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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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institucional que se revelaría como elemento común de todas las sociedades (Vico,<br />

1970, p. 53). Ahora bien, dado que en este contexto puede plantearse igualmente<br />

que el fenómeno de la «mente», en tanto que modo de conciencia exclusivo de los<br />

humanos, constituye la propiedad emergente a partir de estos conceptos d e s í m ism o<br />

programados y, así, «artificiales» o socializados, se sigue necesariamente una conclusión.<br />

La de que las leyes o reglas que rigen los procesos de naturaleza-cultura determinantes<br />

de nuestros modos sociogenéticos de ser y, de este modo, determinantes<br />

de nuestros modos de «mente», pueden identificarse como la configuración<br />

humana de las leyes psicofísicas cuya existencia ha postulado Chalmers. En consecuencia,<br />

la identificación de dichas leyes, en la medida en que actúan en el plano híbrido<br />

de nuestros modos de ser humanos, no sólo debería ser capaz de resolver el<br />

rompecabezas de la experiencia consciente en el plano de las formas de vida humanas,<br />

haciendo esto al desvelar el papel que ésta cumple en tanto que fenómeno concomitante<br />

indispensable de cara a nuestros con cep tos d e s í m ism o o modos de ser<br />

culturalmente relativos, sino que debería ser capaz de proporcionar asimismo una<br />

respuesta a la pregunta correlativa con respecto al p orq u é de la experiencia subjetiva<br />

en general, así como al porqué de la preponderancia de la experiencia de la identidad<br />

con respecto a nuestra experiencia de qué es ser humano.<br />

La tesis expuesta por el neurocientífico Gerald Edelman resulta esclarecedora.<br />

Edelman señala que cada organismo, desde el momento en que se enfrenta a su entorno,<br />

debe necesariamente conocer y clasificar el mundo en términos que supongan<br />

una ventaja adaptativa para sí mismo, en términos capaces de orientar los<br />

comportamientos que son necesarios para su propia supervivencia, realización y<br />

reproducción. En otras palabras, debe conocer y clasificar su mundo adaptativa-<br />

m ente, pese a que el modo en que conoce el mundo no concuerde necesariamente<br />

con lo que el mundo realmente es, al margen de los términos establecidos por<br />

su propio punto de vista (Edelman, 1978, p. 26). Lo que se pone aquí de manifiesto<br />

es que si el organismo conoce y clasifica el mundo en tales términos adapta-<br />

tivamente ventajosos, lo hace porque ello, tal y como planteaba el biólogo Richard<br />

Dawkins, supone el bien a largo plazo y la reproducción permanente de los genes<br />

que componen su genoma, genes que convierten al organismo en un mero vehículo<br />

al servicio de su propio imperativo reproductivo (Dawkins, citado por Eldríd-<br />

ge, 1995: 180). Sin embargo, ese objetivo a largo plazo sólo p u ed e asegurarse a través<br />

de aquello que dicho «vehículo», es decir, el organismo individual, sien te que<br />

es su propia ventaja como modo de ser en el mundo. Por lo tanto, el organismo ín-<br />

teractúa con su entorno, a través de la mediación de lo que experimenta subjetivamente<br />

como «bueno» o «malo» para s í m ism o, desarrollando los comportamientos<br />

que constituyen una ventaja adaptativa de cara a su realización, supervivencia<br />

y reproducción.<br />

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