adecuado. Tal vez por vergüenza o temor a ser juzgado. Pero de alguna u otra<br />

forma cada uno encuentra a su manera el modo de soltar aquello que lleva<br />

dentro y esconde como ocultando un gran secreto. En este largo camino que<br />

estoy dando comienzo intento constantemente buscar aquello que me permita<br />

ser como soy. Algunos utilizan la pintura, otros la música o el deporte. Yo me<br />

valgo de la escritura. Ese documento inalterable en el tiempo si es que uno lo<br />

conserva. La palabra tiene fuerza, poder. Tiene peso sobre la hoja. Así como el<br />

escultor trabaja sobre la arcilla, la moldea y le da forma, así también juega el<br />

escritor con el texto. Sólo se trata de palabras bien dichas ordenadas a la par de<br />

los sentimientos que surgen dentro <strong>del</strong> alma creadora. Cada escritor es un mundo<br />

de múltiples caras, único e irrepetible. ¿Pero qué importa la forma cuando el<br />

fin es el mismo? ¿Cuándo descubrí este arte? Sólo hace un par de años y es ya<br />

para mí casi una forma de vida. ¿Por qué? Porque me libera, me abre la mente,<br />

me invita a crecer, a jugar, a divertirme, a aprender, a escaparme de la rutina<br />

de todos los días, a descubrirme y tantas otras cosas que encienden el alma.<br />

Tengo en las manos mi realidad. Una realidad que es diferente en la mente de<br />

cada uno. Comienzo a escribirla. La cambio, la visto, la ajusto y hasta puedo<br />

imaginarla porque cuando escribo “todo vale”.


66<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Traición<br />

Desde que se fue de casa lo único que me queda es pensarla y recordar<br />

los días en que la amaba. Desde entonces las agujas <strong>del</strong> reloj parecieron estancarse.<br />

Aún tengo la sensación de que el teléfono suena a cada momento. Me<br />

enferma el deseo de escuchar su voz y al alzar el tubo sólo oigo un frío silencio.<br />

Qué inocente creer que tal vez volverá. No puedo negar que por momentos me<br />

ahogaba pero cuánto me hace falta. Busqué su rostro en el espejo. Busqué sus<br />

pasos, su olor, su sombra y me di cuenta que tuvo que dejar este mundo para<br />

descubrirla. Podía haberse ido cuando quisiera. Yo no tenía ningún derecho de<br />

rogar que se quedara a escuchar mis tonterías, como decía. Mi piel se cuartea<br />

lentamente, mi voz se quiebra y mis ojos se salen de lugar.<br />

Mis sentidos se convierten en un nudo imposible de desatar y mis pensamientos<br />

en dudas incapaces de resolver. Qué fácil se me hace llorar ahora.<br />

Sudo, me muerdo los labios, muevo las manos constantemente. Creo desesperarme<br />

y me agarro la cabeza. Me encuentro partido en dos mitades y la única<br />

realidad es el miedo a ser condenado para siempre. Perdí el control de mi vida<br />

hasta en el sueño. Desvarié y desperté con el alma pendiendo de un hilo, triste,<br />

abandonado, olvidado por completo de la vida de todos los que me rodean.<br />

Sólo me aferro a un único fin: enfrentarme cada día con los ojos de aquél que<br />

me despojó y recordarle que yo también la tuve entre mis brazos.<br />

Pasaje<br />

Sabía que al despertar ya no sería la misma, rogaba que fuese un sueño.<br />

Esa noche, como cualquier otra, me dispuse a dormir aferrada a la cama<br />

como si quisiera quedarme allí por siempre. Salió el sol y con ello el miedo<br />

a querer abrir los ojos. Un ligero sudor empapaba mi espalda de angustia e<br />

incertidumbre y abracé mi cuerpo como si algo se quebrara. Un río de color<br />

rojizo envolvía mis sábanas y cubría mis ropas. Volví a cerrar los ojos pues<br />

me hallaba presa de un huracán de sentimientos y sensaciones extrañas. Doce<br />

años pasaron a mi alrededor como las escenas de una película ya vista.<br />

Di un salto. Aquella mañana algo quedó atrás.


Poesía<br />

LAUrA FErrArEZ<br />

Miedo<br />

El miedo enmudece al cuerpo<br />

como aquél que teniendo<br />

la verdad entre los labios, calla.<br />

Ata de pies y manos<br />

hasta al más guerrero.<br />

Hace dudar<br />

hasta al más seguro.<br />

Busca el punto<br />

se hace sentir<br />

comienza a paralizar la mente.<br />

Dentro de las profundidades más oscuras<br />

derrumba al ser<br />

y después de la hora,<br />

cuando el mundo retoma el equilibrio,<br />

nos hace fuertes.<br />

Perfume<br />

La tibieza <strong>del</strong> aire<br />

rompe el silencio <strong>del</strong> espanto<br />

duerme la hora <strong>del</strong> adiós<br />

y sana la soledad <strong>del</strong> olvido.<br />

Besé un rostro desconocido<br />

sin pensar en la locura que me envolvía.<br />

Vi sus ojos arder<br />

quemar mi figura inmóvil<br />

sahumar deseos perdidos en tiempos lejanos.<br />

Presa de sus antojos<br />

ahogué mi orgullo<br />

en el calor de sus abrazos.<br />

Empapé mi interior<br />

en el dulzor de su fragancia<br />

y me perdí en un fugaz recuerdo <strong>del</strong> presente.<br />

67


68<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Dolor<br />

Te mueves<br />

no cesas.<br />

Te observo.<br />

Nervios<br />

miedo.<br />

Sangre de una noche<br />

jamás olvidada<br />

jamás comprendida.<br />

El recuerdo condenando sueños<br />

y un nunca más estar con nosotros.<br />

Te mueves<br />

inquieto.<br />

Te observo.<br />

Sé que piensas…<br />

¿Por qué?<br />

¿Por qué?<br />

¿Por qué?…<br />

Sé que sufres en silencio.<br />

Dulce viaje<br />

Son tus cálidos abrazos<br />

espejos <strong>del</strong> alma<br />

y puedo ver tu tibia mirada<br />

rodeando mi rostro<br />

buscando la sed<br />

que ocultan mis labios en tu boca.<br />

Desparecen los puentes<br />

en el mismo instante<br />

en que me tiendes la mano<br />

se transforman en alas<br />

de mágicos vuelos.<br />

Cae la tarde<br />

sobre las sonrisas perdidas<br />

en los ecos <strong>del</strong> <strong>viento</strong>


y nace la noche<br />

entre el infinito<br />

mar de tus besos.<br />

Eso soy<br />

Eso soy<br />

un ave sin rumbo,<br />

un ser sin dueño,<br />

todas las rosas,<br />

todo el veneno.<br />

Eso soy<br />

agua derramada,<br />

un libro no escrito,<br />

la llave que abre<br />

el túnel infinito.<br />

Eso soy<br />

a tu lado.<br />

LAUrA FErrArEZ<br />

Sensaciones fugaces<br />

Caigo en el voraz paisaje de tu cielo<br />

y me deslizo semiperdida<br />

sobre el sendero indebido de tus manos.<br />

Infinitas horas deambulando inerme<br />

atrapada por el centelleante vaivén de tus ojos.<br />

oigo galopes, pequeños coros,<br />

escalas de violines imprecisos<br />

presagiando el final abrupto de tu cuerpo.<br />

Y como los azúcares<br />

que se desvanecen en el agua<br />

así de fácil desaparezco.<br />

69


70<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Pareados y blancos<br />

Te sientes cansado de golpear puertas<br />

que jamás abren a tus ojos.<br />

Escapa de las luces <strong>del</strong> día<br />

como una gota más perdida en el mar.<br />

En vano buscarán<br />

hay lugares de los que no se vuelve.<br />

Hay sonrisas que no se compran<br />

y abrazos que no se venden.<br />

Hay un descanso eterno<br />

y no es precisamente la muerte.<br />

Hacia <strong>del</strong>ante<br />

Lo dijiste aquella vez<br />

lo dijiste sin pensar.<br />

Me robaste la ilusión<br />

de creer lo que sentías.<br />

La mentira terminó<br />

lo que nunca comenzó<br />

sin siquiera un perdón<br />

sin siquiera el adiós.<br />

retomar el rumbo<br />

de lo postergado<br />

seguir siendo lo que se es<br />

sin mirar atrás<br />

sin detenerse en la pena<br />

que todo lo empaña<br />

que todo lo condena.<br />

Lista para la jugada<br />

en el punto de largada<br />

de las nuevas oportunidades<br />

de los sueños <strong>del</strong> mañana.


LAUrA FErrArEZ<br />

Noche oscura<br />

Esta noche<br />

el rostro sucio<br />

de miradas perdidas<br />

la sonrisa ahogada<br />

entre palabras cortadas.<br />

Esta noche<br />

las manos gastadas<br />

las caricias lejanas.<br />

Pies descalzos<br />

sobre sombras animadas<br />

por una mente nula<br />

y unas ganas de nada.<br />

Esta noche<br />

el sentimiento limitado<br />

a lentos latidos<br />

y el cansancio insoportable<br />

de horas de frío.<br />

Por un día<br />

ojos cansados contemplan gotas de agua<br />

descendiendo sobre un vidrio<br />

que refleja realidades distorsionadas.<br />

Casas, árboles, gente, movimientos<br />

Pasan velozmente, sinrazón de segundos<br />

dejando retazos de vida en un pasado no muy lejano.<br />

Todos los días el mismo recorrido,<br />

las mismas horas gastadas en las mismas cosas.<br />

71


72<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

rutina con clima diferente.<br />

Hoy llueve… y se me ocurre…<br />

¿Por qué no jugar a ser lo que nunca fui?<br />

¿Por qué no creer que sí puedo?<br />

¿Dejar de ser yo por un día?…<br />

Hoy me animo a decir ¿por qué no?<br />

Renacer<br />

Lo que estaba oculto<br />

se hace verdad.<br />

Desvisto tu yo<br />

y quito las máscaras<br />

que no te dejan ser.<br />

inalcanzable<br />

Convertida<br />

en dulce melodía<br />

entre la nada<br />

como ensueños<br />

desapareces.<br />

Amore<br />

Por los senderos de la vida<br />

vagaba confundida<br />

dispersa en el tiempo<br />

sin soles, sin sueños.<br />

Fue la eterna tarde de tus manos<br />

sobre mis manos<br />

un destello de armonía,<br />

fue la luz intensa de infinitos días.<br />

Laura Ferrarez


Matías Ferrer<br />

intentos<br />

Prólogo<br />

Tratar de librarme. Eso intento. Librar a mi espíritu de las garras que florecen<br />

<strong>del</strong> lado engorroso de la cotidianidad, que nos absorbe imperiosamente<br />

sin dejarnos muchas veces ser.<br />

…Y ahí aparecen las letras…ofreciéndome hacer con ellas lo que quiera,<br />

esa maravillosa confesión que abriéndose junto a otras formas se presta a las<br />

más diversa e infinita de las combinaciones.<br />

Esa posibilidad de la expresión para construir una eternidad. Lo especial,<br />

o desde el aquí, la inquietud de armar otra realidad. Tergiversarla, desnudarla,<br />

morderla, acariciarla, planear con ella las trampas al destino.<br />

Desde ese aquí intento librarme, ser, dejar fluir, escribir, este puñado de<br />

percepciones que colaboran día a día aquel proceso de espiritualizar y sensibilizar<br />

mis horas…y por qué no, las de alguien más.<br />

Los senderos van hacia la noche<br />

a una, sin estrellas.<br />

Y,<br />

nuestra raíz<br />

es solo un hueco.


74<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Libre<br />

Huimos juntos, con uniformes de guardias. Fue sencillo no hubo más que<br />

manipular los cerros hacia el sentido izquierdo, saludar apuradamente al guardia<br />

cárcel –el último por cierto–en la base de la torre de entrada simulando llegar<br />

tarde a un evento familiar o deportivo y aligerar la marcha de nuestras botas.<br />

Caminamos por el playón gris y final. Final o principio de acuerdo al uso<br />

de entrada y salida que cada persona le de, hasta la avenida paralela al monstruoso<br />

edificio perpendicular a nuestros pasos. Con la idea de azotar con gestos<br />

la velocidad de un ómnibus para que se detenga y nos lleve lejos de allí, la casa<br />

en el Delta. Mi compañero enmudecido de libertad en los primeros cuarenta<br />

minutos de viaje, no salió de sí mismo, luego sonrió. Miró firmemente mis ojos<br />

con cierta felicidad, casi perdida o erosionada, hasta que dijo:<br />

–¡Al fin somos libres! –con una voz no muy alta.<br />

–Eso creo –agregué y giré mi vista hacia el paisaje suburbano que ofrecía<br />

la ventanilla y el propio suburbio.<br />

–¿Por qué dudas?<br />

–Por nada –respondí con incertidumbre. El diálogo había muerto como su<br />

antigua libertad y lo retomamos sobre la lancha que desplazaba sus maderas por el<br />

arroyo rama Negra, camino a la casa donde terminaríamos de cerrar nuestro plan.<br />

Cenamos bajo la luna despejada, brindamos con cerveza fría, le dimos las sobras a<br />

un perro y nos fuimos a dormir. Por la mañana desperté flagelado por un sol que<br />

castigaba las chapas <strong>del</strong> techo y transitivamente, ellas a mí que estaba debajo. Con<br />

los ojos todavía en letargo comencé a llamar a mi compañero, que no respondía.<br />

Lo busqué por el fondo <strong>del</strong> parque, en el muelle, en los alrededores y no apareció.<br />

Solo una carta arriba de la mesa. Pedía disculpas por haber quebrado nuestros<br />

proyectos y agradecía mi ayuda en la fuga. Comentaba también lo paradójico que<br />

le resultaba el origen <strong>del</strong> uniforme con el que fugó, ya que era de un compañero<br />

mío; guardia cárcel; de mi misma promoción de cuya mujer me enamoré y hasta<br />

tuvimos hijos. Me dije que la duda a veces nos libera, claro, que a su modo.<br />

Poesía<br />

Árboles<br />

Nos encontramos<br />

y con nosotros


MATíAS FErrEr<br />

nuestros árboles<br />

apartados <strong>del</strong> sol<br />

taciturnos<br />

desparejos<br />

de blancos calendarios<br />

y porvenir en ningún pincel.<br />

¡Ahí estábamos!<br />

Escabullidos en las ramas<br />

un tanto secas<br />

ocultas…<br />

pero sin caernos.<br />

¡Si caemos no dolerá!,<br />

lo prometo<br />

solo creceremos<br />

igual a muchos<br />

desde los pies al magma.<br />

Seamos propios paralelos<br />

en besos<br />

de copas bellas<br />

raíces de paz<br />

donde los caballos en línea<br />

lleven a nuestro cochero<br />

a la gloria.<br />

Silencio<br />

Había silencio detrás de su voz<br />

un vacío inexplicable<br />

conocía aquel abismo<br />

desde lo alto me vi.<br />

Una calma cómplice de derrumbes<br />

acariciaba a un torbellino<br />

solo al más gigante<br />

al mejor de ellos.<br />

Silencio…<br />

en todos los tiempos<br />

abundante ruido<br />

solamente ruinas.<br />

¿Puedo preguntarte algo?<br />

75


76<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Acaso...<br />

la máscara de tu silencio<br />

me amó.<br />

ideogramas<br />

Un mar sin indicios<br />

la arena en el reloj<br />

y agujas en mi porvenir.<br />

(resignación)<br />

Mi aliento<br />

embriagado por el tuyo<br />

el sol envidiando<br />

la luminaria fusión.<br />

(pasión)<br />

La perenne noche<br />

la que no apuesta azules<br />

¿Aletargará en un amanecer?<br />

¿Mis manos serán las mismas?<br />

(incertidumbre)<br />

La sonrisa, tu voz<br />

figura y esencia<br />

<strong>del</strong> rústico frío<br />

(insensibilidad)<br />

Telas<br />

Vira el sur al norte<br />

con nuevos ojos<br />

aventuras<br />

emociones.<br />

Apareces en mi libro<br />

inclemente de aroma<br />

cotidiana


MATíAS FErrEr<br />

bañas tu cuerpo en el mío<br />

hasta que el humo<br />

te lleva<br />

te vuelve cielo.<br />

Yo<br />

cosmos<br />

uno que era<br />

el que huye y retorna.<br />

Desde el suelo vi mi cinta<br />

tela de colores<br />

todo un trapo<br />

en voces de otros<br />

que despiertan<br />

el caminar muerto<br />

y seco de alguna flor.<br />

Burbujas<br />

Partimos desesperadamente<br />

hacia las vasijas<br />

aquellas de colores<br />

de oro y luz.<br />

Nos vimos<br />

cruzamos puertas<br />

secretas de abismos<br />

festines e ilusión.<br />

Sorteemos máscaras<br />

y cáscaras<br />

de mensajes y perversión<br />

nos refugiamos en la ceguera<br />

en la fatiga de periferias<br />

de virosidades de mariposa<br />

nieblas y desiertos.<br />

Hoy, como mar abierto<br />

nos sentamos<br />

uno en cada espejo.<br />

77


78<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

No la despiertes<br />

En mi terraza no quiero verte<br />

ni retumbes siquiera<br />

en mi balcón.<br />

¡No insistas!<br />

El techo es frío<br />

casi de hielo.<br />

Desaparecerás.<br />

recorre las salas<br />

en vuelos sutiles<br />

frágiles como de un Dios.<br />

Husmea rincones.<br />

Fragancias, licores<br />

investiga cada sector.<br />

Habito aquí<br />

reseñas de algunas espinas<br />

descansan en mi habitación.<br />

¿Crees en nosotros?<br />

reposa en la calma<br />

que las escarchas<br />

lo hacen hoy.<br />

Sombras<br />

I<br />

Las paredes concatenadas<br />

relamen el silencio<br />

encaprichadas en ser un cuarto<br />

disgustadas en fantasmas de buena circulación.<br />

Los párpados apuñalan al techo<br />

inmóviles buscadores <strong>del</strong> sol<br />

flotan en lagunas nocturnas<br />

trato de surgir.


