de sahagun lucas, juan - fenomenologia y filosofia de la religion.pdf

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13.05.2013 Views

200 Fenomenología y filosofía de la religión ne a mano como tenemos las cosas que nos rodean ni cae bajo el dominio del hombre. La relación con él no se inscribe en el área del tener, sino en la del ser. En esta nueva esfera las personas (seres espirituales) no se unen en lo periférico y objetivable, sino en el núcleo más profundo de sí mismas, en aquello precisamente que las constituye en personas, es decir, en su dimensión de ser y de realidad (en el espíritu). El encuentro personal verdadero, que es unión de espíritus, no se establece en lo inmediato, lo útil y placentero. Las personas que se encuentran realmente se mueven en otro nivel de realidad y buscan otra clase de intereses más allá de lo limitado y perecedero. Como repite M. Buber, el tú carece de confínes. Por eso podemos decir que la relación con el tú humano es el trampolín o el puente que nos permite llegar a la realidad como tal y acceder al Absoluto (Dios), plenitud de ser y realidad. Sumamente esclarecedoras son las siguientes palabras del ya citado M. Buber: «En las tres esferas (de relación con la naturaleza, con los hombres, con los seres espirituales), gracias a todo lo que se nos retorna presente, rozamos el ribete del Tú eterno, sentimos emanar un soplo que llega de él; cada tú invoca el Tú eterno, según el modo propio de cada una de las esferas» 43 . Con estas afirmaciones podemos determinar ya la racionalidad y coherencia de la actitud religiosa como encuentro personal del hombre con Dios 44 . b) Racionalidad de la actitud religiosa Para mayor concreción, distribuimos nuestra reflexión en los cinco puntos siguientes: 1. En la relación con las cosas y de manera especial con sus semejantes, el hombre capta una serie de verdades y de bienes que le marcan el horizonte inabarcable del valor que supera su poder de dominio. Es algo que se impone como verdad y bien absolutos que, más que objetos de posesión, son razones para vivir. Por este camino, el hombre experimenta el proceso de su realización progresiva y cumplimiento como persona en dirección de la realidad absoluta y plena. En su reciente encíclica Fides et ratio, el papa Juan Pablo II tiene en cuenta esta función del pensar filosófico y reconoce las valiosas aportaciones de la reflexión humana, que, partiendo de una renovada 43 íbid., 12. 44 Ajustamos nuestra reflexión a la magnífica exposición de J. MARTÍN VELASCO, El encuentro con Dios..., ed. c, 226-236. C.7. Justificación racional de la actitud religiosa 201 comprensión del bien moral o incidiendo en un análisis serio de los valores que comporta la inmanencia correctamente interpretada, abre el camino de la trascendencia. Dice lo mismo de quienes saben conjugar las exigencias de la fe religiosa en el horizonte de la metodología fenomenológica. Y es que no cabe oposición entre las exigencias de la religión y las condiciones de la razón filosófica que es consciente de su capacidad específica 45 . 2. En presencia de la realidad absoluta (verdad y bien supremos), el hombre adquiere conciencia de distanciamiento, por una parte, y de cercanía, por otra. A la vez que lo desborda en virtud de su infinitud, se le ofrece como meta última e ideal de perfección; es aquello que colma sus anhelos y sacia su tendencia de irreversibilidad. Una realidad sin fisuras que confiere sentido último a su vida y le otorga la salvación definitiva. Veritas semper major que decían los teólogos clásicos. 3. Lo mismo que en el encuentro amoroso auténtico —amor oblativo y de benevolencia— el ser humano se pone a disposición del otro por la entrega generosa de sí mismo, en el encuentro con la Verdad y con el Bien por excelencia establece una comunión desinteresada que, a la vez que colma sus deseos de donación, garantiza y avala las relaciones humanas. Como enseña J. Martín Velasco siguiendo a G. Marcel, «la realidad de las personas, constituida privilegiadamente en la relación amorosa interpersonal, da testimonio de un principio de realidad que se afirma personalmente en ella y así se presta al reconocimiento personal de los sujetos humanos» 46 . En opinión de G. Marcel, Dios es el único que puede garantizar el amor verdadero entre las personas, porque solamente él puede dar cumplimiento a las exigencias de perdurabilidad que entraña 47 . 4. El diálogo verdadero, basado en la intercomunicación de la verdad, sólo es posible si los interlocutores se hacen mutuamente partícipes de la misma verdad. Para ello es necesario que las personas compartan esta verdad, superior a ellas, que hace posible la realización que las constituye como tales. Estas condiciones postulan una relación originaria con una realidad omniabarcante que tiene que ser necesariamente persona porque se da en el ámbito interpersonal. A este respecto escribe M. Buber: «Dios abarca el universo; pero no es el universo. Igualmente, Dios abarca mi yo, pero no es mi yo. A causa de esta verdad inefable, puedo decir tú en mi lenguaje, como cada uno puede decirlo en el suyo. A causa de esta verdad inefa- 45 Cf. JUAN PABLO II, Fides et ratio (Ciudad del Vaticano 1998), n.59, 65, 66-68, 77-79. 46 J. MARTÍN VELASCO, o.a, 232. 47 Cf. G. MARCEL, Diario Metafisico (Buenos Aires 1957), 250-290.

