Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe
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una situación dada. El problema de la colonización conlleva así, no solamente la intersección de las condiciones objetivas e históricas, sino también la actitud del hombre ante esas condiciones. Paralelamente, no podríamos sino mostrar nuestra adhesión a esa parte del trabajo de Mannoni que tiende a patologizar el conflicto, es decir, a demostrar que al blanco colonizador solamente lo mueve su deseo de terminar con una insatisfacción, sobre el plano de la sobrecompensación adleriana. En cualquier caso, nos descubrimos opuestos a él cuando leemos esta frase: «El hecho de que un malgache adulto aislado en otro ambiente pueda devenir sensible a la inferioridad de tipo clásico, prueba de forma casi irrefutable que, desde su infancia, existía en él un germen de inferioridad»1. Cuando leemos ese pasaje sentimos que algo zozobra y la «objetividad» del autor casi nos induce a error. Con fervor, sin embargo, hemos intentado recuperar la línea de orientación, el tema fundamental del libro: «La idea central es que el contacto entre “civilizados” y “primitivos” crea una situación particular (la situación colonial) que hace aparecer un conjunto de ilusiones y malentendidos que sólo el análisis psicológico puede situar y definir»2. Entonces, si ese es el punto de partida de Mannoni, ¿por qué quiere hacer del complejo de inferioridad algo preexistente a la colonización? Reconocemos ahí el mecanismo de explicación que se daría en psiquiatría: hay formas latentes de la psicosis que se manifiestan tras un traumatismo. Y en cirugía la aparición de varices en un individuo no procede de su obligación de estar diez horas de pie, sino más bien de una fragilidad constitucional de la red venosa; la forma de trabajo no es más que una condición favorecedora, y el experto dictamina que la responsabilidad del patrón es muy limitada. Antes de abordar en detalle las conclusiones de Mannoni, querríamos precisar nuestra posición. De una vez por todas, planteamos este principio: una sociedad es racista o no lo es. Hasta que no se asuma esta evidencia se dejarán de lado un enorme número de problemas. Decir, por ejemplo, que el norte de Francia es más racista que el sur; que el racismo es cosa de subalternos, luego no afecta nada a la elite; que Francia es el país menos racista del mundo, son cosas de gente incapaz de reflexionar correctamente. Para demostrarnos que el racismo no reproduce la situación económica, el autor nos recuerda que «en Sudáfrica, los obreros blancos se muestran tanto y a veces más racistas que los dirigentes y los patronos»3. 1 O. Mannoni, P sychologie d e la colonisation, cit., p. 32. 2 Ibid., p. 11 de la cubierta. La cursiva es del autor. 3 Ibid., p.16. 94
Con perdón, pero nos gustaría que los que se encargan de describir la colonización recuerden una cosa: es utópico investigar en qué se diferencia un comportamiento inhumano de otro comportamiento inhumano. No queremos para nada agobiar al mundo con nuestros problemas, pero sí querríamos buenamente preguntar al señor Mannoni si no cree que, para un judío, las diferencias entre el antisemitismo de Maurras y el de Goebbels son impalpables. Al término de una representación de La puta respetuosa, en el norte de África, un general le decía a Sartre: «Estaría bien que su obra se representara en el Africa negra. Muestra muy bien hasta qué punto el negro en un país francés es mucho más feliz que su congénere estadounidense». Yo creo sinceramente que una experiencia subjetiva puede ser comprendida por otro; y no me gusta nada llegar a decir: el problema negro es mi problema, sólo mío, y después ponerme a estudiarlo. Pero me da la impresión de que Octave Mannoni no ha intentado sentir por dentro la desesperación del hombre de color frente al blanco. Yo me he dedicado en este estudio a tocar la miseria del negro. Táctil y afectivamente. No he querido ser objetivo. Además, es falso: no me es posible ser objetivo. ¿De verdad hay una diferencia entre un racismo y otro? ¿No vemos en ello la misma caída, la misma debilidad del