MATíAS FErrEr<br />

II<br />

Esculpo con tinta luego<br />

las filosas garras de lazos<br />

sumergidos en guillotinas de cielos.<br />

recorro los vestíbulos<br />

y encuentro fango<br />

una suerte amoniacal<br />

que caduca lenta.<br />

Cadenas y más cadenas<br />

replegadas tras el parpadear<br />

de mis horas que en la luz<br />

no suelen reposar.<br />

III<br />

Segundos perplejos<br />

momias de sueños y tic-tac<br />

desnudos empujados al vacío.<br />

Gritos que imitan al placard<br />

A pocas luces<br />

recolecto sombras tras los focos<br />

y en costales mudos<br />

no dejo fiebre por cosechar.<br />

Te oí<br />

¡Solo te oí!<br />

Imitabas al silencio de otra ciudad<br />

a una de piedra y metal.<br />

¡oí solamente!<br />

En poses distintas<br />

adherido a un pilado mineral<br />

en el disfraz histórico de la noche<br />

pacificada<br />

orillada en un todo<br />

pura<br />

lejos <strong>del</strong> gris mar.<br />

¿Qué planeta nos acunó?<br />

79


80<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Figuras de diamantes<br />

chapoteaban desigual<br />

creo haberlas visto en lejanos cielos<br />

propios<br />

en otra fragilidad.<br />

Lo que no recuerdo<br />

haber visto<br />

silencio con tanta magia<br />

en ningún otro beso<br />

en ninguna otra realidad.<br />

una idea<br />

¡Tengo una idea!<br />

otra<br />

diferente<br />

esperar…<br />

¡Por ahí resulta!<br />

No se si la idea es solo mía<br />

sólo le pongo dueño aquí.<br />

Esperar…<br />

Porque es linda la voz de la boca<br />

y no la de los dedos.<br />

esa que viste con diamantes<br />

luces y calor a los sentidos<br />

hija de la lengua y el alma.<br />

La que trasluce al latente<br />

o a demonios, o a tiempos.<br />

Esperar…<br />

Me resulta a sol y no a sombras<br />

a ese que emblanquece los rostros<br />

en cualquier lugar.<br />

Tal vez espejarme o no sea mi feliz desafío<br />

cuando digo espejarme hablo de ojos y,<br />

no de un vidrio con letras.<br />

Matías Ferrer


Carmen Florentín<br />

Créanme los milagros existen<br />

Prólogo<br />

A los que me aman<br />

porque<br />

por ellos vivo y siento.<br />

A los que me hirieron<br />

Porque<br />

me hicieron fuerte.<br />

A los indiferentes<br />

Porque<br />

me hicieron ver que yo no soy así.<br />

A los sufrientes<br />

porque me permitieron darles<br />

lo que necesitaban<br />

para que Dios haga lo mismo conmigo.<br />

A todos los seres humanos<br />

a quienes<br />

amo profundamente…<br />

en cuerpo y alma.


82<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Perfume a jazmín<br />

El calor y la humedad la obligaron a elegir el vestido de satén, por debajo<br />

se puso el conjunto de ropa interior de color rojo y se aseguró de que su piel<br />

luciera tersa, suave y con persistente perfume a jazmín, aroma que su esposo<br />

odiaba porque decía que le recordaba a sus muertos.<br />

Se vistió de prisa, como apurándose para ganarle al miedo, siempre sentía<br />

miedo, pero esta vez había decidido no sentirlo. Caminó nerviosa, mirando<br />

su reloj como si quisiera a<strong>del</strong>antar las horas. Al llegar al lugar indicado, miró<br />

hacia ambos lados y rezó como pidiendo el perdón o la aceptación divina. De<br />

pronto un auto abrió sus puertas y una suerte de emoción recorrió todo su<br />

cuerpo, un sin fin de palabras brotaron de su boca pero fueron acalladas, por<br />

un interminable y húmedo beso. No era la primera vez pensó pero podría ser<br />

la última y se entregó como nunca lo había hecho quedando casi sin aliento.<br />

Al regresar a su casa sabía que la esperaban las preguntas de siempre. ¿Dónde<br />

anduviste? ¿Qué hiciste hoy? A lo que también se agregó ¿Y ese perfume a<br />

jazmín? A lo que ella respondió, fui al cementerio, los muertos me dan paz y<br />

yo a cambio les dejo este perfume a jazmín.<br />

El puerto <strong>del</strong> nunca más<br />

María recordaba los días en que había sido feliz junto a él, estaba tan<br />

enamorada, sería por eso que le permitía ir a bailar todos los días, cuando ella<br />

regresaba de trabajar lo veía vestirse de traje blanco que hacía resaltar aún más<br />

su gran altura y su porte masculino. Él un seductor cuya sombra era custodiada<br />

por su madre, como sus sentimientos, custodia a la que ella hizo frente y<br />

cayó derrotada. Volvió en sí y miró a su hija de apenas tres años, que jugaba<br />

bajo la sombra de la guayaba, sabía que debía tomar una decisión, comprendió<br />

que su estadía en la casa no sería para siempre, tenía todo en forma precaria.<br />

Volvió a releer la carta que su prima le había escrito, ofreciéndole ir a trabajar<br />

a otro país, lugar <strong>del</strong> que le habían contado riquezas y bienestar.<br />

La decisión llegó. Todo estaba preparado. Las valijas en cuyo interior<br />

atesoraba recuerdos que guardaría para siempre (unas fotos, un corte de tela<br />

y la caja de bombones que con tanto recelo guardó, ya que con sólo verla, recordaba<br />

la primera cita y el momento en que se entregó a él). El barco partiría<br />

en pocos minutos y así lo hacían saber sus sirenas. Su mirada se perdió en


CArMEN FLorENTíN<br />

el horizonte, buscando entre tanta gente esa enorme figura que la hacía tan<br />

feliz. Pero la última esperanza se desvaneció cuando levantaron la escalera,<br />

sabía muy bien que si él no llegaba a buscarla todos los aromas de su infancia<br />

quedarían allí. A medida que el barco empezó a deslizarse su corazón estalló<br />

en llanto y era tanto el dolor que no pudo compartir la algarabía que tenían<br />

los otros pasajeros. De pronto le pareció verlo entre la gente corriendo, pero<br />

no, otra vez se había equivocado. Él, cuyo amor por esas dos mujeres había<br />

sido auténtico y lo habían hecho tan feliz, se estaba vistiendo para ir a bailar.<br />

Él al que su madre dijo que ellas habían estado el día anterior para despedirse<br />

cuando el barco ya llevaba dos horas de navegación.<br />

Donde estás amor<br />

Me pondré la camisa que me regaló Teté, esa que se pega al cuerpo,<br />

porque a los hombres en definitiva lo único que les importa es el cuerpo.<br />

Camino por la calle principal desde donde diviso la Iglesia, lo cotidiano se<br />

transforma en lo mismo, pero tiene otro significado. Mientras pienso cuántas<br />

veces hice este camino. Lo importante es sentir, porque sino sentimos es como<br />

estar muerto. Sí como la planta que tiré ayer porque me olvidé de regarla. Al<br />

acercarme, el nudo que tenía en el estómago acaba de hacerse marinero. Y es<br />

ahí cuando me pregunto si la incertidumbre es lo que provoca este vacío o mi<br />

vacío interior es lo que provoca esta incertidumbre. Las figuras comienzan a<br />

tomar cuerpo, veo el añoso árbol lleno de retoños, las estatuas son como humanos<br />

observándonos, los pájaros cantan pero como en el amanecer y el viejo<br />

manisero está estrenando camisa. Me dijo que venía con un traje negro, hay<br />

tres de traje negro, dos están leyendo el diario, el tercero se acerca, me ofrece<br />

un cucurucho de maní y me pregunta:<br />

–Usted, ¿también espera?<br />

En busca <strong>del</strong> verdadero camino<br />

El amanecer ardía como las arenas <strong>del</strong> desierto, sería por eso que le costaba<br />

tanto ponerse el jubón esa mañana, pero todo sacrificio era poco comparado al<br />

sueño que tenía Emir, joven príncipe árabe al que todos llamaban “El Califa”.<br />

Sabía que para llegar a Sevilla lugar donde habitaba una doncella que le había<br />

83


84<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

sido dada en compromiso por un acuerdo entre su padre y el de ella, debía atravesar<br />

grandes desiertos, librar batallas, pero por sobre todas las cosas, un gran<br />

cambio dentro suyo, ya que su mal genio lastimaba o hería a sus más íntimos<br />

afectos. Todo estaba en marcha, cargó en su arca nueces, naranjas, pan, agua,<br />

dátiles, también se aseguró de tener su espada, su yelmo y su escudo. Venía<br />

bajando de un monte y entraba en un valle, desde allí podía ver el Viejo Monasterio,<br />

en cuyo interior habitaba El Abad, pero dudó en entrar ya que el no<br />

profesaba esa religión. Pero fue cruzar el claustro y una paz interior inundó su<br />

ser. Casi mágicamente se presentó una figura que era la humildad hecha persona.<br />

Se arrodilló y besando su mano le dijo: “Maestro vengo a buscar la paz y las<br />

respuestas que mi ser necesita”, por toda contestación recibió:<br />

“Tu ser con solo querer cambiar y desear la paz, ya lo ha logrado y recuerda<br />

siempre que ninguna persona fuera de nosotros logra lo que se quiere,<br />

está en nosotros mismos poder hacerlo”, y sin más desapareció. En ese<br />

momento comprendió, que todos estamos hermanados por la fe y podemos<br />

convivir en paz. Esa noche se quedó dormido, junto al alcornoque y un suave<br />

perfume a azahares inundó el jardín <strong>del</strong> monasterio. Al retomar su camino,<br />

escuchó de lejos galopes de caballos guerreros, podía divisar la polvareda<br />

que éstos levantaban. Pensó: solo no podré contra un ejército, no tardarían ni<br />

un minuto en aplastarme y desgarrar mi carne con sus espadas sedientas de<br />

sangre. Dominaré mis miedos y me encomendaré a Dios. Mientras huía por el<br />

desfiladero recordó aquella frase:<br />

“Está en nosotros dejarse ganar por el miedo o sentirse protegido por Dios<br />

en todo momento de todo mal”. De pronto su respiración dejó de ser agitada y<br />

el silencio y la calma reinó en el lugar. observó como se alejaban los guerreros<br />

por otro camino. Al llegar a Sevilla, fue recibido por incrédulos e intrigantes<br />

que lo miraban con desconfianza. Desde ese punto podía divisar El Alcázar<br />

lugar donde se encontraba su doncella. Solo le llevó unos minutos llegar hasta<br />

la puerta <strong>del</strong> castillo, allí fue recibido por un vasallo, quien corrió a llevarle la<br />

noticia a su ama de que su prometido había llegado. Al verla exclamó:<br />

“¡oh amada he venido a buscarte para que os caséis conmigo de acuerdo<br />

al pacto que hicieron nuestros padres”. Por toda respuesta recibió:<br />

“No me casaré con nadie que se fíe de un pacto”.<br />

Solo y triste se retiró y poniéndose debajo de una morera comenzó a llorar.<br />

De pronto se apareció una niña y mirándolo con compasión le preguntó:<br />

“¿Por qué está triste?”.


“Acabo de conocer al amor de mi vida y temo perderla, pues ella cree que<br />

mi amor es por un compromiso. Mi corazón que en muchos años no encontraba<br />

sentido a su existencia, al verla descubrió a quién había soñado y esperado<br />

tanto. Desde ese momento no he dejado de pensar en ella”. De pronto la niña<br />

desapareció y la princesa dijo:<br />

“No estés triste yo tampoco he dejado de pensar en tí, solo quería estar<br />

segura de que tu amor era verdadero”.<br />

Fue entonces que los dos comprendieron que en el amor sólo se es feliz<br />

si dos personas se aman con la misma intensidad.<br />

Poesía<br />

CArMEN FLorENTíN<br />

Desierto de amor que puebla un alma<br />

Ella no se desnuda<br />

el reflejo de su mirada<br />

llena las horas de vida vividas<br />

y siente que el sol que entra<br />

por la ventana<br />

acuna sus ánimos helados.<br />

Sueña que la vida<br />

le regalará una sorpresa.<br />

Mientras recuerda el día<br />

en que lo conoció<br />

“Pensar que no lo vi.<br />

a pesar de haberlo mirado”<br />

Pero su filosofía de vida<br />

hacía que le costara tanto amar<br />

a pesar de haber amado tanto.<br />

Pero eso no la hacía menos romántica<br />

ya que nunca había olvidado<br />

aquella última frase<br />

con que se despidieron<br />

“No existe el adiós, cuando hay<br />

deseo de volver a verse”<br />

85


86<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Sus ansias de libertad<br />

la llevaron hacia la calle<br />

donde sintió por primera vez<br />

que el <strong>viento</strong> no la lastimaba.<br />

Propósito no conseguido<br />

Tus palabras quisieron herirme<br />

pero era tanta la desolación<br />

que me hicieron compañía.<br />

Tu mirada fría<br />

fue fogón<br />

que le dio calor al alma MIA.<br />

Tu ironía<br />

que en otros tiempos hería<br />

me hizo ver<br />

que pobre estás,<br />

que no has cambiado.<br />

Si me quisiste herir<br />

o hacer mal<br />

no pudiste<br />

ahora soy fuerte<br />

porque solo oí, sentí, tomé y vi.<br />

lo que quise<br />

Eras, ahora es<br />

Es por ti que llegue a no sentir<br />

“Tú ya no sentías”<br />

Es por tu desamor mi desolación<br />

“Todo en ti era desierto”<br />

Es por ti que el vacío se hizo inmenso<br />

“Yo solo encontré huecos”<br />

Es por ti que ahora una nueva vida presiento<br />

“Yo lo vine construyendo”<br />

Es por ti que volví a enamorarme


CArMEN FLorENTíN<br />

“Al final conseguí mi obra y argumento”<br />

Ya no estaba hablándote a ti<br />

Sino a quien hoy<br />

Es MI UNIVErSo<br />

El deseo<br />

Los senderos <strong>del</strong> deseo<br />

un misterio, un abismo.<br />

Tu aliento transforma mi cuerpo.<br />

Quiero que sea noche, siempre…<br />

porque la madrugada<br />

trae consigo carne, cuerpos…<br />

ya marchitos.<br />

una estrella<br />

Una estrella me guía<br />

no fue desde un comienzo<br />

fue luego de una despedida.<br />

Yo fui a buscarte de noche, de día<br />

y al no encontrarte<br />

mi alma que antes vivía ahora enmudecía.<br />

Fuiste mi ángel, mi guía,<br />

hoy yo sé quien está en esa estrella<br />

una persona llamada padre que apenas conocía.<br />

Moretones de amor<br />

Certero fue tu golpe<br />

hacia mi alma herida<br />

tenía un sueño<br />

que luego fue esquirla.<br />

Ilusiones desteñidas<br />

apenas sobrevivían<br />

de vez en cuando<br />

87


88<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

una que otra florecía<br />

pero a cada flor que nacía<br />

tú te encargaste<br />

de matarla, de herirla.<br />

Pobres flores, pequeñas flores.<br />

Ahora ya nacen marchitas.<br />

yo no soy<br />

Yo no soy<br />

esa mujer casta y pura<br />

que llena tus noches desveladas.<br />

Soy aquella que me hicieron<br />

hombres que como tú.<br />

mujeres vírgenes soñaban<br />

Te diré que de pureza<br />

tengo mi alma, mi ser<br />

mi esencia y todo aquello<br />

que contigo pienso estrenar.<br />

inquietud<br />

Todo tiene una bisagra<br />

algo cierra, algo abre<br />

algo esconde, algo muestra<br />

algo descubre…miremos.<br />

Carmen Florentín


Julia Mansi<br />

Encuentro transparente<br />

La poesía es el eco de la melodía<br />

<strong>del</strong> universo en el corazón de los humanos.<br />

Prólogo<br />

rabindranath Tagore<br />

Cuando escribo una chispa mágica se apodera de mí y enciende<br />

con emoción, la llama de la belleza, de la innovación, de la pasión. La<br />

palabra tiene dimensión y se libera en busca de la verdad, <strong>del</strong> por qué a la<br />

existencia, <strong>del</strong> por qué a la vida.<br />

Mis poemas se apoderan de alas, despliegan y vuelan. Transportan lo<br />

genuino con fe y amor, virtudes que van más allá de la mirada.<br />

La misión es enfervorizar almas para que acaricien la vida en su nítida<br />

esencia.<br />

Gracias a mis maestros de vida, mis padres, que me enseñaron el valor<br />

y la moral.<br />

Gracias al amor de mi amor, me eleva y me acompaña.<br />

A mi hija Daniela cuando me dice:<br />

“ojalá, cuando sea mamá pueda ser como vos”.<br />

A mi hija Belén cuando me escribe:<br />

“Sos el ángel que me cuida, me contiene y me ilumina”.<br />

A mi hijo Mariano cuando en su poema, me escribe:<br />

Gracias por malcriarme<br />

siempre de pequeño<br />

también por mimarme<br />

y cumplirme mis sueños.<br />

Gracias a Marta, mi profesora, por conducirme por el buen camino de<br />

las letras.<br />

Cuando el alumno está preparado aparece el maestro.