200 Fenomenología y filosofía <strong>de</strong> <strong>la</strong> religión<br />

ne a mano como tenemos <strong>la</strong>s cosas que nos ro<strong>de</strong>an ni cae bajo el<br />

dominio <strong>de</strong>l hombre. La re<strong>la</strong>ción con él no se inscribe en el área <strong>de</strong>l<br />

tener, sino en <strong>la</strong> <strong>de</strong>l ser.<br />

En esta nueva esfera <strong>la</strong>s personas (seres espirituales) no se unen<br />

en lo periférico y objetivable, sino en el núcleo más profundo <strong>de</strong> sí<br />

mismas, en aquello precisamente que <strong>la</strong>s constituye en personas, es<br />

<strong>de</strong>cir, en su dimensión <strong>de</strong> ser y <strong>de</strong> realidad (en el espíritu). El encuentro<br />

personal verda<strong>de</strong>ro, que es unión <strong>de</strong> espíritus, no se establece<br />

en lo inmediato, lo útil y p<strong>la</strong>centero. Las personas que se encuentran<br />

realmente se mueven en otro nivel <strong>de</strong> realidad y buscan otra<br />

c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> intereses más allá <strong>de</strong> lo limitado y perece<strong>de</strong>ro. Como repite<br />

M. Buber, el tú carece <strong>de</strong> confínes. Por eso po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir que <strong>la</strong><br />

re<strong>la</strong>ción con el tú humano es el trampolín o el puente que nos permite<br />

llegar a <strong>la</strong> realidad como tal y acce<strong>de</strong>r al Absoluto (Dios), plenitud<br />

<strong>de</strong> ser y realidad.<br />

Sumamente esc<strong>la</strong>recedoras son <strong>la</strong>s siguientes pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong>l ya citado<br />

M. Buber: «En <strong>la</strong>s tres esferas (<strong>de</strong> re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong> naturaleza,<br />

con los hombres, con los seres espirituales), gracias a todo lo que se<br />

nos retorna presente, rozamos el ribete <strong>de</strong>l Tú eterno, sentimos emanar<br />

un soplo que llega <strong>de</strong> él; cada tú invoca el Tú eterno, según el<br />

modo propio <strong>de</strong> cada una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s esferas» 43 .<br />

Con estas afirmaciones po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>terminar ya <strong>la</strong> racionalidad y<br />

coherencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> actitud religiosa como encuentro personal <strong>de</strong>l hombre<br />

con Dios 44 .<br />

b) Racionalidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> actitud religiosa<br />

Para mayor concreción, distribuimos nuestra reflexión en los cinco<br />

puntos siguientes:<br />

1. En <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong>s cosas y <strong>de</strong> manera especial con sus<br />

semejantes, el hombre capta una serie <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>s y <strong>de</strong> bienes que le<br />

marcan el horizonte inabarcable <strong>de</strong>l valor que supera su po<strong>de</strong>r <strong>de</strong><br />

dominio. Es algo que se impone como verdad y bien absolutos que,<br />

más que objetos <strong>de</strong> posesión, son razones para vivir. Por este camino,<br />

el hombre experimenta el proceso <strong>de</strong> su realización progresiva y<br />

cumplimiento como persona en dirección <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad absoluta<br />

y plena.<br />

En su reciente encíclica Fi<strong>de</strong>s et ratio, el papa Juan Pablo II tiene<br />

en cuenta esta función <strong>de</strong>l pensar filosófico y reconoce <strong>la</strong>s valiosas<br />

aportaciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> reflexión humana, que, partiendo <strong>de</strong> una renovada<br />

