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76 María Augusta Vintimilla imágenes inconexas que le devuelven constantemente a su condición esencialmen te fragmentaria y dispersa. Veo a mi madre erguida al borde de mi alma, como álamo, temblando. Unas monjas recuerdo: como amapolas secas, surgen entre la niebla... El sol brilla en los sauces. Columbro una carreta cargada de hojarasca (...) (...) Con un muñón de estrella golpeo en el pasado. Me responde un camino de flores amarillas, un zumbido de moscas, un aroma de bueyes. Hay una casa lóbrega y un hombre solitario (...) Un callejón recuerdo, con sombra y madreselvas. Apoyado en el puente miro las golondrinas. El agua, entre las piedras, daba traspiés de espuma. Nubes y gavilanes duermen tras las colinas El pasado que aparece en la memoria como una multiplicidad de imágene sin continuidad, ratifica la evidencia de la textura discontinua y fragmentaria de conciencia. La imposibilidad de reconstituir la unidad del yo proviene de su natu raleza temporal. La existencia sometida al flujo del tiempo, a la sucesión irrepet ble de los momentos, a lo que se va y no vuelve, no puede ser sino fragmentaria. L ilusión de continuidad tentada por la memoria se disuelve apenas intenta recuper el pasado en el presente; entre los dos hay un hiato que la memoria no puede reso ver y que la escisión de la conciencia confirma como una evidencia incontrastable. Hago memoria. Caigo al fondo del olvido. ¿Soy yo quien allí sueña que he de soñar todo esto? Identidad perdida, laberinto de espejos donde mi faz su lámpara sin cesar repetía. (...) Hoy en la duración contienden sangre y mundo. Ahora instala el rayo su imperio fugitivo. Todo se va y no vuelve. Nada es ya, todo fluye; La disgregación del yo se produce por la conciencia de estar constituido partir de una discontinuidad temporal fundamental entre el ayer y el hoy, discont nuidad provocada por la emergencia de un tiempo subjetivo, un tiempo separado d tiempo cósmico. Los poemas de la última parte de El mundo de las evidencias s configuran sobre la convicción de que no hay duración, puesto que el tiempo es su cesión de instantes discontinuos.
El tiempo, la muerte, la memoria Del antes yo sorprendo su rumor que a mí avanza; retengo del después su desvanecimiento. Pero en el intervalo de pasado y futuro ¿qué alígera escritura de meteoro? ¿ Qué hay de este viaje a lomos del relámpago que llamamos ahora? (« Nostalgia del presente») Hoy es ayer, y ahora la deshora. Si la duración fuera tal y no polvareda de caballos; (« Desencanto») La caída, la culpa, la expulsión del paraíso -estado de naturaleza, las Galápagos, la infancia- desencadenan la emergencia de la subjetividad en una progresiva sustracción del mundo, en el reconocimiento de la otredad esencial que los separa, y allí reside el fundamento de la existencia marcada en la propia limitación y finitud. La situación dramática de la existencia brota de la autoconciencia, que no puede ser sino separación radical: tiempo discontinuo, separación del mundo, disgregación del yo desparramado en instantes sin continuidad, divorciado del mundo, aislado en su propia, fugaz, limitada condición existencia!. La caída en el tiempo, que en el relato de «Confidencias preliminares» se produce con el retorno al continente, ha acontecido también en su poética. La soledad marca los dos tiempos: el del ayer y el del hoy. La soledad del presente, que es también soledad del yo con respecto a sí mismo, y discordia con el mundo, reapa- rece constantemente en los poemas posteriores: «¿Se trata de dos rostros? / ¿O un rostro y un espejo?» escribe en «Nostalgia del presente»; y en «Amarga condición»: Crees fijar la espléndida diadema de los astros y ya es otro quien se obstina en la imagen: el que, si es, no es el mismo, el que al brillar se extingue para recomenzarse... Este gesto irónico es el inicio de una representación escindida del yo que aparecerá después en «El almuerzo del solitario», y será una de las claves poéticas de «Añoranza y acto de amor». En este segundo momento se multiplican las interrogaciones como trasunto de la perplejidad de la conciencia incapaz de reducir a unidad los fragmentos del tiempo, del mundo y del yo: 77
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El tiempo, la muerte, la memoria<br />
Del antes yo sorprendo<br />
su rumor que a mí avanza;<br />
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Pero en el intervalo de pasado y futuro<br />
¿qué alígera escritura de meteoro?<br />
¿ Qué hay de este viaje a lomos del relámpago<br />
que llamamos ahora?<br />
(« Nostalgia del presente»)<br />
Hoy es ayer,<br />
y ahora<br />
la deshora.<br />
Si la duración fuera tal<br />
y no polvareda de caballos;<br />
(« Desencanto»)<br />
La caída, la culpa, la expulsión del paraíso -estado de naturaleza, las Galápagos,<br />
la infancia- desencadenan la emergencia de la subjetividad en una progresiva<br />
sustracción del mundo, en el reconocimiento de la otredad esencial que los separa,<br />
y allí reside el fundamento de la existencia marcada en la propia limitación y<br />
finitud. La situación dramática de la existencia brota de la autoconciencia, que no<br />
puede ser sino separación radical: tiempo discontinuo, separación del mundo, disgregación<br />
del yo desparramado en instantes sin continuidad, divorciado del mundo,<br />
aislado en su propia, fugaz, limitada condición existencia!.<br />
La caída en el tiempo, que en el relato de «Confidencias preliminares» se<br />
produce con el retorno al continente, ha acontecido también en su poética. La soledad<br />
marca los dos tiempos: el del ayer y el del hoy. La soledad del presente, que es<br />
también soledad del yo con respecto a sí mismo, y discordia con el mundo, reapa-<br />
rece constantemente en los poemas posteriores: «¿Se trata de dos rostros? / ¿O un<br />
rostro y un espejo?» escribe en «Nostalgia del presente»; y en «Amarga condición»:<br />
Crees fijar la espléndida<br />
diadema de los astros<br />
y ya es otro quien se obstina en la imagen:<br />
el que, si es, no es el mismo,<br />
el que al brillar se extingue<br />
para recomenzarse...<br />
Este gesto irónico es el inicio de una representación escindida del yo que<br />
aparecerá después en «El almuerzo del solitario», y será una de las claves poéticas<br />
de «Añoranza y acto de amor». En este segundo momento se multiplican las interrogaciones<br />
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