90<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Marcas de fuego<br />

Crece el dolor, devasta la esperanza y las ansias de abandonar, las riendas<br />

de la vida que no se sabe ya, para donde se orientan. Sé que tu hermana llora, en<br />

cada amanecer, volviendo a ese infierno en el cual quedaste atrapada y ella pudo<br />

salir. Quedaste iluminada, en el fuego de todos los fuegos. La he visto levantarse<br />

y abandonar el lecho en altas horas de la noche, salir al jardín en busca de aire<br />

fresco creyéndose asfixiarse, aún despierta. Desde la ventana de mi dormitorio,<br />

la he observado bajar como una sombra desnuda, los tres escalones que llegan a<br />

la pileta, donde tantas veces de la mano lo hacían juntas, de pequeñas, ayudándose.<br />

Te veo sentadita mordiendo los alfajorcitos de maicena, recién preparados<br />

con la chocolatada con carita de serena inocencia. Para ella también te inmutaste<br />

en todos esos momentos compartidos. No pronuncio tu nombre, lleno mi boca<br />

con ella, con culpas y silencios, ahora que está asfixiada.<br />

No sólo en casa, también en la calle, ese o aquel no hacen más que regresarte.<br />

Muero para no gritar: “Basta, mi hija está. Acá a mi lado”. De vez en cuando,<br />

sale con tu ropa, con tu vestido rojo <strong>del</strong>ante <strong>del</strong> espejo, llora. Es tu cara que pide<br />

clemencia. No puedes reencarnarte en su piel, le falta el valor que en ti, sobraba.<br />

recuerdo perfectamente, cuando sonó el teléfono pasada la medianoche,<br />

aún mis ojos en vela, esperando que regresen. Que se puede esperar, después<br />

de esta devastadora pesadilla. Todo se lentificó como una pésima película,<br />

por verte salir de ese boliche y abrazarte. Las dos traspasadas en minutos y<br />

<strong>del</strong>irios. Sé que sabes mi sufrir y mi impotencia. Tu perfume en la casa quema.<br />

Siento que pides a gritos por estos sublimes momentos. Por ella. No me<br />

es fácil, la miro y siento tu presencia. Desmayada y con grandes secuelas, en<br />

mis brazos, en la ambulancia junto a papá.<br />

Y yo ahí, esperando. Las manos vacías, ahogada en llantos con tu hermana.<br />

Un oasis en el desierto de mi locura.<br />

imágenes de inocencia<br />

Las cautivantes vacaciones en las sierras de Córdoba remontan a cierta<br />

nostalgia.<br />

Los momentos de impulsos frenéticos y melancólicos de la adolescencia<br />

con cierto privilegio, son momentos enigmáticos y no se <strong>del</strong>eitan en todo lugar,<br />

pero sí, lejos de papá y mamá. roen y resuenan en lo profundo. Volver a la casa<br />

de piedras, a esa ventana vadeada, es poblar un vacío con el sigiloso néctar de las


JULIA MANSI<br />

“siempre vivas”, flores silvestres y tan <strong>del</strong>icadas. Con los abuelos llegué después<br />

de un agotador viaje en tren y algunas horas más en ómnibus, al único punto de<br />

encuentro de toda la villa, la posta de don Minino. Bajé con una pesada mochila,<br />

un poco desaliñada pero sin perder atracción mi larga cabellera. Los ojos divagaron<br />

por el lugar y explorándolo todo, se embriagaron de nuevas sensaciones. Aquel<br />

verano tan soñado… empezó a cumplirse. Con la llegada de mis primas, un poco<br />

más grandes que yo, iguales por ser mellizas, pero con caracteres propios de cada<br />

una. Formamos un trío muy particular, con cierta consanguinidad.<br />

Después de dejar ordenado el cuarto que íbamos a compartir, salimos.<br />

Entre las rocas y yuyos de las montañas brincamos y agotadas descansamos<br />

en el misterioso bosque donde todo era silencio, sólo el rumor de las sierras.<br />

Desde allí miramos el horizonte, moteado de campos amarillos.<br />

¡Cómo no sentir el perfume <strong>del</strong> <strong>viento</strong> penetrando en las sierras! recorrimos<br />

el lugar, entre los árboles nos escondíamos protagonizando algún cuento<br />

que no hacía mucho me habían contado, reíamos hasta el cansancio. Eran las<br />

horas más cálidas <strong>del</strong> día. Bandadas de chingolos y torcacitas se posaban en<br />

las ramas cerca de sus nidos. El aroma de piperina y poleo todo lo embriagaba.<br />

La tarde prometía ser más feliz de lo que pensaba.<br />

No estábamos solas. Tampoco nos pusimos en evidencia. Las aguas <strong>del</strong><br />

río se precipitaban formando cascadas sucesivas y luego se ensanchaban en<br />

una pileta. Allí estaban. Para mis primas eran apenas unas mojarritas, para<br />

mí unos tiburones. Sierras de imágenes risueñas, bañadas en vida. Aires purísimos<br />

entre flores silvestres. Regresamos y tuve que volver en busca de la<br />

fastidiosa mochila, que creía haber perdido. La muchachada en ronda y los mayores<br />

dispersos en grupos más pequeños, todos los días y siempre a la misma<br />

hora se reunían con un vaso en la mano. Allí entablábamos diálogos rebosados<br />

de piropos. Los que erizaban mi piel. Se organizaron bailes todas las noches,<br />

en distintas fincas. No encontré la forma de que me permitieran gozar de una<br />

buena música, con distinto perfume. Ellas tenían el permiso otorgado, el que<br />

aún lejos yo estaba de obtenerlo. –Vayan ustedes que pueden salir sin problemas<br />

–les dije, acostándome en mi cama, en el cuarto que compartíamos.<br />

–¡No! Parece que no me conocieras –mirando una ventana, dijo mi prima.<br />

–¡Qué tienes en mente! –pregunté inquieta.<br />

–No puedes faltar, a esa fiesta que te van a regalar en tu cumpleaños. No<br />

les puedes fallar. Acá no. Si te encasillan en algo, siempre vas a ser, “la santa”,<br />

“la que no se juega”, o la que… –dijo mi otra prima.<br />

–No sigas –le dije mirando la ventana con chispas en los ojos.<br />

91


92<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Para eso estamos nosotras, para ayudarte. Sólo nos arriesgamos una<br />

noche, después no salimos más. Nos acostamos como siempre. Los pijamas<br />

debajo de las almohadas esperaban vacilantes junto a la dormida mochila. Las<br />

pocas horas de la mañana no alcanzaron para abastecer nuestros sueños. El<br />

desayuno fue acompañado por una viva alegría y reemplacé el azúcar blanca<br />

por semillas de molle.<br />

–¡Qué tanto jolgorio! –dijo la abuela y cantó con nosotras.<br />

–Voy hacer el cuarto, ¿Me acompañan? –dijo una de mis primas.<br />

–¡Si, vamos! –nos miramos y nos acordamos que teníamos que terminar<br />

nuestro trabajo.<br />

ojos sin luz<br />

El resplandor de la silueta en su mente es la única ilusión, para aferrarse y<br />

no despegar hacia el vuelo final. Los tiempos de intensos sabores dejan marcas<br />

in<strong>del</strong>ebles que una y otra vez vuelven. Son grabadas con la risa de la inocencia,<br />

en tardes sombrías junto al chocolate con leche. Única amiga y compañera<br />

en clases escolares, en las de aprender otro idioma y en la sala de juegos en<br />

donde comparte sus oscuras horas con ella, la luz de sus ojos. Crecen juntos<br />

como hermanos sin serlo, un muro los separa, es la condición que sus padres<br />

ponen para la sublime intimidad de cada familia, para ellos no existía. Abrir<br />

la puerta y esperarse, ya adolescentes, para volar y saltar las vallas de lo prohibido.<br />

La blanca piel se sonroja, cuando sus manos la acarician, se aprietan,<br />

se sostienen y sienten el sol de enero quemar la piel. ¡Qué perfumadas tardes!<br />

Ambos inmersos en la sensibilidad que solo les pertenece, transforman las<br />

puras imágenes y sienten en los labios la fruta jugosa y azucarada. Nadie los<br />

ve ni siquiera sus ojos pueden ser testigos de acto tan sublime, sólo el inconsciente<br />

<strong>del</strong>ata la luz de la nueva vida.<br />

Por el hueco de la ventana se anima la luz a penetrar el día y la noche, es<br />

igual para Marcos, salvo el sentir cálido <strong>del</strong> rayo que percata cuando apoya la<br />

taza vacía de chocolate y se aferra al destello que lo traslada a la profundidad<br />

misma. Aún no puede borrar el deslizamiento de la mano de ella en la suya<br />

cuando la arrancaron de su lado. Ya es hora de salir al parque –le dice mientras<br />

le alcanza su níveo cayado. No escucha, no quiere que esa voz, con falsas<br />

verdades le imponga la realidad de su nebulosa vida. El sol de enero quiere<br />

abrazarlo pero ya no puede.<br />

El <strong>viento</strong> abre sus ojos, es para llorar.


JULIA MANSI<br />

Rescatado en la noche<br />

Arrellanado en la proa, solitario y taciturno, como siempre, desde que el<br />

destino lo zambulló en la sombra de su vida, con camisa de colores desteñidos<br />

y pantalones arremangados, deambula en busca de alguna acción que haga mover<br />

su fibra más íntima. Una silla, al lado una mesa mece el efímero potencial<br />

de una botella casi vacía. Las manos en la nuca, transmiten la sensación de<br />

degustar el momento. Lo que hacen es escribir los días en la azabache cúpula,<br />

moviendo las inalcanzables luciérnagas en busca de alguna satisfacción. La<br />

luz rasga la noche. Un rugido sordo surge de las profundidades. Es invitado a<br />

navegar por mares inhóspitos, en un caballo blanco muy particular. Su galope<br />

placentero pasa casi sin advertirlo pero no por mucho tiempo. Envuelto en<br />

nieblas huracanadas, no alcanza a distinguir la travesía en los campos <strong>del</strong> cielo.<br />

La cola leonina lo sujeta y dándose vuelta le contagia su fuerza y su valor.<br />

Vuelan ágiles a gran velocidad y siente que deja todo, sus pensamientos, sus<br />

pesares, su conciencia. Siguen sin parar, no quiere regresar. Brazos protectores<br />

lo empujan, queda solo y con una nueva sensación. El caballo se alza en sus<br />

patas traseras, inclina la cabeza y sigue su camino, en su cuerno espiralado<br />

cuelga una botella.<br />

Remembranza inesperada<br />

Los nubarrones espesos se apoderaron <strong>del</strong> azul intenso <strong>del</strong> cielo. Volaron<br />

restos de plateados papeles de chocolates y caramelos desde los niños y<br />

madres que regresaban a sus hogares. El canto <strong>del</strong> atardecer enmudeció sobre<br />

el banco al aire que esperaba para abrazarlo. Entre acacias y eucaliptos,<br />

él malgastaba sus días en monótonos paseos. Salía a recorrer los arbolados<br />

caminos moteados con flores que animaban el triste paisaje de sus ojos.<br />

Dejaba la casa atrás. La concordancia entre cuerpo y mente últimamente<br />

no iban de la mano. Los pasos se dirigían hacia la fuente y el recuerdo lo<br />

trasladaba hacia el invernadero, donde sólo el aroma de los jazmines lo embriagaba<br />

y tristes quedaban los fresnos y las madreselvas. Iba a su encuentro.<br />

Cuidar <strong>del</strong> lugar de trabajo le proporcionaba placer. El galope de su corazón<br />

se fundía, entre los susurros de amor de los árboles en cada uno de aquellos<br />

abrazos evanescentes, en medio de melodías de calandrias y zorzales. La<br />

sombra que lo acompañaba no lucía erguida y ágil, en su lento caminar, difusamente<br />

miraba a los ancianos, que intercambiaban comida por cariño con<br />

93


94<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

esos pobladores: la plaga gatuna. Llegaba la tarde y la soledad lo envolvía.<br />

Un agudo silencio aisló el lugar, olía a algo inesperado mientras sentado en<br />

el confidente banco, la vio.<br />

La mirada quedó fija en la fuente llena de hojas. El sensual cuerpo empezaba<br />

a mover los ojos y su tétrica mirada lo instigó a levantarse. La larga<br />

cabellera cubría sus senos desnudos. Una de sus manos recogió los mechones<br />

para mostrar ostentación, mientras la otra aflojaba el paño que cubría sus redondeces,<br />

con disimulo y provocación. La brisa tendió sus redes y jugó un rato<br />

hasta que lo deslizó de su cuerpo y quedó flotando entre los rotos reflejos. Fue<br />

un momento, no hubo palabras, él se acercó. Le tomó el brazo. Sorprendida<br />

ella le dijo, “mi compañía son los grillos, las noches”. Él, inmerso en un silencio<br />

que lo devoraba la miró, de pronto la sintió nuevamente suya. La abrazó.<br />

Brotó un ruido, quizás un secreto, un íntimo sentimiento. Un escalofrío que<br />

no viene ella, ahora se transforma en algo tibio.<br />

Presentimiento<br />

Corro por llegar a tiempo. Solo necesito verla. Mi obligación es acompañarla.<br />

–Que extraño ese hombre en bicicleta con un impermeable.<br />

–¿Acaso está por llover? –En la parada <strong>del</strong> colectivo, contra las vías <strong>del</strong><br />

ferrocarril, Daniela espera. Un destino incierto le depara. Todo está tranquilo,<br />

abunda la soledad. Una bicicleta por la vereda avanza hacia ella. Un desconocido<br />

se hace visible. Ella se inmuta ante su presencia. Nadie pasa. Todo se hace<br />

efímero. Sólo se escuchan esas palabras viles y desvergonzadas. Los latidos de<br />

su corazón corren tan veloces que la dejan sin respiración. Unos rayos tenues<br />

se escapan y hacen resplandecer su amenaza. Llego a la esquina y siento su<br />

voz. A través <strong>del</strong> cristal <strong>del</strong> último asiento <strong>del</strong> colectivo, la veo y a él también.<br />

Mi mirada en la bruma ve una bicicleta como se aleja al final de la calle.<br />

Reflejo<br />

Disfruta <strong>del</strong> viaje en tren como todos los días. Sólo <strong>del</strong> viaje. Siempre<br />

tiene un asiento que la espera. Se cruza de piernas, abre su bolso y el espejito<br />

refleja la arrugada cara en el cuerpo de niña.


Poesía<br />

JULIA MANSI<br />

Milonga “El aventurero”<br />

Le atrae lo prohibido<br />

la belleza de una flor<br />

bajo el claro azulino<br />

la música <strong>del</strong> tambor.<br />

Dibuja con pinceladas<br />

el <strong>viento</strong> la pasión<br />

sólo él sabe su nombre<br />

sublime perfección.<br />

Prisionero de sus ojos<br />

carmesí en la sonrisa<br />

quieren sus manos tenerla<br />

piel blanca suave melisa.<br />

Mas sólo eres liviana<br />

no quieres lo profundo<br />

causante de la tristeza<br />

se apaga este mundo.<br />

Le pertenece la música<br />

su alma aventurera<br />

sólo los oídos quiere<br />

declararle compañera.<br />

Falta la sinceridad<br />

no posees en ti misma<br />

tienes alas anudadas<br />

provocadora <strong>del</strong> cisma.<br />

Libre corazón palpita<br />

en busca de otro amor<br />

las caricias <strong>del</strong> moreno<br />

se quedaron sin clamor.<br />

95


96<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

María Belén<br />

Casi niña, casi adolescente, casi mujer<br />

corres al tiempo para crecer<br />

nada soy para frenar los impulsos<br />

que expanden la belleza de tu ser.<br />

En cada mañana resuena<br />

en campanitas de cristal tu llanto<br />

sin bañarte reposas en mi pecho<br />

lloró el cielo al perder un ángel.<br />

Saliste en brazos a conocer el mundo<br />

los que te acunan y resguardan<br />

primeras huellitas dibujan<br />

los pasos de una niña plena y avanzada.<br />

Boquita rosada absorbes la espuma<br />

mamá y teté, teté y mamá lo mismo da<br />

vidita de mis entrañas y de papá también<br />

orgullosos tus hermanos juegan a tus pies.<br />

En el volar de las aves <strong>del</strong> cielo<br />

resplandecen los mares y la nieve<br />

rebosa el perfume de las rosas<br />

tu sonrisa seráfica y candorosa.<br />

Abrazos fuertes prolongan despedidas<br />

bolsita a cuadrillé tu compañera<br />

llena de masitas y caramelos<br />

y el calor de un amor insuperable.<br />

Enjambre de lágrimas brotan<br />

emoción, controversia, disculpas,<br />

espontáneamente lágrimas de ver<br />

una niña, una adolescente, casi mujer.<br />

No dejes de jugar en nuestro nido<br />

sólo el sol conduce tu destino<br />

el nuevo camino a continuar<br />

te amo hija, niña adolescente, ya mujer.<br />

Julia Mansi


María Mantovan<br />

Caminos de arena<br />

Prólogo<br />

El tiempo caduca…no encuentro la brújula y tampoco busco el rumbo,<br />

pues cada uno tiene su timón. Nunca es tarde para escribir páginas de dicha en<br />

el libro de la vida, y buscando la aprobación, la renovación, la libertad saboreo<br />

mis silencios y desmadejo recuerdos. El ser diferente, con frecuencia me hace<br />

sentir extrañamente especial, camino dudando, luego espero y me pregunto,<br />

“¿será mejor estar aquí y no en otra parte “?<br />

Como sol de verano, que tan ardua hace la movilidad, la realidad es lenta<br />

y el sueño veloz. La esperanza alienta el ánimo, y libre de tormentos apuesto<br />

a vivir intensamente para renovar la realidad de un día nublado.<br />

Y tan irreal como levantarse temprano sin quejarse me alejo <strong>del</strong> campo<br />

de los recuerdos, sin saber lo que el <strong>viento</strong> dejará en mi lugar.<br />

Un extraño magnetismo me pierde en la nada, huele a desencuentro descubriendo<br />

entonces que en el umbral de los sueños se destaca lo que falta, se<br />

cultivan estilos sin perder los ideales.<br />

Los archivos de la vida conservan un sabor que perdura y alas que me<br />

llevan a retomar el viaje.<br />

Silencios grises llegan<br />

a la hora señalada<br />

de mi claroscuro andar.<br />

La cortina alargada<br />

cubre las sombras viejas<br />

gastados recuerdos pasan<br />

nuevas sensaciones<br />

serán ya acumuladas<br />

para entonces.


