Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe
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neuronales», por qué entonces deberían «los disparos neuronales tener algo que ver con los elefantes» (Franklin, 1995, p. 31) o, en nuestro caso, con el «¡Sucio negro!»? ¿Por qué, además, deberían los disparos neuronales que subyacen a las miradas de los «Otros blancos», y que Fanón se ve obligado a experimentar, tener algo que ver con la «maldición corpórea» a la que está sometido el cuerpo negro, de acuerdo con las premisas de un determinado «esquema histórico-racial» en el que tanto los portadores de dicho cuerpo como sus observadores blancos se ven atrapados? Yendo aún más lejos, ¿por qué debería el estado mental específico y las propiedades fenoménicas particulares de los observadores (esto es, de aquellos que están inmersos en el proceso de vivir la experiencia de ser «blancos»), tanto como el estado mental y las propiedades fenoménicas de aquellos que son observados, y que deben experimentar los efectos negativos de tales miradas como parte del proceso de vivir la experiencia de ser negro, ten er siquiera que existir en tanto que tales estados esp ecificóse Fanón nos facilita una respuesta. A diferencia de la imagen que concibe su cuerpo como si funcionase en un mundo estrictamente espacio-temporal carente de Otros blancos, este yo otro que se está viendo obligado a experimentar, es un yo que ha sido construido para él «por el otro, por el hombre blanco, que me ha entretejido a partir de miles de detalles, de anécdotas, de historias». En consecuencia, los «contenidos mentales» de la nueva visión cualitativa de su cuerpo, y los «disparos neuronales» a los que estos corresponden, están vinculados de manera no arbitraria a través de aquellas «anécdotas», a través de aquellas «historias» a partir de las cuales ha sido entretejido; historias que confeccionan el propio esquema histórico-racial y la propia «m aldición corpórea» cuyos significados negativos se imponen sobre su ser. Una imperiosa dialéctica está operando aquí. Dentro de ella, es justamente por medio de estas mismas anécdotas e historias (si bien de acuerdo con los términos opuestos binariamente de «bendición corpórea» antes que de «maldición») cómo el concep to d e s i m ism o propio del sujeto blanco, desde cuyo punto de vista el color y la fisonomía del negro deben considerarse como algo negativo, y ante lo cual ha de producirse una reacción adversa, se entretejen también como si fuesen «normales»; al mismo tiempo, dicho concepto de sí mismo entretejido de una vez y para siempre como normal es lo que «entreteje» al negro alternativamente en tanto que negación de sí mismo y en tanto que otro de sí mismo, a partir de «miles de anécdotas». Anécdotas e historias que, en consecuencia, son tan constitutivas del sujeto normal en tanto que «blanco» como de su Otro anómalo en tanto que «negro». Así, pues, la lógica por la que Fanón, enfrentado a los ojos que lo observan a través de la mediación de esas redes entretejidas, descubre que donde él creía que bastaba meramente con «construir un yo fisiológico, para equilibrar el espacio, para localizar las sensaciones», ahora se le exigía algo más. Esto es, construirse a sí mismo 342
de acuerdo con los términos de esos elementos predeterminados, con el fin de «ratificar» la «verdad» de las miradas de los otros, la «verdad» de su orden de conciencia, y ratificarlo con el fin de corroborar la identidad puramente biológica del ser humano en su concepción burguesa, así como su definición normativa en términos «blancos». En efecto, convertirse a sí mismo en el resultado de una negación, una negación que posibilite por sí sola la experiencia de ser «blanco». Y para que esto se produzca, siguiendo las líneas arguméntales de los relatos que lo posibilitan por sí solos, él debe experimentar la realidad corpórea de su cuerpo como si se tratase de una realidad que ha sido transformada de una vez y para siempre por los estereotipos negativos a los que está sometido, dando lugar a una realidad infrahumana. A lo largo de una serie de encuentros experimenta los efectos de esta sustitución. Viajando en tren, por ejemplo, se siente «agredido en varios aspectos», «su esquema corpóreo se tambalea, siendo reemplazado por un esquema racial epidérmico». Mientras se sienta descubre que en ese momento, «ya no se trataba únicamente de una cuestión de ser consciente de su cuerpo en tercera persona sino de serlo en una persona triple». Se le concede no un lugar, sino tres lugares diferentes. Existía triple: ocupaba sitio. Iba hacia el otro... y el otro evanescente, hostil, pero no opaco, transparente, ausente, desaparecía. La náusea... (p. 113/55 112). Su cuerpo se había reificado adoptando una