Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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13.05.2013 Views

El abandónico reclama pruebas. No se contenta con afirmaciones aisladasi confía. Antes de trenzar una relación objetiva exige de la pareja pruebas reiteí El sentido de su actitud es «no amar para no ser abandonado». El abandónico exigente. Es el que tiene derecho a toda compensación. Quiere ser amado t mente, absolutamente y para siempre. Escuchad: Mi querido Jean. Hasta hoy no he recibido tu carta de julio pasado. Es absolutamente irrazon ¿Por qué me atormentas así? Es, ¿no te das cuenta?, de una crueldad a la que nada acerca. Me ofreces una felicidad mezclada de inquietud. Me haces ser a la vez la más liz y la más desgraciada de las criaturas. ¿Cuántas veces tendré que decirte que te que soy tuya, que te espero? Ven25. Por fin el abandónico ha abandonado. Se le reclama. Se le necesita. Se le Sin embargo, ¡cuántos fantasmas! ¿Me ama realmente? ¿Me ve objetivamente? Un día vino un señor, un gran amigo de papá Ned, que nunca había visto Pontapon- te. Venía de Burdeos. Pero, Dios, ¡qué sucio estaba! Dios, ¡qué feo era ese señor gran amigo de papá Ned! Tenía una horrible cara negra, toda negra, prueba de que no debía lavarse a menudo26. Jean Veneuse, ansioso por encontrar en el exterior las razones de su complejo de Cenicienta, proyecta sobre el crío de tres o cuatro años el arsenal estereotípico racista. Y a Andrée le dirá: «Dime, Andrée, cariño..., a pesar de mi color, ¿consentirías en convertirte en mi esposa si yo te lo pidiera?»27. Tiene dudas terribles. Esto es lo que dice Germaine Guex: La primera característica parece ser el miedo a mostrarse tal y como es. Aquí hay un vasto ámbito de temores diversos: miedo a decepcionar, a no gustar, a aburrir, a moles­ tar. .. y, consecuentemente, a perder una posibilidad de crear con otro un lazo de simpa­ tía o, si ya existe, a perjudicarlo. El abandónico duda de que se le pueda amar tal y como es, porque ha tenido la experiencia cruel del abandono cuando, siendo muy pequeñín, se entregaba a la ternura de los otros sin artificio28. 25 G. Guex, La n évrose d ’abandon, cit., pp. 203-204. 26 Ibid., pp. 84-85. 27 Ibid., pp. 247-248. 28 Ibid., p. 39. 88

Sin embargo, Jean Veneuse no ha tenido una vida desprovista de compensaciones. Corteja a las musas. Sus lecturas son impresionantes, su estudio sobre Suárez muy inteligente. Esto también es analizado por Guex: Prisionero de sí mismo, confinado en su en cuanto-a-sí, el negativo-agresivo aumenta su sentimiento de que todo lo que sigue perdiendo o lo que su pasividad le hace perder es irreparable [...]. Así, con la excepción de sectores privilegiados, como su vida intelectual o su profesión29, conserva un profundo sentimiento de no valor30. ¿A dónde nos lleva este análisis? Nada menos que a demostrar a Jean Veneuse que, efectivamente, él no es parecido a los demás. Avergonzar a la gente de su existencia, decía Jean-Paul Sartre. Sí. Llevarlos a tomar conciencia de las posibilidades que se están negando, de la pasividad que demuestran en las situaciones en las que precisamente hace falta aferrarse, como una esquirla, al corazón del mundo, forzar si es necesario el ritmo del corazón del mundo, desplazar si es necesario el sistema de mando, pero en cualquier caso, enfrentarse al mundo. Jean Veneuse es el cruzado de la vida interior. Cuando vuelve a encontrarse con Andrée, frente a esa mujer a la que desea desde hace largos meses, se refugia en el silencio... El silencio tan elocuente de los que «conocen la artificialidad de la palabra o del gesto». Jean Veneuse es un neurótico y su color no es sino un intento de explicación de una estructura psíquica. Si esa diferencia objetiva no hubiera existido, él la habría creado con todas sus piezas. Jean Veneuse es uno de esos intelectuales que quieren colocarse únicamente sobre el plano de la idea. Incapaz de efectuar el contacto concreto con sus semejantes. ¿Se es acogedor, amable, humano con él? Es porque él ha descubierto sus secretos de portera. El «los conoce» y toma sus distancias. «M i vigilancia, si se puede llamar así, es un seguro. Recibo con cortesía e inocencia a los que se acercan. Acepto y devuelvo las atenciones que me ofrecen, participo en los pequeños juegos de sociedad que se organizan en el puente, pero no me dejo engañar por la bienvenida que me demuestran, desconfío de esa sociabilidad excesiva que ha reemplazado un poco demasiado rápidamente la hostilidad con la que intentaron hace poco aislarnos»31. Acepta las atenciones, pero las corresponde. No quiere deberle nada a nadie. Porque si no corresponde es un negro, ingrato como todos los demás. 29 Cursiva del autor. 30 Ibid., p. 44 31 Ibid., p. 103. 89