98<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Salida de emergencia<br />

Lo pensó una y otra vez, el congreso sería el próximo fin de semana.<br />

Allí ella nuevamente le exigiría a su físico y a su intelecto. Sus compañeros<br />

<strong>del</strong> hospital harían lo mismo. Algunos solos, otros no. Habían pasado los años<br />

y la niebla los rodeaba. El diálogo se esfumaba lentamente. Los hijos habían<br />

aprendido a volar.<br />

–En ti es de noche –balbuceó. La <strong>del</strong>ató la mañana, queriendo encontrarle<br />

sentido a la vida, como motor <strong>del</strong> futuro.<br />

–Acompáñame al congreso –agregó.<br />

–¿Seguro? Si ya somos tan diferentes –acotó sorprendido.<br />

–Seguro, intentémoslo, esto no tiene salida de emergencia.<br />

Simplemente amigos<br />

Era un bosque muy tranquilo y ordenado, dividido por sectores. En una<br />

parte vivían los hongos con techos coloridos, los habían grandes, medianos<br />

y chicos. Cada mañana los chicos salían a recorrer un poquito por el sol, sin<br />

alejarse de su lugar, ya que tenían que volver a la tierra donde estaban. Siempre<br />

que salían, los grandes les decían “Disfruten, pero no jueguen con las mariposas,<br />

son diferentes a nosotros”. En otra parte <strong>del</strong> bosque vivían ellas, las había<br />

también en variedad de colores y tamaños. Todas las tardes a la hora de más<br />

sol salían las pequeñas a volar juntas y luego se separaban como danzando<br />

alrededor de las plantas, pero sin apoyarse ni jugar con las flores ni las ramas<br />

pues las grandes les habían advertido de no jugar con otras especies. Una tarde<br />

un picaflor azul jugando a ver quien volaba más lejos con su hermanito, el<br />

pequeño colibrí anaranjado, se posó sobre una rosa china. Allí su hermanito<br />

le recordó que no debían alejarse más, ni mezclarse con otras especies ya que<br />

los grandes no les daban permiso. Aunque los picaflores recordaban lo que no<br />

debían hacer estaban muy aburridos de volar siempre cerca de sus nidos. Así<br />

fue como se encontraron alejados cuando un ventarrón sacudió la rosa china y<br />

se asustaron muchísimo. Enseguida descubrieron la presencia de los hongos y<br />

ya que eran pequeños se refugiaron debajo de sus techos. Pasado el mal tiempo,<br />

volaron hacia su lugar reencontrándose con sus iguales. Y les contaron a<br />

los otros como los hongos les habían servido de refugio. A la mañana siguiente


MAríA MANToVAN<br />

muchos de ellos volaron juntos a ver el lugar y disfrutaron al descubrir que los<br />

hongos se movían y compartieron alegrías de juegos y colores que eran nuevas<br />

para todos. Día tras día siguieron viéndose y las mariposas se unieron a ellos.<br />

Tanto tiempo se quedaron jugando, que los grandes al ver que no regresaban<br />

<strong>del</strong> paseo salieron todos a buscarlos. ¡oh qué sorpresa!, descubrieron que eran<br />

ToDoS AMIGoS.<br />

Traspaso<br />

De pronto, tu figura serena y segura emergió de una bruma asomada<br />

entre dudas y certezas, llantos y fantasías. Tu mano cálida entibió mi ser y<br />

calmó la sed de interrogantes. Un curioso juego de contrastes habían conseguido<br />

llenar mis noches de insomnio. Como arrancado por el <strong>viento</strong> y<br />

sacudido el polvo <strong>del</strong> camino, tras una huella de sorpresas comenzó el vuelo<br />

sideral. Sólo era cuestión de esperar, o no, sino de aprender lo que creemos<br />

saber. Y sin dudarlo me lancé a la aventura <strong>del</strong> interrogatorio, por el que<br />

obtuve precisa respuesta. Sí, los tiempos son otros, y se hace lo que se debe,<br />

no se cuestiona, ni se elige. Ya no habrá corridas, ni relojes ni asperezas que<br />

limar. Todo tendrá su cuándo, dónde y porqué. La guerra ya no duele, la espera<br />

es placentera, los caminos se iluminan, la calma reemplaza al tormento<br />

y los torbellinos se apaciguan. Más no fue suficiente, la fantástica experiencia<br />

agolpaba mi ser ocupando mi mente en la constante búsqueda. Cada vez más<br />

cerca me hallaba y el interés por tanta revelación ya me confundía. Así pues<br />

conseguí ubicarme como al borde <strong>del</strong> precipicio sin darme cuenta. Con la<br />

misma intensidad que sentía por saber, deseé que no hubiera próxima vez para<br />

deshojar los pétalos de la silenciosa eternidad. Explicaciones impecablemente<br />

razonadas inquietaban mi interior sin lograr atenuar mi propio desamparo…Y<br />

así con austeridad de recursos logré contener estas posesiones emotivas, pues<br />

nada se oxida de golpe.<br />

Visión borrosa<br />

Dominada por un repentino sudor me sentí obligada a ocupar ese sillón<br />

<strong>del</strong> living tantas veces ignorado y a la vez deseado, siempre esperando el<br />

planificado momento para un relax. Un aroma a fresias me transportó a otros<br />

99


100<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

tiempos brindándome un breve paseo por los rincones de la memoria. Corría<br />

a través de un campo de flores silvestres celestes y coloridas mariposas que<br />

rara vez lograba alcanzar. Al atardecer los bichitos de luz comenzaban a iluminar<br />

la oscuridad de la noche. Cuánta inocencia y sencillez moraban en ese<br />

entonces, la emoción por los encuentros con la naturaleza se adueñaban de mi<br />

ser cada tarde cuando teníamos permiso para salir. Sorpresivamente el teléfono<br />

me devolvió al puesto abandonado, agregándose el timbre. El reloj me recordó<br />

su presencia y un torbellino de ideas rondaron abruptamente sobre mí. Luché<br />

por no volver, quise seguir viajando por el tiempo, pero allí a mi alrededor<br />

yacía la realidad, la que ya hacía años regía mi vida y no me daba tregua, solo<br />

exigía… ahora… ya… y sin vacilar. Que lejano parecía todo aquello, hasta<br />

llegué a pensar que no me pertenecía, que no tenía derecho, que era circunstancia.<br />

Intermitentemente comencé a comparar la niñez actual, los tiempos,<br />

los compartires, los sueños. ¡Vaya si teníamos sueños!, parecían desmedidos<br />

pero maravillosos al fin. Recuerdo que siempre quise ser famosa una famosa<br />

escritora, pianista, bailarina. Era muy grande el anhelo para aquel entonces,<br />

donde no existía casi nada de lo que hoy tienen los niños desde que nacen.<br />

Pareciera que pertenece a sueños de hace siglos, sin embargo…No, no hace<br />

tanto. No tengo siglos, pero sí, etapas concluidas y un puñado de pasado que<br />

me sirve para alimentar ese yo, que de tanto en tanto refloto. Cerca y lejos,<br />

rígido y maleable, el futuro incierto avanza y necesito recomponer las piezas<br />

para emprender el viaje con sus claros y oscuros a ese tejido mágico llamado<br />

destino. Una vez más insisto, busco auto aprobación y apuesto a encontrarle<br />

sentido a este paseo, tratando de vivir como si la vida fuera a acabar. Y aunque<br />

el cuerpo demore en permitir que me levante, cambio la realidad guardando<br />

momentos diferentes de una misma historia reconciliándome con los secretos<br />

y los fantasmas, despertando una vez más a la esperanza.<br />

Hebras de plata<br />

Allí está, sentada junto a la ventana que todos los días alberga su soledad.<br />

Muda y absorta con su mirada perdida, impenetrable, lejana. ¿Sus pensamientos?,<br />

parece que no pensara. Pero, sí, piensa, pues hay palabras precisas en<br />

momentos precisos, y según su propio refrán: “Las mejores palabras son las<br />

que no se dicen”. ¿Por qué el silencio? Seguramente los recuerdos llenan sus<br />

horas, que van y vienen sin definir tiempo ni lugar. Pero junto a la ventana<br />

el mundo insiste y se dibuja todo. La distracción <strong>del</strong> caminante, algún que


MAríA MANToVAN<br />

101<br />

otro saludo no advertido y la fiel mascota que siempre la acompaña mirando<br />

hacia la calle. Allí siente el calor <strong>del</strong> sol, recoge el frío <strong>del</strong> invierno pese a la<br />

estufa y ella la acompaña, inclaudicable y silenciosa, como es. Etapa difícil<br />

la de la penumbra. Ya no cuentan las decisiones ni los deseos. Todo parece<br />

oscurecerse y malograrse o se deja de ser útil, sin saber si por propia decisión<br />

o por imposición. El resultado es el mismo. ¿Cómo explicar que fue útil y más?<br />

Tuvo una vida muy sacrificada y laboriosa como quizá muchos de los que la<br />

ven inactiva jamás lo hicieron. rodeada muchas veces de murmullo por las<br />

circunstancias <strong>del</strong> ambiente, otras veces <strong>del</strong> silencio o algo de música jamás<br />

abandona su interior. Hasta la sonrisa se ha olvidado de ella o ella la ha abandonado.<br />

Solamente algunos acordes y letras la transportan quién sabe donde.<br />

Algunas personas y circunstancias hacen lo suyo alguna vez. Así es como día<br />

tras día se propone seguir este desafío que acompaño sin cesar, atesorando sus<br />

recuerdos, acompañando sus ocurrencias llenas de sabiduría, las que conceden<br />

las Hebras de Plata.<br />

Jardín <strong>del</strong> tiempo<br />

Una vez más lloré y transgrediendo la continua autocompasión me entregué<br />

a la nostalgia que jugó a las escondidas con la culpa y la justificación.<br />

El noble recurso de la reflexión me expone a continuos debates internos que<br />

como de costumbre indagan pero no resuelven. Aún dudo si alguna vez hallaré<br />

la salida de este laberinto en medio de un bosque que temo abandonar<br />

por cobardía.<br />

Lugar de paso<br />

Allí, recorriendo su historia personal, como rindiendo culto a la tristeza,<br />

un fuego interno abraza la noche helada. Momento de establecer contacto con<br />

su ayer donde conexión y complicidad se escurren entre la inconciencia y el<br />

miedo, solo posibles en el silencio. Para aliviar su aislamiento y alucinado<br />

con la sinfonía de los recuerdos quedóse inmóvil en ese instante que duró una<br />

eternidad. Tanta impotencia contenida de diversas procedencias. reconociendo<br />

su sensatez trata de librarse <strong>del</strong> terrible fantasma que había sembrado<br />

el germen de la intriga, tan lleno de rincones, personajes y sensaciones. Solo<br />

queda tiempo para un diálogo forzado de un recorrido planificado hacia el


102<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

tramo final de horas intempestivas para que no quede vibrando ni una nota, en<br />

el solitario asilo de los muertos.<br />

Piedras moras<br />

Arrancada <strong>del</strong> <strong>del</strong>irio aparecí en este valle de piedra, pretendiendo<br />

desanudar mi garganta. Es una noche helada que se expresa sin adornos ni<br />

malabarismos, con la inocencia y la candidez de las canciones populares; pretendiendo<br />

recomponer las piezas que buscan reconciliarse con los secretos y<br />

los fantasmas en la vida de mi sombra. La incesante búsqueda naufraga en sus<br />

propias aguas arrastrando mi cadáver. ¿Para qué este gran silencio? Acaba de<br />

volarse el tejado y un funesto presentimiento de un <strong>viento</strong> negro que impide<br />

respirar despierta a la esperanza, que de largo aliento asoma en mi noche.<br />

Piedras moras que dejaron su recuerdo en la memoria. Piedras moras que me<br />

acompañan. Piedras moras emprendiendo un viaje hacia los orígenes, de ser<br />

yo misma.<br />

Poesía<br />

una suave nostalgia<br />

Como un sembrador de sueños<br />

<strong>del</strong> que ya me siento alejada<br />

intento convertir mis pensamientos<br />

y sentimientos en palabras.<br />

Alucinada por otra oportunidad<br />

me fundo en un maravilloso caos<br />

al igual que Neptuno sin barba y sin tridente<br />

para llenar de inquietantes recuerdos<br />

mis noches de insomnio.<br />

Y mirando a los ojos<br />

de una realidad que consume<br />

hago este viaje<br />

buscando alivio instantáneo<br />

en épocas oscuras.


MAríA MANToVAN<br />

Vuelvo una y mil veces<br />

para cerciorarme de la<br />

austeridad de recursos<br />

sin saber si queda tiempo<br />

para encontrar serenidad<br />

en el medio de la tormenta.<br />

Viaje en la nieve<br />

Silenciosos espejos en una niebla de mentiras<br />

crean un testamento de urgencia<br />

para cubrir los hielos de la derrota.<br />

Con lo que la sombra deja en la memoria<br />

la aparente desventaja cambia la realidad.<br />

Ya no hay más malvones ni empedrados<br />

que inquieten los recuerdos.<br />

Trato de soñar mis sueños<br />

sin entender que los razonables discursos<br />

buscan la flor de los perfectos amores<br />

destacando el olor que tiñe de blanco<br />

las cortinas bordadas con hilos de oro.<br />

Emociones<br />

El oscuro viaje espera<br />

alucinado por el misterio de nocturnidad<br />

la solitaria búsqueda deshoja<br />

los pétalos de una silenciosa eternidad.<br />

Color de perfume a jazmín<br />

extendiéndose por los campos verdes<br />

de un valle bajo un juego de luces y sombras<br />

que irradian las llamas<br />

de un tiempo que acabó de pronto<br />

como llevándose el alma y dejando el cuerpo<br />

Un desafío progresivo que invita a quitarse el velo<br />

explora los confines internos<br />

jugando a los dados con el destino<br />

103


104<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

de los amantes en cada aurora.<br />

Los sorprendió la madrugada<br />

el mar rugía y Cupido de un modo prodigioso<br />

con su manto de estrellas<br />

suavizó la puñalada de una carga emocional<br />

que sumaba ingredientes<br />

para no disgregar los sueños.<br />

Y sin temer a los desafíos <strong>del</strong> futuro<br />

saben que morir es solo un cambio<br />

como nacer.<br />

La noche<br />

Al caer la luz aparece la duda y todo se confunde.<br />

Brillo viene, brillo va y es por la eternidad.<br />

Reflejo de ausencia y presencia<br />

arquetipo ineludible de semejanza<br />

materia intangible, sustancia efímera<br />

donde los grises te atrapan y los sueños se concretan.<br />

Angustia y misterio, límite y extensión<br />

que se apagan para luego volver.<br />

Temáticas desafiantes<br />

incorporan a lo usual<br />

curioso juego de contrastes<br />

atenúa su desamparo<br />

no se cansa de morir.<br />

Valor<br />

María Mantovan


Hannah Martin<br />

Destellos<br />

Prólogo<br />

Quiero acariciarte con mis alas, poemas que añoranzas arraigan y en el<br />

fulgor de la mañana ver la vida que cambia al abrir la ventana.<br />

Vendaval y lilas, perfumes. El júbilo <strong>del</strong> espíritu y el sudor de la emoción.<br />

Así se complementa la única receta que tiene por destino tu corazón.<br />

Nace cuando la razón se conecta con el todo. Con las partes y con vos<br />

que estás ahí a la espera de ese viaje. Nací para ti. “Un Ángel”, que se viste de<br />

romance y poesía, de cuentos…<br />

Abre tu alma, quiero habitarte.<br />

Quiero escuchar otra vez<br />

el murmullo <strong>del</strong> universo<br />

quiero tener fe y soñar<br />

señor de mis decisiones<br />

libre, libre…<br />

Quiero que las pisadas en la arena<br />

sean<br />

eternas, eternas…


106<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

La última espina<br />

Siempre tembloroso con la voz en llamas y el juego de sus ojos dibujando<br />

grandes alas en su rostro blando, blando de amor y con un arco iris al hombro<br />

se fue en el último tren de la estación la esperanza. Fuma un cigarro, suspira<br />

hondamente dejando grandes agujeros a rojo y metal emprende esa ansiada<br />

búsqueda. Sostiene la cabeza con su mano, mira hacia <strong>del</strong>ante y piensa que<br />

nada calmaría el dolor de su estómago que unía ese instante con las melodías<br />

creadas con la música <strong>del</strong> tren aumentando sabor como a canela y miel. Cuando<br />

bajó en el lugar de siempre llovía acompasadamente y las gotas de lluvia<br />

se cubrían de un manto de sal a medianoche. Así entendió que tenía que encontrar<br />

a la rosa. Buscaría en el jardín que lleva por nombre: juventud. Buscó<br />

por todos lados hasta que alguien preguntó:<br />

¿A quién buscas?<br />

–A rosa, la niña <strong>del</strong> colegio 15. Cuando nos despedimos dejó una carta<br />

con perfume, estoy aquí para recuperar a la niña, tal vez ya es una flor y sólo<br />

le quedó una espina.<br />

La vuelta / La ola<br />

–¿A qué vienes? –le replicó la roca cuando se acercaba el agua <strong>del</strong> mar.<br />

–A lastimarte.<br />

¿Para qué vuelves tan fuerte y vestida de blanco? ¿Por qué? Sabes que te<br />

espero aunque sólo sea para sentir tu daño.<br />

Vuelvo porque la noche se vistió de espanto, eres mi víctima. Voy y vengo<br />

como quiero, libre estoy y no me importa que esperes en letargo. Tu piel<br />

reseca no florece.<br />

–Espera, alguna vez refrescaste mis poros resecos, alguna vez creí que<br />

te apoyaste en mí. Nunca pensé que sólo pasarían tus rugidos maltratándome<br />

solamente. Cuando vuelvas recuerda, que aquí me encuentro esperando, no<br />

conozco otro modo de amar.


HANNAH MArTIN<br />

Corazón<br />

Para Ivana<br />

107<br />

Cada mañana que se asoma en tus ojos hacen ver lo imaginario <strong>del</strong> tiempo<br />

y tu espléndida sonrisa es más dulce en tu mirada. El más rico sabor es tu<br />

piel de porcelana. Tus manitos de almendra acarician mi cara y se va el dolor.<br />

Tu luz me remonta al futuro y me apuro. Quiero que llegue hoy. Me das tanto,<br />

tanto que no recuerdo el pasado y el valor aparece de repente. Caminando de<br />

tu mano se hace poderoso el sentir y pequeño el corazón para guardar tanto<br />

amor. Cada noche que desaparece en tus ojos es diferente y en un invierno a<br />

pleno es más fuerte tu calor y todo se hace leve y soy feliz.<br />

La zarza ardiente y el gran devorador<br />

Era una tarde pálida, solitaria, rutinaria como tantas, ella sostenía el<br />

color vivo de la esperanza. Él la acompañaba con gran entereza y le daba la<br />

seguridad, una cantidad de seguridad difícilmente de imaginar. Eran ellos<br />

la admiración de todo transeúnte, elogios, caricias y toda mirada fabricada<br />

especialmente para la ocasión, hasta que se anunció una importante noticia,<br />

el devorador arrasaba desde lejos y sin parar. robando el corazón <strong>del</strong>icado <strong>del</strong><br />

ciprés, ardiendo quedó ella. Sin piedad frágil fue consumiéndose hasta desaparecer.<br />

Él por su parte luchó por sobrevivir y se mantuvo en pie con la raíz<br />

firme. Arremetió con saña el viajero rojo. Dejó al pobre ciprés sin su <strong>del</strong>icada<br />

compañera. Solo en su memoria y detenida en su retina. Grabó para siempre<br />

el adiós al sosiego de aquella historia de amor que a sangre y fuego se esfumó<br />

con alas de eternidad.<br />

La vida / El fin<br />

Así es de largo el camino por recorrer. Así es el que no se detiene un<br />

segundo y que no avisa ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?<br />

Él aparece y te sorprende justo a tiempo aunque no lo necesites ni lo<br />

llames. Si quieres llegar a y conocerlo, tal vez no entiendas, tal vez no aprendas,<br />

que llame a tu puerta dos veces, más aún, él nunca se detiene, nunca dice<br />

basta, entra y nada… todo… Puede pasar.


