Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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13.05.2013 Views

Él querría, sin embargo, escapar de esa negrura. Tiene una actitud ética en la vida. Axiológicamente es un blanco: Yo más blanco que la nieve6. Porque, en definitiva, sobre el plano simbólico, ¿Qué esto es ser negro? ¿Esto es ser deste color? Deste agravio me quejaré a la fortuna, al tiempo, al cielo y a cuántos me hicieron negro. ¡Oh, reniego del color!7. Encerrado, Juan se da cuenta de que la intención no puede salvarlo. Su apariencia mina, invalida todas sus acciones: ¡ Que no hagan caso de las almas! Loco estoy. ¿Qué he de hacer, desesperado? [...] ¡Ah, cielo! ¡Que ser negro afrente tanto!8. En el paroxismo del dolor, no le queda sino una solución al desdichado n egro: dar pruebas de su blancura a los demás y, sobre todo, a sí mismo. Si no el color, mudar quiero ventura9. Como vemos, hay que comprender a Juan de Mérida en la perspectiva de la sobre- compensación. Como el negro pertenece a una raza «inferior», trata de parecerse a la raza superior. Pero nosotros sabemos desprendernos de la ventosa adleriana. En Estados Unidos, De Man y Eastman han aplicado el método de Adler de una forma algo abusiva. Todos los hechos que he apuntado son reales, pero hay que decir que no tienen sino una rela­ 6 Ibid.., p. 43. 7 Ibid., p. 38. 8 Ibid. 9 Ibid., p. 32. 178

ción externa con la psicología adleriana. El martinicano no se compara con el blanco, considerado como el padre, el jefe, Dios, sino que se compara con su semejante bajo el patrocinio del blanco. Una comparación adleriana se esquematiza de la forma siguiente: Yo más grande que el Otro. La comparación antillana, por el contrario, se presenta de esta forma: Blanco Yo diferente del Otro La comparación adleriana comporta dos términos; se polariza por el yo. La comparación antillana se corona con un tercer término: la ficción directora no es personal, sino social. El martinicano es un crucificado. El medio que le ha hecho (pero que no ha hecho) lo ha descuartizado horriblemente; y este medio cultural, él lo mantiene con su sangre y sus humores. Pues la sangre del n egro es un abono que los conocedores aprecian mucho. Adlerianamente, tras haber constatado que mi compañero, en su sueño, realiza el deseo de blanquearse, es decir, de ser viril, yo le revelaré entonces que su neurosis,*su inestabilidad psíquica, la quiebra de su yo proceden de esta ficción directora, y le diré: «Mannoni ha descrito muy bien ese fenómeno en el malgache. Verás, es necesario, creo, que aceptes quedarte en el lugar que te han asignado». ¡Pues, no! ¡No diré nunca eso! Le diré: los culpables de tu engaño son el medio, la sociedad. Dicho esto, el resto vendrá solo, y ya sabemos de lo que se trata. Del fin del mundo, puñetas. A veces me pregunto si los inspectores de enseñanza y los jefes de servicio son conscientes de su papel en las colonias. Durante veinte años, se empeñan, con sus programas, en hacer del negro un blanco. Al final lo sueltan y le dicen: Indudablemente, usted tiene un complejo de dependencia frente al blanco. B. El negro y Hegel La conciencia de sí es en sí y para sí cuando y porque es en sí y para sí para otra conciencia de sí; es decir que ella no es en tanto no es reconocida10. 10 G. W. F. Hegel, P hanom enologie des Geistes, Berlín, 1807 [ed. francesa: La p h én om én ologie de l’esprit, París, Aubier Montaigne, 1941, p. 155]. 179

Él querría, sin embargo, escapar de esa negrura. Tiene una actitud ética en la<br />

vida. Axiológicamente es un blanco:<br />

Yo más blanco que la nieve6.<br />

Porque, en definitiva, sobre el plano simbólico,<br />

¿Qué esto es ser negro? ¿Esto es ser<br />

deste color? Deste agravio<br />

me quejaré a la fortuna,<br />

al tiempo, al cielo y a cuántos<br />

me hicieron negro. ¡Oh, reniego<br />

del color!7.<br />

Encerrado, Juan se da cuenta de que la intención no puede salvarlo. Su apariencia<br />

mina, invalida todas sus acciones:<br />

¡ Que no hagan<br />

caso de las almas! Loco estoy.<br />

¿Qué he de hacer, desesperado? [...]<br />

¡Ah, cielo!<br />

¡Que ser negro afrente tanto!8.<br />

En el paroxismo del dolor, no le queda sino una solución al desdichado n egro:<br />

dar pruebas de su blancura a los demás y, sobre todo, a sí mismo.<br />

Si no el color, mudar quiero ventura9.<br />

Como vemos, hay que comprender a Juan de Mérida en la perspectiva de la sobre-<br />

compensación. Como el negro pertenece a una raza «inferior», trata de parecerse a la<br />

raza superior.<br />

Pero nosotros sabemos desprendernos de la ventosa adleriana. En Estados Unidos,<br />

De Man y Eastman han aplicado el método de Adler de una forma algo abusiva. Todos<br />

los hechos que he apuntado son reales, pero hay que decir que no tienen sino una rela­<br />

6 Ibid.., p. 43.<br />

7 Ibid., p. 38.<br />

8 Ibid.<br />

9 Ibid., p. 32.<br />

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