hombre? Mannoni considera que el blanco pobre de Sudáfrica odia al negro con independencia de todo proceso económico. Aunque se pueda comprender esa actitud evocando la mentalidad antisemita («Así diría sin problemas que el antisemitismo es un esnobismo del pobre. Parece, en efecto, que la mayoría de los ricos em plean4 esa pasión más que se abandonan a ella, tienen cosas mejores que hacer. Se propaga normalmente entre las clases medias, ¡justamente porque no poseen ni tierra, ni castillo, ni casa! Al tratar al judío como un ser inferior y pernicioso afirmo con las mismas que yo pertenezco a una elite»5) podríamos responder que ese desplazamiento de la agresividad del proletariado blanco sobre el proletariado negro es fundamentalmente una consecuencia de la estructura económica de Sudáfrica. ¿Qué es Sudáfrica? Una caldera en la que 2.530.000 blancos machacan y acorralan a 13.000.000 negros. Si los blancos pobres odian a los negros no es, como diría Mannoni, porque «el racismo es obra de pequeños comerciantes y pequeños colonos que se han afanado mucho sin gran éxito»6. No. Es porque la estructura de Sudáfrica es una estructura racista: 4 Cursiva del autor. 5 Jean-Paul Sartre, R éflexions sur la question juive, París, Paul Morihien, 1946, p. 32. 6 O. Mannoni, P sychologte d e la colonisation, cit., p.16. 95
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Con perdón, pero nos gustaría que los que se encargan de describir la colonización<br />
recuerden una cosa: es utópico investigar en qué se diferencia un comportamiento<br />
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agobiar al mundo con nuestros problemas, pero sí querríamos buenamente preguntar<br />
al señor Mannoni si no cree que, para un judío, las diferencias entre el antisemitismo<br />
de Maurras y el de Goebbels son impalpables.<br />
Al término de una representación de La puta respetuosa, en el norte de África, un<br />
general le decía a Sartre: «Estaría bien que su obra se representara en el Africa <strong>negra</strong>.<br />
Muestra muy bien hasta qué punto el negro en un país francés es mucho más feliz<br />
que su congénere estadounidense».<br />
Yo creo sinceramente que una experiencia subjetiva puede ser comprendida<br />
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Mannoni no ha intentado sentir por dentro la desesperación del hombre de color<br />
frente al blanco. Yo me he dedicado en este estudio a tocar la miseria del negro.<br />
Táctil y afectivamente. No he querido ser objetivo. Además, es falso: no me<br />
es posible ser objetivo.<br />
¿De verdad hay una diferencia entre un racismo y otro? ¿No vemos en ello la<br />
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Mannoni considera que el blanco pobre de Sudáfrica odia al negro con independencia<br />
de todo proceso económico. Aunque se pueda comprender esa actitud<br />
evocando la mentalidad antisemita («Así diría sin problemas que el antisemitismo<br />
es un esnobismo del pobre. Parece, en efecto, que la mayoría de los ricos<br />
em plean4 esa pasión más que se abandonan a ella, tienen cosas mejores que hacer.<br />
Se propaga normalmente entre las clases medias, ¡justamente porque no poseen<br />
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afirmo con las mismas que yo pertenezco a una elite»5) podríamos responder que<br />
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negro es fundamentalmente una consecuencia de la estructura económica de<br />
Sudáfrica.<br />
¿Qué es Sudáfrica? Una caldera en la que 2.530.000 blancos machacan y acorralan<br />
a 13.000.000 negros. Si los blancos pobres odian a los negros no es, como diría<br />
Mannoni, porque «el racismo es obra de pequeños comerciantes y pequeños colonos<br />
que se han afanado mucho sin gran éxito»6. No. Es porque la estructura de Sudáfrica<br />
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4 Cursiva del autor.<br />
5 Jean-Paul Sartre, R éflexions sur la question juive, París, Paul Morihien, 1946, p. 32.<br />
6 O. Mannoni, P sychologte d e la colonisation, cit., p.16.<br />
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