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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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Negrofilia y filantropía son insultos en Sudáfrica [...]. El objetivo es separar a los in­<br />

dígenas de los europeos, territorialmente, económicamente y sobre el terreno político, y<br />

permitirles edificar su propia civilización bajo la dirección y autoridad de los blancos,<br />

pero con un contacto reducido al mínimo entre las razas. El objetivo es reservar territo­<br />

rios a los indígenas y obligar a la mayoría de ellos a vivir allí [...] La competencia económica<br />

sería suprimida y ello constituiría un camino preparado para la rehabilitación de los<br />

«blancos pobres» que forman casi el 50 por 100 de la población europea [...].<br />

No es exagerado decir que la mayoría de los sudafricanos experimentan una repug­<br />

nancia casi física ante todo lo que coloque a un indígena o a una persona de color a su<br />

mismo nivel7.<br />

Para terminar con el argumento de Octave Mannoni, recordamos que «la barrera<br />

económica se debe, entre otras causas, al miedo a la competencia y al deseo de<br />

proteger la clase de los blancos pobres que forman la población europea y de evitar<br />

que estos caigan aún más bajo».<br />

Mannoni continúa: «La explotación colonial no se confunde con las otras formas<br />

de explotación, el racismo colonial difiere de los otros racismos...»8. El autor habla<br />

de fenomenología, de psicoanálisis, de unidad humana, pero nosotros querríamos<br />

que esos términos revistieran en su obra un carácter más concreto. Todas las<br />

formas de explotación se parecen. Todas quieren buscar su necesidad en un decreto<br />

cualquiera de orden bíblico. Todas las formas de explotación son idénticas, porque<br />

todas ellas se aplican a un mismo «objeto»: el hombre. Al querer considerar la<br />

estructura de tal explotación o de tal otra sobre el plano de la abstracción se enmascara<br />

el problema capital, fundamental, que es el de devolver el hombre a su lugar.<br />

El racismo colonial no difiere de los otros racismos.<br />

El antisemitismo me afecta en plena carne, me amotino, una contestación horrible<br />

me hace palidecer, se me niega la posibilidad de ser un hombre. No puedo no<br />

solidarizarme con la suerte destinada a mi hermano. Cada uno de mis actos implica<br />

al hombre. Cada una de mis reticencias, cada una de mis cobardías manifiesta al<br />

hombre9. Nos parece también oír a Césaire: «Cuando aprieto el botón de mi radio<br />

7 Reverendo padre Oswin Magrath, del convento dominico de San Nicolás, Stalienbosch, África<br />

Austral inglesa, en C. Nordey (ed.), L’b om m e de couleur, cit., p. 140. Cursiva del autor.<br />

8 O. Mannoni, P sychologie d e la colonisation, cit., p. 19.<br />

9 Al escribir esto, pensamos en la culpabilidad metafísica de Jaspers: «Existe entre los hombres,<br />

por el hecho de ser hombres, una solidaridad en virtud de la cual cada uno se ve corresponsable de<br />

toda injusticia y de todo mal cometido en eí mundo, y en partícufar d e los crímenes co m etid o s en su<br />

presencia, o sin que los ignore. Si no hago todo lo que puedo por evitarlos, soy cómplice. Si no he<br />

arriesgado mi vida para evitar el asesinato de otros hombres, si me he quedado a un lado, me siento<br />

culpable en un sentido que no puede comprenderse de forma adecuada ni jurídica, ni política, ni<br />

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