de sahagun lucas, juan - fenomenologia y filosofia de la religion.pdf

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13.05.2013 Views

120 Fenomenología y filosofía de la religión viste, más bien, la forma de encuentro personal con lo sagrado, pero a través de otras realidades que sirven de mediaciones. No es conocimiento sensible ni especulativo, sino vivencia que brota de la simpatía al socaire de la presencia de la realidad superior evocada en la conciencia. Globalidad. Esta experiencia no es puntual ni se circunscribe a aspectos determinados de la vida. Abarca a la persona enteramente afectándola en su intimidad y constitución ontológica. En ella se juega el hombre su destino último porque es respuesta a un requerimiento que pone en marcha resortes tan importantes como la coherencia racional, el compromiso ético, el necesario desprendimiento y la entrega desbordante. Por ella, según X. Zubiri, el hombre se constituye en experiencia de Dios, en el sentido de saberse fundamentado en Dios como realidad radical y última 16 . Mas la experiencia de fundamentalidad no es obra de ninguna facultad humana particular, sino del hombre integral en el ejercicio de su existencia en el trato con las cosas, con los hombres y con una realidad allende las cosas, pero que se da en ellas. Transformación. En la experiencia religiosa el sujeto se transforma por completo, porque se des-centra (sale de sí) y adopta una postura de reconocimiento y aceptación de una realidad superior (lo santo) que le asigna nuevas metas y le marca nuevos caminos. Se le muestra como el valor supremo al que hay que ajustar la propia conducta para lograr la plenitud personal. En este sentido el hombre religioso puede repetir con san Juan que ama a Dios porque él lo amó primero. Su amor (religión) es un amor-respuesta. «No somos nosotros los que hemos amado a Dios, sino Dios el que nos ha amado a nosotros» (1 Jn 4,10). De esta sensación y convencimiento surge el vértigo de la terribilidad en cuanto que el hombre se siente desplazado hacia una vida diferente. Resumiendo: Las características de la experiencia religiosa la abren al misterio como infinito de inteligibilidad que no se agota en ninguno de nuestros conocimientos, porque siempre es más que lo que podemos saber de él 17 . Es preciso reconocer con P. Tillich que esta experiencia comporta una relación consciente con lo incondicional (Realidad absoluta, Dios) no circunscrita a acciones aisladas ni a meros sentimientos, sino que penetra toda la vida del hombre, en cuyo comportamiento se actualiza a través de formas diversas: culto, dogma, moral, instituciones, arte, literatura, etc. 18 . 16 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios (Madrid 1984), 325ss. 17 Cf. H. de LUBAC, Por los caminos de Dios (Buenos Aires 1962), 143ss. 18 Cf. P. TILLICH, Filosofía de..., ed. c, 140-145. C.5. La actitud religiosa. La religión como respuesta 121 3) Aceptación respetuosa. Una experiencia semejante suscita en el sujeto lo que los fenomenólogos llaman actitud religiosa o religión. Para G. van der Leeuw, esta actitud se caracteriza por la búsqueda de sentido último y por la aceptación dócil del término encontrado como última palabra y realidad insondable. «El sentido religioso de las cosas es aquel al que no puede seguir otro más amplio o más profundo. Es el sentido del todo. Es la última palabra. Pero este sentido no se entenderá nunca, esta palabra nunca se pronunciará» 19 . Descubierta esta realidad, el hombre la acepta generosamente en actitud de plena confianza porque la ve como máximo poder y valor incondicional, como riqueza superabundante que colma todas sus pretensiones y sacia plenamente sus ansias de búsqueda. Es el límite de su peregrinar. La docilidad ante semejante descubrimiento brota del sentimiento de salvación experimentado por el hombre, que la traduce en términos de liberación integral y de vida enteramente otra o re-creación de la existencia. Se trata, en último término, de una fuerza superior que impone respeto y obliga al sometimiento porque necesariamente hay que contar con ella para poder salvarse 20 . Es la forma de asumir la vida en perspectiva de trascendencia, porque solamente conformando el propio ser con el paradigma suprahumano, es decir, aceptando un modelo superior a la condición humana, es como el sujeto religioso se considera a sí mismo verdadero hombre que se realiza plenamente en la transfiguración de su existencia 2I . Sabe combinar la vivencia de la propia limitación con una revelación que proviene de allende el límite y lo plenifica. Es, como enseña G. van der Leeuw, una re-creación de la vida que se ha recibido de «otra parte» 22 . Las características de la experiencia religiosa que hemos descrito nos descubren un nuevo elemento constitutivo de la misma, el encuentro personal con Dios. 19 G. van der LEEUW, Fenomenología..., ed. c, 650. 20 Cf. R. CAILLOIS, L 'homme et le sacre (Paris 1950), 18,31. 21 «El homo religiosus —comenta M. Eliade— cree que la vida tiene un origen sagrado y que la existencia humana actualiza todas sus potencialidades en la medida en que es religiosa, es decir, en la medida en que participa de la realidad; por eso, al imitar el comportamiento divino, el hombre se instala y se mantiene junto a los dioses, es decir, en lo real y significativo»: M. ELIADE, Lo sagrado..., ed. c, 196. 22 Cf. G. v. der LEEUW, Fenomenología..., ed. c, 651-652. Esta idea había sido anticipada ya por A. SABATIER en su obra Esquisse d'unephilosophie de la religión d'aprés lapsychologie et l'histoire (Paris 1898), 24-25.

