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94 María Augusta VintimilIa<br />

Entran así en su poesía palabras que no pertenecen a la lengua literaria (oficinas,lechos<br />

de hotel, automóviles, sillas, inodoros, televisión, supermercados, pagarés<br />

vencidos, balanzas de precisión), no porque los objetos designados carezcan<br />

de una «naturaleza poética», (lo que la poesía nombra no son las cosas sino las palabras,<br />

advierten los poetas modernos desde Mallarme hasta Octavio Paz),12 sino<br />

porque «el aura estilística» que rodea a esas palabras no proviene de la literatura sino<br />

del discurso coloquial. Como insiste Jorge Guillén, «A priori, fuera de la pági-<br />

na, no puede adscribirse índole poética a un nombre, a un adjetivo, a un gerundio.<br />

Es probable que «administración» no haya gozado aún de resonancia lírica. Pero<br />

mañana por la mañana podría ser proferido poéticamente, con reverencia, con ira,<br />

con ternura, con desdén».13<br />

Mijail Bajtin anota que las palabras existen bajo tres aspectos: como palabra<br />

neutra de la lengua que no pertenece a nadie; como palabra ajena, llena de ecos y<br />

matices expresivos que provienen de los enunciados de los otros; y como palabra<br />

propia, cargada de la expresividad que le confiere la intencionalidad discursiva concreta<br />

del hablante. Sin embargo, hay ciertas palabras que parecen estar dotadas de<br />

un matiz expresivo particular (poético, científico, periodístico, etc.) «que puede ser<br />

examinado como la 'aureola estilística' de la palabra, pero la aureola no pertenece a<br />

la palabra en tanto que palabra de la lengua, sino al género discursivo en que tal<br />

palabra suele funcionar; se trata de una especie de eco de una tonalidad de género<br />

que suena en la palabra ».14<br />

Señalar que la escritura poética de «Añoranza y acto de amor» provoca una<br />

apertura hacia las formas de la lengua coloquial, no significa decir que hay una<br />

transposición realista del habla común al poema; en el artículo citado, Jara escribe:<br />

«No se trata (...) de trasladar literalmente el habla coloquial y conversacional del<br />

pueblo, sino de modelarlas y tensarlas, a fin de metamorfosearlas en discurso literario<br />

», y suscribe el reclamo de Julio Cortázar sobre la necesidad de derribar las barreras<br />

levantadas, en la literatura hispanoamericana, entre el lenguaje de la calle y de<br />

la casa y el lenguaje de la literatura, para «encontrar un lenguaje literario que lle-<br />

gue a tener por fin la misma espontaneidad, el mismo derecho, que nuestro hermo-<br />

so, inteligente, rico y hasta deslumbrante estilo oral».<br />

De lo que se trata entonces es de provocar una rearticulación de los diversos<br />

estratos de la lengua hispanoamericana en la escritura literaria, pues, como señala<br />

Mijail Bajtin, la «lengua literaria » es una articulación compleja y cambiante de diversos<br />

géneros discursivos en el espacio mayor de una lengua nacional, que conver-<br />

12. Véase a manera de ejemplo Corriente alterna, especialmente el capítulo «¿Qué nombra la poesía?»,<br />

México, Siglo XXI, 1990 [1967].<br />

13. Jorge Guillén, Lenguaje y poesía. Madrid, Alianza Editorial, 1972, p. 195.<br />

14. «El problema de los géneros discursivos», en Estética de la creación verbal, México, Siglo XXI,<br />

1985, pp. 278 Y ss.

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