tipología que desataba las reacciones adversas reflejas que resultan inseparables de las sensaciones adversas propias de los estados mentales cualitativos, que eran sentidas colectivamente por todos aquellos que lo evitaban; probablemente, dichos estados mentales se activan por la omnipresente secuencia de asociaciones negativas que le predefinen, haciéndole «responsable a un mismo tiempo de su cuerpo, de su raza, de sus ancestros, los cuales son todos forzosamente unos caníbales». Tan total es esta cuestión que se ve obligado a observarse a sí mismo del mismo modo en que lo observan los ojos «blancos», que son los únicos ojos «reales» puesto que son los únicos «ojos normales». Me recorría con una mirada objetiva, descubría mi negrura, mis caracteres étni cos, y me chocaban los oídos la antropofagia, el retraso mental, el fetichismo, las taras raciales, los negreros y sobre todo, sobre todo, «aquel negrito del África tropical...» (p. 113 /BS 112). A partir de este momento comienza a experimentarse a sí mismo a través de conceptos estereotipados, conceptos esp ecíficos de un punto d e vista particular y de una fen om en ología visual determ inada; en otras palabras, no como él es, sino como d eb e ser d e acuerdo con un punto de vista concreto. Ahora bien, ¿de dónde había 343
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neuronales», por qué entonces deberían «los disparos neuronales tener algo que<br />
ver con los elefantes» (Franklin, 1995, p. 31) o, en nuestro caso, con el «¡Sucio negro!»?<br />
¿Por qué, además, deberían los disparos neuronales que subyacen a las miradas<br />
de los «Otros blancos», y que Fanón se ve obligado a experimentar, tener<br />
algo que ver con la «maldición corpórea» a la que está sometido el cuerpo negro,<br />
de acuerdo con las premisas de un determinado «esquema histórico-racial» en el<br />
que tanto los portadores de dicho cuerpo como sus observadores blancos se ven<br />
atrapados? Yendo aún más lejos, ¿por qué debería el estado mental específico y las<br />
propiedades fenoménicas particulares de los observadores (esto es, de aquellos<br />
que están inmersos en el proceso de vivir la experiencia de ser «blancos»), tanto<br />
como el estado mental y las propiedades fenoménicas de aquellos que son observados,<br />
y que deben experimentar los efectos negativos de tales miradas como parte<br />
del proceso de vivir la experiencia de ser negro, ten er siquiera que existir en tanto<br />
que tales estados esp ecificóse<br />
Fanón nos facilita una respuesta. A diferencia de la imagen que concibe su cuerpo<br />
como si funcionase en un mundo estrictamente espacio-temporal carente de<br />
Otros blancos, este yo otro que se está viendo obligado a experimentar, es un yo que<br />
ha sido construido para él «por el otro, por el hombre blanco, que me ha entretejido<br />
a partir de miles de detalles, de anécdotas, de historias». En consecuencia, los<br />
«contenidos mentales» de la nueva visión cualitativa de su cuerpo, y los «disparos<br />
neuronales» a los que estos corresponden, están vinculados de manera no arbitraria<br />
a través de aquellas «anécdotas», a través de aquellas «historias» a partir de las cuales<br />
ha sido entretejido; historias que confeccionan el propio esquema histórico-racial<br />
y la propia «m aldición corpórea» cuyos significados negativos se imponen sobre<br />
su ser. Una imperiosa dialéctica está operando aquí. Dentro de ella, es justamente<br />
por medio de estas mismas anécdotas e historias (si bien de acuerdo con los términos<br />
opuestos binariamente de «bendición corpórea» antes que de «maldición»)<br />
cómo el concep to d e s i m ism o propio del sujeto blanco, desde cuyo punto de vista el<br />
color y la fisonomía del negro deben considerarse como algo negativo, y ante lo cual<br />
ha de producirse una reacción adversa, se entretejen también como si fuesen «normales»;<br />
al mismo tiempo, dicho concepto de sí mismo entretejido de una vez y para<br />
siempre como normal es lo que «entreteje» al negro alternativamente en tanto que<br />
negación de sí mismo y en tanto que otro de sí mismo, a partir de «miles de anécdotas».<br />
Anécdotas e historias que, en consecuencia, son tan constitutivas del sujeto<br />
normal en tanto que «blanco» como de su Otro anómalo en tanto que «negro».<br />
Así, pues, la lógica por la que Fanón, enfrentado a los ojos que lo observan a través<br />
de la mediación de esas redes entretejidas, descubre que donde él creía que bastaba<br />
meramente con «construir un yo fisiológico, para equilibrar el espacio, para localizar<br />
las sensaciones», ahora se le exigía algo más. Esto es, construirse a sí mismo<br />
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