108<br />

Poesía<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

obsesión<br />

El sol que se queda en mi ventana<br />

y me gusta, mi libertad baila con arlequines.<br />

Yo te olvidé, todavía no aprendiste.<br />

Quien fue, quién será, aquí no me encuentras, Poseidón.<br />

En las paredes de tu corazón está la verdadera explicación.<br />

Fantasean con el temblor tus besos que amanecen lluvia y <strong>viento</strong>.<br />

Éxtasis, cascada de luna que intenta atropellarme<br />

con su fino punzón, Poseidón, aquí estoy.<br />

Pisadas<br />

Voy a borrar de mi mente tu existencia<br />

para que el sol abra sus puertas en mí<br />

y la noche bañe sus lágrimas en la laguna<br />

que alguna vez existió.<br />

Ni un paso atrás, ni volver a empezar.<br />

Seguir con los pies descalzos,<br />

pediré a Dios que transforme todo lo que soy.<br />

Que me tome en sus brazos y me acune<br />

como un niño luego de nacer.<br />

Que me envuelva con amor verdadero<br />

para que pueda cantar cada mañana<br />

y sonreír en la tristeza.<br />

en el cruel sendero y muy profundo<br />

marco de la desazón.<br />

El pensamiento<br />

Nadie puede escaparse ya, de la sombra<br />

y ser más oscuro.<br />

Si alguna vez no lo intentas


HANNAH MArTIN<br />

sucumbirás sin ver la luz.<br />

Puedes encontrar sabiduría<br />

en lo íntimo de tu ser.<br />

Puedes caminar sin miedo<br />

aunque el corazón estalle<br />

en rojo pasión.<br />

Y cuando llega ese amor<br />

desenfadado que te evade<br />

sólo por un instante otra vez<br />

vuelve el remolino neuronal<br />

huracanado obligándote a empezar.<br />

No te detengas en el camino.<br />

Estás vivo, no mires atrás<br />

aunque te amordacen y acobarden.<br />

Sigue, camina, hasta ver más.<br />

El mañana está cerca.<br />

Allí donde está el resplandor.<br />

No te detengas, aunque solo<br />

sea para volver a intentar<br />

solo resta esperar.<br />

La balanza<br />

Es tiempo de mirarte<br />

aunque estés ausente.<br />

Es tiempo de entenderte<br />

aunque estés displicente.<br />

Es tiempo de acompañarte<br />

aunque te sientas inerte.<br />

Es tiempo de acariciarte<br />

aunque el calendario e aqueje.<br />

Es tiempo de enlaces<br />

aunque falten jinetes.<br />

Es tiempo de desiertos<br />

aunque pienses que no puedes.<br />

Es tiempo de campaña<br />

aunque el poder no sea tu eje.<br />

109


110<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Y ahora que ausente entiendes<br />

Ser inerte es quien aqueje<br />

los jinetes no pierden el eje<br />

cuando sostienes altiva<br />

Con la mirada la luz de este<br />

desmesurado y desequilibrado corazón.<br />

Rompecabezas<br />

No es difícil equivocarse<br />

cuando no está completo el rompecabezas.<br />

La pieza que me falta la tenés vos<br />

y cuando la tenga en mi poder<br />

no te voy a dejar ir jamás.<br />

Tu amor y tu canción<br />

me llevan a la eternidad.<br />

Imagino un mundo nuevo y mágico<br />

donde sólo hay lugar para el sol.<br />

Es posible creer en el amor.<br />

Será cuando debe ser.<br />

en ese momento y en ese lugar.<br />

sólo hay que esperar un poco más.<br />

Sin desesperar lo desesperanzado<br />

porque lo último es lo esperado.<br />

Vale la pena intentarlo una vez más.<br />

sentimiento de mi más rojo corazón.<br />

Vencer<br />

Cuervos que se asoman<br />

y te dejan sin luciérnagas<br />

tejiendo la diabólica<br />

tiranía de la vida…<br />

Vientos que envuelven y enmudecen<br />

el desierto y ahogan y<br />

se bañan en la arena.


HANNAH MArTIN<br />

Esperanzas secas se desvanecen.<br />

Esperanzas muertas se convierten<br />

en sangre dolor y miseria<br />

que adormece el fuego<br />

de espejos atrincherados<br />

enteramente a vos.<br />

roban el color de tu cielo.<br />

Esperanza vela por tu espanto<br />

vela por tu iris<br />

vela por tu noche que te espera el sol.<br />

Cuervos que se duermen<br />

con el poder de tu canto<br />

con el poder de tu llanto<br />

con el poder de tu fuerza interior.<br />

Deja tu vuelo y camina<br />

que el manto de neblina claudicó.<br />

Eres<br />

Eres quien me da valor para seguir y luchar.<br />

Eres quien alivia mi alma.<br />

Eres muy importante para mí<br />

aunque no lo parezca ni te des cuenta.<br />

En mis silencios invadidos de angustias y algo más<br />

te encontré y empecé a conocerme, a quererme…<br />

Ahora mi figura no es extraña a mis ojos enlutados<br />

y es por tu ternura.<br />

Eres el que anula los desvíos de la razón.<br />

Eres con quien deseo envejecer y,<br />

desde la eternidad volver.<br />

Tribunal de la vida<br />

Como impresionarte y lograr apasionarte.<br />

Llegas tarde y no ves la aurora<br />

que destella en la espera<br />

que va conmigo como un viaje huracanado<br />

111


112<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

hasta llegar a ti, un compás de vida.<br />

No me importan las caricias.<br />

No me importan las iras.<br />

Dejo en el fango lodos encordados<br />

dejo mis manos en tu destino<br />

dejo al <strong>viento</strong> tus amores<br />

dejo en el alma tus sinsabores.<br />

Que el oro levante el rayo apagado por tus palabras.<br />

Dar, entregar dicha, placer. Son las horas que viví.<br />

Tú en tu viaje, yo en mi camino, ¿me pregunto?:<br />

Los dos en el mismo destino…<br />

Los dos marcando un juicio…<br />

Ante el tribunal, sé que no estás y no volverás<br />

y no puedo decirte que te quiero y no puedo verte volar.<br />

Nocivo y ruin es el paso que amordazo los labios<br />

en el bendito adiós.<br />

Semejante<br />

Semejante es la profundidad<br />

de tus oscuras palabras<br />

al martirio de tus pasos en mi piel.<br />

Marco de inquietud y exequias<br />

en el devenir de las horas<br />

en la sanción <strong>del</strong> suplicio hacen yacer.<br />

Semejante es la hostilidad de tu <strong>del</strong>irio<br />

y el emblema de tu felicidad cruel<br />

que como el río en el devenir de los días<br />

vuelven y caen<br />

sin saber, inocentes,<br />

que todo tiene un tiempo de vejez<br />

Hannah Martin


Florencia Luz Muñoz<br />

Espejismos de mensajes<br />

Prólogo<br />

El arte de escribir es un placer fabuloso que día a día me sorprende. El<br />

profundo poder que las palabras ejercen sobre mis emociones fue y será único.<br />

Términos que encienden la pluma y que fugazmente llegan a mi ser incrementando<br />

mis ideas. Gracias a la variedad de grandes autores, pude sumergirme<br />

en un universo diferente, alejándome de la cotidianidad que me ahogaba.<br />

En esta presentación de mis obras literarias expreso a través <strong>del</strong> papel<br />

espejismos que cada ser humano posee en el interior de su imaginación. Pudiendo<br />

así liberar mensajes y sentirse especial enfrentando de otra manera la<br />

realidad que lo rodea. Viajando y dejándose llevar por cada palabra impresa.<br />

revelar libre y secretamente anhelos de la mente, cuerpo y alma,<br />

con el golpe de efecto que producen ciertas palabras.<br />

La sustancia proveniente de la lluvia de nuestros días,<br />

espejismos que reflejan un horizonte lejano,<br />

espejismos que sobreviven a este mundial naufragio.<br />

Ausencias reemplazadas por mensajes continuos,<br />

inmensidad que llena el vacío de nuestras vidas.<br />

Capaz de captar un instante y transmitirlo a toda la humanidad.<br />

El gran espejismo <strong>del</strong> cosmos: el placer de escribir.


114<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Casualidad<br />

Él era una persona que había tenido que saltar varias piedras en el camino.<br />

Fuimos vecinos por mucho tiempo. Siempre había sido reservado con respecto<br />

a su vida íntima, era a mi entender casi una tradición de familia. Mi profesión<br />

me llevó a deducir la trama secreta que poseía su filosofía de vida, o al menos lo<br />

intenté, aunque sin éxito. Una noche primaveral y tormentosa nos encontramos<br />

de casualidad en un bar cerca <strong>del</strong> aeropuerto. El bar estaba lleno, solo había un<br />

lugar en mi mesa, enseguida me reconoció y no me quedó otra que invitarlo.<br />

–Tanto tiempo…dime, qué es de tu vida, a que te dedicas…preguntó con<br />

ansiedad irónica este joven, al mejor estilo Capote.<br />

–Soy periodista, ya sabes, escribo historias de todos los tipos. De los que<br />

te puedas imaginar y de los otras –contesté.<br />

–Debes llevar una vida urbana muy agitada. Yo soy fotógrafo, trabajo<br />

para una empresa de mi ciudad lejana, una ciudad muy tranquila. Nos trajeron<br />

una botella de champagne que él sin consultar había ordenado.<br />

–Me imagino que debes estar por tomar un vuelo para regresar a tu ciudad<br />

–dije– siguiendo la conversación.<br />

–oh, no. Hace unos días que me hospedo en un hotel cerca de aquí, estoy<br />

esperando a alguien porque le tengo que comunicar una noticia.<br />

¿Estás esperando a alguien o tomas un vuelo?<br />

–Estoy esperando a mi novio… Luego de tomar unas copas parecía como<br />

si se estuviera confesando.<br />

–En mi vida amorosa nunca fui correspondido hasta que hace unos dos<br />

años atrás descubrí a una persona especial. Sería capaz de morir por mantenernos<br />

juntos. Nuestra relación es muy profunda.<br />

–Yo hace tres años que estoy de novia, pero desde nuestra primera pelea,<br />

las cosas cambiaron muchísimo. Trato de salir de esa perfección que nos<br />

ahogó –dije en un tono sincero. Todavía no logro comprender por que hablé<br />

con ese hombre. Se levantó de su asiento un tanto mareado, le pregunté si se<br />

sentía bien y me dijo riendo que era uno de sus síntomas crónicos. Mientras<br />

estaba ausente observé el bolso que había dejado en la silla. Del cierre central<br />

sobresalía un gran sobre de color madera. Al acercarme más descubrí que<br />

estaba impreso su nombre y debajo el nombre de un laboratorio. Pero me<br />

contuve y no lo abrí. Pasados unos instantes volvió <strong>del</strong> baño, miró su reloj,<br />

me saludó y se retiró sin decirme cual era su rumbo. Tampoco quería saberlo,


FLorENCIA LUZ MUÑoZ<br />

115<br />

su vida parecía feliz pero sin duda, existía una turbulencia que lo consumía<br />

de alguna manera. Finalmente llegó mi pareja, me abrazó y luego me besó de<br />

una manera extraña. En su rostro, helado y mojado por la llovizna, aunque<br />

templado, noté que algo sucedía. Un problema, una grave situación lo envolvía.<br />

No me di cuenta si fingía, lo cierto es que me dijo que no me molestara, pero<br />

necesitaba salir a tomar aire y a reflexionar ciertos acontecimientos. Le dije<br />

que no había problema. No lo volví a ver. Meses después, sin saber nada, esperando.<br />

Por cierto, entretanto me enteré que había muerto mi vecino a causa<br />

de un virus, su pareja falleció a su lado. Ambos se habían arriesgado a darlo<br />

todo por amor. En la puerta <strong>del</strong> cementerio creí ver esfumarse la sombra de<br />

mi novio pegándose un tiro.<br />

Teatro personificado<br />

¿Cómo puede ser que una parte de mi estructura ósea llamada escenario<br />

pueda llegar a convertirse en algo tan real y profundizar en el corazón de las<br />

personas como un golpe de efecto que acaricia su pensamiento? Todas las<br />

noches en cada función hago mi mayor esfuerzo por descifrar –algunas veces<br />

con más exactitud y éxito que en otras– la trama oculta de cada espectador<br />

que ocupa otra parte de mí. En ese momento es cuando me siento –voy a<br />

confesarlo– orgulloso de mí mismo, al poder congelar la vida cotidiana <strong>del</strong><br />

espectador y cristalizar su mente por unas horas y así descubrir su verdadera<br />

esencia mezclada con la mía. Aunque también me atormenta pensar que en<br />

algún momento mis ojos se van a cerrar y mi público ya no podrá palpitar<br />

todas las historias que provienen de mí. Qué inmensa tristeza sentiré en esos<br />

días, mis últimos días…ya que no aguantaré una desilusión como esa.<br />

Pero mientras tanto sigo disfrutando de la magia y el encanto que reinvento<br />

en cada función.<br />

La jugada de la paz<br />

Imperio encontró el lado imparcial de su vida. Hasta ese momento todo<br />

parecía perfecto, y tenía un futuro próspero asegurado. Estaba orgullosa de sus<br />

logros. Un anochecer de sábado, arribó a su lujosa casa, luego de asistir a un<br />

cumpleaños familiar. Estaba muy aburrida, la familia no era su especialidad.<br />

Prendió la luz de la entrada y se dirigió a su habitación, tomó un libro, para ser


116<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

más precisos una obra de teatro, iba por el acto segundo cuando escuchó un<br />

sonido extraño proveniente <strong>del</strong> hall. Al ir a revisar que sucedía, una brisa melancólica<br />

le rozó su cara angelical y rompió en llanto. Pasados unos instantes, en<br />

el anterior escenario, comenzó a realizar un monólogo. La mayoría de las veces<br />

lo hacía para descargarse, pero esta vez su propósito era que sucediera algo distinto.<br />

Estaba ahogada en su rutina. A medianoche, volvió a sentir esa brisa, pero<br />

en todo su cuerpo. De repente, se le apareció una especie de espíritu.<br />

–Vienes a buscarme, ¿no? Hace rato que estoy esperando esta visita –dijo<br />

la joven solitaria.<br />

–En parte tienes razón, pero antes quisiera que pienses, qué le hace falta<br />

realmente a tu vida –dijo el ser nocturno.<br />

–¡¡¡PAZ!!! –exclamó la joven atormentada.<br />

–Yo te puedo conceder eso que tanto deseas, sin embargo ya es demasiado<br />

tarde.<br />

–Te propongo algo…que te parece si jugamos un partido de damas…al<br />

fin y al cabo las dos somos damas, ¿no?<br />

–Supongo que sí…y si tu ganas yo te tendría que dejar en PAZ…<br />

–¡SI!<br />

–Bueno, trato hecho –El partido duró más de una hora, ambas pensaban y<br />

jugaban maravillosamente. Las miradas que se cruzaban en la partida <strong>del</strong>ataban<br />

todo lo que sentían. Finalmente, la muchacha se dirigió hacia un pasillo oscuro y<br />

tormentoso, en su mano llevaba un frasco que contenía esa brisa melancólica.<br />

Frente a mí<br />

Mientras recorría el largo y solitario camino que me llevaría a la casa de<br />

mi madre, vi a un pobre sujeto que se dejaba picar la cara por un murciélago. Al<br />

principio me pareció realmente patético, pero luego decidí intervenir en la escena<br />

y me di cuenta de que el hombre estaba indefenso. Tomé la decisión de ir en<br />

busca de ayuda, pero cuando arribé a casa, encontré a mi madre tirada en el piso<br />

de la cocina, con una particular herida en su cara, muy parecida, me arriesgaría a<br />

decir que era casi idéntica a la <strong>del</strong> sujeto que había hallado anteriormente. Volví<br />

por el mismo camino, esta vez en busca de un médico, el hombre ya no yacía<br />

más en aquel sitio… solo quedaba en mi mente su mirada penetrante…fue en ese<br />

instante que me di cuenta quien era el murciélago… estaba frente a mí.


Verdad oculta<br />

117<br />

Mi curiosidad me llevó a destrozar la supuesta calma que perduraba en<br />

mi familia. Pocos meses pasados de la muerte de mis padres, investigué lo que<br />

nunca podía sacar de sus palabras: el estilo de vida de mis abuelos. En aquel<br />

momento vivía en la casa de ellos. Como era habitual estaban ausentes, se<br />

encontraban de viaje. Mis abuelos habían viajado por todo el mundo. Llevaban<br />

sus pasaportes a donde fueran, no importaba el lugar, ellos siempre decían que<br />

era por algún caso de emergencia, es casi lo único que recuerdo de ellos siendo<br />

niña o que nunca los veía. Sin embargo, con el pasar <strong>del</strong> tiempo, parecieron<br />

sentar cabeza. Su modo de vida era una intriga para mí. Por empezar, busqué<br />

en sus habitaciones. Así encontré un álbum de fotos recientes, sin importancia,<br />

y una carpeta llena de papeles con códigos. Pasadas algunas horas, al despertarme<br />

de mi siesta (debo confesar que no había podido dormir bien), se me<br />

ocurrió bajar por las escaleras deterioradas <strong>del</strong> sótano. Hallé un armario con<br />

candado, busqué como romperlo y se abrió rápidamente. Además de caer sobre<br />

mi cabello toneladas de polvo, unas cajas bastantes pesadas lo hicieron sobre<br />

mis pies. Permanecí allí durante horas, finalmente entendí por qué nunca me<br />

hablaban de mis padres pero ya era demasiado tarde, habían regresado porque<br />

el vuelo se había cancelado. Se dirigieron hacia mí, me saludaron, tomaron<br />

los papeles que se habían desparramado, los volvieron a su olvido, llamaron<br />

por teléfono y reservaron pasajes, me saludaron y se fueron. La sed que tenía<br />

me estaba matando, tomé un vaso con agua y me dirigí a mi cama. ¡Ah! Antes<br />

de cerrar la puerta se miraron asintieron con la cabeza y dejaron sobre la<br />

pequeña mesa de entrada unos papeles. Supongo que ellos habrán seguido su<br />

rumbo…pero me dejaron un pasaporte con mi nombre.<br />

Poesía<br />

FLorENCIA LUZ MUÑoZ<br />

Soneto al séptimo arte<br />

Visualizar efemérides gratos<br />

es tu magno designio en el cosmos,<br />

ilustrando el deseo esplendoroso<br />

de tu persistencia durante años.<br />

originales espectros de cambios


118<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

reflejados en tu interior prodigioso,<br />

producen ensueños glamorosos<br />

teniendo a la humanidad en tus manos.<br />

Prestigio en tus obras y memorias,<br />

naturales como olas en el mar,<br />

purificantes como sentir gloria.<br />

Huir de la tormentosa realidad,<br />

yacer en los pétalos de tu historia<br />

admirando tu inmensa eternidad.<br />

Tempestad<br />

I<br />

Presente ya en una de las obras maestras de Shakespeare.<br />

alcanza a perturbar cualquier vida que se le cruce en su camino.<br />

Es inevitable poder retenerla y controlarla,<br />

es inevitable apreciarla y destruirla.<br />

II<br />

Una tarde tormentosa es su propio reflejo.<br />

Hasta el más poderoso cae en su trampa sin encontrar salida alguna,<br />

soñando con verla esfumada<br />

resiste y resiste hasta más no poder a su melancólico huracán.<br />

III<br />

Me sucedió algo similar unas semanas atrás,<br />

logré superarlo, tomé valor y escribí estos versos.<br />

IV<br />

Sin embargo, sigo preguntándome:<br />

qué sucederá con esa imparcialidad que continúa existiendo.<br />

Quisiera liberarme de este dolor llamado TEMPESTAD.<br />

V<br />

Derrumbar su filosofía.<br />

Armar un hecho fugaz.<br />

Superar los miedos.<br />

Salir a encontrarme con mi verdadero ser.


