Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe
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III El hombre de color y la blanca Desde la parte más negra de mi alma, a través de la zona sombreada, me sube ese deseo de ser de golpe blanco. Yo no quiero ser reconocido como negro, sino como blanco. Pero (éste es un reconocimiento que Hegel no ha descrito), ¿quién puede hacer esto, sino la blanca? Amándome, ella demuestra que soy digno de un amor blanco. Me qman como a un blanco. Soy un blanco. Mi amor me abre el ilustre corredor que lleva a la pregnancia total... Desposo la cultura blanca, la belleza blanca, la blancura blanca. En esos pechos blancos, que mis manos ubicuas acarician, hago mías la civilización y la dignidad blanca. Hace una treintena de años, un negro del más hermoso tinte, en pleno coito con una rubia «incendiaria», grita en el momento del orgasmo: «¡Viva Schoelcher!» Cuando sepan que Schcelcher fue quien hizo que la III República aprobara el decreto de abolición de la esclavitud, se entenderá que haya que insistir un poco en las relaciones posibles entre el negro y la blanca. Se nos objetará que esta anécdota no es auténtica; pero el hecho de que haya podido tomar cuerpo y conservarse a través de las épocas es un indicio que no engaña. Esta anécdota explota un conflicto explícito o latente, pero real. Su permanencia subraya la aquiescencia del mundo negro. -Dicho de otra forma, cuando una historia se conserva en el seno del folklore es que expresa de alguna forma una región del «alma local». Con el análisis de Je suis m artiniquaise y de Nini hemos visto cómo se comportaba la negra frente al blanco. Con una novela de René Maran (autobiografía, al parecer, del autor) intentaremos entender lo que ocurre en el caso de los negros. 79
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El hombre de color<br />
y la blanca<br />
Desde la parte más <strong>negra</strong> de mi alma, a través de la zona sombreada, me sube ese<br />
deseo de ser de golpe blanco.<br />
Yo no quiero ser reconocido como negro, sino como blanco.<br />
Pero (éste es un reconocimiento que Hegel no ha descrito), ¿quién puede hacer<br />
esto, sino la blanca? Amándome, ella demuestra que soy digno de un amor blanco.<br />
Me qman como a un blanco.<br />
Soy un blanco.<br />
Mi amor me abre el ilustre corredor que lleva a la pregnancia total...<br />
Desposo la cultura blanca, la belleza blanca, la blancura blanca.<br />
En esos pechos blancos, que mis manos ubicuas acarician, hago mías la civilización<br />
y la dignidad blanca.<br />
Hace una treintena de años, un negro del más hermoso tinte, en pleno coito con<br />
una rubia «incendiaria», grita en el momento del orgasmo: «¡Viva Schoelcher!»<br />
Cuando sepan que Schcelcher fue quien hizo que la III República aprobara el decreto<br />
de abolición de la esclavitud, se entenderá que haya que insistir un poco en las<br />
relaciones posibles entre el negro y la blanca.<br />
Se nos objetará que esta anécdota no es auténtica; pero el hecho de que haya podido<br />
tomar cuerpo y conservarse a través de las épocas es un indicio que no engaña. Esta<br />
anécdota explota un conflicto explícito o latente, pero real. Su permanencia subraya la<br />
aquiescencia del mundo negro. -Dicho de otra forma, cuando una historia se conserva<br />
en el seno del folklore es que expresa de alguna forma una región del «alma local».<br />
Con el análisis de Je suis m artiniquaise y de Nini hemos visto cómo se comportaba<br />
la <strong>negra</strong> frente al blanco. Con una novela de René Maran (autobiografía, al parecer,<br />
del autor) intentaremos entender lo que ocurre en el caso de los negros.<br />
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