120 Fenomenología y filosofía <strong>de</strong> <strong>la</strong> religión<br />

viste, más bien, <strong>la</strong> forma <strong>de</strong> encuentro personal con lo sagrado, pero<br />

a través <strong>de</strong> otras realida<strong>de</strong>s que sirven <strong>de</strong> mediaciones. No es conocimiento<br />

sensible ni especu<strong>la</strong>tivo, sino vivencia que brota <strong>de</strong> <strong>la</strong> simpatía<br />

al socaire <strong>de</strong> <strong>la</strong> presencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad superior evocada en <strong>la</strong><br />

conciencia.<br />

Globalidad. Esta experiencia no es puntual ni se circunscribe a<br />

aspectos <strong>de</strong>terminados <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida. Abarca a <strong>la</strong> persona enteramente<br />

afectándo<strong>la</strong> en su intimidad y constitución ontológica. En el<strong>la</strong> se juega<br />

el hombre su <strong>de</strong>stino último porque es respuesta a un requerimiento<br />

que pone en marcha resortes tan importantes como <strong>la</strong> coherencia<br />

racional, el compromiso ético, el necesario <strong>de</strong>sprendimiento y<br />

<strong>la</strong> entrega <strong>de</strong>sbordante. Por el<strong>la</strong>, según X. Zubiri, el hombre se constituye<br />

en experiencia <strong>de</strong> Dios, en el sentido <strong>de</strong> saberse fundamentado<br />

en Dios como realidad radical y última 16 . Mas <strong>la</strong> experiencia <strong>de</strong><br />

fundamentalidad no es obra <strong>de</strong> ninguna facultad humana particu<strong>la</strong>r,<br />

sino <strong>de</strong>l hombre integral en el ejercicio <strong>de</strong> su existencia en el trato<br />

con <strong>la</strong>s cosas, con los hombres y con una realidad allen<strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas,<br />

pero que se da en el<strong>la</strong>s.<br />

Transformación. En <strong>la</strong> experiencia religiosa el sujeto se transforma<br />

por completo, porque se <strong>de</strong>s-centra (sale <strong>de</strong> sí) y adopta una<br />

postura <strong>de</strong> reconocimiento y aceptación <strong>de</strong> una realidad superior (lo<br />

santo) que le asigna nuevas metas y le marca nuevos caminos. Se le<br />

muestra como el valor supremo al que hay que ajustar <strong>la</strong> propia conducta<br />

para lograr <strong>la</strong> plenitud personal. En este sentido el hombre<br />

religioso pue<strong>de</strong> repetir con san Juan que ama a Dios porque él lo<br />

amó primero. Su amor (religión) es un amor-respuesta. «No somos<br />

nosotros los que hemos amado a Dios, sino Dios el que nos ha amado<br />

a nosotros» (1 Jn 4,10). De esta sensación y convencimiento surge<br />

el vértigo <strong>de</strong> <strong>la</strong> terribilidad en cuanto que el hombre se siente<br />

<strong>de</strong>sp<strong>la</strong>zado hacia una vida diferente.<br />

Resumiendo: Las características <strong>de</strong> <strong>la</strong> experiencia religiosa <strong>la</strong><br />

abren al misterio como infinito <strong>de</strong> inteligibilidad que no se agota en<br />

ninguno <strong>de</strong> nuestros conocimientos, porque siempre es más que lo<br />

que po<strong>de</strong>mos saber <strong>de</strong> él 17 . Es preciso reconocer con P. Tillich que<br />

esta experiencia comporta una re<strong>la</strong>ción consciente con lo incondicional<br />