Sin embargo, Jean Veneuse no ha tenido una vida desprovista de compensaciones.<br />

Corteja a las musas. Sus lecturas son impresionantes, su estudio sobre Suárez<br />

muy inteligente. Esto también es analizado por Guex:<br />

Prisionero de sí mismo, confinado en su en cuanto-a-sí, el negativo-agresivo aumenta<br />

su sentimiento de que todo lo que sigue perdiendo o lo que su pasividad le hace perder<br />

es irreparable [...]. Así, con la excepción de sectores privilegiados, como su vida intelectual<br />

o su profesión29, conserva un profundo sentimiento de no valor30.<br />

¿A dónde nos lleva este análisis? Nada menos que a demostrar a Jean Veneuse<br />

que, efectivamente, él no es parecido a los demás. Avergonzar a la gente de su existencia,<br />

decía Jean-Paul Sartre. Sí. Llevarlos a tomar conciencia de las posibilidades<br />

que se están negando, de la pasividad que demuestran en las situaciones en las que<br />

precisamente hace falta aferrarse, como una esquirla, al corazón del mundo, forzar<br />

si es necesario el ritmo del corazón del mundo, desplazar si es necesario el sistema<br />

de mando, pero en cualquier caso, enfrentarse al mundo.<br />

Jean Veneuse es el cruzado de la vida interior. Cuando vuelve a encontrarse con<br />

Andrée, frente a esa mujer a la que desea desde hace largos meses, se refugia en el<br />

silencio... El silencio tan elocuente de los que «conocen la artificialidad de la palabra<br />

o del gesto».<br />

Jean Veneuse es un neurótico y su color no es sino un intento de explicación de<br />

una estructura psíquica. Si esa diferencia objetiva no hubiera existido, él la habría<br />

creado con todas sus piezas.<br />

Jean Veneuse es uno de esos intelectuales que quieren colocarse únicamente<br />

sobre el plano de la idea. Incapaz de efectuar el contacto concreto con sus semejantes.<br />

¿Se es acogedor, amable, humano con él? Es porque él ha descubierto sus<br />

secretos de portera. El «los conoce» y toma sus distancias. «M i vigilancia, si se<br />

puede llamar así, es un seguro. Recibo con cortesía e inocencia a los que se acercan.<br />

Acepto y devuelvo las atenciones que me ofrecen, participo en los pequeños<br />

juegos de sociedad que se organizan en el puente, pero no me dejo engañar por la<br />

bienvenida que me demuestran, desconfío de esa sociabilidad excesiva que ha reemplazado<br />

un poco demasiado rápidamente la hostilidad con la que intentaron<br />

hace poco aislarnos»31.<br />

Acepta las atenciones, pero las corresponde. No quiere deberle nada a nadie.<br />

Porque si no corresponde es un negro, ingrato como todos los demás.<br />

29 Cursiva del autor.<br />

30 Ibid., p. 44<br />

31 Ibid., p. 103.<br />

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