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56 María Augusta Víntimílla el yo y el mundo en dos acordes simultáneos que se acompasan armónicamente en el cuerpo de la hija y en el cuerpo del poema. Con una entonación celebratoria, que tiene el ritmo reiterativo de una letanía, el poema se abre con ocho series versales de estructura sintáctica paralelística que presentan variaciones de un solo motivo: la perpetua metamorfosis de los seres sometidos al devenir; por las condiciones de su existir, cada ser contiene en sí el ímpetu capaz de transmutarse en un nuevo ser: El gozo de la luz se hace manzana, el sueño de la tierra, hierba trémula; lo más lento del aire se hace nube, lo más ágil del agua, pez o espuma. Lo más áureo del sol prende la espiga, lo más triste del cielo cae en lluvia, lo más raudo del viento cuaja en pájaro, lo más sueño del hombre, en canto, en hijo... En la primera estrofa, el poeta nombra los elementos primarios de la naturaleza (luz, tierra, aire, agua) y su transubstanciación en un nuevo ser por la condensación de alguno de sus atributos: el gozo es la cualidad de la luz que se transfor- ma en manzana; la lentitud del aire se convierte en nube, el movimiento del agua en pez o espuma. La segunda estrofa conserva exactamente la misma disposición; los seres ahora se despliegan en una gradación descendente desde lo celeste hacia lo terres- tre para desembocar finalmente en lo humano (sol/cielo / viento / hombre; y espi- ga / lluvia / pájaro / canto-hijo) describiendo una línea de continuidad armónica en- tre el mundo natural y la esfera de lo humano. La figura que preside tales metamorfosis es la contigüidad metonímica entre la sustancia de las cosas; no la asociación entre lo distante que resalta la alteridad, sino la contigüidad entre lo próximo; no un salto sino un deslizamiento propiciado por alguna forma de contacto entre los seres: tierra-hierba; agua-pez; aire-nube; viento pájaro. No la ironía, sino la analogía.34 Las metamorfosis entre pares de seres materiales (luz / manzana; tierra / hierba; sol/espiga; viento / pájaro) está mediada por un eslabón inmaterial (gozo, sueño, áureo, raudo), puro impulso exhalado de su propio existir. Ese ímpetu engendrador se relaciona con la máxima intensificación y condensación, con un exceso de existencia que no puede permanecer atrapado en los límites de su forma y se disemina para fecundar nuevas substancias.35 34. Román Jakobson establece la distinción entre metáfora y metonimia porque la primera empareja términos que se encuentran en relación paradigmática, frente a la relación sintagmática de la metonimia. 35. Esta idea del «exceso» como una apertura del ser que precipita la metamorfosis aparece ya en poemas anteriores: «plenitud ya del ser -que es demasía» («Integración de la nube»); «Es tu exceso al
El tiempo, la muerte, la memoria Los cambios de substancia no son más que modificaciones en la forma, pues más allá de la pluralidad de manifestaciones de la materia, subyace la unidad esencial del ser. El tránsito del ser desde una forma hacia otra, implica un dinamismo expresado en la acumulación de verbos de acción (prende, cae, cuaja); en la prime- ra estrofa se reitera el verbo «hacer» que funciona como núcleo verbal de cada uno de los cuatro versos (explícito en los versos 1 y 3, y eludido en 2 y 4); en el poema este verbo tiene un sentido activo de transformación, de «llegar a ser». El movimiento y la transformación no son atributos exclusivos de la materia viviente, pues también lo inerte está sometido al mismo proceso de metamorfosis (aire / nube; cielo / lluvia) tránsito que se produce inclusive entre lo vivo y lo iner- te (sol/espiga; viento / pájaro). Así, la metamorfosis abandona el terreno de las le- yes del intercambio biológico y se yergue en evidencia ontológica sobre las condiciones existenciales del ser.36 Las mismas evidencias, con idéntica estructura y sutiles variaciones y reiteraciones, se repiten a lo largo del poema en las dos primeras estrofas de todas las estancias impares, sumando en total 29 versos. III Lo más leve del fuego esplende en llama. Lo más denso del rayo nutre el trueno; lo más puro del alma, el polvo, el tiempo... (...) (….) Lo voluble del nardo huye en aroma; lo tenaz de los huesos pacta en lágrimas; lo más fresco del árbol se hace sombra; lo ávido de la conciencia, el universo... VII (...) Lo absorto de la piedra engendra el musgo. Lo inmóvil de la altura se hace nieve; el perfil de la brisa, mariposa. v La formulación última de estas evidencias aparece condensada en una fórmula aforística, al comienzo de la tercera estancia: que llamas universo» («Designio»); «mundo es lo que te sobra y escapa por tus ojos» («Ulises y las sirenas») «El ojo y las imágenes se nutren de tu exceso» («Poema»). 36. Aunque fundamentada en la naturaleza, esta retórica de la metamorfosis es evidentemente una creación verbal, no un proceso «real»; en cierto sentido. se aproxima a la poética creacionista de Huidobro: imitar el poder genésico de la naturaleza y hacer que la rosa florezca en el poema. 57
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Los cambios de substancia no son más que modificaciones en la forma, pues<br />
más allá de la pluralidad de manifestaciones de la materia, subyace la unidad esencial<br />
del ser. El tránsito del ser desde una forma hacia otra, implica un dinamismo<br />
expresado en la acumulación de verbos de acción (prende, cae, cuaja); en la prime-<br />
ra estrofa se reitera el verbo «hacer» que funciona como núcleo verbal de cada uno<br />
de los cuatro versos (explícito en los versos 1 y 3, y eludido en 2 y 4); en el poema<br />
este verbo tiene un sentido activo de transformación, de «llegar a ser».<br />
El movimiento y la transformación no son atributos exclusivos de la materia<br />
viviente, pues también lo inerte está sometido al mismo proceso de metamorfosis<br />
(aire / nube; cielo / lluvia) tránsito que se produce inclusive entre lo vivo y lo iner-<br />
te (sol/espiga; viento / pájaro). Así, la metamorfosis abandona el terreno de las le-<br />
yes del intercambio biológico y se yergue en evidencia ontológica sobre las condiciones<br />
existenciales del ser.36 Las mismas evidencias, con idéntica estructura y sutiles<br />
variaciones y reiteraciones, se repiten a lo largo del poema en las dos primeras<br />
estrofas de todas las estancias impares, sumando en total 29 versos.<br />
III<br />
Lo más leve del fuego esplende en llama.<br />
Lo más denso del rayo nutre el trueno;<br />
lo más puro del alma, el polvo, el tiempo...<br />
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(….)<br />
Lo voluble del nardo huye en aroma;<br />
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lo más fresco del árbol se hace sombra;<br />
lo ávido de la conciencia, el universo...<br />
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Lo absorto de la piedra engendra el musgo.<br />
Lo inmóvil de la altura se hace nieve;<br />
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La formulación última de estas evidencias aparece condensada en una fórmula<br />
aforística, al comienzo de la tercera estancia:<br />
que llamas universo» («Designio»); «mundo es lo que te sobra y escapa por tus ojos» («Ulises y las sirenas») «El<br />
ojo y las imágenes se nutren de tu exceso» («Poema»).<br />
36. Aunque fundamentada en la naturaleza, esta retórica de la metamorfosis es evidentemente una creación verbal, no un<br />
proceso «real»; en cierto sentido. se aproxima a la poética creacionista de Huidobro: imitar el poder genésico de la<br />
naturaleza y hacer que la rosa florezca en el poema.<br />
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