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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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—Aparte de eso, ¿nada nuevo? ¿No se sabe nada del correo?<br />

—No, mi comandante11.<br />

El señor Veneuse tiene porteadores. Hay una joven <strong>negra</strong> en su cabaña. Y siente<br />

que lo único que podría decir a los negros que parecen lamentar su partida sería:<br />

¡Fuera, fuera! Mirad... me siento triste por irme. ¡Fuera! No os olvidaré. Me alejo de<br />

vosotros sólo porque este país no es el mío y porque me encuentro demasiado solo, de­<br />

masiado vacío, demasiado privado de esas comodidades que me son necesarias y de las<br />

que vosotros aún no tenéis necesidad, felizmente para vosotros12.<br />

Cuando leemos frases así, no podemos evitar el pensar en Félix Eboué, un negro<br />

incontestable, que, en las mismas condiciones, comprendió su deber de una forma<br />

totalmente distinta. Jean Veneuse no es un negro, no quiere ser un negro. Sin embargo,<br />

sin él saberlo, se ha producido un hiato. Hay en verdad algo indefinible, irreversible,<br />

en ese that within de Harold Rosenberg13.<br />

Louis-T. Achille, en su ponencia en los «Rencontres inter-racíales» de 1949,<br />

decía:<br />

Por lo que respecta al matrimonio propiamente interracial, podemos preguntarnos<br />

en qué medida no es en ocasiones, para el cónyuge de color, una especie de consagra­<br />

ción subjetiva de la exterminación en sí mismo y a sus propios ojos, del prejuicio de co­<br />

lor que ha sufrido tanto tiempo. Sería interesante estudiar esto en un determinado nú­<br />

mero de casos, y tal vez buscar en ese móvil confuso la razón de algunos matrimonios<br />

interraciales producidos fuera de las condiciones normales de los hogares felices. Al­<br />

gunos hombres o algunas mujeres, en efecto, se casan con personas de otra raza que<br />

son de condición o cultura inferior a la suya, con personas a las que no se hubiera de­<br />

seado como cónyuges en su propia raza y cuya principal baza parece ser una garantía<br />

de expatriación y de «desracialización» (esa horrible palabra) mediante el cónyuge.<br />

Para algunas personas de color, el hecho de casarse con una persona de raza blanca pa­<br />

rece haber primado sobre cualquier otra consideración. Encuentran así el ascenso a<br />

una igualdad total con esa raza ilustre, dueña del mundo, dominadora de los pueblos<br />

de color14.<br />

11 Ibid., p. 162.<br />

12 Ibid., p. 213.<br />

13 Harold Rosenberg, «Du Jeu au Je. Esquisse d’une géographie de I’actíon», Les Temps M odernes<br />

31,1948.<br />

14 Louis-T. Achille, R ythm es du m onde, 1949, p. 113.<br />

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