Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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13.05.2013 Views

afecto con desprecio de todo pensamiento racional. Como se ve, un fóbico es un individuo que obedece a las leyes de la prelógica racional y de la prelógica afectiva: proceso de pensar y de sentir que recuerda la edad en la que se produce el accidente que priva de seguridad. La dificultad anunciada es la siguiente: en el caso de esa joven de la que hablábamos hace un rato, ¿ha habido un accidente que la privara de su seguridad^ ¿Ha habido, en la mayoría de los negrófobos masculinos, un intento de rapto? ¿Un intento de felación? En rigor, he aquí lo que obtendríamos si aplicamos las conclusiones analíticas: si un objeto muy aterrador, como un agresor más o menos imaginario, despierta el terror, es también (porque se trata muy a menudo de una mujer) y casi siempre un miedo mezclado de horror sexual. El «me dan miedo los hombres» quiere decir,, cuando se dilucida el móvil del pánico: porque podrían hacerme todo tipo de cosas, pero no maltratos corrientes: maltrato sexual, es decir, inmoral, deshonroso21. «El simple contacto basta para producir la angustia. Pues el contacto es a la vez el tipo esquemático mismo de la acción sexual inicial (tacto, toqueteos: sexualidad)»22. Como estamos acostumbrados a todos los artificios que emplea el yo para defenderse, sabemos que hay que evitar tomar al pie de la letra esas negaciones. ¿No estamos en presencia de un transitivismo integral? En el fondo, ¿este miedo de la violación no llama, justamente, a la violación? Igual que hay caras que piden un guantazo, ¿no podríamos describir mujeres que piden una violación? En IfH e Hollers, Let Him Go, Chester Himes describe bien ese mecanismo. La gorda rubia se desmaya cada vez que el negro se acerca. Sin embargo, nada teme en una fábrica repleta de blancos... En conclusión, se acuestan juntos. Hemos podido ver, cuando estábamos en el ejército, el comportamiento en veladas de bailes de las mujeres blancas ante los negros en tres o cuatro países de Europa. La mayor parte del tiempo, las mujeres esbozaban un movimiento de fuga, de retirada, el rostro teñido de un pánico no fingido. Sin embargo, los negros que las invitaban hubieran sido incapaces, aunque lo hubieran querido, de hacer contra ellas cualquier cosa. El comportamiento de las mujeres en cuestión se comprende claramente sobre el plano de lo imaginario. Y es que la negrófoba no es en realidad sino una compañera sexual putativa, así como el negrófobo es un homosexual reprimido. Frente al negro, en efecto, todo transcurre sobre el plano genital. Hace algunos años lo insinuábamos ante unos amigos con los que discutíamos que, de forma general, el blanco se comporta frente al negro como un hermano mayor reacciona ante el nacimiento de un hermano. Después supimos que, en Estados Unidos, Richard Sterba había comprendido esto mismo. Sobre el plano fenomenológico habría que 21 A. Hesnard, L univers m orbide de lafaute, cit., p. 38. 22 Ibid., p. 40. 142

estudiar una doble realidad. Se tiene miedo del judío por causa de su potencial apropiativo. «Ellos» están por todas partes. Los bancos, las bolsas, los gobiernos están infestados. Reinan sobre todo. Pronto se adueñarán del país. Se les admite en las oposiciones delante de los «verdaderos» franceses. Pronto harán nuestras leyes. Hace poco, un compañero que estudia en la Escuela de Administración nos decía: «Dirás lo que quieras, pero se apoyan unos a otros. Por ejempo, cuando Moch mandaba, el número de youpins nombrados fue abrumador.» En el ámbito médico la situación no es diferente. Todo estudiante judío aceptado en una oposición es un «enchufado». Los negros tienen la potencia sexual. ¡Piénsalo! ¡Con la libertad que tienen allí, en plena sabana! Se dice que se acuestan por todas partes y a todas horas. Son genitales. Tienen tantos niños que ya no llevan la cuenta. Desconfiemos o nos inundarán de pequeños mestizos. Decididamente, todo va m al... El gobierno y la Administración sitiados por los judíos. Nuestras mujeres por los negros. Porque el negro tiene una potencia sexual alucinante. Es el término exacto: es necesario que esa potencia sea alucinante. Los psicoanalistas que reflexionan sobre la cuestión encuentran con bastante rapidez los engranajes de toda neurosis. La inquietud sexual es aquí predominante. Todas las mujeres negrófobas que hemos conocidos tenían una vida sexual anormal. Sus maridos las tenían abandonadas; eran viudas y no se atrevían a reemplazar al difunto; estaban divorciadas y dudaban ante una nueva inversión objetual. Todas dotaban al negro de poderes que los otros (marido, amantes episódicos) no poseían. Y además interviene un elemento de perversidad, rémora de la estructura infantil: ¡Sabe Dios cómo harán el amor! Debe ser terrorífico.. P . Hay una expresión que a la larga se ha erotizado singularmente: un atleta negro. Hay en ella, nos confiaba una mujer joven, algo que nos amotina el corazón. Una prostituta nos decía que, al principio, la idea de acostarse con un negro le provocaba el orgasmo. Ella los buscaba, evitaba pedirles dinero. Pero, añadía, «acostarse con ellos no era más extraordinario que con los blancos. Era antes del 23 Recuperamos aquí del trabajo de J. Marcus la opinión según la cual la neurosis social o, si se prefiere, el comportamiento anormal frente al Otro sea quien sea, se relaciona estrechamente con la situación individual: «El filtrado de los cuestionarios muestra que los individuos más tenazmente antisemitas pertenecen a las estructuras familiares más conflictivas. Su antisemitismo era una reacción a las frustraciones sufridas en el seno del ambiente familiar. Lo que demuestra que los judíos son objetos de sustitución en el antisemitismo es el hecho de que las mismas situaciones familiares engendren, según las circunstancias locales, el odio a los negros, el anticatolicismo o el antisemitismo. Se puede, pues, decir que, contrariamente a la opinión corriente, es la actitud la que encuentra un contenido y no este último el que crea una actitud», J. Marcus, «Structure familiale et comportements politiques», cit., p. 282. 143

