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El tiempo, la muerte, la memoria<br />

desnudez de la piedra,<br />

comprendí que mirar equivalía<br />

a derramar el alma por el ojo<br />

y contagiar la fría constancia de lo externo<br />

con el tenue temblor de su perecimiento.<br />

Hay una transferencia mayor del peso de la realidad a la subjetividad y a la<br />

conciencia. La mirada no pretende ya dar fe de la exterioridad compacta del mun-<br />

do, ni registrar sus movimientos como en los poemas de «Tránsito en la ceniza». Ni<br />

siquiera dejarse aprisionar y abandonarse a sus ciclos de muerte y renacimiento co-<br />

mo en «Vida interior del árbol». Ya no es el cuerpo del poeta, sino su ser el que se<br />

derrama en el mundo.<br />

Las palabras ciegas<br />

En estos primeros poemas, la mirada equivale en cierto sentido a la palabra,<br />

en tanto que ambas se presentan como la forma de mediación entre la conciencia y<br />

el mundo. Los tres primeros versos citados dan cuenta de esta actitud: «Yo creía que<br />

ver era salir del ojo / y tocar, impasible / lo compacto y lo cambiante». La sustito-<br />

ción de la mirada por la palabra solo se producirá en poemas muy posteriores, pertenecientes<br />

ya al ciclo de madurez poética de Jara. En esta primera etapa, es muy<br />

significativa la conservación de la mirada como forma de contacto entre el yo y el<br />

mundo, esta suerte de vouyerismo poético. Primero porque la mirada se revela todavía<br />

como transparencia: es una aproximación sensorial al mundo, una relación<br />

fluida, no obstaculizada por la opacidad que supone la interposición de las palabras.<br />

De este modo, el poeta todavía pretende decir al mundo, indagar por las relaciones<br />

entre la conciencia y el mundo como si ellas no estuvieran enrarecidas por el lenguaje.<br />

No quiere decir esto que no exista un elaborado trabajo sobre el lenguaje, si-<br />

no solamente que éste no ha pasado a ser el protagonista y el objeto mismo de su<br />

poética. Hay, por decirlo así, una confianza ciega en la docilidad del lenguaje, cie-<br />

ga porque todas las miradas del poeta atraviesan las palabras para ver lo que ellas<br />

nombran. Años mas tarde, en In memoriam escribirá: «advertí entonces que entre la<br />

sangre y la poesía / se erige el orden reverberante de los vocablos».<br />

El cambio desde una visión puramente exterior de la realidad del mundo por<br />

otra cargada de deseo, de pasión, del volcamiento de la subjetividad, se lee en los<br />

versos que siguen en «Poema del regreso»:<br />

Desde entonces mi corazón sigue al ojo,<br />

como al pastor la cabra,<br />

y amo las formas vanas que la vida<br />

erige por un día.<br />

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