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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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Esta objeción es válida. Nos alcanza a nosotros también. Al principio queríamos<br />

limitarnos a las Antillas. Pero la dialéctica, cueste lo que cueste, se impone y nos ha<br />

obligado a ver que el antillano es ante todo un negro. De todos modos, no podemos<br />

olvidar que hay negros de nacionalidad belga, francesa, inglesa; hay repúblicas <strong>negra</strong>s.<br />

¿Cómo pretender atacar una esencia cuando tales hechos nos requieren? La<br />

verdad es que la raza <strong>negra</strong> está dispersa, que ya no posee unidad. Cuando las fuerzas<br />

del Duce invadieron Etiopía se bosquejó un movimiento de solidaridad entre<br />

los hombres de color. Pero, aunque desde Estados Unidos se enviaron uno o dos<br />

aviones al agredido, ningún negro se movió con eficacia. El negro posee una patria,<br />

asume un lugar en una Unión o una commonwealth. Toda descripción debe situarse<br />

sobre el plano del fenómeno, pero ahí de nuevo se nos remite a perspectivas infinitas.<br />

Hay una ambigüedad en la situación universal del negro que se resuelve de todas<br />

formas en su existencia concreta. Por ese lado se junta en cierto modo con el judío.<br />

Contra los obstáculos antes alegados apelaremos a una evidencia: vaya donde<br />

vaya, un negro sigue siendo un negro.<br />

En determinados países el negro ha penetrado la cultura. Como dejamos entrever<br />

antes, nunca se podrá dar suficiente importancia a la forma por la que los niños<br />

blancos toman contacto con la realidad del negro. En Estados Unidos, por ejemplo,<br />

el joven blanco, aunque no viva en el sur donde tiene la ocasión de ver negros<br />

de forma concreta, los conoce a través del mito del Tío Remus. En Francia se podría<br />

evocar ha cabaña del tío Tom. El hijito de Miss Sally y Mars John escucha con<br />

una mezcla de temor y admiración las historias de Br’er Rabitt. Bernard Wolfe<br />

hace de esta ambivalencia en el blanco la dominante de la psicología blanca americana.<br />

Incluso llega, apoyándose en la biografía de John Chandler Harris, a mostrar<br />

que la admiración se corresponde con una cierta identificación del blanco con el<br />

negro. Ya se sabe lo que está en juego en estas historias. Hermano Conejo lucha<br />

con casi todos los otros animales de la creación y naturalmente resulta siempre<br />

vencedor. Esas historias pertenecen a la tradición oral de los negros de las plantaciones.<br />

Así, se reconoce con bastante facilidad al negro bajo su disfraz extraordinariamente<br />

irónico y desconfiado de conejo. Los blancos, para defenderse de su<br />

masoquismo inconsciente, que querría que se extasiaran ante las proezas del conejo<br />

(negro), han intentado quitarle a esas historias su potencial agresivo. Así han podido<br />

decir que «el negro hace actuar a los animales como un orden inferior de la inteligencia<br />

humana, el que el propio negro puede comprender. El negro se siente naturalmente<br />

en un contacto más estrecho con los “animales inferiores” que con el hombre<br />

blanco que le es evidentemente superior en todos los sentidos. Otros, ni más ni menos,<br />

han sugerido que estas historias no eran reacciones a la condición a la que se<br />

reduce a los negros en Estados Unidos sino simplemente restos africanos». Wolfe<br />

nos da la clave de estas interpretaciones:<br />

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