FLorENCIA LUZ MUÑoZ<br />

Reflejo<br />

La nitidez <strong>del</strong> reflejo se vuelve oscura,<br />

poco a poco se apaga como lo hace una estrella fugaz.<br />

recuerda sus momentos vividos<br />

y piensa en el riesgo que corren en este instante.<br />

Amores pasados hundidos en la memoria<br />

que melancólicamente gritan cada vez más fuerte.<br />

Pasado, presente, futuro,<br />

todo se encuentra mezclado en el odio interno.<br />

No hay tiempo para desesperar,<br />

solo para ver que estos cambios son la esencia de la vida.<br />

Cielo<br />

Los ojos de la noche<br />

plasmados en la corriente oceánica<br />

nos observan.<br />

Contemplan nuestra fresca veneración<br />

y prohibida pasión<br />

que nos consume hasta dejar eternas cenizas.<br />

Estas señales de amor perdurarán<br />

a través <strong>del</strong> tiempo<br />

y llenarán los huecos en el manto celestial.<br />

una luz<br />

La constelación que hallé en ese lugar<br />

arrastró viejos amores que se habían esfumado<br />

arrastró eternas pasiones que aún no se habían alejado.<br />

Los llevó a un extraño rincón escondido<br />

en el abismo más profundo de mi pensamiento<br />

ahogándolos en una alucinada claridad.<br />

renací y salgo a buscar la libertad prohibida<br />

que mi alma cargaba en mis otras vidas.<br />

Con solo imaginar una luz…<br />

119


120<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Caminos<br />

El niño es naturalmente realista.<br />

Con sus crudos términos es incapaz de novelar,<br />

sin embargo puede herir en lo más profundo <strong>del</strong> infinito<br />

a sus ambiguos relativos.<br />

El adolescente es idealista,<br />

imagina e ilusiona todo lo que le es imposible.<br />

odia a su destino, desea quebrarlo y seguir por sus propios senderos.<br />

Construye un mundo de ensueño, tan perfecto que se ahoga en él.<br />

El hombre se convierte en escéptico.<br />

Tiene sus frustraciones rutinarias medidas por las agujas,<br />

carga con responsabilidades que lo persiguen<br />

impidiéndole su merecida libertad.<br />

El anciano es el saber personificado,<br />

abundan los dulces y amargos momentos vividos en sus diversos días. Símbolo<br />

de bondad y respeto, se niega a envejecer su espíritu intacto y joven.<br />

Prepara sus últimas huellas para que alguien las herede en este mundo.<br />

Retrato<br />

Esa estructurada pintura en tu interior, ilustrada como dioses enamorados,<br />

desvanecida como las rosas rojas en otoño,<br />

permiten observar el umbral de tu génesis.<br />

Creíste que era el canto de los enamorados que venía a rescatarte de tu ego,<br />

tarde llegaste a saber,<br />

que era una misteriosa y crónica sombra la que deseaba poseerte.<br />

No arriesgaste tu día a día, te resignas a yacer en ese solitario pozo, no puedes<br />

esfumarte de esa eternidad penosa<br />

que te espera en tus últimas y nacientes horas.<br />

Florencia Luz Muñoz


Maribel Podestá<br />

El poeta<br />

Prólogo<br />

“Los sueños <strong>del</strong> hombre antiguo y moderno están escritos en el mismo<br />

lenguaje que los mitos cuyos autores vieron en albores de la historia… Creo<br />

que el lenguaje extranjero que todos debemos aprender su comprensión nos<br />

pone en contacto con una de las principales fuentes de sabiduría…<br />

En efecto, tanto los sueños como los mitos son comunicaciones importantes<br />

de nosotros para nosotros”. Eric Fromm: el lenguaje olvidado.<br />

El pensamiento un sortilegio en el medio <strong>del</strong> océano.<br />

El escritor es un mago, abre el juego.<br />

La palabra en la pluma lucha en la batalla, en la dualidad de las energías.<br />

Lo claro y lo oscuro, sombras y luces habitan en los personajes que tendrán<br />

un final.<br />

El arma, la pluma, el poder oculto <strong>del</strong> pensador en un final imprevisto.<br />

Del océano de historias, relatos, cuentos, poemas, recursos literarios,<br />

etc., emerge el poeta, ofreciendo un cuento de emociones en la profundidad<br />

<strong>del</strong> alma.<br />

Lo siente en la lejanía, se relaja, el personaje se acerca, al galope un corcel<br />

dorado, ya no es un hombre, es un ave. Lo mira largamente. El corazón <strong>del</strong><br />

ave palpita al unísono en la caverna de poeta.<br />

El universo magnífico.


122<br />

Poesía<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Ebrio<br />

En un flujo lunar<br />

cautivo irreal.<br />

rayo intempestivo<br />

derrama tu sombra.<br />

Sin pudor<br />

amarra el inocente<br />

hálito apocalíptico.<br />

Sonámbulo hacia<br />

un desfiladero,<br />

avistas el núcleo<br />

humanado.<br />

Danza<br />

Altiva somnolencia<br />

en mi lecho.<br />

Elixires en alcohol<br />

danzan enmudecidos.<br />

A una hora el cisne<br />

desfallece su ahogo.<br />

Atrapado<br />

en sus incandescentes<br />

prendas.<br />

Lo espera el filo<br />

de la guillotina<br />

al atardecer con prisa.<br />

De sus pupilas<br />

caen esmeraldas.


MArIBEL PoDESTÁ<br />

Derrota<br />

Este inútil color<br />

en la tiniebla<br />

alerta al cautivante<br />

fulgor de la muerte<br />

agazapada<br />

tras el muro.<br />

Destino<br />

La mano sostiene<br />

y templa la soga.<br />

Invernal atardecer.<br />

Niño laberinto.<br />

que orilla el carro<br />

hacia la intrépida ciudad.<br />

Galopa agónico<br />

el caballo<br />

y arriba sigiloso,<br />

a la tempestad.<br />

Azul<br />

oír en lo desconocido<br />

un susurro asiático<br />

y primitivo en la piel.<br />

Azotan los silfos la ventana<br />

y en lo oculto <strong>del</strong> bosque<br />

emerges azul.<br />

Nocturno<br />

En avanzadas horas<br />

el vaho de la noche<br />

plasma un hombre<br />

que aborta<br />

el mensaje lila.<br />

123


124<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

El miedo oscila<br />

sin aliento en diciembre<br />

y una lluvia estelar<br />

surca sin razón<br />

sin ilusiones<br />

el clamor estéril <strong>del</strong> rezo.<br />

Los ángeles<br />

Y los vapores <strong>del</strong> candil<br />

embriagan el silencio<br />

¿Quién traga mis sueños?<br />

Como un perro faldero<br />

en barrancas<br />

bajo mundos de ángeles caigo.<br />

Testimonial faro<br />

con <strong>viento</strong>s de inviernos<br />

ellos vuelven indolentes<br />

a sus juegos viles.<br />

Principio<br />

La mañana solfea un combate<br />

de gladiadores.<br />

El altar anuncia un disparo.<br />

Aleteo sabio, bosque púrpura.<br />

Mente solar revivan un arte<br />

que muta los polos y zarpa.<br />

Fin<br />

Un sello<br />

posa en la piedra<br />

intemperie<br />

arrojada sin memoria.<br />

No hay dudas


en el cielo<br />

<strong>del</strong> sacrificio.<br />

refracta<br />

el infinito<br />

cae… y con él<br />

…el mundo.<br />

MArIBEL PoDESTÁ<br />

Magia<br />

Siempre el impulso índigo<br />

de la memoria.<br />

Y el pensamiento es<br />

un sortilegio<br />

en el fondo <strong>del</strong> océano.<br />

Siempre otro estadío<br />

<strong>del</strong> latir tibio <strong>del</strong> ángel<br />

que sueña el amor<br />

y lo arrulla.<br />

Persistencia<br />

Aún aflora un mundo estelar<br />

donde abandonarme.<br />

Aún pulsa la fijeza nocturna.<br />

El cisne el lago.<br />

Aún vivo la profundidad<br />

de un bosque.<br />

Aún con presagio solar<br />

traigo el sonido<br />

de una flauta.<br />

Té tailandés<br />

Cuando quedamos solos<br />

observa la silla vacía <strong>del</strong><br />

Maestro, mientras la voluptuosa<br />

calma, aromatiza el verdor de<br />

125


126<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

la hierba en la cocina.<br />

La dimensión tántrica como si<br />

nunca hubiera olvidado amar,<br />

al amor eternizado en todas<br />

las historias.<br />

Su imagen precipita un<br />

torrente de sabiduría<br />

al pálido invierno<br />

y despliega un voraz silencio<br />

al centello de la duda,<br />

cuando me abismo.<br />

Pablo recibió a los hijos de los<br />

hijos <strong>del</strong> Maestro y los fertilizó<br />

como el barquero de Sidharta<br />

los cruzó a la otra orilla.<br />

Libamen.<br />

Elixir de todos los que fue en<br />

los siete templos sagrados,<br />

desocultando la rosa.<br />

Y el halo mágico de un té<br />

Tailandés, trajo al niño<br />

<strong>del</strong> otro lado de la mesa.<br />

En sus ojos habitan luces de<br />

pureza, trascendiendo la tarde<br />

de verano.<br />

Los pies desnudos étnicos derredor<br />

<strong>del</strong> fuego, luego el mundo,<br />

misterioso, y azul, pasa rítmico.<br />

Y al vaivén desviste la aureola<br />

oculta de sus almas.<br />

Y yo <strong>del</strong> otro lado de la mesa<br />

siento sus manos perfumadas<br />

al tocar mis sueños,<br />

en una atmósfera sublime.<br />

Dimensión de Pablo.<br />

Tibio sorbo, mágico de un té<br />

Tailandés.


MArIBEL PoDESTÁ<br />

Despedida<br />

Danza en lo alto<br />

un pájaro<br />

la ceremonia de su<br />

última derrota.<br />

Solitario…<br />

al borde <strong>del</strong> pórtico<br />

diluvia<br />

un canto de hojas secas.<br />

Despedazado <strong>del</strong> mundo<br />

parte al amparo<br />

de sus dioses.<br />

Místico<br />

reposan húmedos<br />

los cuerpos.<br />

La hondura <strong>del</strong> canto puro<br />

en la inocencia <strong>del</strong> salmo.<br />

No soy nada.<br />

Ni en la mística rosa<br />

Bulgaria.<br />

Ni en el vuelo púrpura<br />

de la esmeralda<br />

ni en el absoluto de la oración.<br />

El beso<br />

Diluida en otoño<br />

pulsa la naturaleza<br />

el beso <strong>del</strong> pétalo<br />

en alta mar.<br />

reguero de eternidad.<br />

Ángel <strong>del</strong> silencio<br />

brega al alma…<br />

Huerto de pájaros<br />

en cenizas.<br />

127


128<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Tren blanco<br />

Tembloroso invierno<br />

<strong>del</strong> aroma último hurga en las calles<br />

pasos perfumados<br />

atesora la esperanza<br />

de un sueño diamantino.<br />

Entre cartones y botellas,<br />

tren blanco, alado en virtud<br />

acuarela.<br />

Y un llanto en la mirada <strong>del</strong> niño<br />

que escudriña al silencio<br />

de un poder indolente.<br />

Como un sismo la naturaleza<br />

en la especie exhorta.<br />

Ayúdales a remontar<br />

su cometa.<br />

A veces<br />

Las flores<br />

en su mano<br />

anclan la felicidad<br />

tenue de hojas frescas<br />

Y una canción de amor<br />

brota contemplativa.<br />

Del sonido marino<br />

arrojada la calma<br />

al último médano<br />

la última luz.<br />

Maribel Podestá


Graciela Ruffini<br />

El sueño<br />

Prólogo<br />

El sueño escondido, arrugado bajo los cimientos de la vida esperaba<br />

remover la esperanza, de un olvido sin destino.<br />

Escribir; soltar las alas amarradas desde mi interior, expresando con<br />

frescas palabras emociones, alegrías, sentimientos. Tenía mucho por decir<br />

sin encontrar el camino para desarrollar mi entusiasta pasión, la búsqueda<br />

insaciable de perfiles, magia y fantasía que brindara un poco de vida a cada<br />

poema o poesía.<br />

El surco de mi destino permanecía cerrado, tal vez, quizá la huella se<br />

marcaría con el crecer, el aprendizaje desde una justa y exacta palabra, embelleciendo<br />

un simple papel de líneas plateadas en pequeñas maravillas que<br />

iluminen la mirada <strong>del</strong> lector.<br />

Enhebrando frases veo dibujar un poema, pintar una poesía dejando volar<br />

la imaginación en cada historia.<br />

El sueño escondido, arrugado se cristalizó conoció la luz en las blanquecinas<br />

páginas de este libro. Hoy me encuentran aquí.<br />

Quiero leer<br />

y que<br />

me lean.


130<br />

Poesía<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Tu amigo<br />

De harapos y tiras vestía<br />

caminando lento<br />

el viejecito asoma a la ciudad<br />

descalzo, huellas inquietas<br />

barro y mugre<br />

de mirada inerte.<br />

Pobladas calles recorre<br />

balbuceando, implorando<br />

migajas de pan<br />

calmando sed, hambre,<br />

gusto a caldo caliente<br />

abrigo de su cuerpo frío.<br />

¿Quién escucha?<br />

–nadie–<br />

Sordos oídos cruzan<br />

escapando al maloliente<br />

sadismo cruel.<br />

Limosna que le dan<br />

expresiones burlonas.<br />

¡Yo tengo pan, mucho más!<br />

Vencido cae,<br />

desmayo <strong>del</strong> cansancio.<br />

Más tarde<br />

sus renegridos ojos<br />

abre con asombro<br />

ante el gran banquete,<br />

pregunta… ¿Quién fue?<br />

no sé… un señor descalzo<br />

de ropaje muy blanco<br />

corazón de niño.<br />

¿Dijo su nombre?<br />

no señor, solo esto,<br />

servilleta, de papel arrugado


GrACIELA rUFFINI<br />

–yo fui– te escuché,<br />

quité tus harapos<br />

te lavé, te vestí, te calcé,<br />

¿Quién eres?<br />

¿Quieres saber?<br />

Sí…sí<br />

Gira el arrugado papel<br />

guía de tu nacer<br />

amigo <strong>del</strong> alma,<br />

incansable hasta tu muerte.<br />

Tu ángel amigo.<br />

Casa blanca<br />

Tiempo de primavera<br />

antigua casa blanca,<br />

de corredores y postigos<br />

laja envejecida<br />

calle de naranjos<br />

blancos azahares.<br />

ramillete de azuladas glicinas<br />

reflejo entremezclado<br />

de parral expandido,<br />

frescas uvas rosadas<br />

patio rojo sombrío<br />

de perfume y recuerdo.<br />

Fantasía de niños<br />

juegos y colores<br />

rayuela de blanca tiza,<br />

hamaca de hierro y lona<br />

peldaños de madera<br />

escalera de sueños.<br />

Antigua casa blanca<br />

risas y silencio<br />

pintaban tu fachada,<br />

tan larga la vida<br />

fue corto el tiempo<br />

inmortal el recuerdo.<br />

131


132<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Verde agua<br />

Mirada verde agua<br />

reflejo de mar calmo<br />

cuerpo desnudo<br />

reposa en la orilla<br />

descubrirás tu alma.<br />

Como arena al <strong>viento</strong><br />

vuela tu mirar,<br />

transparencia cristalina<br />

corazón de miel.<br />

oscura ronda la noche<br />

mirada en descanso<br />

déjala volar dormida<br />

cubre de luz al universo<br />

con alas de plata.<br />

Flores silvestres<br />

pinceladas de seda<br />

bordan su brillo<br />

mirada verde agua<br />

reflejo de mar calmo.<br />

Mujer<br />

Mujer,<br />

La sombra no te oculta,<br />

vientre materno<br />

dio a luz,<br />

niña, es la vida.<br />

Mujer,<br />

suave llanto<br />

escogerás tu camino,<br />

pies descalzos verás<br />

síguelos, no temas<br />

la desnudez de Dios.<br />

Mujer,<br />

raíz de familia,


GrACIELA rUFFINI<br />

dureza de roble<br />

el te preparó<br />

peso has de llevar.<br />

Mujer,<br />

alegrías sembrarás,<br />

dolor, espinas.<br />

Agudo y punzante<br />

ha partido,<br />

preciado ser.<br />

Mujer,<br />

piedras cruzarás,<br />

no las deseches<br />

polvo serán.<br />

Mujer<br />

de espalda dolida<br />

fue el arduo trabajo,<br />

puntada tras puntada<br />

manos apuradas,<br />

sueño olvidado.<br />

Mujer,<br />

blanca cabellera<br />

detenida en el sufrir,<br />

olvidaste el coraje,<br />

sigue los pies<br />

él te sostiene,<br />

ellos te esperan<br />

Mi vida<br />

Comencé relatando mi vida<br />

en un simple cuaderno,<br />

hojas casi amarillentas<br />

el tiempo deterioró.<br />

Despechada no leí lo escrito<br />

quemé el cuaderno,<br />

olvidarme quise, de ella<br />

y en el humo blanco se esfumaba.<br />

133


134<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

ondeaba en el aire<br />

como barrilete perdido,<br />

recuerdo de infancia.<br />

Vi pasar los años<br />

caminé las calles ofuscada.<br />

Sola, esperaba el silencio<br />

que arrancaba la noche.<br />

reclinada en mi lecho<br />

arrogante asomó el sol,<br />

expandiendo fuerza y calor,<br />

llamas de carbón ardiente.<br />

Bajo el aroma de una rosa en flor<br />

comencé a relatar mi vida,<br />

no pude leer lo escrito<br />

el perfume lo había borrado.<br />

Tomás<br />

Manitas de ángel<br />

dibujan alegría<br />

pintando nubes serenas<br />

en cada mañana.<br />

Pícaros ojitos miran<br />

a su alrededor<br />

travesuras por hacer<br />

juegos de tu niñez.<br />

Pequeñito corazón<br />

latir de amor<br />

abrigas con tus brazos<br />

la vida con pasión.<br />

Correteos que no paran<br />

girando al compás<br />

de gritos alborotados<br />

golpes de tambor.