estudiar una doble realidad. Se tiene miedo del judío por causa de su potencial<br />

apropiativo. «Ellos» están por todas partes. Los bancos, las bolsas, los gobiernos están<br />

infestados. Reinan sobre todo. Pronto se adueñarán del país. Se les admite en las<br />

oposiciones delante de los «verdaderos» franceses. Pronto harán nuestras leyes.<br />

Hace poco, un compañero que estudia en la Escuela de Administración nos decía:<br />

«Dirás lo que quieras, pero se apoyan unos a otros. Por ejempo, cuando Moch mandaba,<br />

el número de youpins nombrados fue abrumador.» En el ámbito médico la situación<br />

no es diferente. Todo estudiante judío aceptado en una oposición es un «enchufado».<br />

Los negros tienen la potencia sexual. ¡Piénsalo! ¡Con la libertad que<br />

tienen allí, en plena sabana! Se dice que se acuestan por todas partes y a todas horas.<br />

Son genitales. Tienen tantos niños que ya no llevan la cuenta. Desconfiemos o<br />

nos inundarán de pequeños mestizos.<br />

Decididamente, todo va m al...<br />

El gobierno y la Administración sitiados por los judíos.<br />

Nuestras mujeres por los negros.<br />

Porque el negro tiene una potencia sexual alucinante. Es el término exacto: es<br />

necesario que esa potencia sea alucinante. Los psicoanalistas que reflexionan sobre<br />

la cuestión encuentran con bastante rapidez los engranajes de toda neurosis. La inquietud<br />

sexual es aquí predominante. Todas las mujeres negrófobas que hemos conocidos<br />

tenían una vida sexual anormal. Sus maridos las tenían abandonadas; eran<br />

viudas y no se atrevían a reemplazar al difunto; estaban divorciadas y dudaban ante<br />

una nueva inversión objetual. Todas dotaban al negro de poderes que los otros<br />

(marido, amantes episódicos) no poseían. Y además interviene un elemento de<br />

perversidad, rémora de la estructura infantil: ¡Sabe Dios cómo harán el amor!<br />

Debe ser terrorífico.. P .<br />

Hay una expresión que a la larga se ha erotizado singularmente: un atleta negro.<br />

Hay en ella, nos confiaba una mujer joven, algo que nos amotina el corazón.<br />

Una prostituta nos decía que, al principio, la idea de acostarse con un negro le<br />

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«acostarse con ellos no era más extraordinario que con los blancos. Era antes del<br />

23 Recuperamos aquí del trabajo de J. Marcus la opinión según la cual la neurosis social o, si se prefiere,<br />

el comportamiento anormal frente al Otro sea quien sea, se relaciona estrechamente con la situación<br />

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pertenecen a las estructuras familiares más conflictivas. Su antisemitismo era una reacción a las<br />

frustraciones sufridas en el seno del ambiente familiar. Lo que demuestra que los judíos son objetos de<br />

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que, contrariamente a la opinión corriente, es la actitud la que encuentra un contenido y no este último<br />

el que crea una actitud», J. Marcus, «Structure familiale et comportements politiques», cit., p. 282.<br />

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