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Devociones populares - Episcopal Church

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Velas, Cirios<br />

Las velas son el resultado de necesidad vital básica.<br />

Tras miles de años en las tinieblas de la noche, alguien<br />

tuvo la ocurrencia de inventar algo que proporcionara luz.<br />

Se cree que los primeros en servirse de antorchas de junco<br />

empapadas en sebo fundido de oveja fueron los egipcios.<br />

Pero serían los romanos los inventores de la vela con mecha.<br />

Se realizaban de sebo de ganado o de oveja y servían para<br />

alumbrar las viviendas y a todo caminante nocturno. En la<br />

Edad Media apareció la vela de cera de abeja, pero resultaba<br />

muy cara para el pueblo. Desde el siglo XVIII empezaron<br />

a usarse en la confección de las velas otras materias menos<br />

costosas y que desprendían olores menos desagradables.<br />

Con el mismo fi n, y tal vez más antigua que la propia<br />

vela, surgió la lámpara, que consistía en un receptáculo que<br />

contenía aceite de oliva y una mecha. De la lámpara de aceite<br />

existen ya muchas referencias en la Biblia. Uno de los pasajes<br />

más usados puede que sea la parábola de las diez vírgenes<br />

(Mt 25,1-13).<br />

Todas las religiones han experimentado una dualidad<br />

entre la luz y la oscuridad. La luz, como presencia y poder<br />

divinos; la oscuridad como ausencia de la divinidad. Esta<br />

polaridad entre lo positivo y lo negativo es patente en la<br />

Biblia desde las primeras líneas del Génesis. Sin embargo,<br />

mientras en otras religiones, tras la oscuridad se oculta la<br />

creencia en un dios negativo, en la Biblia, se insiste en un<br />

solo ser Creador de la luz y de la tiniebla. “Yo soy Yahvé, no<br />

ningún otro; yo modelo la luz y creo la tiniebla, yo hago la dicha y<br />

creo la desgracia, yo soy Yahvé, el que hago todo esto” (Is 45,6b-<br />

7). Como éste abundan los textos bíblicos en el Antiguo<br />

Testamento. En el Nuevo, la luz se refi ere a Jesús como luz<br />

del mundo (Mt 4,16, Lc 1,79;2,32), pero es sobre todo en el<br />

evangelio de Juan donde Jesús es presentado como la luz por<br />

eminencia. Él es la luz del mundo (Jn 8,12; 9,5); la tiniebla<br />

forcejea por superar a la luz pero no lo logra (Jn1,5). Creer en<br />

Jesús es vencer las tinieblas (Jn 12,46), sin su luz el mundo se<br />

mantiene en las tinieblas, en la ceguera y sin rumbo (1 Jn 2,8-<br />

11).<br />

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