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64 6. LA IRRUPCION DE LA IRONIA: LA CAlDA EN EL TIEMPO En el espacio mítico de las Galápagos María Augusta Vintimilla Si el primer ciclo de la poética de Jara muestra la nostalgia moderna por la pérdida del paraíso y el ímpetu por reconstruir un sentido armónico para el mundo, para volverlo habitable, nada expresa tan cabalmente esa tentativa como la configuración de un espacio mítico en las islas Galápagos. Galápagos es la zona sagrada, el gran centro cósmico, el territorio de fundamentación de su subjetividad existencial y de su yo poético. En «Confidencias preliminares», la articulación narrativa de su primer viaje a las Galápagos tiene la estructura precisa de un rito iniciático: al comentar las circunstancias de su vida hasta entonces, Jara confiesa haber sentido «agobio y vergüenza» por sus primeros escritos, y en vísperas de su partida, «en rito vehemente de purificación», entrega al fuego los ejemplares de sus dos primeros poemarios Tránsito en la ceniza y Rostro de la ausencia. «Galápagos significó una larga y esforzada metamorfosis», «se vivía literalmente fuera del mundo. El tiempo lo medíamos por el lapso que toma el desvanecimiento de las cicatrices».40 ¿Cómo no advertir en este relato todos los componentes esenciales de un rito iniciático?: la culpa, la ofrenda de su propia palabra, la purificación por el fuego, el aislamiento del mundo, la metamorfosis, las marcas en el cuerpo.41 Ya sobre su estancia en las islas, Jara escribe: «adaptado a las modalidades de existencia insular, también yo, animal pervertido por el conocimiento, había logrado la conjugación armónica de conciencia y universo. (...) Padecí los extremos de la soledad, me familiaricé con su vértigo y la erigí en elemento de mi ascensión espiritual. El mundo, que era yo mismo, se me ofrecía como fruto ensimismado. Todo reposaba en mí» .42 Pero sobre todo son muy reveladoras sus interpretaciones sobre la experiencia del tiempo en las Galápagos: En Galápagos domina el espacio casi inmutable. Los cambios son tan lentos e imperceptibles que la criatura humana (...) apenas, a través de la alternancia de los días y las noches, de las fases de la luna y de la sucesión de las lluvias y sequías, alcanza a discernir el tiempo cósmico. (...) Un tiempo externo y cíclico, el menos temporal de los tiempos. Más un día hubo que abandonar la magnificencia del espacio 40. Op. cit., p. 8. 41. Cf. Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano. Especialmente el capítulo IV. Madrid, Guadarrama, 1965. 42. «Confidencias preliminares», p. 14.
El tiempo, la muerte, la memoria para reinstalarse en el flujo insidioso del tiempo. (...) sobrevino entonces la ruptura con el cordón umbilical que me permitía latir al unísono con el mundo (...) A partir de entonces concebí el tiempo como una suerte de pecado original: como expiación de la conciencia por el extravío de su unidad con el cosmos.43 Si nos hemos extendido en la cita de estos fragmentos es para mostrar la perfecta disposición de los elementos para configurar un espacio mítico sustraído a la historia, y un tiempo anterior al tiempo, al devenir. Este relato constituye una fabulación mítica no porque carezca de sustento real, sino porque la articulación del discurso narrativo adopta la estructura exacta de un mito fundador, que propone un radical aislamiento del mundo y de la historia, a partir del cual Efraín Jara configura el fundamento de su propia subjetividad existencial, y el fundamento de su poética. Este mismo relato fundador reaparecerá una y otra vez en la poética de Jara, particularmente en los poemas de su tercer ciclo: sollozo por pedro jara, In memoriam y Alguien dispone de su muerte La evidencia esencial de que el «mundo es configuración de la conciencia», sobreviene en las Galápagos como una intuición deslumbrante: el hallazgo de un caracol triturado por las olas le devuelve al poeta la imagen de su propio ser machacado por la soledad. ¿Qué es lo que hace posible la percepción de la analogía en el reconocimiento del caracol como imagen del poeta? El caracol no podría haber sido imagen an- tes del reconocimiento; solo lo es por la mirada del sujeto que lo configura como imagen. «Mundo y conciencia están allí, frente a frente», pero hay momentos en que coinciden, que inciden juntos en un instante de fulguración y deslumbramiento. En ese encuentro momentáneo, la conciencia interpreta el mundo, le asigna un sentido. Esta fábula muestra ejemplarmente la poética que comienza a insinuarse en El mundo de las evidencias y que se desplegará en el segundo ciclo de su poesía: las cosas solamente son en la medida en que significan, y ese significado está configurado por la conciencia. Su sentido no existe ya previamente estructurado en las cosas mismas, no reside en ellas; el sentido solo existe como sentido producido, como resultado de la actividad interpretativa de la conciencia, que configura el mun- do -y se configura ella misma- en esa actividad. El caracol de la anécdota es un símbolo -en el sentido que dan a este térmi- no Tomás Segovia y Dan Sperber- que reclama una interpretación; es decir un signo que moviliza la actividad reflexiva para provocar una lectura del mundo; lectu- ra que es desciframiento y no descodificación, porque no existe un código previamente estructurado a la lectura, sino que la lectura misma -es decir, la escritura del poema tanto como la lectura del poema- construye las reglas de su interpretación. La evidencia de que el mundo es configuración de la conciencia constituye 43. Ibídem. pp. 15-16. 65
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para reinstalarse en el flujo insidioso del tiempo. (...) sobrevino entonces la ruptura<br />
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