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13.05.2013 Views

El tiempo, la muerte, la memoria sin que el mensaje verse finalmente mucho más sobre el trabajo que sobre el grito».3 1. LA PIEDRA: EL HIJO Y LA PALABRA sollozo por pedro jara es un poema que se sostiene sobre una cierta narratividad. Las cinco series que conforman el poema se estructuran sobre una progresión temática que relata la aventura existencial del hijo desde la noticia del nacimiento hasta su muerte y la evocación final en la memoria; cada una de las series se divide a su vez en tres subseries, que son tres versiones -tres imágenes- del mismo segmento temático. 1. La primera serie contiene todos los elementos de un mito de origen: el nacimiento del hijo, la búsqueda del nombre en el paraíso cósmico de las Galápagos, islas suspendidas en un tiempo sin edad, anterior a todo devenir.4 el radiograma decía «tu hijo nació. cómo hemos de llamado» yo andaba entonces por las islas dispersa procesión del basalto sílabas del silencio secos ganglios de eternidad eslabones de piedra en la palma del océano rostros esculpidos por el fuego sin edad soledad terquedad relampagueante de la duración hervor continuo de astros al pie de los acantilados andaba anduve y dije mientras vociferaban la sangre y las gaviotas te llamaré pedro pedrovenasderroca pedrollamasdepiedra piedra enardecida por el aliento de leones de la vida 3. Roland Barthes, «Escritores y escribientes», en Morín, et. al., La cuestión de los intelectuales. Buenos Aires, Rodolfo Alonso, edit., 1969, p. 114. 4. Las citas de los segmentos versales del sollozo están tomadas indistintamente de los tres desarrollos temáticos, conforme lo autoriza la composición del poema. Cuando se crea necesario se señalará a cuál de las tres versiones corresponde la cita. 115

116 María Augusta Vintimilla Como en otros poemas de Jara, reaparece aquí el mito recurrente del origen en las islas Galápagos, esta vez como escenario para la fundación de la palabra: el padre en busca del nombre es una figuración del poeta en busca de la palabra. El poeta quiere dar a luz una palabra -un hijo- marcada por los signos de la solidez y la eternidad.5 Y esa palabra original, la palabra fundadora que todavía no ha sido pronunciada («sílabas del silencio»), es una palabra que brota desde las piedras eternas de las Galápagos proferida por el poeta: «te llamaré pedro». La palabra, el nombre, es un espejo que contiene en sí su propia imagen: pedro-piedra, la piedra es el verbo encarnado en el cuerpo del hijo. Queda así establecida una equivalencia poética entre el hijo, la piedra y la palabra; «pedro» es el hijo, pero también es el nombre, es decir la palabra engendradora que emerge desde la piedra primordial. Hay una confianza ciega del poeta en el poder de su palabra, las leyes del lenguaje rigen el mundo: nombrar a su hijo con el nombre de la piedra es conferirle los atributos de eternidad y consistencia: «pedroespinazo de peña / pedropiedrasinedad»; «piedra tenaz e incandescente que ha de sobrevivirme.». Como dice Paul Elthen, si ya no hay más divinidades proveedoras de leyes, el lenguaje, que es lo que da a las leyes fuerza de leyes, se convierte en sustituto de lo sagrado.6 Desde este momento se genera una línea de sentido que permite leer el poema no solamente como la aventura existencial del hijo, sino también como la aventura de la palabra en la escritura poética. II. En la segunda serie, el hijo -la piedra, la palabra- apenas nacidos a la vi- da en contacto con el mundo se contagian de tiempo, y por tanto de caducidad: parecías hecho paraempiedradurar hechoparaperdurar pero todo cuanto arde en la sangre o la inteligencia se infecta de perecimiento En esta serie, las imágenes se construyen en tomo a las piedras tocadas por el hombre; ya no las míticas piedras intemporales de las Galápagos, sino las piedras humanizadas, piedras historizadas instaladas en el tiempo, ya no la piedra en la naturaleza sino en la cultura; por lo tanto, piedras-signos, piedras-palabras: 5. Hay quienes advierten en el alumbramiento de la escritura poética algo de femenino, algo de materno, precisamente en lo que tiene de engendramiento. Rosa Chacel escribe: «sólo la mujer puede ser efectiva y corporalmente, el uno y el otro, cuando va gestando con lentitud uterina la vida de un desconocido en el cuenco íntimo de sí misma; un hijo que, como la propia cara, se puede tocar pero no ver». El poeta, como la madre, pone a un desconocido como lo más entrañable y propio de sí mismo. y lo echa finalmente a la plaza pública: un sujeto que habrá de instruirlo, un discurso que habrá de escuchar, una identidad que deberá reconocer. Pero el poeta es también padre, el principio conformador desde fuera, desde la ley. 6. Paúl Elthen, «Los sofistas y Platón», en La cuestión de los intelectuales. op. cit., pp. 23-24.

El tiempo, la muerte, la memoria<br />

sin que el mensaje verse finalmente mucho más sobre el trabajo que sobre el grito».3<br />

1. LA PIEDRA: EL HIJO Y LA PALABRA<br />

sollozo por pedro jara es un poema que se sostiene sobre una cierta narratividad.<br />

Las cinco series que conforman el poema se estructuran sobre una progresión<br />

temática que relata la aventura existencial del hijo desde la noticia del nacimiento<br />

hasta su muerte y la evocación final en la memoria; cada una de las series se<br />

divide a su vez en tres subseries, que son tres versiones -tres imágenes- del mismo<br />

segmento temático.<br />

1. La primera serie contiene todos los elementos de un mito de origen: el nacimiento<br />

del hijo, la búsqueda del nombre en el paraíso cósmico de las Galápagos,<br />

islas suspendidas en un tiempo sin edad, anterior a todo devenir.4<br />

el radiograma decía<br />

«tu hijo nació. cómo hemos de llamado»<br />

yo andaba entonces por las islas<br />

dispersa procesión del basalto<br />

sílabas del silencio<br />

secos ganglios de eternidad<br />

eslabones de piedra en la palma del océano rostros<br />

esculpidos por el fuego sin edad<br />

soledad<br />

terquedad relampagueante de la duración<br />

hervor continuo de astros al pie de los acantilados<br />

andaba<br />

anduve<br />

y dije<br />

mientras vociferaban la sangre y las gaviotas<br />

te llamaré pedro<br />

pedrovenasderroca<br />

pedrollamasdepiedra<br />

piedra enardecida por el aliento de leones de la vida<br />

3. Roland Barthes, «Escritores y escribientes», en Morín, et. al., La cuestión de los intelectuales. Buenos Aires, Rodolfo<br />

Alonso, edit., 1969, p. 114.<br />

4. Las citas de los segmentos versales del sollozo están tomadas indistintamente de los tres desarrollos temáticos,<br />

conforme lo autoriza la composición del poema. Cuando se crea necesario se señalará a cuál de las tres versiones<br />

corresponde la cita.<br />

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