Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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13.05.2013 Views

dos híbridos de naturaleza-cultura del ser y, de ese modo, de experimentarnos a nosotros mismos en tanto que humanos, entonces la identificación del la propiedad híbrida de la conciencia, que hace posible semejante principio, requeriría otra forma de conocimiento científico que fuera más allá de los límites de las ciencias naturales -incluyendo la neurobiología, cuyo enfoque científico-natural sobre el fenómeno de la conciencia está basado paradójicamente en la concepción estrictamente biocéntrica y adaptativa de lo que es ser humano propia de la cultura actual. Si, en el contexto anteriormente descrito, es esta concepción puramente biocéntrica de lo humano, concepción que le reduce al estatus estrictamente orgánico de un animal, frente al cual Fanón, «reuniendo su narcisismo con ambas manos», planteó su contra-manifiesto sobre qué es ser humano («tras la ontogenia se alza la sociogenia»), entonces su misma proclama por un sociodiagnóstico sugiere la necesidad de un nuevo orden científico de conocimiento, capaz de hacer frente y de lidiar con la hibridad de nuestros modos de ser humano. Específicamente, éste debe ser capaz de lidiar con el hecho de que, como bien señaló Nagel, la metodología requerida, en el caso de una fenomenología objetiva, no sería por más tiempo una metodología científico-natural basada en dejar de lado el modo en que las cosas se nos aparecen subjetivamente. Por el contrario, necesitamos una metodología que tome en cuenta el modo en que las cosas aparecen regular y consistentemente ante nosotros, en tanto que sujetos normales de nuestro orden, y que, por lo tanto, resultan autoevid en tem en te evidentes para nuestra conciencia, y asimismo, como en el caso del negro franco-caribeño antinegro de Fanón, nuestros estados mentales cualitativos reflejos y/o qualia sensoriales, en tanto que objetos de nuestra investigación. Son estas experiencias subjetivas las que por sí solas nos proporcionarán los datos objetivos de los procesos propios del código rector específico de cada cultura o principio sociogénico en cuyos términos nos hemos socializado en tanto que sujetos, y que es, de este modo, determinante para el total de dichos estados, así como para los comportamientos a los que estos conducen. Una ciencia nueva como la descrita tendría que ser capaz (como ya sugería el análisis de Fanón sobre la experiencia vital de los negros) de encaminar a las ciencias naturales (incluidas las neurociencias) siguiendo sus propios propósitos, si bien capaz de hacerlas trascender de acuerdo con los términos de una nueva síntesis, capaz de hacer nuestros excepcionalmente híbridos modos de ser humano de naturaleza-cultura, de identidad humana, sujetos de «una descripción científica de un nuevo modo» (Pagels, 1988, pp. 330-339). Es esta nueva ciencia la que el colega martiniqués de Fanón, el poeta de la Negritud, el ensayista y activista político Aimé Césaire, proveniente de la misma experiencia vital consistente en ser al mismo tiempo H om bre y su Otro límite, proclamaba en 1946. En el texto de una conferencia ofrecida ese mismo año, bajo el título de P oetry and K now ledge, Césaire, tras haber 366

señalado que las ciencias naturales, por más triunfos que hayan logrado con respecto al tipo de conocimiento capaz de hacer predecibles los modos naturales, han seguido estando «medio famélicas» a causa de incapacidad para hacer que los mundos humanos resulten inteligibles, propuso entonces que, del mismo modo que «la nueva algebra cartesiana había permitido la construcción de un física teórica», también «la palabra prometía llegar a ser una ecuación algebraica que volvería el mundo inteligible», una ecuación capaz de proporcionarnos las bases de una nueva «ciencia teórica y desatenta, de la que la poesía podía proporcionarnos ya una noción aproximada». Una ciencia, por lo tanto, en la que el «estudio de las palabras» condicionaría «el estudio de la naturaleza» (Césaire, 1946/1990, p. xxix). Mi conclusión a este respecto es que es únicamente de acuerdo con los términos de dicha nueva ciencia, una ciencia en la que el «estudio de las palabras» (en efecto, el estudio de la retoricidad de la identidad humana que nos es propia)19 vincularía el estudio del principio sociogénico, en tanto que constante transcultural aplicable capaz de servir como «realidad común» para nuestros diversos modos de ser/experimentarnos^ humanos, con el estudio de los correlatos bioquímicos/ neurofisiológicos que activan sus significados positivos/negativos, como resultaría posible la realización de la proclama de Fanón por un sociodiagnóstico, la proclama de Nagel por una fenomenología objetiva y la de Chalmers por la identificación de las leyes psicofísicas fundamentales específicas de la conciencia; en términos de Fanón, debemos ser capaces de «lib.erar al hombre». Dado que desde el punto de vista específico de nuestra concepción biocéntrica de la cultura actual que nos es propia, no sólo seguirá el fenómeno de la mente y de la experiencia consciente constituyendo un rompecabezas, sino que los procesos por medio de los cuales nos construimos objetivamente a nosotros mismos, como bien señala Margaret Boden, en tanto que «criaturas subjetivas que vivimos a través de nuestros propios constructos de la realidad»20 deberán seguir resultando necesariamente opacos para nosotros mismos. El resultado es que nos volvemos incapaces de movernos más allá de los límites de nuestro actual orden adaptativo de conocimiento, así como del no menos adaptativo complejo psico-existencial de los estados mentales cualitativos (en los que el ¡Sucio negro [nigger] / y la autofóbica respuesta adversa resultan ser una misma cosa, si bien la más extrema, de una serie de respuestas 23 Este es el aspecto crucial que establece Ernesto Grassi en el libro R hetoric as Philosophy. The H umanist Tradition (University Park/London, The Pennsylvanian State University Press, 1980), Aquí su concepto de modos de identidad humana cultural y verbalmente relativos coincide con la hipótesis de Fanón según la cual «en el caso de los humanos tras la filogenia y la ontogenia se alza la sociogenia». Véase especialmente el capítulo «Language as The Presupposition of Religión. A problem of Rhetoric as Philosophy», pp. 103-114. 24 Véase Margaret Boden, A rtificial In telligen ce and Natural Man, Nueva York, Basic Books, 1977, p .473. 367

