Devociones populares - Episcopal Church

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13.05.2013 Views

esulta un tanto macabro para nuestra sensibilidad moderna. Sin embargo, no olvide el lector que se trata del fervor popular y no de si la Virgen fue partidista y optó por un bando u otro. Nuestra Señora de Chiquinquirá Según la tradición, a mediados del siglo XVI, don Antonio de Santana, encomendero de las localidades de Suta y Chiquinquirá, en Colombia, encargó al pintor español Alonso de Narváez que pintara un cuadro con la imagen de la Virgen del Rosario. Y así lo hizo, sobre una tela de algodón de procedencia indígena. A los lados de la Virgen colocó al apóstol san Andrés y a san Antonio de Padua. En 1562 don Antonio colocó el cuadro en una pobre capilla techada de paja por donde se fi ltraban el agua y la humedad del ambiente. Con el tiempo el lienzo se fue deteriorando y las fi guras quedaron casi irreconocibles. A la muerte de Santana, su viuda se trasladó a Chiquinquirá y llevó el lienzo con ella, pero, por las condiciones que presentaba, lo abandonó en un cuarto que en el pasado había servido de oratorio. En l586 se estableció en la ciudad María Ramos, una piadosa mujer sevillana que reparó el oratorio y colgó en el mejor lugar la deteriorada pintura de la Virgen. El 26 de diciembre de 1586, María salía de la capilla, cuando pasó frente a ella una indígena llamada Isabel con su pequeño hijo. En ese momento la indígena pidió a María que mirara al cuadro. La imagen del cuadro parecía rodeada de vivos resplandores. Al parecer, los colores y el brillo original habían reaparecido y prodigiosamente se habían restaurado instantáneamente. De esta manera se inició la devoción a “La Chinita”, como la llaman los colombianos. Con todo, el cuadro todavía conserva las huellas del pasado deterioro; de cerca las fi guras se ven borrosas, mas a cierta distancia adquieren profundidad y relieve. Durante trescientos años el cuadro se presentó a los fi eles sin protección alguna; los devotos se las arreglaban para 64

llegar al lienzo y tocarlo con diversos objetos. Pero desde 1897 la pintura ya está protegida por un grueso cristal. El papa Pío VII, en 1829, declaró a esta Virgen patrona de Colombia y fue coronada en 1919, y su santuario declarado basílica en 1927. Nuestra Señora de Coromoto A mediados del siglo XVII en la región del Guarané, Venezuela, existía un grupo de indios llamados “coromotos” que se resistía a la evangelización llevada a cabo por los religiosos franciscanos. Los coromotos se habían retirado de la zona ocupada por los españoles e internado en la selva situada al noroeste de la ciudad de Guarané. Quien más resistía la acción evangelizadora era el cacique de la tribu. Cierto día del año 1651, dirigiéndose con su esposa a labrar una tierra que tenía en una zona de la montaña, al llegar a una quebrada del río Tucupido, se les apareció una hermosa señora con un niño en los brazos; caminando sobre las aguas y sonriente le habló al cacique en su propio idioma, instándole a que llevase a toda su tribu a recibir las aguas bautismales y poder de esa manera, entrar en el cielo. Impresionado por la aparición y las palabras de la señora, y acompañado de toda su tribu acepta recibir la instrucción religiosa. Los alcaldes de Guarané, Baltazar Rivero de Losada y Salvador Serrada Centeno, dispusieron que los indios se quedaran en el pueblo hasta terminada la formación cristiana. Algunos se iban convirtiendo poco a poco. Sin embargo, el cacique no aguantó el nuevo estilo de vida y terminó marchándose de nuevo a lo espeso de la selva. Otro día se encontraban en la choza del indio, su mujer, su hermana Isabel y un hijo de esta última, de doce años de edad. Entonces llega el cacique todo apenado, atormentado por dudas interiores. En ese momento se aparece otra vez la Virgen María iluminada por rayos “como los del sol cuando está en el mediodía”, según testimonio de la india Isabel. El cacique resiste a la dulzura de la Virgen y se decide a atacarla para que le deje en paz; cuando trata de 65

esulta un tanto macabro para nuestra sensibilidad moderna.<br />

Sin embargo, no olvide el lector que se trata del fervor<br />

popular y no de si la Virgen fue partidista y optó por un<br />

bando u otro.<br />

Nuestra Señora de Chiquinquirá<br />

Según la tradición, a mediados del siglo XVI, don<br />

Antonio de Santana, encomendero de las localidades de<br />

Suta y Chiquinquirá, en Colombia, encargó al pintor español<br />

Alonso de Narváez que pintara un cuadro con la imagen<br />

de la Virgen del Rosario. Y así lo hizo, sobre una tela de<br />

algodón de procedencia indígena. A los lados de la Virgen<br />

colocó al apóstol san Andrés y a san Antonio de Padua.<br />

En 1562 don Antonio colocó el cuadro en una pobre<br />

capilla techada de paja por donde se fi ltraban el agua y<br />

la humedad del ambiente. Con el tiempo el lienzo se fue<br />

deteriorando y las fi guras quedaron casi irreconocibles. A<br />

la muerte de Santana, su viuda se trasladó a Chiquinquirá<br />

y llevó el lienzo con ella, pero, por las condiciones que<br />

presentaba, lo abandonó en un cuarto que en el pasado había<br />

servido de oratorio.<br />

En l586 se estableció en la ciudad María Ramos, una<br />

piadosa mujer sevillana que reparó el oratorio y colgó en<br />

el mejor lugar la deteriorada pintura de la Virgen. El 26 de<br />

diciembre de 1586, María salía de la capilla, cuando pasó<br />

frente a ella una indígena llamada Isabel con su pequeño<br />

hijo. En ese momento la indígena pidió a María que mirara<br />

al cuadro. La imagen del cuadro parecía rodeada de vivos<br />

resplandores. Al parecer, los colores y el brillo original<br />

habían reaparecido y prodigiosamente se habían restaurado<br />

instantáneamente. De esta manera se inició la devoción a<br />

“La Chinita”, como la llaman los colombianos. Con todo, el<br />

cuadro todavía conserva las huellas del pasado deterioro;<br />

de cerca las fi guras se ven borrosas, mas a cierta distancia<br />

adquieren profundidad y relieve.<br />

Durante trescientos años el cuadro se presentó a los fi eles<br />

sin protección alguna; los devotos se las arreglaban para<br />

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