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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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en la medida en que es malévolo, torpe, malicioso, instintivo. Todo lo opuesto a estos<br />

modos de conducta <strong>negra</strong> es equivalente a ser blanco. Fanón señala que el inconsciente<br />

colectivo debería ser reconocido como la fuente de la negrofobia en las<br />

Antillas. En el inconsciente colectivo, negro es igual a feo, pecado, oscuridad, inmoralidad.<br />

En otras palabras, negro es quien es inmoral. Si ordeno mi vida como un<br />

hombre moral, simplemente no soy negro. De ahí la costumbre martiniquense de<br />

decir que un hombre que no vale nada «tiene un alma <strong>negra</strong>».<br />

Un auténtico entendimiento de la realidad del negro puede ser alcanzado sólo<br />

rompiendo con la cristalizacón cultural del mito acerca de los negros. El punto que<br />

Fanón defiende aquí es que el mito del negro puede convertirse en un auténtico factor<br />

de alienación. El sentimiento de inferioridad es una característica antillana. No<br />

es solamente éste o aquel antillano quien encarna esta formación neurótica, sino todos<br />

los antillanos. La sociedad antillana es una sociedad neurótica, una sociedad de<br />

«comparaciones». Por lo tanto, el análisis fanoniano pasa del individuo nuevamente<br />

a la estructura social. Si hay una mancha, la misma descansa no en el «alma» o la<br />

«esencia» del individuo sino más bien en las estructuras sociales y el inconsciente<br />

colectivo que las produce, y que se implantan a través de lo que Fanón llama la «im ­<br />

posición irreflexiva de la cultura».<br />

Fanón nos dice que de acuerdo con Hernard una persona normal es aquella que<br />

se libera de la culpa o quién ha logrado no someterse a ella. Cada individuo tiene<br />

que descargar la culpa de sus bajos impulsos en un genio maligno que es aquél definido<br />

por la cultura a la cual pertenece. Hemos visto que el genio maligno de la cultura<br />

europea es el negro. El genio maligno es el chivo expiatorio de todos los males.<br />

El chivo expiatorio de la sociedad blanca -que está basada en mitos de progreso, civilización,<br />

liberalismo, educación, ilustración, refinamiento- será precisamente la<br />

fuerza que se opone a su triunfo y a la expansión de estos mitos. Esta fuerza de oposición<br />

brutal es suplida por el negro.<br />

De lo dicho hasta ahora se puede concluir lo siguiente: el deseo de hacerse blanco<br />

por medio del matrimonio con un/a blanco/a o de convertirse cultural y episté-<br />

micamente en blanco es constituido por este inconsciente colectivo que produce un<br />

complejo de inferioridad a través de mecanismos de individuación que genera afectos<br />

y subjectividades en los negros propios del imaginario racista blanco. Si ser negro<br />

es símbolo de salvajismo y subhumanidad, si el ser humano es equivalente a ser<br />

blanco, entonces para que un negro llegue a ser un humano tiene por necesidad que<br />

convertirse en blanco. Es normal, por consiguiente, que los antillanos sean antinegros,<br />

pues a través del inconsciente colectivo eurocentrado han tomado los arquetipos<br />

pertenecientes a los europeos. De manera que el problema es el siguiente: contrario<br />

al sentido común, no existe un «problema negro» sino que lo que existe es el<br />

«problema del racismo».<br />

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