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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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exclamaréis, tiremos el libro a la basura. ¿Por qué habríamos de leerlo si no está escrito<br />

para nosotros?» (p. 13). Sartre nos brinda dos razones, y vale la pena prestar<br />

atención tanto a la una como a la otra: la primera es que el libro proporciona a aquellos<br />

a los que no está dirigido, la elite europea, una oportunidad para conocerse a sí<br />

mismos. El sujeto colectivo designado por el «nosotros» se refleja en ellos de un<br />

modo objetivo a través de las «cicatrices» (blessures) y «cadenas» (fers) de nuestras<br />

víctimas. ¿Qué -se pregunta Sartre- hemos hecho de nosotros mismos? En un sentido,<br />

la obra de Fanón proporciona al hombre europeo la oportunidad de conocerse<br />

a sí mismo, y de sumarse así a la búsqueda del conocimiento de uno mismo, basada<br />

en el análisis de sus prácticas compartidas, que es propia de los fundamentos<br />

filosóficos de la vida humana, tal y como la entiende Sartre.<br />

La segunda razón que nos brinda Sartre es que «Fanón es el primero, desde En-<br />

gels, en traer los procesos de la Historia [l’a ccou ch eu se d e l’histoire] a la clara luz<br />

del día» (el primero, aparte de George Sorel, cuya obra Sartre considera fascista)<br />

(p. 14). ¿Qué se entiende aquí por «procesos» de la Historia? ¿En qué sentido están<br />

estos transmitiendo el pasado, al igual que lo haría una comadrona? ¿Y qué<br />

medios se emplean para sacar esas instancias a la luz? El proceso de la Historia es<br />

dialéctico, si bien la situación del colonizado es un «retrato» -por emplear la terminología<br />

de Albert Memmi- de un movimiento dialéctico detenido en un punto<br />

muerto. Sartre predice que a pesar de todo la descolonización representa una necesidad<br />

histórica, precisamente porque el esfuerzo por aniquilar al otro nunca se<br />

ve culminado de manera totalmente satisfactoria. El capitalismo requiere de la<br />

fuerza de trabajo del colonizado. «Dado que», escribe Sartre, el colonizador «no<br />

puede proseguir la masacre hasta el genocidio, y la esclavitud hasta la animalidad,<br />

éste pierde el control, la operación se invierte, y una lógica implacable le conducirá<br />

hasta la descolonización» (p. 16).<br />

Lo que nos permite observar que en este punto al menos otras dos intenciones<br />

más se encuentran en juego en el prefacio de Sartre. Por una parte, está defendiendo<br />

que las cicatrices y cadenas del colonizado, aquí traídas a la luz, hacen que el colonizador<br />

vuelva a hallar su reflejo en sí mismo, por lo que se convierten en un instrumento<br />

de la tarea de autoconocimiento del europeo. Por otra parte, está<br />

defendiendo que las cicatrices y cadenas son, por así decir, los motores de la historia,<br />

sus momentos fundamentales; como las vivas huellas de una subyugación que<br />

conduce a la muerte, estas cicatrices y cadenas ponen en movimiento una inexorable<br />

lógica histórica que, en su debido momento, culmina con la desaparición del poder<br />

colonial. En primera instancia, las cicatrices y cadenas no sólo reflejan las acciones<br />

del poder europeo, sino que reflejan asimismo las consecuencias del liberalismo europeo<br />

que hasta entonces se había mantenido en silencio. Dado que, si bien es cierto<br />

que el liberal se opone a la violencia y considera la violencia colonial como si se<br />

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