dos híbridos de naturaleza-cultura del ser y, de ese modo, de experimentarnos a nosotros<br />

mismos en tanto que humanos, entonces la identificación del la propiedad híbrida<br />

de la conciencia, que hace posible semejante principio, requeriría otra forma<br />

de conocimiento científico que fuera más allá de los límites de las ciencias naturales<br />

-incluyendo la neurobiología, cuyo enfoque científico-natural sobre el fenómeno de<br />

la conciencia está basado paradójicamente en la concepción estrictamente biocéntrica<br />

y adaptativa de lo que es ser humano propia de la cultura actual.<br />

Si, en el contexto anteriormente descrito, es esta concepción puramente biocéntrica<br />

de lo humano, concepción que le reduce al estatus estrictamente orgánico de<br />

un animal, frente al cual Fanón, «reuniendo su narcisismo con ambas manos», planteó<br />

su contra-manifiesto sobre qué es ser humano («tras la ontogenia se alza la sociogenia»),<br />

entonces su misma proclama por un sociodiagnóstico sugiere la necesidad<br />

de un nuevo orden científico de conocimiento, capaz de hacer frente y de lidiar<br />

con la hibridad de nuestros modos de ser humano. Específicamente, éste debe ser<br />

capaz de lidiar con el hecho de que, como bien señaló Nagel, la metodología requerida,<br />

en el caso de una fenomenología objetiva, no sería por más tiempo una metodología<br />

científico-natural basada en dejar de lado el modo en que las cosas se nos<br />

aparecen subjetivamente. Por el contrario, necesitamos una metodología que tome<br />

en cuenta el modo en que las cosas aparecen regular y consistentemente ante nosotros,<br />

en tanto que sujetos normales de nuestro orden, y que, por lo tanto, resultan<br />

autoevid en tem en te evidentes para nuestra conciencia, y asimismo, como en el caso<br />

del negro franco-caribeño antinegro de Fanón, nuestros estados mentales cualitativos<br />

reflejos y/o qualia sensoriales, en tanto que objetos de nuestra investigación. Son<br />

estas experiencias subjetivas las que por sí solas nos proporcionarán los datos objetivos<br />

de los procesos propios del código rector específico de cada cultura o principio<br />

sociogénico en cuyos términos nos hemos socializado en tanto que sujetos, y<br />

que es, de este modo, determinante para el total de dichos estados, así como para<br />

los comportamientos a los que estos conducen.<br />

Una ciencia nueva como la descrita tendría que ser capaz (como ya sugería el<br />

análisis de Fanón sobre la experiencia vital de los negros) de encaminar a las ciencias<br />

naturales (incluidas las neurociencias) siguiendo sus propios propósitos, si bien<br />

capaz de hacerlas trascender de acuerdo con los términos de una nueva síntesis, capaz<br />

de hacer nuestros excepcionalmente híbridos modos de ser humano de naturaleza-cultura,<br />

de identidad humana, sujetos de «una descripción científica de un<br />

nuevo modo» (Pagels, 1988, pp. 330-339). Es esta nueva ciencia la que el colega<br />

martiniqués de Fanón, el poeta de la Negritud, el ensayista y activista político Aimé<br />

Césaire, proveniente de la misma experiencia vital consistente en ser al mismo tiempo<br />

H om bre y su Otro límite, proclamaba en 1946. En el texto de una conferencia<br />

ofrecida ese mismo año, bajo el título de P oetry and K now ledge, Césaire, tras haber<br />

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