Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe
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non se centra casi exclusivamente en la influencia francesa en la sociedad de Martinica, influencia claramente patriarcal. El propio Fanón nos recuerda que «la familia europea, patriarcal, en relación estrecha con la sociedad que conocemos, produce aproximadamente un 30 por 100 de neuróticos» (p. 69, Pn 39/Bs 48). Muchos habitantes de Martinica y de otros lugares del Caribe tratan desesperadamente de despojarse de su ascendencia africana, un linaje cuya reminiscencia estructura la propiedad, por ejemplo, matrilinealmente. El resultado, a menudo, es que la jefatura de la familia, e incluso la propiedad del hogar, recae en las mujeres. Si los valores coloniales no hubiesen sido impuestos como valores «reales» sobre los africanos y (en otras regiones) los indígenas, la situación sería de convivencia de dos conjuntos de valores diferentes y el hogar matrilineal no sería un «defecto». Pero en comunidades mezcladas culturalmente en cuyo centro se sitúan los valores patriarcales, el resultado es desastroso. El padre de Fanón era un oficial de aduanas que también trabajaba en ocasiones en la tienda familiar, pero Fanón sentía, como sin duda le ocurre a muchos hijos, que sus padres no tenían ningún poder contra los blancos, aunque éstos fuesen mucho menores en número. Fanón afirma haber despreciado a su padre al sentir que no era un hombre, y el resultado fue que el propio Fanón siempre estuvo en guardia contra la degradación masculina. Hay una famosa nota a pie de página, a la que volveremos más tarde, en la que niega la existencia del complejo de Edipo en Martinica. Al tiempo estaba en lo cierto y no lo estaba. Tenía razón en el sentido de que un Hombre Blanco estructural se cierne sobre la realidad del varón negro. Peró está equivocado en su propia situación existencial, puesto que él mismo anhelaba sustituir a su padre. Este anhelo emerge en un mundo en el que la hombría de los varones negros siempre está puesta en cuestión. En una sociedad de este tipo, un varón de color es viril en la medida en que sea útil, pero en una economía que le convierte en tan solo un poco más útil (y en ocasiones menos) que las habitantes femeninas, a los ojos de una fuerza colonial que infantiliza y explota a ambos, dicho cuestiona- miento de género es incesante. Este ha sido el caso de todos los lugares en los que ha existido el racismo. En realidad, Fanón no era ni misógino ni homófobo (como veremos), sino un hombre que odiaba el papel reservado para él como varón negro. Si el varón negro no era un hombre, y si él era un varón negro, entonces él no era un hombre. Y Fanón deseaba desesperadamente ser un hombre. Capécia deseaba fervientemente ser algo más que sólo una mujer. Quería ser blanca. Sabía que era una mujer, pero como mujer de color estaba encerrada en una escala de deseo que deseaba sobre todas las cosas algo de lo que carecía. No sólo deseaba ser blanca, sino que deseaba ser deseada, y en la medida en que consideraba la blanquitud más deseable, eso es lo que más deseaba ella. Tanto Fanón como Capécia representan un fracaso, pero el fracaso de él se manifestará a través de su trabajo. En particular, su objetivo en los capítulos 2 y 3 es explorar un fracaso especial, 228
el fracaso que emerge de la retirada de la esfera pública del lenguaje a la supuestamente esfera privada de la intimidad sexual. Para entender el análisis de Fanón acerca de dicha retirada, debemos primero entender las dimensiones lacanianas de su argumentación. El famoso psicoanalista semiótico Jacques Lacan expuso diversos argumentos acerca del impacto del lenguaje en nuestra comprensión del complejo de Edipo13. Para Lacan, el Padre deviene simbólico, lo que convierte el orden de legitimidad que fluye desde el padre en parte de un orden simbólico. La mujer tiene, por lo tanto, una existencia problemática en el orden simbólico, en la medida en que el orden es patriarcal, definido por el padre. El poder es aquí fálico y la mujer es ajena, por así decirlo, a dicho orden. Al igual que en el psicoanálisis clásico, en el que la mujer está condicionada por la ansiedad de la castración (por la «ausencia» del pene) en el psicoanálisis lacaniano ella es ausencia o diferencia o, si se quiere, fracaso. Willy Apollon, el famoso psicoanalista lacaniano de Haití, ha observado que dicha posición conduce al recurrente tema del deseo en sus pacientes psicóticas femeninas, el deseo por un cierto tipo de amor. Lo que desean, argumenta, es «una cierta calidad en el amor, más en concreto, palabras de amor, ciertas palabras dirigidas a ellas como sujeto»14. Estas palabras sólo pueden ser pronunciadas por su padre o por una persona que funcione como tal. Llamémoslas «palabras de amor». El amor ofrece reconocimiento, que también es legitimación. Cuando se es amado se recibe el parecer de otro acerca de la propia