GrACIELA rUFFINI<br />

Manitas de ángel<br />

dibuja una caricia<br />

en el rostro de la abuela<br />

cada mañana.<br />

TE AMo.<br />

Gaviotas de verano<br />

En bandadas encaminan su rumbo<br />

huyen <strong>del</strong> caluroso verano.<br />

No es el <strong>viento</strong>, ni la arena<br />

en su marcha, no se pueden detener.<br />

Aletean sin cesar las gaviotas<br />

en la orilla amarilla <strong>del</strong> mar<br />

humedecen su plumaje<br />

tratan de calmar su ardiente sed.<br />

En sereno vuelo retornaron<br />

abriéndose en florido abanico<br />

rozan el rojizo horizonte<br />

buscan de su ansiado descanso<br />

las gaviotas <strong>del</strong> verano.<br />

Noche de atracción<br />

Gimiendo en silencio<br />

partió con cierto desdén<br />

congeló la imagen<br />

que intentaba despojarla<br />

de su amante realidad.<br />

De rojo carmesí vestía<br />

deslucida su figura<br />

sin rumbo deambula<br />

perdiéndose en la noche<br />

refugio de su locura.<br />

135


136<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Bajo la luz opaca y calma<br />

se contentó de la huída<br />

el amor que fuera prometido<br />

como lucero perdido escapó<br />

solo era una noche de atracción.<br />

Niña<br />

Entre juegos, paseos, inocencia<br />

como vuelo de ave corre el tiempo,<br />

en silencio, sin decir nada<br />

de su niñez el olvido.<br />

Extraña sensación tiene su rostro<br />

frente al espejo espía,<br />

retrato de cuero indefinido<br />

pudor y adolescencia.<br />

Espuma blanca su vestido<br />

de colores y magia la noche,<br />

balanceo de luna y caprichos<br />

al apagar quince velas<br />

estrellas luminosas se encienden.<br />

El amor, el beso,<br />

de la rosa amarilla.<br />

Lluvia espesa su mirada<br />

de vana espera,<br />

si el nunca llega<br />

años que se diluyen<br />

ya mira la adultez.<br />

Arrebujada en su lecho<br />

siente perder su vida,<br />

imagina el tiempo a trazar<br />

…ser niña,<br />

juegos, paseos, e inocencia.<br />

Graciela Ruffini


Silvia Santilli<br />

Gracias por estar en mi sendero<br />

Prólogo<br />

La vida está hecha de caminos. Hoy quiero agradecer a quienes compartieron<br />

y comparten este sendero que se llama vida. Gracias Dios mío por<br />

haberme dado la capacidad de poder expresar mis sentimientos. Por permitirme<br />

levantarme cada mañana pudiendo apreciar el nacimiento <strong>del</strong> sol, sentir<br />

la brisa <strong>del</strong> mar, contemplar la lluvia detrás de la ventana, llorar de emoción<br />

ante la sonrisa de un niño, y disfrutar el calor de un abrazo. Gracias a quienes<br />

hoy no están y compartieron este sendero siendo guardianes de mi vida dejando<br />

huellas de su amor en mi corazón y valores de humildad, generosidad, y<br />

solidaridad que enriquecieron mi alma A los que me enseñaron que el humor<br />

sana la vida y que el servicio nos hace más humanos. A los que están junto a<br />

mi en este camino y me mostraron que la felicidad consiste en tener ideales<br />

y ser fiel a los mismos, y que las distancias son accidentes fáciles de sortear<br />

cuando el corazón llama y la voluntad empuja. A los que son fuente de inspiración<br />

y me permiten tejer y destejer historias, crear poemas sin complejidad<br />

donde en cada rima se ocultan los secretos <strong>del</strong> alma. A los que hice reír con<br />

mis ocurrencias y emocionar con mis poemas. A los que son la prolongación<br />

de mi vida y me emocionan con sus caricias, sus golpes y sus juegos. A los<br />

que me acompañan en silencio, en la distancia, en el dolor, en los logros y en<br />

el AMor. Gracias por estar en mi camino y permanecer en mi corazón.<br />

“En el mar fue tu camino, y tus sendas en las muchas aguas, y tus pisadas<br />

no fueron conocidas” (Salmo 77 –19 )<br />

“El camino de la vida es hacia arriba” (Prov 15 24)<br />

“reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbio<br />

3 vers. 6)<br />

“Sus caminos son caminos <strong>del</strong>eitosos y todas sus veredas paz”.<br />

(salmo 3 vers.17)


138<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Rencuentro<br />

Mañana inestable, el sol abrazado por tupidas nubes. El silbido anuncia<br />

la partida <strong>del</strong> tren a Mar <strong>del</strong> Plata. Sentado al lado de la ventanilla dejo volar<br />

mis pensamientos recorriendo el motivo de este viaje. Comienza a llover.<br />

Las gotitas golpean el vidrio, se deslizan como pequeños espermatozoides<br />

en distintas direcciones, se chocan entre sí y se unen en un profundo abrazo.<br />

Detengo mi pensamiento y pregunto: ¿Me abrazará? ¿Me reconocerá?, ¿Me<br />

aceptará? Siento frío, miro la hora, había llegado. Comienza el gran desafío.<br />

Necesito descansar. Bajo la lluvia busco un lugar para alojarme y ordenar<br />

mis pensamientos. A la mañana siguiente, pregunto a varias personas por la<br />

calle Banat, me indican como llegar. Tomo un taxi ubico, la casa, mi corazón<br />

palpita. Es una voz que llama. No me atrevo a tocar el timbre, rodeo la manzana<br />

y desde la huella de mi ausencia contemplo la puerta que se abre. Decido<br />

acercarme, salen dos niños y se escucha desde interior de la vivienda:<br />

“Cuida a tu hermana Nicolás”. La niña de trenzas y cabello de oro tropieza<br />

junto a su muñeca. Corro, levanto a las dos, al incorporarme la veo parada<br />

en la puerta. Asustada y hermosa como siempre la soñé. Dice gracias y entra<br />

sin darme importancia. Me atrevo y pregunto:<br />

“¿Es este el pasaje Banat?”, la niña de trenzas interrumpe.<br />

“¿Cómo te llamas?”<br />

“Nicolás”<br />

“Nico, como mi hermano”. La señora busca mis ojos, miro los de ella<br />

descubriendo el mensaje mudo de la mirada que habla. Comienzo a caminar<br />

sintiendo sobre mi espalda sus heridas hacia fuera y el dolor de la ausencia.<br />

Escucho una voz milagrosa:<br />

“Señor dice mi mamá si va a venir mañana”.<br />

El juguete<br />

Su música lo envuelve acariciándolo en la penumbra de la noche. Desde<br />

la orilla de su sueño lo contempla como una estrella silenciosa, sintiendo el<br />

murmullo de su piel.


SILVIA SANTILLI<br />

Quiti el mendocino<br />

139<br />

Nací en la provincia de Mendoza, capital. Estoy orgulloso de mi provincia<br />

donde el General San Martín formó el ejército de los Andes. Durante tres<br />

años viví junto a mis padres y hermanitos, hasta el día que el Señor de barba y<br />

pipa ordenó colocarnos en unas grandes cajas de cartón. Me separaron de mis<br />

padres. Me llevaron a una de esas tiendas grandes que llaman Shopping. Compartí<br />

mis días con otros amigos que se reían de mis caídas, no comprendían<br />

que mis orejas y mi trompa molestaban. Vivía en el suelo soportando cargadas,<br />

lo que más me molestaba era la indecisión de los padres y la tristeza de esos<br />

niños que querían llevarme y ellos no aceptaban. Cuando estábamos solos<br />

jugábamos. El león Aníbal se escondía detrás de un árbol, esos que adornan<br />

la Navidad, nos asustaba– soy el rey– decía. El oso Alfredo tuvo suerte vivía<br />

con su señora Pandora y sus hijos Ezequiel y Pandorita. Cuando yo lloraba<br />

porque extrañaba a mi mamita la señora osa acariciaba mi trompa, era un regalo<br />

de amor. El mono rolo se tiraba de estantería en estantería y su primito<br />

Tino al querer imitarlo si no fuera por mi trompa, se hace añicos contra el piso.<br />

El cansancio nos vencía hasta quedarnos dormidos y yo siempre soñaba con<br />

encontrar a mi mamita y conocer la provincia de Buenos Aires.<br />

El sótano<br />

El domingo reunía a la familia en casa de los abuelos paternos. Las mujeres<br />

preparaban la raviolada, los hombres disfrutaban de los compases <strong>del</strong><br />

bandoneón, y los más chicos corríamos por la larga cuadra de la panadería<br />

para robarnos trocitos de masa, con la que el abuelo y los tíos prepararían los<br />

panes y las tortas con chicharrones. Nos gustaba y nos intrigaba qué había en<br />

el sótano celosamente cerrado. Cuando los ojos de los mayores se desviaban<br />

nos tendíamos de panza contra el piso y por un pequeño agujerito intentábamos<br />

mirar. Cada uno hacía volar su imaginación. “Hay una escopeta”, comentaba<br />

Quique. Mi hermano que siempre fue belicoso decía ver un regimiento<br />

de soldados y Tatín el más pequeño agregaba: “hay indios” están luchando en<br />

la oscuridad. La tarde pasaba imaginada en el misterio <strong>del</strong> sótano. Insistíamos<br />

tanto con bajar que el abuelo con nostalgia en la mirada nos reunía para<br />

contarnos. Cuando él vivía en su querida Italia junto a sus padres y hermanos<br />

siendo pequeño soportó la guerra. Los días y los bombardeos se sucedían y el<br />

sótano era la casa. ¡Queremos bajar gritamos!


140<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

El abuelo desvió la mirada, tan sólo dijo acariciándonos la cabeza: “algún<br />

día será”. Una tarde lluviosa de octubre las maestras corrían por las galerías<br />

de la escuela, gritaban desesperadamente: “revolución, están bombardeando”.<br />

Ante la extraña mirada de los demás nos pusimos a saltar Los bombardeos<br />

eran una ilusión, y aquél sueño <strong>del</strong> sótano se iba a cumplir.<br />

iba a suceder<br />

Los vecinos gritaban: “¡Iba a suceder!”<br />

Llegaron los hombres de blanco. La pesada puerta cancel fue derribada por<br />

los bomberos. El panorama deprimente: los utensilios de cocina tirados por el piso,<br />

los gatos saboreando la sangre que se extendía por la casa, las flores y las fotos <strong>del</strong><br />

álbum familiar dormían en un viejo brasero. Y Joaquín, ¿dónde estaba?<br />

No les fue fácil a los hombres de blanco, los perros enloquecían, los pájaros<br />

revoloteaban perdiéndose en los caminos infinitos <strong>del</strong> aire, y Joaquín con<br />

los ojos ausentes y apagados gritaba: “Fue necesario”. “Fue necesario.”<br />

Hoy deambula por los descascarados pasillos <strong>del</strong> Borda como si estuviera<br />

recorriendo los senderos de la muerte. A veces perro, otras gato y grita: “Fue<br />

necesario.”<br />

Me hubiera gustado decirle que el miedo y el desprecio de los demás lo<br />

cambié por cariño, el día que se acercó hasta mi y en una pequeña caja me<br />

regaló un tero que colmó los días de mi infancia.<br />

El espejo<br />

Te veo llorar por los rincones de la casa. recorriendo los senderos de<br />

la vida. Queriendo abrigar el olor de los recuerdos y desechando el frío de la<br />

ausencia. En esta lucha tu imagen se desliza sobre un desierto gris, tu boca<br />

simula sonriendo la amargura y tu mirada es una flor que navega incierta<br />

mostrando las heridas de tu alma.<br />

Te mostraría<br />

Cuando dices: “no desesperes”, te mostraría el gemido de este aliento que se<br />

apaga. Te mostraría la tristeza de mi frente y lo difícil que es salir de este naufragio,


SILVIA SANTILLI<br />

donde las ventanas de la sonrisa están cerradas, donde el despertar es un llanto en la<br />

garganta, y el corazón es una voz que desde la sombra de la soledad te reclama.<br />

Sin respuesta<br />

141<br />

Partiste de este mundo y me quedé sin saber la respuesta anhelada. Siento<br />

un dolor profundo por no poder comprender qué ocultaba tu mirada. Sólo pude<br />

entender que en el ocaso de tus días, sin palabras y en silencio demostraste el amor<br />

que me tenías. Descubriste las penas que en mi pecho se albergaban, y leíste las<br />

lágrimas que ocultaban mi mirada. Qué importa esa respuesta. Ya no podrás contestarla.<br />

Hoy sonrío a tu recuerdo. Y a esos besos que tanto te costaban. Me duele<br />

no tenerte. Lloro esta ausencia prolongada. Y siento orgullo cuando pienso:<br />

“Que mi sola presencia de gozo y alegría te colmaba dando un poco de<br />

luz a tu mirada”.<br />

El reloj<br />

Bajo un cielo gris desconsolado las agujas <strong>del</strong> reloj marcan la hora. Quieren<br />

retener la magia de lo hablado. El tiempo se acorta. Mueren los sueños, las<br />

tardes de luz y de poesía. La historia termina en la piel de una lágrima.<br />

Nada la detiene<br />

La niebla gris dibuja el nacimiento de la noche. El rocío desciende lentamente<br />

sobre su cuerpo tendido en la arena. Las olas espumosas ascienden hacia<br />

la playa salpicando sus pies. No lo advierte. Su mirada fija en el horizonte<br />

azul está llena de silencios. Se deshoja dentro <strong>del</strong> misterio y la soledad.<br />

Decide caminar. Lo hace y las olas abrazan su sueño dulcemente. Nada<br />

la detiene.<br />

El fuego<br />

El humo me persigue a igual que tu imagen, aquella noche de diciembre<br />

donde el pánico se impuso a la alegría.


142<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

No me deja vivir. Desde alguna estrella errante sé que me estás mirando<br />

y comprendes. No es un ruego lo que imploro, es un golpe de luna para su<br />

corazón. Intenté rescatarte, el olor nauseabundo <strong>del</strong> plástico y las bocanadas<br />

de humo me asfixiaban. Cuando desperté estaba en el Hospital. Lloré y mis<br />

lágrimas amargas quedaron en la piel de mamá como quedó tu mirada penetrante<br />

y transparente reflejada cada día en los ojos de papá.<br />

–No hay que llorar en esta casa– impuso mamá. Siempre el puntal de todos<br />

nosotros esa imagen segura y aparentemente fría, que llora en soledad. El<br />

dolor la perdía en el umbral <strong>del</strong> tiempo y en esa ausencia de fuego sin regreso.<br />

Tus fotos, tu pelota y tu guitarra permanecieron intactas Tu cuarto desordenado<br />

con dibujos adornando el piso y en la puerta <strong>del</strong> placard junto al retrato de<br />

Bon Jovi la caricatura de nosotros y el último cartel: “Ojo de huevo, mañana<br />

en el boliche te saco la minita”.<br />

Recuerdos<br />

opacas y amarillas están las fotos que evocan nuestros encuentros. Aquellos<br />

días donde el <strong>viento</strong> era incapaz de lastimar nuestros rostros y el reflejo<br />

de la mirada hablaba de los momentos vividos. ¿recuerdas? la primera vez<br />

bajo una cascada de luna no rechazamos el amor nos dejamos amar mientras<br />

el sol acunaba nuestro sueño de amor eterno. Éramos jóvenes y no sabíamos<br />

que la vida está llena de sorpresas. Aprieto sobre mi pecho estos recuerdos<br />

para decirte que permaneces en el puerto de mi alma y que el olvido no existe<br />

cuando anida el deseo de volver a ver.<br />

Tu nombre<br />

Desde la ventana de mi cuarto apoyada en esos vidrios opacados y fríos<br />

que invitan a soñar. observo el <strong>viento</strong> devorando las nubes y en las aguas cálidas<br />

<strong>del</strong> lago el reflejo de las estrellas que vagan dispersas formando tu nombre.<br />

Mi voz se mueve queriendo tocarlas mientras el aire se detiene en mi cara. Mi<br />

mano no puede alcanzarlas y tu nombre se pierde en el fondo <strong>del</strong> agua.


SILVIA SANTILLI<br />

La carmela ha ritornato<br />

143<br />

La Carmela ha ritornato gritaba Don Nicola, quien a pesar de los años<br />

vividos en la Argentina seguía atravesado como galope de toro. Dueño de un<br />

boliche reunía a los paisanos quienes armaban grandes partidas de tute cabrero<br />

y de monte. Apostaban lindo y tomaban unos cuantos taquitos de tinto.<br />

De vez en cuando algún vecino malicioso llamaba a la yuta y ahí se armaba<br />

el gran despiole. Los más hábiles saltaban los tapiales otros se metían en los<br />

barriles <strong>del</strong> hielo, algunos dormían en el pozo de la comisaría o en la cama con<br />

la Carmela. Don Nicola no era muy querido, mal carácter, la pobre Francesca<br />

(su señora decía: “Es así por la diabetes”, tratando de disculparlo. Digna de<br />

lástima, lo único que hacía era recibir órdenes y servir a este señor que andaba<br />

siempre de traje, sombrero y un reloj con cadena. Todas las mujeres son<br />

putanas, –decía–y no miraba, lo que tenía en casa, la Carmela, ligera como<br />

viraje de laucha. Linda mina, había heredado lo único bello <strong>del</strong> padre los ojos<br />

celestes, pulposa como doña Francesca, lindas curvas era un gusto recorrerlas.<br />

El viejo creía controlarla se le revelaba, su madre salía en defensa y muchas<br />

veces recibió un golpe de este gringo bruto que no se conmovía por nada. Si<br />

alguno de los concurrentes al boliche la miraba le hacía la vendetta, a mi figlia<br />

no la mira ni la toca porque Nicola lo asesina, pero si a la Carmela le gustaba<br />

se la ingeniaba para acurrucarse en algún lugar. Un día de esos tantos que hay<br />

en el mes lo llevaron a don Nicola a pasear una rato a la comisaría <strong>del</strong> pueblo,<br />

era capitalista. Para la Carmela y doña Francesca tres días de gloría. En el<br />

horario de visita concurrían las dos y el viejo ordenó que el boliche debía estar<br />

cerrado y ellas permanecer adentro hasta su regreso. Al retirarse el oficial<br />

que estaba de guardia le hizo un guiño a la Carmela fue descubierto por don<br />

Nicola quien le dijo:–ni si ocurra tocar a mi Carmela, porque cuando Nicola<br />

vuelve nuevamente por aquí, te mato. Cuando volvió casi mata a la Francesca<br />

y a la Carmela, le dieron la noticia<br />

“Putana de mierda”, gritaba, “ha deshonrado a la familia”. ¿Quien ha<br />

sido? ¡Lo mato! a ese porca miseria y usted se va de la casa”. Y como la vida<br />

es un círculo…<br />

“La Carmela a ritornato”, gritaba don Nicola, con el nieto en sus brazos.


