Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe
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gullir en sus aguas enrojecidas a la civilización occidental y cristiana, por todas las fisuras de ésta12. Cada vez que vemos a los árabes, con aire perseguido, desconfiados, huidizos, cubiertos con esas largas ropas desgarradas que parecen fabricadas a propósito nos decimos: Mannoni se equivoca. Muchas veces nos han arrestado a pleno sol inspectores de policía que nos tomaban por un árabe y que, cuando descubrían nuestro origen, se apresuraban a disculparse: «Sabemos bien que un martinicano es diferente que un árabe». Protestábamos verbalmente, nos decían: «Vosotros no les conocéis». En verdad, señor Mannoni, se equivoca. Porque, ¿qué quiere decir esta frase: «La civilización europea y sus representantes más cualificados no son responsables del racismo colonial»? ¿Qué otra cosa significa sino que el colonialismo es la obra de aventureros y de políticos, que los «representantes más cualificados» se mantienen, en efecto, por encima del jaleo? Pero, dice Francis Jeanson, todo ciudadano de una nación es responsable de los actos perpetrados en nombre de esa nación: Día tras día, este sistema desarrolla a vuestro alrededor sus consecuencias pernicio sas, día tras día sus promotores os traicionan, desarrollando en nombre de Francia una política lo más ajena posible, no solamente a vuestros verdaderos intereses, sino también a vuestras exigencias más profundas [...] Os vanagloriáis de manteneros a distancia de un determinado orden de realidades: dejáis así las manos libres a los que las atmósferas malsanas no podrían detener, porque ellos mismos las crean con su propio comporta miento. Y si lográis, aparentemente, no ensuciaros es porque otros se ensucian en vues tro lugar. Tenéis pistoleros y, a fin de cuentas, vosotros sois los verdaderos culpables; por que sin vosotros, sin vuestra negligente ceguera, esos hombres no podrían emprender una acción que a vosotros os condena tanto como a ellos les deshonra13. Decíamos hace un momento que Sudafrica tenía una estructura racista. Vamos más lejos y decimos que Europa tiene una estructura racista. Es obvio que a Mannoni no le interesa ese problema, puesto que dice: «Francia es el país menos racista del mundo»14. Buenos negros, regocijaos de ser franceses, aunque sea un poco duro, porque en Estados Unidos vuestros congéneres son mucho más infelices que vosotros... Francia es un país racista, pues el mito del n egro-malo forma parte del inconsciente de la colectividad. Lo demostraremos más adelante (capítulo VI). 12 Aimé Césaire, D iscours sur le coloniaüsm e, París, Ed. Réclames, 1950, pp. 14-15 [ed. cast.: Discurso sobre e l colonialism o, Madrid, Akal, 2007]. 13 Francis Jeanson, «Cette Algérie conquise et pacifiée...», Esprit, abril de 1950, p. 624. 14 O. Mannoni, P sychologie d e la colonisation, cit., p. 31. 98
Continuemos con Mannoni: «Un complejo de inferioridad ligado al color de la piel no se observa, en efecto, más que en los individuos que viven en minoría en un ambiente de otro color; en una colectividad bastante homogénea, como la colectividad malgache, donde las estructuras sociales son todavía bastante sólidas, no se encuentra un complejo de inferioridad más que en casos excepcionales»15. Una vez más, pedimos algo de circunspección al autor. Un blanco en las colonias nunca se ha sentido inferior por lo que es. Como bien dice Mannoni: «Será dios o será devorado». El colonizador, aunque «en minoría», no se siente inferiorizado. En Martinica hay 200 blancos que se consideran superiores a 300.000 elementos de color. En Africa meridional hay 2.000.000 de blancos contra cerca de 13.000.000 de indígenas, y a ningún indígena se le ha pasado por la cabeza el sentirse superior a un blanco en minoría. Aunque los descubrimientos de Adler y los no menos interesantes de Kuenkel explican determinados comportamientos neuróticos, no hay que inferir de ahí leyes que se aplicarían a problemas infinitamente complejos. La inferiorización es el correlativo indígena de la superiorización europea. Tengamos el valor de decirlo: el racista crea al inferiorizado. En esta conclusión coincidimos con Sartre: «El judío es un hombre al que los otros hombres consideran judío: esta es la pura verdad de la que hay que partir [...] el antisemita hace al judío»16. ¿En qué se convierten los casos excepcionales de los que nos habla Mannoni? Son sencillamente aquellos en los que el evolucionado se descubre de repente rechazado por una civilización que sin embargo ha asimilado. De tal suerte que la conclusión sería la siguiente: en la medida en que el «verdadero malgache» del autor asume su «conducta dependiente», todo ocurre para lo mejor; pero, si olvida su lugar, si se le mete en la cabeza igualarse al europeo, entonces el susodicho europeo se enfada y rechaza al insolente que, en esta ocasión y en este «caso excepcional», paga con un complejo de inferioridad su rechazo de la dependencia. Hemos detectado antes, en algunas alegaciones de Mannoni, un equívoco como mínimo peligroso. En efecto, deja al malgache elegir entre la inferioridad y la dependencia. Fuera de estas dos soluciones no hay salvación. «Cuando él (el malgache) consigue establecer en la vida estas relaciones (de dependencia) con los superiores, su inferioridad no le molesta, todo va bien. Cuando no lo consigue, cuando su posición de inseguridad no se regulariza de esta manera, lo siente un fracaso»17. 15 Ibid.., p. 108. 16 J.-P. Sartre, R éflexions sur la question juive, cit., pp. 88-89. 17 O. Mannoni, P sychologie d e la colonisation, cit., p. 61. 99
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Aunque los descubrimientos de Adler y los no menos interesantes de Kuenkel<br />
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fracaso»17.<br />
15 Ibid.., p. 108.<br />
16 J.-P. Sartre, R éflexions sur la question juive, cit., pp. 88-89.<br />
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