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188 Fenomenología y filosofía de la religión viéndose a sí mismo distinto de los objetos que conoce. Se siente sujeto frente al objeto, a la vez que experimenta su trascendencia, su independencia y dominio sobre cuanto lo rodea. Esta capacidad de objetivación contiene un elemento de autotrascendencia que permite al hombre superar los propios impulsos y cobrar conciencia de su diferencia y superioridad sobre el resto de los seres. En esto consiste el espíritu humano, que, como realidad abierta a lo otro, es esencialmente un ser en relación. El dinamismo aperturista le es esencial. c) Subjetividad y religiosidad Esta estructura peculiar implica la problemática religiosa, ya que el hombre, en virtud de su ex-centricidad, no puede menos de afirmar un centro supremo por encima del mundo. El mero hecho de captar el objeto en tanto que otro equivale a tomar distancia respecto de las cosas presentes y dirigirse a un Otro absoluto último que sobrepuja el ámbito de la experiencia inmediata. En la apertura a los entes el hombre se abre al ser en toda su amplitud, al infinito, a la vez que retorna sobre sí mismo poniéndose como objeto de su propia contemplación. De esta manera el hombre, además de abrirse al mundo, se encamina hacia lo otro que excede al mundo, al fundamento último o deidad. «La llamada apertura del hombre al mundo —escribe Pannenberg— significa, en último extremo, una apertura que excede del mundo, de modo que en su sentido propio estará mejor caracterizado como apertura a Dios que hace posible la consideración del mundo como un todo» 7 . Pues bien, cuando el hombre sobrepasa lo determinado y finito, se experimenta religioso, es decir, su apertura a la realidad comporta un estrato profundo implícitamente religioso. d) Destino último de la persona humana Nadie ignora que el hombre es un ser de ultimidades. La respuesta a su interrogación sobre el fin último se cifra en la esperanza de perdurabilidad allende la muerte. Esta esperanza, plasmada de múltiples maneras en la historia del pensamiento, expresa la inseparabilidad de la cuestión del hombre del problema de Dios. Por eso es legítimo afirmar que la idea de Dios y el ansia de inmortalidad son las dos caras de la misma moneda, de modo que la religión no es ya Ibid, 85. C. 7. Justificación racional de la actitud religiosa 189 un epifenómeno en la vida del hombre debido a imponderables externos, sino exigencia enraizada en su misma entraña. En una palabra, el anhelo de inmortalidad y la necesidad de una realidad superior que la garantice conforman la urdimbre de la experiencia religiosa. Desde el momento en que el hombre, incluso desde niño, se hace cargo de la limitación de las instancias de este mundo sin dejarse dominar por la angustia existencial, está reclamando un fundamento absoluto más allá de las barreras carenciales de la existencia que haga frente al sinsentido antropológico del nihilismo. En este sentido, Pannenberg ve la referencia originaria del hombre a Dios como correlato de la apertura estructural de la vida humana al mundo. La asunción consciente de este hecho genera la actitud religiosa, expresión del anhelo de totalidad ínsito en la condición del hombre o «ansia de ser Dios» 8 . 2. La aportación de K. Rahner Completamos la exposición anterior con las aportaciones filosóficas del teólogo católico alemán K. Rahner 9 . Sitúa la reflexión sobre Dios en un marco conceptual, esencialmente antropológico, que tiene en cuenta los elementos estructurales del pensamiento humano. Para ello parte del hecho de una experiencia primigenia en el hombre, anterior a la reflexión filosófica, donde Dios no se presenta como objeto de percepción directa, sino como el término del dinamismo cognitivo del espíritu humano. Es el hacia donde del pensamiento. En este dinamismo, que postula una meta definitiva de aquiescencia intelectual, cifra Rahner la connaturalidad de la cuestión de Dios o la coherencia racional de la actitud religiosa polarizada por el misterio. La razón no es otra que la trascendentalidad humana, es decir, nuestra capacidad ilimitada de realidad allende lo pensable y realizable concreto. Por el hecho de saberse finito, el ser humano trasciende el límite y se abre al misterio inabarcable. «Sólo existimos, pensamos y obramos en libertad rebasando lo determinado y lo tangible en un movimiento que no conoce límite. Si nos concebimos como seres limitados que existen de modo radical y múltiple, hemos trascendido ya este límite, siquiera en dirección al vacío, pero lo hemos trascendido; nos hemos visto como seres que siempre se tras- 8 Ibid., 290.292. 9 Cf. H. RAHNER, «Teología trascendental», en K. RAHNER-A. DARLAP (eds.), Sacramentum mundi (Barcelona 1972-1976), 610-617.

