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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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palabra, el negro del negro. El comentario de Fanón es homófobo en este sentido, pero<br />

cabe preguntarse, tras decir esto, qué actitud sería considerada como falta de repulsión<br />

por el contacto homosexual aparte del hecho de entablar relaciones homosexuales<br />

con el hombre que acusa de homofobia. No obstante, se trata de un argumento<br />

manido: «Si no te acuestas conmigo es que debes odiar a los negros». Recuerdo a una<br />

compañera a quien una mujer blanca acusó de homófoba por rechazar las insinuaciones<br />

de las mujeres. Mi compañera, que era <strong>negra</strong>, me contó que en realidad por lo que<br />

se sintió ofendida fue por la audacia de su pretendiente: «¿Qué podía hacerle pensar<br />

que incluso si me acostase con mujeres, podría desear acostarme con ella?».<br />

El ejemplo de la ansiedad en la mujer saca a la luz, asimismo, la cuestión acerca<br />

de la existencia de un problema paralelo con el sexo femenino. En esta ocasión, Fanón<br />

no aplica la lógica que informaba su análisis sobre Capécia y Nini. Las mujeres<br />

son, después de todo, sexuadas de modo que provocan su aceptación normativa<br />

como localizaciones de lo «sensual». El cine nos proporciona numerosos ejemplos<br />

que ilustran esta tesis: el cuerpo de la mujer puede exhibirse sin demasiadas probabilidades<br />

de exponerse a la censura. En pornografía, las películas «heterosexuales»<br />

presentan habitualmente las llamadas escenas «lésbicas» sin estar dirigidas a homosexuales<br />

o bisexuales. Desde luego, si apareciese una escena con dos varones practicando<br />

sexo, la denominación cambiaría. En cuanto al sexo interracial entre varones,<br />

en ese caso depende sobre todo de quien le haga qué a quién.<br />

La atención de Fanón se centró sobre todo en las relaciones sexuales interraciales.<br />

Sus argumentos acerca de las relaciones homosexuales interraciales plantean la<br />

cuestión de la relación entre la estructura y el contexto. El hecho de que el negro<br />

ya esté estructurado como pasivo desafía tanto las lecturas de la diferencia, como<br />

hasta qué punto los signos y símbolos de los términos psicoanalíticos pueden caracterizar<br />

certeramente la condición del negro. La máxima de Fanón según la cual las<br />

fuerzas sociales y culturales entran en juego, aparta a un lado sus objeciones ontoló-<br />

gicas. Las ciencias humanas funcionan, concluye, en la medida en que permanezcan<br />

ciegas a la existencia de aquellos que encarnan sus límites. La normatividad blanca<br />

nos permite examinar las proyecciones del negro, pero aunque éstas permean el<br />

mundo de lo social, la gente de color se ve estigmatizada cuando van más allá de su<br />

«lugar». En otras palabras, ¿pueden encontrarse blancos y negros? ¿Es posible alguna<br />

dinámica que facilite dicho reconocimiento mutuo?<br />

Bajo la dialéctica del yo-otro<br />

La búsqueda de reconocimiento, objeto del penúltimo capítulo, si bien sigue la<br />

misma senda que sus predecesores, la abandona en dos puntos: la psicología adleria-<br />

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