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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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co, pero si pueden hacerlo, son peligrosos; por lo tanto, se hace necesario recordarles<br />

sus limitaciones: «Sí, al negro se le pide ser buen n egro. [...] Y, naturalmente,<br />

al igual que un judío que gasta el dinero sin contarlo es sospechoso, al negro<br />

que cita a Montesquieu hay que vigilarlo. [...] Cuando un negro habla de<br />

Marx la primera reacción es la siguiente: “Os hemos educado y ahora os volvéis<br />

contra vuestros bienhechores. ¡Ingratos! Decididamente no se puede esperar<br />

nada de vosotros.” Y después está ese contundente argumento del plantador en<br />

Africa: nuestro enemigo es el profesor» (p. 60, Pn 27-28/BS 35). Invoca después el<br />

punto de vista de Próspero a través de un extracto del artículo del Dr. Michael Salomon<br />

para la publicación P résen ce A fricaine titulado «D ’un juif á des négres»<br />

[«De un judío a los negros»], que cita en la nota 9 del primer capítulo. Afirma<br />

Salmón, citado por Fanón:<br />

He conocido negros en la Facultad de Medicina [...] En una palabra, eran engaño­<br />

sos. El tinte de su piel debería habernos dado la oportunidad de ser caritativos, magnáni­<br />

mos o científicamente amigables. Faltaron a ese deber, a esa exigencia de nuestra buena<br />

voluntad. Toda nuestra ternura lacrimógena, toda nuestra solicitud marrullera se queda­<br />

ba en nuestros brazos. No teníamos negros que engatusar, no teníamos tampoco por qué<br />

odiarlos; pesaban, más o menos, nuestro propio peso en el equilibro de los trabajillos y<br />

las pobres astucias cotidianas.<br />

El negro no encuentra aquí ninguna dirección que le ofrezca soledad. Los discursos<br />

de color suponen «rebajarse». Pedir a los blancos que hablen a los negros<br />

con ese discurso supone condescendencia. Hablar a los blancos con su lenguaje supone<br />

usurpación. Recurrir a la realidad blanca o <strong>negra</strong> supone lo mismo: «Tú, quédate<br />

en tu lugar» (p. 59, Pn 26/BS 34).<br />

Algunos blancos que han trascendido el miedo se maravillan ante los negros<br />

que dominan la lengua dominante. Fanón cita la introducción de André Bretón al<br />

trabajo anticolonial clásico de Aimé Césaire, C ahier d ’un retou r au pays natal,<br />

donde Bretón afirma «H e aquí un hombre negro que maneja la lengua francesa<br />

como no lo hace ningún blanco hoy en día», a lo que Fanón replica: « [...] no veo<br />

dónde reside la paradoja, dónde está lo que hay que subrayar, puesto que, a fin de<br />

cuentas, Aimé Césaire es martinicano y profesor universitario» (p. 63, Pn 31/BS<br />

40). El reportero televisivo negro que habla como hablan los reporteros blancos,<br />

el abogado negro que habla como hablan los abogados blancos, el médico negro<br />

que habla como hablan los médicos blancos, el profesor universitario negro que<br />

habla como los demás profesores universitarios, etcétera, etcétera... ¿Por qué el<br />

discurso de estos profesionales sorprende e impresiona, asusta o subleva, a aquéllos<br />

que lo escuchan?<br />

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