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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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Pido que se me considere a partir de mi Deseo. No soy solamente aquí y ahora,<br />

encerrado en la coseidad. Soy para otro lugar y para otra cosa. Reclamo que se tenga<br />

en cuenta mi actividad negadora en tanto persigo otra cosa que la vida; en tanto<br />

lucho por el nacimiento de un mundo humano, es decir, de un mundo de reconocimientos<br />

recíprocos.<br />

El que duda en reconocerme se opone a mí. En una lucha audaz, acepto sentir el<br />

quebranto de la muerte, la disolución irreversible, pero también la posibilidad de la<br />

imposibilidad13.<br />

El otro, sin embargo, me reconoce sin lucha:<br />

El individuo que no ha puesto su vida en juego bien puede ser reconocido como persona,<br />

pero no ha alcanzado la verdad de este reconocimiento de una conciencia de sí independiente14.<br />

Históricamente, el negro, hundido en la inesencialidad de la servidumbre, ha<br />

sido liberado por el amo. No ha sostenido la lucha por la libertad.<br />

De ser esclavo, el negro ha irrumpido en la palestra en la que se encontraban los<br />

amos. Como esos criados a los que una vez al año se les permite bailar en el salón, el<br />

negro busca un apoyo. El negro no se ha convertido en amo. Cuando no hay más esclavos,<br />

no hay más amos.<br />

El n egro es un esclavo al que se le ha permitido adoptar una actitud de amo.<br />

El blanco es un amo que ha permitido que los esclavos coman en su mesa.<br />

Un día, un buen amo blanco influyente les dijo a sus colegas: «Seamos amables<br />

con los n egros...».<br />

Entonces, los amos blancos, rezongando, porque, qué demonios, era duro, decidieron<br />

elevar a los hombres-máquinas-bestias al rango supremo de hombres.<br />

Ninguna tierra francesa d eb e nunca más ten er esclavos.<br />

13 Cuando empezamos esta obra queríamos consagrar un estudio al ser para la muerte del negro.<br />

Lo juzgábamos necesario porque no se deja de repetir que los n egros no se suicidan. El señor Achille,<br />

en una conferencia, no duda en defender esto, y Richard Wright, en uno de sus cuentos, hace decir a<br />

un blanco: «Si yo fuera un n egro me suicidaría...», entendiendo por eso que sólo un negro puede<br />

aceptar semejante trato sin sentir la llamada del suicidio. Después, el señor Deshaies ha dedicado su<br />

tesis a la cuestión del suicidio. Muestra que los trabajos de Jaensch, que opone el tipo desintegrado<br />

(ojos azules, piel blanca) al tipo integrado (ojos y piel morena) son, como poco, especiosos. Para Durk-<br />

heim los judíos no se suicidaban. Hoy son los negros. Pero «el hospital de Detroit recibe, entre los suicidas,<br />

a un 16,6 por 100 de negros, mientras que la proporción de estos en la población es de sólo el 7,5<br />

por 100. En Cincinnati hay más del doble de suicidios que entre los blancos, inflación debida a la sorprendente<br />

proporción de <strong>negra</strong>s: 358 contra 76 n egros» (Gabriel Deshaies, P sychologie du suicide, París,<br />

PUF, 1947, p. 23).<br />

14 G. W. E Hegel, P hdnom enologie des G eistes, cit., p. 159.<br />

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