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134 María Augusta Vintimilla
ternal intimidad. En este punto, la mentalidad moderna se enlaza con una experiencia primitiva:
que lo poderoso por más que parezca salir a nuestro encuentro desde afuera es alcanzable por
nuestra voluntad (...) y que formamos con él una unidad misteriosa. De nuevo es posible, como
en los tiempos primitivos, la unidad del hombre con el mundo.
En la poética de Jara, la resolución de la angustia por la muerte no radica en
la razón sino en la recuperación de una experiencia «primitiva»: la unidad esencial
entre el hombre y el mundo. Fundamentándose en Heidegger, Jara propone asumir
radicalmente ese «estar abandonado y ser hacia la muerte», no eludir este drama ontológico,
sino asumirlo con plena conciencia y entera resolución. En «Invocación a
la vida», un poema de 1968, había escrito: «permite que las relaciones / entre la
muerte y yo, sean, apenas, / las del hombre solitario que acaricia a su gato». La poesía
-y no la ciencia- es la vía para resolver el conflicto, es el terreno adecuado para
tentar la superación de la angustia, para convocar a la muerte y entablar con ella el
duelo final, «la fraternal intimidad». In memoriam y Alguien dispone de su muerte
son sobre todo eso: una celada para tentar a la muerte y derrotarla en un entrañable
combate. En los versos que cierran «Alguien dispone de su muerte», como en un
final de fiesta, el anfitrión observa «los escombros humeantes» de la existencia y,
«como sabe que hay que morir / con la misma vehemencia con que se vive», se
apresta a verse
cara a cara con la muerte
y darle un abrazote confianzudo
posesivo
olímpico
verdaderamente desmoralizador
En la poética de Jara hay un hilo conductor que se desenvuelve e irradia en
distintas direcciones: el tiempo. Para la experiencia humana, el tiempo puede ser
percibido como sucesión y duración: un encadenamiento continuo y homogéneo
que eslabona el presente al pasado y lo proyecta hacia el futuro. La otra es la de una
suma de intensidades discontinuas y fugaces de una temporalidad heterogénea. Uno
de los rasgos dominantes de la literatura contemporánea es el debate con la temporalidad
concebida como sucesión; en ella «el tiempo se presenta como una fuerza
corruptora y destructiva, adopte ya la forma del flujo y la imagen del río heraclitiano,
o adopte ya ese otro vértigo, aunque inmóvil, que es la experiencia de lo abisma1.»1
Pero 1o fundamental en ambos casos es que el tiempo del poema no coincide
con el tiempo progresivo de la historia, y de esta rebelión nace una revelación: el
retorno a un tiempo mítico que no puede encarnar sino en la poesía. «Tiempo mí-
1. La máscara la transparencia. México, Fondo de Cultura Económica, 1985, pp. 335 Y ss.