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CAPÍTULO II La (in) trascendencia de lo cotidiano Con «Añoranza y acto de amor» [1971] Y «El almuerzo del solitario» [1974], se abre el segundo ciclo de la poética de Efraín Jara. Hay dos elementos que provocan la ruptura con su escritura anterior: el primero es el reencuentro con su propia cotidianidad, que había sido minuciosamente borrada por esa subjetividad literaria de la que hablábamos al comienzo de este trabajo, y que hacía del centro de su escritura un ejercicio retórico; el segundo consiste en una nueva conciencia del lenguaje que le lleva tanto a liberar los mecanismos productivos de la lengua en sus estructuras generadoras, como a una nueva forma de relacionarse con las palabras. Ambos rasgos son perfectamente congruentes, se iluminan y alimentan mutuamente, pues el cambio de perspectiva operado por la experiencia de lo cotidiano quie- bra la ilusión de una lengua estrictamente poética, conduce a la irreverencia, a la desacralización de los lenguajes elevados y prestigiosos, y exige la exploración de otros repertorios: las inflexiones prosaicas, los giros del habla común, sus tonalidades, sus cadencias, aun cuando esa exploración adopte a veces la forma de la parodia. l. REBELDIA Y MEZQUINDAD DEL IDIOMA Los versos que cierran «Balada de la hija y las profundas evidencias» clansuran también una poética del esplendor cósmico, de su tiempo circular en el que es todavía posible la trascendencia del yo y su perduración por las perpetuas metamorfosis del ser en los seres: todo converge en ti y, acrecentado, en tierra, en cielo, en aire, en mar, en fuego, reposa en ti, salvado para siempre... «Balada de la hija» es la celebración del idilio, comunión total con la otredad del mundo («todo converge y reposa»), continuidad indisoluble de los tiempos en la duración, en la acumulación temporal que comporta el ritmo universal de las metamorfosis (« todo se acrecienta y reposa salvado para siempre»).
82 María Augusta Vintimilla Los últimos poemas de El mundo de las evidencias desatan uno a uno los un dos con que Jara había entretejido su lectura poética de la armonía cósmica. En poe mas poblados de interrogaciones, Jara se preguntaba una y otra vez: ¿Identidad en tre conciencia y mundo, o solo la perpetua persecución del mundo por la concienci para poblarlo de sentidos? ¿Identidad entre conciencia y mundo o tentativa de sesperada de reducir a unidad lo que es fragmentación, dispersión, ruptura? Des pués de la «Balada», se desvanece en la poética de Jara la tentativa de restituir e tiempo cíclico de los eternos retornos y, cada vez con más intensidad, se le revela e tiempo sucesivo y fragmentado como única evidencia incontrastable. «Añoranza y acto de amor », y «El almuerzo del solitario», proponen la cues tión de la trascendencia, ya no desde las metamorfosis del ser en el tiempo de lo retornos eternos, sino desde la cotidianidad. En el primero, por la pasión erótica qu puede, en un instante de fulguración desprendido de la continuidad banal de los días provocar la experiencia del vaciamiento de la conciencia, la disolución de los signo de la individuación (el cuerpo, los pronombres, la palabra) y acompasar lo movimientos de los cuerpos al ritmo universal de las constelaciones. En el segund poema, la aceptación radical de la finitud y la limitación conducen a un juego d tensiones entre la aspiración a la trascendencia y su imposibilidad, juego de tensio nes que discurre por una tentativa de exaltación de los «dones frugales» de la exis tencia. En ambos poemas, la escritura poética encuentra un punto de fuga en la rup tura de los modelos tradicionales de versificación y en la apertura hacia palabras locuciones, ritmos y modulaciones que ya no provienen de la lengua literaria; pun tos de fuga que reubican la relación del poeta con el lenguaje. Con el abandono de la versificación tradicional, la escritura poética deja d sustentarse fundamentalmente en los ritmos silábicos y acentuales. El ritmo ya no s sostiene privilegiadamente en el estrato de los sonidos sino que acompaña a lo movimientos de despliegue del pensamiento; la progresión sin táctica se acompasa la progresión del pensamiento de tal modo que las líneas versales se recortan par contener una parte de la estructura sintáctica (el sujeto, un complemento) y su segmentos se escalonan en el espacio de la página, generando un cierto ritmo visua en consonancia con los movimientos de avance, interrupción, dislocación del pen samiento. El poeta ya no controla totalmente su lenguaje en atención a un sentido cons tituido de antemano, sino que tienta liberar los mecanismos de productividad de lenguaje para dejar fluir un sentido que se configura en y por el despliegue del poe ma. Esto supone erigir en sistema de trabajo la convicción de que el lenguaje esca pa a los controles de la escritura, pues en ella se filtran elementos inconscientes de escritor, por una parte, y por otra, adherencias de sentido no previstas por el poeta que provienen del lenguaje mismo. La escritura poética se desarrolla entre esos ex
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María Augusta Vintimilla<br />
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mas poblados de interrogaciones, Jara se preguntaba una y otra vez: ¿Identidad en<br />
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para poblarlo de sentidos? ¿Identidad entre conciencia y mundo o tentativa de<br />
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pués de la «Balada», se desvanece en la poética de Jara la tentativa de restituir e<br />
tiempo cíclico de los eternos retornos y, cada vez con más intensidad, se le revela e<br />
tiempo sucesivo y fragmentado como única evidencia incontrastable.<br />
«Añoranza y acto de amor », y «El almuerzo del solitario», proponen la cues<br />
tión de la trascendencia, ya no desde las metamorfosis del ser en el tiempo de lo<br />
retornos eternos, sino desde la cotidianidad. En el primero, por la pasión erótica qu<br />
puede, en un instante de fulguración desprendido de la continuidad banal de los días<br />
provocar la experiencia del vaciamiento de la conciencia, la disolución de los signo<br />
de la individuación (el cuerpo, los pronombres, la palabra) y acompasar lo<br />
movimientos de los cuerpos al ritmo universal de las constelaciones. En el segund<br />
poema, la aceptación radical de la finitud y la limitación conducen a un juego d<br />
tensiones entre la aspiración a la trascendencia y su imposibilidad, juego de tensio<br />
nes que discurre por una tentativa de exaltación de los «dones frugales» de la exis<br />
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En ambos poemas, la escritura poética encuentra un punto de fuga en la rup<br />
tura de los modelos tradicionales de versificación y en la apertura hacia palabras<br />
locuciones, ritmos y modulaciones que ya no provienen de la lengua literaria; pun<br />
tos de fuga que reubican la relación del poeta con el lenguaje.<br />
Con el abandono de la versificación tradicional, la escritura poética deja d<br />
sustentarse fundamentalmente en los ritmos silábicos y acentuales. El ritmo ya no s<br />
sostiene privilegiadamente en el estrato de los sonidos sino que acompaña a lo<br />
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