188 Fenomenología y filosofía <strong>de</strong> <strong>la</strong> religión<br />

viéndose a sí mismo distinto <strong>de</strong> los objetos que conoce. Se siente<br />

sujeto frente al objeto, a <strong>la</strong> vez que experimenta su trascen<strong>de</strong>ncia, su<br />

in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia y dominio sobre cuanto lo ro<strong>de</strong>a.<br />

Esta capacidad <strong>de</strong> objetivación contiene un elemento <strong>de</strong> autotrascen<strong>de</strong>ncia<br />

que permite al hombre superar los propios impulsos y<br />

cobrar conciencia <strong>de</strong> su diferencia y superioridad sobre el resto <strong>de</strong><br />

los seres. En esto consiste el espíritu humano, que, como realidad<br />

abierta a lo otro, es esencialmente un ser en re<strong>la</strong>ción. El dinamismo<br />

aperturista le es esencial.<br />

c) Subjetividad y religiosidad<br />

Esta estructura peculiar implica <strong>la</strong> problemática religiosa, ya que<br />

el hombre, en virtud <strong>de</strong> su ex-centricidad, no pue<strong>de</strong> menos <strong>de</strong> afirmar<br />

un centro supremo por encima <strong>de</strong>l mundo. El mero hecho <strong>de</strong><br />

captar el objeto en tanto que otro equivale a tomar distancia respecto<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas presentes y dirigirse a un Otro absoluto último que sobrepuja<br />

el ámbito <strong>de</strong> <strong>la</strong> experiencia inmediata. En <strong>la</strong> apertura a los<br />

entes el hombre se abre al ser en toda su amplitud, al infinito, a <strong>la</strong><br />

vez que retorna sobre sí mismo poniéndose como objeto <strong>de</strong> su propia<br />

contemp<strong>la</strong>ción. De esta manera el hombre, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> abrirse al<br />

mundo, se encamina hacia lo otro que exce<strong>de</strong> al mundo, al fundamento<br />

último o <strong>de</strong>idad. «La l<strong>la</strong>mada apertura <strong>de</strong>l hombre al mundo<br />

—escribe Pannenberg— significa, en último extremo, una apertura<br />

que exce<strong>de</strong> <strong>de</strong>l mundo, <strong>de</strong> modo que en su sentido propio estará<br />

mejor caracterizado como apertura a Dios que hace posible <strong>la</strong> consi<strong>de</strong>ración<br />

<strong>de</strong>l mundo como un todo» 7 . Pues bien, cuando el hombre<br />

sobrepasa lo <strong>de</strong>terminado y finito, se experimenta religioso, es <strong>de</strong>cir,<br />

su apertura a <strong>la</strong> realidad comporta un estrato profundo implícitamente<br />

religioso.<br />

d) Destino último <strong>de</strong> <strong>la</strong> persona humana<br />

Nadie ignora que el hombre es un ser <strong>de</strong> ultimida<strong>de</strong>s. La respuesta<br />

a su interrogación sobre el fin último se cifra en <strong>la</strong> esperanza <strong>de</strong><br />

perdurabilidad allen<strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte. Esta esperanza, p<strong>la</strong>smada <strong>de</strong> múltiples<br />

maneras en <strong>la</strong> historia <strong>de</strong>l pensamiento, expresa <strong>la</strong> inseparabilidad<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> cuestión <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong>l problema <strong>de</strong> Dios. Por eso es<br />

legítimo afirmar que <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Dios y el ansia <strong>de</strong> inmortalidad son<br />

<strong>la</strong>s dos caras <strong>de</strong> <strong>la</strong> misma moneda, <strong>de</strong> modo que <strong>la</strong> religión no es ya<br />

