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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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mación semántica, el sistema opiáceo de acuerdo con los términos específicos de<br />

cada cultura? ¿Da esto pié a la existencia de dos respuestas cualitativas subjetivas<br />

radicalmente opuestas ante lo que, en verdad, no son sino dos ob jetos idénticos?<br />

La hipótesis de Fanón según la cual, en el caso de nuestra propia cultura, el que las<br />

p ieles <strong>negra</strong>s luzcan <strong>máscaras</strong> <strong>blancas</strong>, no es sino un caso especial del hecho de que<br />

todos los humanos lucen <strong>máscaras</strong> culturales («tras la filogenia y la ontogenia se<br />

alza la sociogenia»), da como resultado que, a pesar de haber nacido biológicamente<br />

humanos (como p ieles humanas), únicamente podemos experim entarnos a<br />

nosotros m ism os com o hum anos a través de procesos de socialización efectuados<br />

mediante la tek hné inventada o a través de la tecnología cultural a la cual denominamos<br />

cultura. Si ello fuese verdaderamente así, entonces el reconocimiento de<br />

que somos, como señala Terence Deacon, (epígrafe 2), en tanto que humanos, tal<br />

com o experim entam os que som os (en efecto, lo que estamos preparados social, cultural<br />

y verbalmente para experimentar que som os), no sólo ofrece una respuesta a<br />

la pregunta planteada por Franklin, sino que al mismo tiempo hace posible que se<br />

resuelva el rompecabezas de la experiencia consciente de Chalmers. Asumiendo<br />

que, dado que todos los modos de experiencia consciente humana y, por lo tanto,<br />

de conciencia, pueden entenderse, en todos los casos, como expresión del modo de<br />

experiencia subjetiva culturalmente construido, específico del funcionamiento del<br />

con cep to d e s í m ism o sociogénico característico de cada cultura, este mismo reconocimiento<br />

puede ser ahora extrapolado análogamente al con cep to de s í m ism o específico<br />

de cada especie que expresa el principio genómico definitorio de todas las<br />

formas de vida orgánica. Por lo tanto, en ambos casos podemos entender los estados<br />

específicos de información como si estos fueran inseparables de cada experimentación<br />

subjetiva de la vida (sea pura orgánicamente o híbrido humana) de<br />

cómo es ser co m o !cómo es ser cada uno de tales modos de ser y, así, comportarse<br />

adecuadamente (desde el punto de vista biológico o cultural) conforme a las modalidades<br />

necesarias para la realización, supervivencia y reproducción de cada uno<br />

de tales modos de ser.<br />

de que, en caso de que cada clan tuviera como tótem, digamos, por ejemplo, un águila, un oso o una<br />

foca, la serie natural de diferencia de las especies se impondría entonces sobre la serie de diferencias so-<br />

cioculturales inventadas. Si entendemos esto como el modo en que ésta última se ve absolutizada, en<br />

tanto que sistema de diferencia humanamente inventado, al ser impuesta sobre las diferencias de la serie<br />

natural, entonces puede entenderse el sistema de creencias basado en la raza como una forma más<br />

de totemismo. Entendiendo que la constante propia de las variaciones hereditarias humanas (una serie<br />

natural) se emplea para absolutizar las jerarquías e identidades sociales diferenciales que surgen gracias<br />

a la invención de nuestro orden contemporáneo. La oposición blanco/negro, por ejemplo, posibilita<br />

que el principio de diferencia genética determinante del estatus, representado como un modo de<br />

diferenciación del valor, se imponga y, de este modo, legitime la jerarquía social inventada de clase.<br />

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