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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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la vía que la censura sexual ha dejado libre, el deseo de agresión de los niños y de los<br />

adultos contra la estructura económica y social que, no obstante, con su propio consen­<br />

timiento, los pervierte. En los dos casos, la causa de la perversión, ya sea de orden sexual<br />

o económico, es esencial; por eso, mientras no seamos capaces de enfrentarnos a estas re­<br />

presiones fundamentales, todo ataque que se dirija contra estos sencillos procedimientos<br />

de evasión, como los comic books, seguirá siendo fútil8.<br />

En las Antillas, el joven negro, que en la escuela no deja de repetir «nuestros ancestros,<br />

los galos»9 se identifica con el explorador, el civilizador, el blanco que lleva<br />

la verdad a los salvajes, una verdad toda blanca. Hay identificación, es decir, que el<br />

joven negro adopta subjetivamente una actitud de blanco. Carga al héroe, que es<br />

blanco, con toda su agresividad (que, en esa edad, se relaciona estrechamente con la<br />

oblatividad: una oblatividad cargada de sadismo). Un niño de ocho años que ofrece<br />

algo, incluso a una persona mayor, no sabría tolerar el rechazo. Poco a poco, se ve<br />

cómo se forma y cristaliza en el joven antillano una actitud, una costumbre de pensar<br />

y de ver, que es esencialmente blanca. Cuando en el colegio lee historias de salvajes,<br />

en las obras <strong>blancas</strong>, piensa siempre en los senegaleses. Cuando yo iba al colegio<br />

podíamos estar discutiendo durante horas enteras sobre las supuestas<br />

costumbres de los salvajes senegaleses. En nuestras afirmaciones había una inconsciencia<br />

como poco paradójica. Pero es que el antillano no se piensa como negro; se<br />

piensa antillano. El negro vive en África. Subjetivamente, intelectualmente, el antillano<br />

se comporta como un blanco. Pero es un negro. De esto se dará cuenta una vez<br />

llegue a Europa y, cuando se hable de negros, sabrá que se trata de él tanto como del<br />

senegalés. Sobre este punto, ¿qué podemos concluir?<br />

Imponer los mismos «genios malos» al blanco y al negro constituye un grave error<br />

de educación. Si se quiere entender el «genio malo» como una tentativa de humanización<br />

del «ello» se entenderá nuestro punto de vista. En todo rigor, diríamos que las<br />

canciones infantiles merecen la misma crítica. Se percibe ya que queremos, ni más ni<br />

menos, crear historias ilustradas destinadas especialmente a los negros, canciones<br />

para niños negros y, en último término, obras de historia, al menos hasta el graduado<br />

escolar. Porque, salvo prueba de lo contrario, consideramos que, si hay traumatismo,<br />

se sitúa en esta edad. El joven antillano es un francés llamado en todo momento a vivir<br />

con los compatriotas blancos. Es algo que se olvida demasiado a menudo.<br />

8 Gershon Legman, «Psychopathologie des comics», Les Temps m odernes 43, 1949, pp. 916 ss.<br />

[ed. original inglesa, «The Psychopathology of the Comics», N eurótica 3, 1948].<br />

9 Como en muchas otras circunstancias, provocamos la sonrisa cuando contamos este rasgo de la<br />

enseñanza en la Martinica. Queremos por supuesto constatar el carácter cómico de la cosa, pero nunca<br />

se habla de sus consecuencias de largo alcance. Y son las que importan, porque, la visión del mundo<br />

del niño antillano se elabora a partir de tres o cuatro frases de éstas.<br />

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