(Realidad absoluta, Dios) no circunscrita a acciones ais<strong>la</strong>das ni a<br />

meros sentimientos, sino que penetra toda <strong>la</strong> vida <strong>de</strong>l hombre, en<br />

cuyo comportamiento se actualiza a través <strong>de</strong> formas diversas: culto,<br />

dogma, moral, instituciones, arte, literatura, etc. 18 .<br />

16 Cf. X. ZUBIRI, El hombre y Dios (Madrid 1984), 325ss.<br />

17 Cf. H. <strong>de</strong> LUBAC, Por los caminos <strong>de</strong> Dios (Buenos Aires 1962), 143ss.<br />

18 Cf. P. TILLICH, Filosofía <strong>de</strong>..., ed. c, 140-145.<br />

C.5. La actitud religiosa. La religión como respuesta 121<br />

3) Aceptación respetuosa. Una experiencia semejante suscita<br />

en el sujeto lo que los fenomenólogos l<strong>la</strong>man actitud religiosa o religión.<br />

Para G. van <strong>de</strong>r Leeuw, esta actitud se caracteriza por <strong>la</strong> búsqueda<br />

<strong>de</strong> sentido último y por <strong>la</strong> aceptación dócil <strong>de</strong>l término encontrado<br />

como última pa<strong>la</strong>bra y realidad insondable. «El sentido religioso<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas es aquel al que no pue<strong>de</strong> seguir otro más amplio o<br />

más profundo. Es el sentido <strong>de</strong>l todo. Es <strong>la</strong> última pa<strong>la</strong>bra. Pero este<br />

sentido no se enten<strong>de</strong>rá nunca, esta pa<strong>la</strong>bra nunca se pronunciará»<br />

19 . Descubierta esta realidad, el hombre <strong>la</strong> acepta generosamente<br />

en actitud <strong>de</strong> plena confianza porque <strong>la</strong> ve como máximo po<strong>de</strong>r y<br />

valor incondicional, como riqueza superabundante que colma todas<br />

sus pretensiones y sacia plenamente sus ansias <strong>de</strong> búsqueda. Es el<br />

límite <strong>de</strong> su peregrinar.<br />

La docilidad ante semejante <strong>de</strong>scubrimiento brota <strong>de</strong>l sentimiento<br />

<strong>de</strong> salvación experimentado por el hombre, que <strong>la</strong> traduce en términos<br />

<strong>de</strong> liberación integral y <strong>de</strong> vida enteramente otra o re-creación<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> existencia. Se trata, en último término, <strong>de</strong> una fuerza superior<br />

que impone respeto y obliga al sometimiento porque necesariamente<br />

hay que contar con el<strong>la</strong> para po<strong>de</strong>r salvarse 20 .<br />

Es <strong>la</strong> forma <strong>de</strong> asumir <strong>la</strong> vida en perspectiva <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia,<br />

porque so<strong>la</strong>mente conformando el propio ser con el paradigma suprahumano,<br />

es <strong>de</strong>cir, aceptando un mo<strong>de</strong>lo superior a <strong>la</strong> condición<br />

humana, es como el sujeto religioso se consi<strong>de</strong>ra a sí mismo verda<strong>de</strong>ro<br />

hombre que se realiza plenamente en <strong>la</strong> transfiguración <strong>de</strong> su<br />

existencia 2I . Sabe combinar <strong>la</strong> vivencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> propia limitación con<br />

una reve<strong>la</strong>ción que proviene <strong>de</strong> allen<strong>de</strong> el límite y lo plenifica. Es,<br />

como enseña G. van <strong>de</strong>r Leeuw, una re-creación <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida que se ha<br />

recibido <strong>de</strong> «otra parte» 22 .<br />

Las características <strong>de</strong> <strong>la</strong> experiencia religiosa que hemos <strong>de</strong>scrito<br />

nos <strong>de</strong>scubren un nuevo elemento constitutivo <strong>de</strong> <strong>la</strong> misma, el encuentro<br />

personal con Dios.<br />

19 G. van <strong>de</strong>r LEEUW, Fenomenología..., ed. c, 650.<br />

20 Cf. R. CAILLOIS, L 'homme et le sacre (Paris 1950), 18,31.<br />

21 «El homo religiosus —comenta M. Elia<strong>de</strong>— cree que <strong>la</strong> vida tiene un origen<br />

sagrado y que <strong>la</strong> existencia humana actualiza todas sus potencialida<strong>de</strong>s en <strong>la</strong> medida<br />

en que es religiosa, es <strong>de</strong>cir, en <strong>la</strong> medida en que participa <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad; por eso, al<br />

imitar el comportamiento divino, el hombre se insta<strong>la</strong> y se mantiene junto a los<br />

dioses, es <strong>de</strong>cir, en lo real y significativo»: M. ELIADE, Lo sagrado..., ed. c, 196.<br />

22 Cf. G. v. <strong>de</strong>r LEEUW, Fenomenología..., ed. c, 651-652. Esta i<strong>de</strong>a había sido<br />

anticipada ya por A. SABATIER en su obra Esquisse d'unephilosophie <strong>de</strong> <strong>la</strong> religión<br />

d'aprés <strong>la</strong>psychologie et l'histoire (Paris 1898), 24-25.

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