Ibid, 85.<br />

C. 7. Justificación racional <strong>de</strong> <strong>la</strong> actitud religiosa 189<br />

un epifenómeno en <strong>la</strong> vida <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong>bido a impon<strong>de</strong>rables<br />

externos, sino exigencia enraizada en su misma entraña. En una pa<strong>la</strong>bra,<br />

el anhelo <strong>de</strong> inmortalidad y <strong>la</strong> necesidad <strong>de</strong> una realidad superior<br />

que <strong>la</strong> garantice conforman <strong>la</strong> urdimbre <strong>de</strong> <strong>la</strong> experiencia religiosa.<br />

Des<strong>de</strong> el momento en que el hombre, incluso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niño, se hace<br />

cargo <strong>de</strong> <strong>la</strong> limitación <strong>de</strong> <strong>la</strong>s instancias <strong>de</strong> este mundo sin <strong>de</strong>jarse<br />

dominar por <strong>la</strong> angustia existencial, está rec<strong>la</strong>mando un fundamento<br />

absoluto más allá <strong>de</strong> <strong>la</strong>s barreras carenciales <strong>de</strong> <strong>la</strong> existencia que<br />

haga frente al sinsentido antropológico <strong>de</strong>l nihilismo.<br />

En este sentido, Pannenberg ve <strong>la</strong> referencia originaria <strong>de</strong>l hombre<br />

a Dios como corre<strong>la</strong>to <strong>de</strong> <strong>la</strong> apertura estructural <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida humana<br />

al mundo. La asunción consciente <strong>de</strong> este hecho genera <strong>la</strong> actitud<br />

religiosa, expresión <strong>de</strong>l anhelo <strong>de</strong> totalidad ínsito en <strong>la</strong> condición <strong>de</strong>l<br />

hombre o «ansia <strong>de</strong> ser Dios» 8 .<br />

2. La aportación <strong>de</strong> K. Rahner<br />

Completamos <strong>la</strong> exposición anterior con <strong>la</strong>s aportaciones filosóficas<br />

<strong>de</strong>l teólogo católico alemán K. Rahner 9 . Sitúa <strong>la</strong> reflexión sobre<br />

Dios en un marco conceptual, esencialmente antropológico, que<br />

tiene en cuenta los elementos estructurales <strong>de</strong>l pensamiento humano.<br />

Para ello parte <strong>de</strong>l hecho <strong>de</strong> una experiencia primigenia en el hombre,<br />

anterior a <strong>la</strong> reflexión filosófica, don<strong>de</strong> Dios no se presenta<br />

como objeto <strong>de</strong> percepción directa, sino como el término <strong>de</strong>l dinamismo<br />

cognitivo <strong>de</strong>l espíritu humano. Es el hacia don<strong>de</strong> <strong>de</strong>l pensamiento.<br />

En este dinamismo, que postu<strong>la</strong> una meta <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> aquiescencia<br />

intelectual, cifra Rahner <strong>la</strong> connaturalidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> cuestión <strong>de</strong><br />

Dios o <strong>la</strong> coherencia racional <strong>de</strong> <strong>la</strong> actitud religiosa po<strong>la</strong>rizada por el<br />

misterio. La razón no es otra que <strong>la</strong> trascen<strong>de</strong>ntalidad humana, es<br />

<strong>de</strong>cir, nuestra capacidad ilimitada <strong>de</strong> realidad allen<strong>de</strong> lo pensable y<br />

realizable concreto. Por el hecho <strong>de</strong> saberse finito, el ser humano<br />

trascien<strong>de</strong> el límite y se abre al misterio inabarcable. «Sólo existimos,<br />

pensamos y obramos en libertad rebasando lo <strong>de</strong>terminado y lo<br />

tangible en un movimiento que no conoce límite. Si nos concebimos<br />

como seres limitados que existen <strong>de</strong> modo radical y múltiple, hemos<br />

trascendido ya este límite, siquiera en dirección al vacío, pero lo<br />

hemos trascendido; nos hemos visto como seres que siempre se tras-<br />

8 Ibid., 290.292.<br />

9 Cf. H. RAHNER, «Teología trascen<strong>de</strong>ntal», en K. RAHNER-A. DARLAP (eds.), Sacramentum<br />

mundi (Barcelona 1972-1976), 610-617.

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