Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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13.05.2013 Views

¿Es malvado? Justamente, porque es negro. Porque no se puede no odiarlo. Pero nosotros decimos que Jean Veneuse, alias René Maran, no es ni más ni menos que un abandónico negro. Y lo devolvemos a su lugar, a su justo lugar. Es un neurótico que necesita ser liberado de sus fantasmas infantiles. Y decimos que Jean Veneuse no representa una experiencia de las relaciones negro-blanco, sino una determinada forma en la que un neurótico, accidentalmente negro, se comporta. Y el objeto de nuestro estudio se precisa: permitir al hombre de color que comprenda, con la ayuda de ejemplos precisos, los pormenores psicológicos que pueden alienar a sus congéneres. Insistiremos bastante en el capítulo reservado a la descripción fenomenológica pero, recordémoslo, nuestro objetivo es hacer posible un sano encuentro entre el negro y el blanco. Jean Veneuse es feo. Es negro. ¿Qué más hace falta? Releed las someras observaciones de Guex y convenceos de esta evidencia: Un h om m e pareil aux autres es una impostura, un ensayo que trata de teñir el contacto entre dos razas de una morbidez orgánica. Hay que convenir que, desde el punto de vista del psicoanálisis así como del de la filosofía, la constitución morfológica del cuerpo sólo es un mito para el que la supera. Si desde un punto de vista heurístico debemos negar toda existencia a esa constitución, sigue siendo cierto, y no podemos hacer nada al respecto, que los individuos se esfuerzan en adaptarse a los marcos preestablecidos, respecto a los que sí podemos hacer algo. Hablábamos hace un momento de Jacques Lacan. No era por casualidad. En 1932 hizo, en su tesis, una crítica violenta de la noción de constitución. Aparentemente nos apartamos de sus conclusiones, pero se entenderá nuestra disidencia cuando recordemos que nosotros sustituimos la noción de constitución, en el sentido que le daba la escuela francesa, por la de estructura, «englobando la vida psíquica inconsciente tal como podemos conocerla parcialmente, en particular bajo la forma de reprimido y de represor, en tanto que estos elementos participan activamente en la organización propia de cada individualidad psíquica»32. Hemos visto que Jean Veneuse revela al examinarlo una estructura de abandónico del tipo negativo-agresivo. Se puede intentar explicar esto reactivamente, es decir, por la interacción ambiente-individuo, y prescribir, por ejemplo, un cambio de ambiente, «un cambio de aires». Justamente, nos hemos dado cuenta de que en este caso la estructura permanece. El cambio de aires que se impone Jean Veneuse no tenía como fin situarlo en cuanto hombre; no tenía como fin dar una forma sana al mundo; no buscaba para nada esa pregnancia característica del equilibrio psicoso- cial, sino más bien una confirmación de su neurosis externizadora. La estructura neurótica de un individuo será justamente la elaboración, la formación, la eclosión en el yo de nudos conflictivos procedentes, por una parte, del 32 Ibid., p . 54. 90

ambiente y, por otra, de la forma absolutamente personal en la que ese individuo reacciona a esas influencias. Igual que había un intento de engaño al querer inferir del comportamiento de Nini y de Mayotte Capécia una ley general del comportamiento de la negra frente al blanco, sería, afirmémoslo, una falta de objetividad extender la actitud de Veneuse al hombre de color en tanto que tal. Nos gustaría haber conseguido deponer toda tentativa de relacionar los fracasos de un Jean Veneuse con la mayor o menor concentración de melanina de su epidermis. Es necesario que ese mito sexual (la búsqueda de la carne blanca) no vuelva, transitado por las conciencias alienadas, a estorbar una comprensión activa. De ninguna forma mi color debe ser sentido como una tara. A partir del momento en el que el negro acepta la división impuesta por el europeo, no conoce ya tregua y «así, ¿no es comprensible que trate de elevarse hasta el blanco? ¿Elevarse en una gama de colores a los que asigna una especie de jerarquía?»33. Nosotros veremos que otra solución es posible. Ésta implica una reestructuración del mundo. 33 Claude Nordey (ed.), U hom m e de couleur, París, Coll. Présences, Plon, 1939. 91

ambiente y, por otra, de la forma absolutamente personal en la que ese individuo reacciona<br />

a esas influencias.<br />

Igual que había un intento de engaño al querer inferir del comportamiento de<br />

Nini y de Mayotte Capécia una ley general del comportamiento de la <strong>negra</strong> frente al<br />

blanco, sería, afirmémoslo, una falta de objetividad extender la actitud de Veneuse<br />

al hombre de color en tanto que tal. Nos gustaría haber conseguido deponer toda<br />

tentativa de relacionar los fracasos de un Jean Veneuse con la mayor o menor concentración<br />

de melanina de su epidermis.<br />

Es necesario que ese mito sexual (la búsqueda de la carne blanca) no vuelva,<br />

transitado por las conciencias alienadas, a estorbar una comprensión activa.<br />

De ninguna forma mi color debe ser sentido como una tara. A partir del momento<br />

en el que el negro acepta la división impuesta por el europeo, no conoce ya<br />

tregua y «así, ¿no es comprensible que trate de elevarse hasta el blanco? ¿Elevarse<br />

en una gama de colores a los que asigna una especie de jerarquía?»33.<br />

Nosotros veremos que otra solución es posible. Ésta implica una reestructuración<br />

del mundo.<br />

33 Claude Nordey (ed.), U hom m e de couleur, París, Coll. Présences, Plon, 1939.<br />

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