existencia. El amante ofrece un juicio al mundo, según el cual el amado debe existir. Por ello, el amante encuentra el pensamiento de la muerte del amado insoportable, y es por lo que, como observó Kierkegaard, no deja de amarse a los amados que han fallecido; el amor se transforma en el juicio según el cual el amado debería existir. Los amantes «ven» a su amado de modo diferente a como lo hacen otros. El amante celebra las perfecciones e imperfecciones del amado; rasgos que a otros pueden parecer poco atractivos se convierten en maravillosos; la singularidad del amado se verifica por dichos rasgos y confirma su irreemplazabilidad. En palabras de Fanón, « el ser amado me respaldará en la asunción de mi virilidad, mientras que la inquietud por merecer la admiración o el amor de otro tejerá a lo largo de mi visión del mundo una superestructura valorizante [...] el amor verdadero, real (querer para los otros lo que se postula para sí, cuando este postulado integra los valores permanentes de la realidad humana) que requiere 13 Jacques Lacan, Écrits. A Selection, Nueva York/Londres, W. W. Norton, 1977. Para una exposición sucinta y reciente del pensamiento de Lacan en aspectos relevantes para este ensayo, véase David Ross Fryer, The Intervention o f the Other. Ethical Subjectivity in Levinas and Lacan, Nueva York, The Other Press, 2004. 14 Willy Apollon, «Four Seasons in Femininity or F ourM en in a W oman’s Life» Topoi XII, 2, septiembre de 1993, p. 103. 229
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influencia claramente patriarcal. El propio Fanón nos recuerda que «la familia<br />
europea, patriarcal, en relación estrecha con la sociedad que conocemos, produce<br />
aproximadamente un 30 por 100 de neuróticos» (p. 69, Pn 39/Bs 48). Muchos habitantes<br />
de Martinica y de otros lugares del Caribe tratan desesperadamente de despojarse<br />
de su ascendencia africana, un linaje cuya reminiscencia estructura la propiedad,<br />
por ejemplo, matrilinealmente. El resultado, a menudo, es que la jefatura de la<br />
familia, e incluso la propiedad del hogar, recae en las mujeres. Si los valores coloniales<br />
no hubiesen sido impuestos como valores «reales» sobre los africanos y (en otras<br />
regiones) los indígenas, la situación sería de convivencia de dos conjuntos de valores<br />
diferentes y el hogar matrilineal no sería un «defecto». Pero en comunidades mezcladas<br />
culturalmente en cuyo centro se sitúan los valores patriarcales, el resultado es<br />
desastroso. El padre de Fanón era un oficial de aduanas que también trabajaba en<br />
ocasiones en la tienda familiar, pero Fanón sentía, como sin duda le ocurre a muchos<br />
hijos, que sus padres no tenían ningún poder contra los blancos, aunque éstos fuesen<br />
mucho menores en número. Fanón afirma haber despreciado a su padre al sentir que<br />
no era un hombre, y el resultado fue que el propio Fanón siempre estuvo en guardia<br />
contra la degradación masculina. Hay una famosa nota a pie de página, a la que volveremos<br />
más tarde, en la que niega la existencia del complejo de Edipo en Martinica.<br />
Al tiempo estaba en lo cierto y no lo estaba. Tenía razón en el sentido de que un<br />
Hombre Blanco estructural se cierne sobre la realidad del varón negro. Peró está<br />
equivocado en su propia situación existencial, puesto que él mismo anhelaba sustituir<br />
a su padre. Este anhelo emerge en un mundo en el que la hombría de los varones<br />
negros siempre está puesta en cuestión. En una sociedad de este tipo, un varón<br />
de color es viril en la medida en que sea útil, pero en una economía que le convierte<br />
en tan solo un poco más útil (y en ocasiones menos) que las habitantes femeninas, a<br />
los ojos de una fuerza colonial que infantiliza y explota a ambos, dicho cuestiona-<br />
miento de género es incesante. Este ha sido el caso de todos los lugares en los que ha<br />
existido el racismo. En realidad, Fanón no era ni misógino ni homófobo (como veremos),<br />
sino un hombre que odiaba el papel reservado para él como varón negro. Si el<br />
varón negro no era un hombre, y si él era un varón negro, entonces él no era un hombre.<br />
Y Fanón deseaba desesperadamente ser un hombre.<br />
Capécia deseaba fervientemente ser algo más que sólo una mujer. Quería ser<br />
blanca. Sabía que era una mujer, pero como mujer de color estaba encerrada en una<br />
escala de deseo que deseaba sobre todas las cosas algo de lo que carecía. No sólo deseaba<br />
ser blanca, sino que deseaba ser deseada, y en la medida en que consideraba<br />
la blanquitud más deseable, eso es lo que más deseaba ella. Tanto Fanón como Capécia<br />
representan un fracaso, pero el fracaso de él se manifestará a través de su trabajo.<br />
En particular, su objetivo en los capítulos 2 y 3 es explorar un fracaso especial,<br />
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