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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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esponsabilidad: «sus padres, criaturas sombrías, vuestras criaturas, eran almas sin<br />

vida; vosotros les dispensabais la luz, no se dirigían sino a vosotros, y no os tomasteis<br />

la molestia de responder a esos zombis» (p. 13; subrayado mío).<br />

En el inhóspito panorama de subyugación colonial trazado por Sartre, los colonizados<br />

no se dirigían los unos a los otros, sino que tan sólo te hablaba a ti, el colonizador.<br />

Si hubieran tenido la oportunidad de dirigirse los unos a los otros, habrían<br />

comenzado a tomar forma dentro de una ontología social legible, habrían llegado a<br />

arriesgar su vida a través de este circuito comunicativo. No se dirigían sino a «vosotros»:<br />

en otras palabras, vosotros erais el público exclusivo de cualquier interpelación<br />

directa. Tú (el colonizador) no te tomaste la molestia de contestar, pues responder<br />

habría significado conferir un cierto estatus humano a quien te hablaba. La<br />

forma de tratamiento, lejos de representar una simple técnica retórica, determina la<br />

constitución de una ontología social. O permitidme que lo exponga de un modo más<br />

crudo: la forma de tratamiento determina la posibilidad de una existencia social digna<br />

de ser vivida. En consecuencia, negarse a responder o a interpelar a quien nos habla,<br />

o bien exigir una forma asimétrica de tratamiento, de acuerdo con la cual quien<br />

ostenta el poder representa el público exclusivo de la segunda persona; todos éstos<br />

son modos de deconstituir ontología y de orquestar una vida indigna de ser vivida.<br />

En esto consiste claramente la paradoja de morir en vida, una permutación posterior<br />

de lo que Orlando Patterson, invocando a Hegel mientras éste describía la esclavitud,<br />

denominaba m uerte social?. Y allí, tanto como aquí, la muerte social afecta'en<br />

primer lugar a los padres, lo cual significa que la muerte social traspasa su legado de<br />

vergüenza y de rabia a los hijos. Y lo que es más importante, la muerte social no es<br />

una condición estática, sino una contradicción vivida perpetuamente que toma forma<br />

como si se tratase de un interrogante particularmente masculino. En el contexto<br />

de Argelia y de la Guerra de Independencia, al hombre colonizado no se le presenta<br />

más que una elección que puede culminar de cualquier modo, salvo en una vida digna<br />

de ser vivida: «Si pelea», escribe Sartre, «los soldados disparan y es hombre muerto;<br />

si se rinde, se degrada a sí mismo y deja por completo de ser hombre; la vergüenza<br />

y el miedo dividirán su carácter y harán pedazos su ser más íntimo» (p. 15).<br />

¿De qué le vale al hombre europeo saber de esta elección imposible, de esta configuración<br />

histórica de la lucha a vida o muerte dentro del colonialismo argelino?<br />

Pese a que el libro de Fanón no está escrito con la intención de suplicar al europeo liberal<br />

que reconozca su complicidad con la violencia desatada en Argelia, es obvio<br />

que el prefacio de Sartre sí lo está. Sartre imagina a su interlocutor: «En este caso,<br />

3 Véase Orlando Patterson, Slavery and Social Death. A Com parative Study, Cambridge (Massa-<br />

chusetts), Harvard University Press, 1982; y Abdul JanMohamed, The D eath-BoundSubject, Durham,<br />

Duke University Press, 2005.<br />

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