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16 Maria Augusta Vintimilla<br />
órdenes de la vida, la avidez por la diferencia. Ser nuevos: ser diferentes. ¿Qué podía<br />
significar en América Latina la «novedad» y la «diferencia»? La condición colonial<br />
y la configuración periférica de nuestra modernidad instauran una paradoja en<br />
el corazón de esa huida desde el pasado que es también una huida desde el presente,<br />
para abrir las puertas del futuro. Si el modernismo fue la búsqueda de insertarse<br />
en la contemporaneidad y en el ahora, la vanguardia delata la voluntad de adelantarse,<br />
la voluntad de conquistar un lugar que está siempre un paso más allá. Como<br />
dice Octavio Paz, la palabra modernismo es una metáfora temporal: insertarse<br />
en el ahora; mientras que el término vanguardia es una metáfora espacial: conquistar<br />
un lugar.4<br />
Ser diferentes significaba dejar de ser lo que habíamos sido hasta entonces,<br />
quebrar los lazos que nos mantenían atados a un pasado que debíamos demoler para<br />
edificar sobre sus ruinas un futuro nuevo. Pero significaba también afirmar nuestra<br />
diferencia, nuestra radical otredad con respecto a Europa. De un lado, el cosmopolitismo,<br />
la apetencia de universalidad; de otro, la exigencia de configurar una<br />
identidad propia y distinta. De allí que, por ejemplo, en el abigarrado panorama de<br />
los movimientos vanguardistas hispanoamericanos, coexistieran la fascinación por<br />
los artefactos mecánicos, el culto a la velocidad y a la técnica moderna, con una singular<br />
atención al imaginario popular, indígena y negro; el deslumbramiento por la<br />
urbe moderna, sus rascacielos, túneles, puentes y avenidas, sus muchedumbres<br />
deambulantes, con la apropiación del paisaje americano por la palabra poética y con<br />
la invención mítica de una historia original y originaria; las transformaciones formales<br />
de la poesía, el verso libre, la irregularidad métrica y el descoyuntamiento de<br />
la sintaxis, con la exploración de las hablas que se habían mantenido segregadas de<br />
la lengua literaria: variedades regionales y populares, registros conversacionales, el<br />
prosaísmo, la oralidad.<br />
En el Ecuador de los años veinte y treinta, las polémicas en tomo a la validez<br />
de los movimientos de vanguardia en nuestro contexto cultural circulaban por<br />
esas mismas encrucijadas: la avidez por el cosmopolitismo y la urgencia de decir lo<br />
nativo; la atracción por la actualidad que impulsaba una demolición del pasado, y a<br />
la vez búsqueda de raíces originarias en la tierra, en la historia, en las culturas aborígenes;<br />
la construcción de una subjetividad que pasaba por la afirmación del individualismo<br />
y la libertad personal, y simultáneamente voluntad de configurar la<br />
identidad colectiva del hombre ecuatoriano.5 Todas estas ansiedades se resumían en<br />
4. «El caracol y la sirena», en Los signos en rotación. Barcelona, Círculo de Lectores, 1974.<br />
5. A través de una reconstrucción de los cambios de significado del término «vanguardia» en el contexto cultural<br />
ecuatoriano de los años veinte y treinta, Humberto Robles ha mostrado la riqueza de una polémica en la que circulaban<br />
profusamente las proclamas y los textos de los movimientos vanguardistas hispanoamericanos y europeos. La tesis de<br />
Robles es que el vocablo vanguardia fue perdiendo su sentido estrictamente artístico y literario, que lo vinculaba con<br />
los movimientos europeos, mientras se cargaba de una significación cada vez más política, hasta terminar por<br />
identificarse con