Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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13.05.2013 Views

la movilización de instancias psíquicas fundamentalmente liberadas de conflictos inconscientes» (p. 65, Pn 33/BS 41). El tratamiento de Fanón del impacto del amor alienado sobre las mujeres de color presagia la observación de Toni Morrison en The Bluest Eye: «El amor era el mejor lugar para esconderse. Y de ahí a la conversión desde el prístino sadismo al sadismo inventado, al amor fraudulento; sólo un pequeño salto hasta Shirley Temple. Mucho más tarde aprendí a venerarla, al igual que aprendí a deleitarme con la limpieza, sabiendo que el cambio era sólo un ajuste que no suponía una verdadera mejora»15. ¿Cuál es el impacto del racismo antinegro en el amor, donde uno busca en los ojos del amante y en las palabras que fluyen de su boca una forma de justificación de la propia existencia? Fanón y Morrison fracasan especialmente en este sentido, dado que no logran escapar del principio de realidad social de lo antinegro que ama lo blanco. La posición de Fanón no es que las relaciones interraciales deban basarse en un esfuerzo patológico para escapar a la negritud, sino que si la blanquitud es la base del vínculo, el esfuerzo es patológico y, por lo tanto, no es sino una forma de fracaso. La decisión de Fanón de analizar Je suis M artiniquaise y la obra de Sadji, Nini, se basa en dos criterios: la popularidad de la primera y las perspectivas que ambas obras ofrecen sobre las relaciones subordinadas de negras y mulatas en una sociedad antinegra. He aquí como introduce Fanón la obra Je suis M artiniquaise: Porque, en fin, cuando leemos en Je suis martiniquaise: «Yo habría querido casarme, pero con un blanco. Sólo que una mujer de color no es nunca totalmente respetable a los ojos de un blanco. Incluso si la ama. Yo lo sabía»16, tenemos derecho a inquietarnos. Ese pasaje, que sirve en cierto sentido de conclusión de una enorme mistificación, nos incita a reflexionar. Un día, una mujer de nombre Mayotte Capécia, obedeciendo a un motivo que no acabamos de entender, escribe 202 páginas, su vida, en las que se multiplican a placer las proposiciones más absurdas. La acogida entusiasta que ha obtenido esta obra en algunos ambientes hace que analizarla sea un deber. Para nosotros no hay equívoco posible: Je suis martiniquaise es una obra barata, que preconiza un comportamiento malsano (pp. 65-66, P« 34/BS 42). T. Denean Sarpley-Whitting nos aporta una interesante información acerca de «la entusiasta acogida que recibió el libro en ciertos círculos», y afirma en la página 36 de su estudio: 15 Toni Morrison, The B luest Eye, Nueva York, Washington Square Press, 1970, p. 22. [ed. cast.: O jos azules, Barcelona, Debolsillo, 2004.] Para una elaboración de esta interpretación del texto de Morrison, véase Gary Schwartz, «Toni Morrison at the Movies. Theorizing Race through Im itation o f Life (for Barbara)», en Lewis R. Gordon (ed.), E xistence in Black. An A nthology o f Black Existential Philosophy, (introducción a cargo de L. R. Gordon), Nueva York, Routledge, 1997, pp. 111-128. 16 Mayotte Capécia, Je suis martiniquaise, París, Correa, 1948, p. 202. 230

En 1949 Mayotte Capécia se convertiría en la cuarta antillana y primera mujer negra que recibía el renombrado Grand Prix Littérarire des Antilles por Je suis martiniquaise (1948). El premio anual, dotado con 20.000 francos, fue establecido en 1946 para novelas, novelas históricas, ensayos y poesía. Es interesante saber que el jurado que decidió que el trabajo de Capécia era digno de este reconocimiento estaba compuesto por trece hombres franceses. La novela autobiográfica apenas tuvo un reconocimiento como una chef d’oeuvre entre los escritores del movimiento de la négritude, ni nunca ocupó las páginas reservadas para la crítica literaria y las reseñas en Présence Africaine. Incluso la autentici­ dad de la autoría de Capécia está bajo sospecha. Aunque la obra aparece en la bibliogra­ fía de Maryse Condé sobre escritoras francófonas de las Antillas en Paroles de femmes, el trabajo de Capécia no se menciona en la completísima obra de Patrick Chamoiseau y Ra- phaél Confiant sobre escritores antillanos titulada Lettres créoles. Tracées antillaises et continentales de la littérature 1635-1975. Puede argumentarse que esto es debido a la margi- nación que sufren las escritoras negras por parte de los varones, y que su omisión puede considerarse como un indicativo del persistente intento de privilegiar las voces masculinas y silenciar la experiencia de las mujeres. No obstante, dicha afirmación sería precipitada dado que en las entregas de Présence Africaine correspondientes a las décadas de 1940 y 1950 se incluyen listas de escritoras blancas y negras, y en Lettres créoles participaban es­ critoras como Maryse Condé, Simone Schwarz-Bart y Suzanne Césaire. La popularidad de esta novela, por lo tanto, se debía a que analizaba aquello qué un grupo de influyentes varones blancos franceses deseaba leer, es decir, un vistazo a la «construcción del blanco» a la que se refiere Fanón (p. 46, Pn 6/BS 8). Pero incluso a pesar de la evidencia de un mercado dictado por el público lector francés blanco, la obra sirve para comprender el retrato de la negritud patológica presentada como normatividad negra. En resumen, la novela autobiográfica de Capécia proporciona una visión sobre las fuerzas sociales que intervienen en las vidas de los colonizados en el Caribe. La valoración de la blanquitud es conocida en todo el Caribe. En la época de Fanón, y seguramente también hoy en día, son dos los principios que funcionan en la vida de los habitantes de las islas, donde el perfil demográfico es típicamente similar al de Martinica, con una pequeña población blanca procedente de Europa, un pequeño número de blancos «locales», una población de mestizos (normalmente mulatos y, en el Caribe anglófono, indios orientales), y la mayoritaria población negra. Capécia caracterizó a estas poblaciones como «blancos franceses», «blancos de Martinica», «mulatos» y «negros». (En Jamaica, una isla anglófona, se habla por un lado de «blancos», «w hite neeygas» [negros blancos], «browns» [marrones] y «coolies» [culis], y por otro de «blacks» [negros] y «neeygas».) La importancia de estas categorías y el alcance del desdén por los negros y las personas descendientes de negros era, y a menudo es, de tal calibre que, 231