43 íbid., 12.<br />

44 Ajustamos nuestra reflexión a <strong>la</strong> magnífica exposición <strong>de</strong> J. MARTÍN VELASCO,<br />

El encuentro con Dios..., ed. c, 226-236.<br />

C.7. Justificación racional <strong>de</strong> <strong>la</strong> actitud religiosa 201<br />

comprensión <strong>de</strong>l bien moral o incidiendo en un análisis serio <strong>de</strong> los<br />

valores que comporta <strong>la</strong> inmanencia correctamente interpretada, abre<br />

el camino <strong>de</strong> <strong>la</strong> trascen<strong>de</strong>ncia. Dice lo mismo <strong>de</strong> quienes saben conjugar<br />

<strong>la</strong>s exigencias <strong>de</strong> <strong>la</strong> fe religiosa en el horizonte <strong>de</strong> <strong>la</strong> metodología<br />

fenomenológica. Y es que no cabe oposición entre <strong>la</strong>s exigencias<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> religión y <strong>la</strong>s condiciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> razón filosófica que es<br />

consciente <strong>de</strong> su capacidad específica 45 .<br />

2. En presencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad absoluta (verdad y bien supremos),<br />

el hombre adquiere conciencia <strong>de</strong> distanciamiento, por una<br />

parte, y <strong>de</strong> cercanía, por otra. A <strong>la</strong> vez que lo <strong>de</strong>sborda en virtud <strong>de</strong><br />

su infinitud, se le ofrece como meta última e i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> perfección; es<br />

aquello que colma sus anhelos y sacia su ten<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> irreversibilidad.<br />

Una realidad sin fisuras que confiere sentido último a su vida y<br />

le otorga <strong>la</strong> salvación <strong>de</strong>finitiva. Veritas semper major que <strong>de</strong>cían<br />

los teólogos clásicos.<br />

3. Lo mismo que en el encuentro amoroso auténtico —amor<br />

ob<strong>la</strong>tivo y <strong>de</strong> benevolencia— el ser humano se pone a disposición<br />

<strong>de</strong>l otro por <strong>la</strong> entrega generosa <strong>de</strong> sí mismo, en el encuentro con <strong>la</strong><br />

Verdad y con el Bien por excelencia establece una comunión <strong>de</strong>sinteresada<br />

que, a <strong>la</strong> vez que colma sus <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> donación, garantiza y<br />

ava<strong>la</strong> <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones humanas.<br />

Como enseña J. Martín Ve<strong>la</strong>sco siguiendo a G. Marcel, «<strong>la</strong> realidad<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong>s personas, constituida privilegiadamente en <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción<br />

amorosa interpersonal, da testimonio <strong>de</strong> un principio <strong>de</strong> realidad que<br />

se afirma personalmente en el<strong>la</strong> y así se presta al reconocimiento<br />

personal <strong>de</strong> los sujetos humanos» 46 . En opinión <strong>de</strong> G. Marcel, Dios<br />

es el único que pue<strong>de</strong> garantizar el amor verda<strong>de</strong>ro entre <strong>la</strong>s personas,<br />

porque so<strong>la</strong>mente él pue<strong>de</strong> dar cumplimiento a <strong>la</strong>s exigencias <strong>de</strong><br />

perdurabilidad que entraña 47 .<br />

4. El diálogo verda<strong>de</strong>ro, basado en <strong>la</strong> intercomunicación <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

verdad, sólo es posible si los interlocutores se hacen mutuamente<br />

partícipes <strong>de</strong> <strong>la</strong> misma verdad. Para ello es necesario que <strong>la</strong>s personas<br />

compartan esta verdad, superior a el<strong>la</strong>s, que hace posible <strong>la</strong> realización<br />

que <strong>la</strong>s constituye como tales. Estas condiciones postu<strong>la</strong>n<br />

una re<strong>la</strong>ción originaria con una realidad omniabarcante que tiene que<br />

ser necesariamente persona porque se da en el ámbito interpersonal.<br />

A este respecto escribe M. Buber: «Dios abarca el universo; pero<br />

no es el universo. Igualmente, Dios abarca mi yo, pero no es mi yo.<br />

A causa <strong>de</strong> esta verdad inefable, puedo <strong>de</strong>cir tú en mi lenguaje, como<br />

cada uno pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirlo en el suyo. A causa <strong>de</strong> esta verdad inefa-<br />

45 Cf. JUAN PABLO II, Fi<strong>de</strong>s et ratio (Ciudad <strong>de</strong>l Vaticano 1998), n.59, 65, 66-68,<br />

77-79.<br />

46 J. MARTÍN VELASCO, o.a, 232.<br />

47 Cf. G. MARCEL, Diario Metafisico (Buenos Aires 1957), 250-290.

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