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138 María Augusta Vintimilla<br />

en sí mismo sino en tanto es presente, en tanto dibuja la trayectoria de un destino<br />

que no es anterior a la existencia sino posterior a ella, un destino que no es pre-disposición<br />

sino reordenamiento. La poesía misma consiste en esas «interrogaciones<br />

sin las cuales la existencia no deviene destino», pues, como la trayectoria de la flecha,<br />

la existencia está librada a los imprevistos del azar, pero una vez cumplida se<br />

dibuja lineal y nítida.<br />

4. LOS NOMBRES DE EROS<br />

No es un tema nuevo en la poesía de Efraín Jara Idrovo, éste de las insidiosas<br />

asechanzas y seducciones del amor. Desde los poemas iniciales de El mundo de<br />

las evidencias -como «Elegía por el sexo de Thamar» de 1946, o «Sexo» de 1947-,<br />

pero sobre todo desde «Añoranza y acto de amor», el erotismo ocupa un lugar de<br />

privilegio entre los motivos de su obra poética. El erotismo, la sexualidad, el amor,<br />

la sustancia carnal de lo humano, la apetencia nunca satisfecha por la otredad, son el<br />

territorio de una vasta exploración poética en la que confluyen y se entrecruzan<br />

otras constantes de la poética de Jara: el tiempo, la muerte, la tensión irreductible<br />

entre la conciencia y el mundo.<br />

A lo largo de su escritura poética, Jara ha tentado múltiples vías de resolución<br />

del conflicto que supone la desgarradura entre el yo y la alteridad del mundo: o<br />

la restitución de la unidad originaria del ser en sus infinitas manifestaciones formales<br />

como en la «Balada de la hija y las profundas evidencias»», o la ironía que<br />

implica admitir su radical escisión, y con ello asumir a plenitud la soledad como un<br />

dato ontológico de la condición humana, como en «El almuerzo del solitario»» por<br />

ejemplo.<br />

Pero hay otra vía privilegiada de mediación entre el mundo y la conciencia,<br />

entre la naturaleza y el yo, entre la eternidad y el instante, y es la pasión erótica. Entre<br />

la materialidad ensimismada del universo y la acuciante punzada de la conciencia<br />

hay una zona de frontera que es la carnalidad. El cuerpo es el umbral, la zona de<br />

contacto entre la subjetividad y el mundo, entre el yo y los otros. El cuerpo es el<br />

lazo que nos mantiene atados al cordón umbilical de la poderosa turbulencia de la<br />

naturaleza.<br />

En el poema de 1947 que lleva por título «Sexo»», Jara escribía:<br />

Esta salpicadura del relámpago<br />

o estertor de mucosas de la lava.<br />

Este sigilo de pantera o niebla<br />

alertando las ascuas de la sangre.<br />

Este terco animal con pies de sombra<br />

pisoteando los astros y los pétalos.

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