En 1949 Mayotte Capécia se convertiría en la cuarta antillana y primera mujer <strong>negra</strong><br />

que recibía el renombrado Grand Prix Littérarire des Antilles por Je suis martiniquaise<br />

(1948). El premio anual, dotado con 20.000 francos, fue establecido en 1946 para novelas,<br />

novelas históricas, ensayos y poesía. Es interesante saber que el jurado que decidió que el<br />

trabajo de Capécia era digno de este reconocimiento estaba compuesto por trece hombres<br />

franceses. La novela autobiográfica apenas tuvo un reconocimiento como una chef<br />

d’oeuvre entre los escritores del movimiento de la négritude, ni nunca ocupó las páginas<br />

reservadas para la crítica literaria y las reseñas en Présence Africaine. Incluso la autentici­<br />

dad de la autoría de Capécia está bajo sospecha. Aunque la obra aparece en la bibliogra­<br />

fía de Maryse Condé sobre escritoras francófonas de las Antillas en Paroles de femmes, el<br />

trabajo de Capécia no se menciona en la completísima obra de Patrick Chamoiseau y Ra-<br />

phaél Confiant sobre escritores antillanos titulada Lettres créoles. Tracées antillaises et continentales<br />

de la littérature 1635-1975. Puede argumentarse que esto es debido a la margi-<br />

nación que sufren las escritoras <strong>negra</strong>s por parte de los varones, y que su omisión puede<br />

considerarse como un indicativo del persistente intento de privilegiar las voces masculinas<br />

y silenciar la experiencia de las mujeres. No obstante, dicha afirmación sería precipitada<br />

dado que en las entregas de Présence Africaine correspondientes a las décadas de 1940 y<br />

1950 se incluyen listas de escritoras <strong>blancas</strong> y <strong>negra</strong>s, y en Lettres créoles participaban es­<br />

critoras como Maryse Condé, Simone Schwarz-Bart y Suzanne Césaire.<br />

La popularidad de esta novela, por lo tanto, se debía a que analizaba aquello<br />

qué un grupo de influyentes varones blancos franceses deseaba leer, es decir, un<br />

vistazo a la «construcción del blanco» a la que se refiere Fanón (p. 46, Pn 6/BS 8).<br />

Pero incluso a pesar de la evidencia de un mercado dictado por el público lector<br />

francés blanco, la obra sirve para comprender el retrato de la negritud patológica<br />

presentada como normatividad <strong>negra</strong>. En resumen, la novela autobiográfica de Capécia<br />

proporciona una visión sobre las fuerzas sociales que intervienen en las vidas<br />

de los colonizados en el Caribe. La valoración de la blanquitud es conocida en<br />

todo el Caribe. En la época de Fanón, y seguramente también hoy en día, son dos<br />

los principios que funcionan en la vida de los habitantes de las islas, donde el perfil<br />

demográfico es típicamente similar al de Martinica, con una pequeña población<br />

blanca procedente de Europa, un pequeño número de blancos «locales», una población<br />

de mestizos (normalmente mulatos y, en el Caribe anglófono, indios orientales),<br />

y la mayoritaria población <strong>negra</strong>. Capécia caracterizó a estas poblaciones<br />

como «blancos franceses», «blancos de Martinica», «mulatos» y «negros». (En Jamaica,<br />

una isla anglófona, se habla por un lado de «blancos», «w hite neeygas» [negros<br />

blancos], «browns» [marrones] y «coolies» [culis], y por otro de «blacks» [negros] y<br />

«neeygas».) La importancia de estas categorías y el alcance del desdén por los negros<br />

y las personas descendientes de negros era, y a menudo es, de tal calibre que,<br />

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