Devociones populares - Episcopal Church

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más absoluto abandono aquella pared que permaneció a la intemperie, ya que nadie se preocupó de reedifi car el galpón. Hacia 1670 un tal Antonio de León restauró el cobertizo, y, de nuevo, empezó a difundir la devoción al Cristo. Parece ser que el propio León, por intercesión del Cristo, fue curado de un tumor maligno que los médicos no habían podido sanar. Tal evento suscitó la curiosidad de la gente y la asistencia aumentó. Debido a la gran concurrencia de curiosos, no en todas las reuniones predominaba la devoción; en algunas se daba rienda suelta a bailes sensuales y consumo de bebidas alcohólicas. Por ello, el Conde de Lemos –virrey del Perú–, a petición de la autoridad eclesiástica, decidió eliminar la imagen y mandó también que se destruyera el altar colocado frente a la misma. Sin embargo, el intento fracasó ya que el pintor de “brocha gorda”, encargado de ejecutar la orden, empezó a sentir temblores y escalofríos, debiendo ser atendido de inmediato para proseguir con la labor. Al intentarlo de nuevo, fue tal la impresión recibida de la imagen que se asustó y huyó despavorido del lugar. El Promotor Fiscal escogió a otro pintor para que realizara la tarea, pero sufrió un temblor inusitado; de nuevo el Fiscal escogió a un tercero ofreciéndole una buena paga, pero el intento fracasó también ya que el pintor alegaba que los colores de la imagen se avivaban cada vez que intentaba borrarlos. La gente manifestó su desacuerdo por la orden de borrar de la pared al Cristo y comenzó a protestar con airadas voces y actitudes amenazadoras. Ante tales acontecimientos, el Conde de Lemos visitó el lugar, lo que desembocó en el hecho de que el 14 de septiembre, fi esta de la Exaltación de la Cruz, se celebrara allí la primera misa ante la imagen. Así quedaba instaurado el culto a una imagen que la gente empezaría a denominar “El Santo Cristo de los Milagros o de las Maravillas”. Además, de ahora en adelante, un mayordomo cuidaría el lugar transformado ya en capilla. Posteriormente, Sebastián de Antuñano, español, adquirió los terrenos y construyó una capilla más digna. Durante el terremoto del 20 de octubre de 1687 –el peor que sufrió 102

Lima en el siglo XVII– la capilla no sufrió daño alguno. Sin embargo, Antuñano ordenó que se realizara una copia de la imagen para llevarla en procesión. Por esas fechas, una piadosa mujer llamada Antonia Maldonado y original de Guayaquil (actualmente en Ecuador), decidió instaurar un beaterio para llevar con otras mujeres una vida devota siguiendo el camino de Jesús crucifi cado. Adoptaron la regla de la orden Carmelita reformada de santa Teresa de Jesús. Antuñano les ofreció sitio en su terreno para construir un monasterio al lado de la capilla del Cristo de los Milagros, lo que dio origen al actual Santuario y Monasterio de las Nazarenas Carmelitas Descalzas, inaugurado en 1771 durante el gobierno del virrey Amat. La gente comenzó a invocar al Cristo como protector contra los temblores de tierra. En el terremoto de 1745 que tuvo lugar el 20 de octubre la imagen fue sacada en procesión durante cinco días. En esta ocasión se constató que la imagen del Señor ya no aparecía sola, sino por el reverso presentaba la fi gura de nuestra Señora de la Nube, venerada en Guayaquil. A partir de esa fecha, la procesión saldría anualmente, pero sólo durante tres días. En 1771 se creó la Hermandad de Cargadores del Señor de los Milagros, encargados de llevar sobre sus hombros las pesadas andas con la imagen del Señor de los Milagros. Son fáciles de distinguir, pues los caracteriza el hábito morado y el cíngulo blanco con que se lo atan. La devoción se ha extendido a otros países de América, donde cada año, el día18 de octubre, se realizan procesiones similares a la que tiene lugar en el mes de octubre en Lima. En algunos lugares se hace el domingo más próximo a esa fecha. 103

más absoluto abandono aquella pared que permaneció a la<br />

intemperie, ya que nadie se preocupó de reedifi car el galpón.<br />

Hacia 1670 un tal Antonio de León restauró el cobertizo,<br />

y, de nuevo, empezó a difundir la devoción al Cristo.<br />

Parece ser que el propio León, por intercesión del Cristo,<br />

fue curado de un tumor maligno que los médicos no habían<br />

podido sanar. Tal evento suscitó la curiosidad de la gente<br />

y la asistencia aumentó. Debido a la gran concurrencia<br />

de curiosos, no en todas las reuniones predominaba la<br />

devoción; en algunas se daba rienda suelta a bailes sensuales<br />

y consumo de bebidas alcohólicas. Por ello, el Conde<br />

de Lemos –virrey del Perú–, a petición de la autoridad<br />

eclesiástica, decidió eliminar la imagen y mandó también<br />

que se destruyera el altar colocado frente a la misma. Sin<br />

embargo, el intento fracasó ya que el pintor de “brocha<br />

gorda”, encargado de ejecutar la orden, empezó a sentir<br />

temblores y escalofríos, debiendo ser atendido de inmediato<br />

para proseguir con la labor. Al intentarlo de nuevo, fue<br />

tal la impresión recibida de la imagen que se asustó y<br />

huyó despavorido del lugar. El Promotor Fiscal escogió<br />

a otro pintor para que realizara la tarea, pero sufrió un<br />

temblor inusitado; de nuevo el Fiscal escogió a un tercero<br />

ofreciéndole una buena paga, pero el intento fracasó también<br />

ya que el pintor alegaba que los colores de la imagen se<br />

avivaban cada vez que intentaba borrarlos.<br />

La gente manifestó su desacuerdo por la orden de borrar<br />

de la pared al Cristo y comenzó a protestar con airadas<br />

voces y actitudes amenazadoras. Ante tales acontecimientos,<br />

el Conde de Lemos visitó el lugar, lo que desembocó en el<br />

hecho de que el 14 de septiembre, fi esta de la Exaltación de<br />

la Cruz, se celebrara allí la primera misa ante la imagen.<br />

Así quedaba instaurado el culto a una imagen que la gente<br />

empezaría a denominar “El Santo Cristo de los Milagros<br />

o de las Maravillas”. Además, de ahora en adelante, un<br />

mayordomo cuidaría el lugar transformado ya en capilla.<br />

Posteriormente, Sebastián de Antuñano, español, adquirió<br />

los terrenos y construyó una capilla más digna. Durante<br />

el terremoto del 20 de octubre de 1687 –el peor que sufrió<br />

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