144<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

La última broma<br />

Cuando la tarde perdía su bruma melancólica partió llevándose el calor <strong>del</strong><br />

abrazo. Lo vio alejarse sintiendo una extraña sensación, ¿presentimiento?<br />

“No te olvides de llamarme cuando llegues”, le suplicó. Giró sobre su<br />

pesado cuerpo, le hizo una broma. Ella encontró unos ojos sin estrellas que<br />

reclamaban respuestas. Intentó navegar en su mirada y recordó las frases que<br />

siempre repetía: “M corazón es una piedra dura”. No hubo palabras, sólo miradas<br />

y el fin de una sonrisa.<br />

Poesía<br />

Nosotros<br />

Un verano unió nuestros destinos<br />

con historias un tanto parecidas.<br />

Decidimos transitar este camino<br />

junto a los sueños que nos brindó la vida.<br />

Desde el primer momento que nos vimos<br />

sentimos que el amor era sincero<br />

y a lo largo de estos años que vivimos<br />

se afianzó nuestro amor en el “te quiero”.<br />

Tus besos son el alimento de amor de casa día,<br />

agradezco a Dios cuando le rezo<br />

que tu vida está junto a la mía.<br />

Cuando me abrazas<br />

descubro tus más hondos sentimientos<br />

puedo leer tus pensamientos<br />

cuando murmuras en silencio y despacito<br />

gracias amor, cuánto te necesito.<br />

Sé que me miras cuando estoy dormida<br />

siento en mi cuerpo la luz de tu mirada<br />

y en el silencio que guarda su misterio<br />

son tus suspiros junto a mis latidos<br />

la caricia de amor tan esperada.<br />

Silvia Santilli


Toribio Wamsiedler<br />

Para decirlo<br />

Prólogo<br />

Vengo con una pasión primaria, como con un intento conceptual nuevo<br />

que desearía que alcanzara a mi arte y a la imagen mía frente a ustedes.<br />

Vengo como envuelto en nuevas telas, con nuevos cortes, compenetrado<br />

en lo poco o lo mucho de lo creado. Deseando estar al frente <strong>del</strong> río de lava<br />

que surge <strong>del</strong> volcán de ideas de los escritores.<br />

Quisiera que mi micro cosmos estuviese lleno de palabras y elegiría las<br />

más hermosas, las de mejor sonoridad, las que más aclaren los conceptos,<br />

para decirlas.<br />

Entonces viviría el éxtasis de ser creador sin caminar por la senda macilenta<br />

de lo ya hecho y las anunciaría por todos los parlantes <strong>del</strong> mundo:<br />

–Que voy por más. Lástima, que este arte consume un bien costosísimo,<br />

<strong>del</strong> que me queda poco, llamado tiempo.<br />

Lo que les he dicho, tómenlo como un sueño, como un hermoso sueño de<br />

alguien que empezó a escribir a los “setenta”.<br />

Dedicado a mi mujer, Hilda, que ha sido pródiga samaritana, a mis hijos,<br />

mis nietos, a mis hermanos de sangre, a mis hermanos de fe.<br />

A todos.


146<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Lejanías<br />

Después de haber leído: “Relato con fondo de agua” Julio Cortazar.<br />

Mi ansiedad la remarqué con gestos de impaciencia, hacía mucho tiempo<br />

que la esperaba, pero no venía, hoy sería una vez más. En velocidades de<br />

lancha estaba cerca, si hasta el cementerio hay tres kilómetros a lo sumo, pero<br />

hay tanta agua entre nosotros que mi mente la ubicaba increíblemente lejos.<br />

Me encuentro en un mundo sinuoso, elemental, remoto y húmedo opuesto<br />

al de ella de caminos vaporosos y paredes lúcidas, siempre nuevas. Acá en este<br />

cuchitril de madera vencida por el tiempo, estoy solo, harto de leer poesías, ya<br />

casi vomito. Me sostiene la pedantería de creerme poeta. Añoro la ternura tonta,<br />

de que como un perrito, necesito ser confirmado por la caricia de la mano <strong>del</strong><br />

amo. Apoyar mi cabeza sobre sus pechos, escuchar junto grabaciones de Duke<br />

Ellington y sorber mates empeperinados. ¡Qué tiempos! La muerte era una casa<br />

lejana, inexistente. Poseíamos el sentir de “ser para siempre”, de que nos íbamos<br />

a amar infinitamente. Habíamos llegado a latitudes impensadas. La de tomarnos<br />

en serio, y con una terrible naturalidad, creíamos de que era la verdad. Como si<br />

el tiempo se mantendría estático, quieto, inalterable. ¡Qué magnificas locuras!<br />

Todo esto está lejos en el tiempo, pero hoy, me parece que hubiese sido ayer. Ya<br />

es de noche, oscura, carrada y sin estrellas en que lo serio de ayer parece ridículo<br />

y que lo que se creyó eterno ha muerto. Veo, como si jugase a “las escondidas”,<br />

la luna, que aparece y desaparece por atrás de los cañaverales, acompañada<br />

por la música que canta el río. Hace mucho calor y mi cuerpo es algo pegajoso,<br />

cierro los ojos para dejarme invadir por ese estado de amnesia que es el sueño,<br />

mientras reparo lo exigua que es la distancia de aquí al cielo.<br />

Las entradas<br />

Lo vio pasar apresurado y serio, quiso alcanzarlo, pero cuando llegó, las<br />

puertas <strong>del</strong> ascensor ya habían cerrado. El capitán <strong>del</strong> navío llegó al sexto piso,<br />

las puertas se abrieron, salió, y el ascensor siguió subiendo. Ella después de<br />

hacer un gesto hacia donde se encontraba el portero, entró a su apartamento,<br />

el 3ro de la planta baja. De su bolsillo extrajo dos entradas para el Museo Naval,<br />

y comprobó que de verdad eran idénticas, para cerciorarse mas tomó la<br />

lupa. El señor capitán <strong>del</strong> navío cerró las puertas con todas las seguridades y<br />

encendió el visor para ver el exterior. Arrojó su campera sobre una de las sillas


TorIBIo WAMSIEDLEr<br />

147<br />

de caoba y terciopelo y se tiró, literalmente sobre la poltrona de cuero, con el<br />

pie derecho descalzó el izquierdo y viceversa.<br />

Tomó el diario, buscó el artículo y al encontrarlo musitó una maldición.<br />

Con la lupa fue comparando cada uno de los detalles de las entradas,<br />

no había caso, habían sido impresas por el mismo cliché y; le había dicho él,<br />

compradas en TIKE-ToN.<br />

En el bar de Perú e Irigoyen, el periodista informaba al fiscal <strong>del</strong> importante<br />

dolo que se estaba cometiendo. Discurrían de cómo iban a actuar en<br />

consonancia.<br />

Después de maldecir al autor <strong>del</strong> artículo <strong>del</strong> capitán, trató de poner flácido<br />

y distendido en la poltrona, para descansar un rato y más tarde discernir,<br />

como seguir con este escándalo <strong>del</strong> noticiero y <strong>del</strong> diario<br />

Mientras con las dos manos se desabrochaba el corpiño, pues le apretaba<br />

mucho, pensaba que había llegado a la certeza de que provenían de la misma<br />

fuente, y además tenían la misma numeración. Bajándose los senos dijo para<br />

sí: –¡Tengo que ver al señor capitán!<br />

–¿Vos tenés las pruebas? dijo el fiscal<br />

Sí, las pruebas están, pero no las tengo yo. Por seguridad; por si me llegan<br />

a “reventar”. Sin explicarle nada le dije a ella, “guardámelas, no me las<br />

pierdas.” Levantó el pocillo, suave y lentamente empezó a saborear el café.<br />

–¡Tengo que verlo, que verlo ya! –dijo– mientras se sacaba el corpiño<br />

por el escote <strong>del</strong> vestido, se dirigió al 6° y en el 602 tocó al llamador, no tuvo<br />

respuesta, esperó unos instantes y volvió a llamar. Así varias veces sin conseguir<br />

respuestas.<br />

En tanto hacía una pelotita con el sobre <strong>del</strong> edulcorante artificial el fiscal<br />

inquirió:<br />

–¿Quién es ella?<br />

–Tu novia<br />

–¿Mi novia desgraciado?<br />

–No tengo lugar más seguro ni confiable. Yo destapé esta olla. Preguntale<br />

a Echepareborda, el de la aduana, que puede pasar.<br />

–El capitán está y veo que no me abre, pero tengo una idea –dijo a sí<br />

misma.<br />

¿Quién sería esa señorita que llamó a la puerta?, no la he podido divisar,<br />

masculló el capitán


148<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Tomó el corpiño que había dejado sobre la mesa y lo depositó en el cesto <strong>del</strong><br />

lavadero, se sentó a la mesa con un sobre y pensó: ¿Cómo le pongo?, ¡Ah!, ya sé:<br />

Señor Capitán <strong>del</strong> navío, esas entradas son <strong>del</strong> museo que usted dirige. Las compraron<br />

en TIKE-ToN. Una es falsa; ¿Cuál? Gracias. La vecina de planta baja 3ro.<br />

–otra vez esta muchacha ¿Qué es lo que hace?<br />

–Bueno, el sobre entró bien, esperaré un rato, a ver que pasa. Ahí lo retiró.<br />

¡Grande! El capitán tomó el sobre lo leyó, se fijó en el visor. Ella seguía<br />

ahí, frente a la puerta. Esperaba impaciente marcando con el pie el ritmo de<br />

una canción que no escuchaba, cuando ve que el sobre sale por debajo de la<br />

puerta con toda la escritura tachada.<br />

observó por el visor y exclamó:<br />

–¡Menos mal que se va!<br />

Abrió el sobre con el cortapapel de acero, tomó un sobre nuevo, le volvió<br />

a escribir la misma nota ensobró las dos entradas, y llevando el corta papel y<br />

unos sobres, regresó. “No me va ganar a mí”, se dijo. Pulsó el llamador, pero<br />

no hubo respuesta.<br />

Clavó su vista en el visor y musitó:<br />

–¡otra vez esa bendita mujer! –Mientras veía como introducía el sobre<br />

por debajo de la puerta.<br />

Ella impaciente le golpeó la puerta.<br />

El capitán tomó el sobre y lo tiró hacia fuera por donde había entrado<br />

Ella sorprendida lo volvió a introducir, y así varias veces hasta que… tomó<br />

el sobre lo rompió en cuatro pedazos y por debajo de la puerta lo tiró al pasillo.<br />

Es un h de p pensó y comenzó a golpear la puerta con todas sus fuerzas. El capitán<br />

se levantó y entreabrió unos centímetros la puerta. Le preguntó que quería.<br />

Ella vio una oportunidad de respuesta. Se colocó el cortapapel de acero<br />

debajo de la axila y se tomó de la puerta para hablar cara a cara con el capitán<br />

que intentaba cerrarla, forcejeaban, en un momento el capitán resbala hacia<br />

ella, que se apoyaba contra el marco, y cae como fulminado, a sus pies.<br />

Pidieron un café express y el fiscal le recalcó que se lo trajera bien caliente.<br />

Hacía mucho frío y demasiado <strong>viento</strong> para Buenos Aires.<br />

–¿Y que te pareció “tordo”?<br />

–Mmm, no sé.<br />

–No habrá caso hacerle juicio a TIKE-ToN ¿Cuál es la falsa?<br />

–Todo cierra bien, fijate lo que dijo la marina<br />

–Si, lo leí.


149<br />

–¡Pero tenés una cara que pareces culpable!<br />

–¿Lo escuchas de nuevo?<br />

–Bueno, léela.<br />

“La Armada Argentina tiene el pesar de comunicar el fallecimiento <strong>del</strong><br />

capitán de navío “TATATÁ TATATÁ” quien puso fin a su vida el día de ayer.<br />

–Llamá al mozo<br />

–¡Un abrazo “tordo” querido!, Le pidió el periodista en la vereda.<br />

–Lo último: me voy unos días con ella a Córdoba. –El fiscal sin contestar,<br />

tomó por Irigoyen…<br />

Crepúsculo<br />

Al anochecer, sentí que me observaban, escondidos entre los árboles,<br />

unos ojos redondos y vacíos, que a través de ellos era capaz de observar el<br />

firmamento. Algunos pares de ojos me miraban de frente, otros parecían estar<br />

apoyados sobre puntiaguda nariz. Unos deberían estar recostados, pues, un ojo<br />

estaba perpendicular al otro y como si tuvieran la necesidad de alimentarse<br />

se dibujaba una boca abierta llena de sombras, donde se apoyaban. Me sentía<br />

espectador de los misterios <strong>del</strong> crepúsculo. Los últimos piares de los pájaros<br />

que se guardaban, alguna estrella que se animaba a aparecer. La luz, que se<br />

retiraba ocasionando el fulgurante incendio, de la batalla que libra, con las<br />

sombras de la noche que se avecinan, hacia un final certero, cotidiano e irrepetible,<br />

como que buscara no perder su horizonte en carrera impiadosa tras<br />

su amante, que la emana. Con total naturalidad se da en su diaria batalla, el<br />

adornar de manera singular el cielo, haciendo que ocurra el maravilloso milagro<br />

que es el ocaso. Vuelvo mi vista hacia los árboles, se han ido aquellos que<br />

miraban, quizá diluidos en oscuras sombras.<br />

Poesía<br />

TorIBIo WAMSIEDLEr<br />

Llueve i<br />

Gotas de agua sobre tu piel<br />

van mojando tu desnudo cuerpo.<br />

Humedeciendo la tierra,


150<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

lavando las rocas,<br />

formando rías desde el arroyo.<br />

recuerdo las noches<br />

en la que estaba<br />

tacto, caricias,<br />

besos, arrumacos.<br />

Instante de senos y labios<br />

cosquillas de risas.<br />

Amaneceres.<br />

Su rumrum junto al oído.<br />

Lágrimas han saltado<br />

el mundo de tus párpados<br />

y tu alma en fetal postura<br />

lentamente se introduce<br />

en una tenue y <strong>del</strong>icada tristeza.<br />

Mientras gotas de agua<br />

van humedeciendo la tierra<br />

como queriendo fecundarla<br />

va mojando tu púbica selva.<br />

Llueve ii<br />

Y en tu corazón se ha hecho el silencio.<br />

Apenas el arrullo <strong>del</strong> agua, continua y fría.<br />

Llueve,<br />

soledad, recuerdos<br />

hasta que asomar la llaga de su ausencia.<br />

La flor que apenas, llegó a ser pimpollo.<br />

Llueve<br />

Lava el maquillaje con que disimulas tu dolor.<br />

Amenacen en el cielo de tus ojos<br />

lágrimas puras, contenidas, brillantes, rocío sobre tu melancolía.<br />

Dolor, gozo. Sabor salado.<br />

Llueve.<br />

Llueve en tus ojos.


TorIBIo WAMSIEDLEr<br />

Esquela poética cerrando la puerta<br />

151<br />

¡Hembra! ya no me nombres ni me recuerdes.<br />

olvídate de mí, estoy afuera. Cuando me cruces por la calle, mira hacia otro<br />

lado. Ten cuida’o en saludarme, aunque solo fuese con las cejas. ¡No lo quiero!<br />

En el ómnibus vuelve el rostro hacia fuera. No me recuerdes viajando junto<br />

a ti y era uno solo nuestro aliento. ¡No quiero besar tu boca! Ni la uses pa’ nombrarme.<br />

No te acerques a darme la paz en la misa, pues contigo no lo estoy.<br />

Sepas mujer, que de ti me he ido. Bórrame de tu pensamiento, te dará<br />

poca faena porque a verdad, nunca estuve. Y no me digas que me has ama’o,<br />

pue’ e’ mentira.<br />

Solo fui un niño, un chaval, un pobrecillo.<br />

Alguien que creyó ser ama’o, alguien que creyó ser valora’o. ¡Por Dio’!<br />

Te juro, aunque se me parta el alma te sacaré de mí. De mi corazón aunque<br />

quede muerto.<br />

¡Entiende varona!, ¡He cerra’o la puerta!<br />

Atardecer<br />

Ambulando por las veredas<br />

inmerso en aires frescos<br />

guarda las palabras<br />

escuchando los silencios.<br />

Va por debajo de plátanos y tipas.<br />

observa las hojas traslúcidas<br />

por la luz que va escapando.<br />

Los ritmos se hacen lentos,<br />

como si el tiempo se hubiese alargado<br />

contemplando el ruloté <strong>del</strong> mantel<br />

gozando de la acogedora fragancia <strong>del</strong> café.<br />

Sus ojos se posan en el horizonte<br />

marcado por la vereda de enfrente<br />

donde van o vienen secretos destinos<br />

hasta que ella aparece, de vestida de verde.<br />

Invadido por el sosiego<br />

comienza a vislumbrar la paz<br />

como si los mundos se hubiesen detenido.


152<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Y vuelve por la tarde que fue umbrosa<br />

observando las hojas de los plátanos y tipas ya opacos.<br />

En silencio siente el frío de la noche nueva.<br />

Frente a las macetas con malvones<br />

rodeado de conocidos destinos<br />

lee poemas de Bukoski deseando<br />

morir derecho; los ojos abiertos<br />

¡Es una gracia!<br />

¡Es un minuto con cincuenta y ocho segundos de más!<br />

Secreto<br />

Amor que guardo en mi corazón<br />

como un secreto críptico y opaco,<br />

escondido entre la imaginación y la conciencia<br />

entre la duda y la certeza.<br />

Bajo mil llaves te guardo<br />

Pues si hago saber que te amo<br />

si hago conocer esa flecha roja de deseos<br />

que se ha clavado en mi corazón<br />

y lo ha incendiado de vida,<br />

Dejaría de tener aquello de escondido<br />

aquello de prohibido y de callado.<br />

Si te comento con alguien, si te muestro<br />

saldría de mi cuerpo la flor<br />

que exhala el aroma que te alienta,<br />

terminaría de quitarle a la luna lo que inspira<br />

oscureciendo los senderos interiores.<br />

Entraría en esos tiempos ya gastados<br />

dispuesto, sin darme cuenta,<br />

a enterrarte en oscura tumba<br />

exponiéndote al frío polvo de la rutina<br />

que tapiza los fracasos.<br />

Si…<br />

Toribio Wamsiedler


Índice<br />

Marta Mutti ............................................................................ 7<br />

El cuerpo <strong>del</strong> poema<br />

Graciela Busto ........................................................................ 9<br />

Saber<br />

Carina Castelluccio .............................................................. 17<br />

Despertar<br />

Carmen Concepción .............................................................. 25<br />

Hoy<br />

Tatiana Cos .......................................................................... 33<br />

Mariposa roja<br />

Ada Curto ............................................................................. 41<br />

La vida<br />

Víctor <strong>del</strong> Duca ..................................................................... 49<br />

La fama <strong>del</strong> bonsai<br />

Dolores Fernández ................................................................ 57<br />

Los intentos literarios<br />

Laura Ferrarez ..................................................................... 65<br />

Comienzos<br />

Matías Ferrer ........................................................................ 73<br />

Intentos<br />

Carmen Florentín ................................................................. 81<br />

Créanme los milagros existen<br />

Julia Mansi ............................................................................ 89<br />

Encuentro transparente<br />

María Mantovan .................................................................... 97<br />

Caminos de arena<br />

Hannah Martin ................................................................... 105<br />

Destellos


154<br />

A BorDo DEL VIENTo<br />

Florencia Luz Muñoz ...........................................................113<br />

Espejismos de mensajes<br />

Maribel Podestá .................................................................. 121<br />

El poeta<br />

Graciela Ruffini ................................................................... 129<br />

El sueño<br />

Silvia Santilli ...................................................................... 137<br />

Gracias por estar en mi sendero<br />

Toribio Wamsiedler .............................................................145<br />

Para decirlo


Se terminó de imprimir en Impresiones Dunken<br />

Ayacucho 357 (C1025AAG) Buenos Aires<br />

Telefax: 4954-7700 / 4954-7300<br />

E-mail: info@dunken.com.ar<br />

www.dunken.com.ar<br />

octubre de 2007

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!