Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe
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¿Había leído bien? Releí con saña. Desde el otro lado del mundo blanco, una mágica cultura negra me saludaba. ¡Escultura negra! Empecé a ruborizarme de orgullo. ¿Estaba ahí la salvación? Yo había racionalizado el mundo y el mundo me había rechazado en nombre de los prejuicios de color. Como, sobre el plano de la razón, el acuerdo no era posible, me rebotaba hacia la irracionalidad. Que demuestre el blanco que es más irracional que yo. Por necesidades de la causa, yo había adoptado el proceso regresivo; aquí estoy en mi casa; estoy compuesto de irracionalidad; chapoteo en lo irracional. Irracional hasta el cuello. Y, ahora, ¡ que vibre mi voz! Los que no han inventado ni la pólvora ni la brújula los que no han sabido domeñar ni el vapor ni la electricidad los que no han explorado ni los mares ni el cielo mas sí conocen todas las reconditeces del país del sufrimiento los que no han conocido del viaje más que el destierro, los que se han encorvado de tanto arrodillarse los que fueron domesticados y bautizados los que fueron inoculados de bastardía [...] Sí, todos ellos son mis hermanos, una «fraternidad acre» nos aferra de modo parecido. Tras haber afirmado la tesis menor, por debajo saludo otra cosa. [...] mas sin ellos la tierra no sería la tierra corcova tanto más benéfica que la tierra desierta, más que tierra silo donde se preserva y madura lo que tiene de más tierra la tierra mi negritud no es una piedra, su sordera abalanzada contra el clamor del día mi negritud no es una mancha de agua muerta en el ojo muerto de la tierra mi negritud no es una torre ni una catedral se hunde en la carne roja del suelo se hunde en la carne ardiente del cielo perfora la postración opaca con su paciencia recta8. ¡Ahí! El tam-tam farfulla el mensaje cósmico. Sólo el negro es capaz de transmitirlo, de descifrar el sentido, el alcance. A caballo del mundo, con los vigorosos ta- 8 A. Césaire, C ahierd’un retour aupays natal, cit., pp. 77-78 [ed. cast.: R etorno al país natal, cit., p. 51]. 120
Iones en los flancos del mundo, lustro la cerviz del mundo, como el sacrificador el entrecejo de la víctima. Mas se abandonan sorprendidos a la esencia de todas las cosas ignorando la superficie, despreocupados de dominar, pero jugando el juego del mundo en verdad los hijos con más años del mundo abiertos los poros a todos los vientos del mundo aire fraternal de todos los soplos del mundo lechos sin acequias de todas las aguas del mundo chispa del fuego sagrado del mundo Iposeídos por el movimiento de todas las cosas ¡carne de la carne del mundo palpitando con el mismo palpitar del mundo!9. ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Nacimiento! ¡Vértigo del devenir! Hundido tres cuartos en el aturdimiento del momento, me sentía enrojecer de sangre. Las arterias del mundo, revolucionadas, arrancadas desenraizadas, se volvían hacia mí y me fecundaban. ¡Sangre! ¡Sangre! Toda nuestra sangre emocionada por el corazón macho del sol10. El sacrificio habría servido como término medio entre la creación y yo. Yo no recuperaba ya mis orígenes, sino el Origen. Sin embargo, había que desconfiar del ritmo, de la amistad Tierra-Madre, del matrimonio místico, carnal, del grupo y el cosmos. En La vie sexuelle en Afrique noire, un trabajo rico en observaciones, De Pédrais da a entender que en Africa, sea cual sea el ámbito a considerar, siempre hay cierta estructura mágico social. Y, añade, todos esos elementos son los que volvemos a encontrar en una escala aún más amplia en asuntos de sociedades secretas. En la medida, por otra parte, en la que los circuncisos y las abladas, operados en la adolescencia, no deben, bajo pena de muerte, divulgar a los no iniciados lo que han sufrido, y en la medida en que la iniciación a una sociedad secre ta recurre siempre a los actos de amor sagrado, se puede concluir considerando la cir cuncisión, la ablación y los ritos que la ilustran como constitutivos de sociedades secre tas menores1'. 9 Ibid., p. 78 [ibid., p. 52]. 10 Ibid., p. 79 {ibid., p. 52], 11 D. P. De Pédrais, La vie sex uelle en Afrique noire, París, Payot, 1950, p. 8. 121
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¿Había leído bien? Releí con saña. Desde el otro lado del mundo blanco, una<br />
mágica cultura <strong>negra</strong> me saludaba. ¡Escultura <strong>negra</strong>! Empecé a ruborizarme de orgullo.<br />
¿Estaba ahí la salvación?<br />
Yo había racionalizado el mundo y el mundo me había rechazado en nombre de<br />
los prejuicios de color. Como, sobre el plano de la razón, el acuerdo no era posible,<br />
me rebotaba hacia la irracionalidad. Que demuestre el blanco que es más irracional<br />
que yo. Por necesidades de la causa, yo había adoptado el proceso regresivo; aquí<br />
estoy en mi casa; estoy compuesto de irracionalidad; chapoteo en lo irracional. Irracional<br />
hasta el cuello. Y, ahora, ¡ que vibre mi voz!<br />
Los que no han inventado ni la pólvora ni la brújula<br />
los que no han sabido domeñar ni el vapor ni la electricidad<br />
los que no han explorado ni los mares ni el cielo<br />
mas sí conocen todas las reconditeces del país del sufrimiento<br />
los que no han conocido del viaje más que el destierro,<br />
los que se han encorvado de tanto arrodillarse<br />
los que fueron domesticados y bautizados<br />
los que fueron inoculados de bastardía [...]<br />
Sí, todos ellos son mis hermanos, una «fraternidad acre» nos aferra de modo parecido.<br />
Tras haber afirmado la tesis menor, por debajo saludo otra cosa.<br />
[...] mas sin ellos la tierra no sería la tierra<br />
corcova tanto más benéfica que la tierra desierta,<br />
más que tierra<br />
silo donde se preserva y madura lo que tiene de más tierra la tierra<br />
mi negritud no es una piedra, su sordera abalanzada contra<br />
el clamor del día<br />
mi negritud no es una mancha de agua muerta en el ojo<br />
muerto de la tierra<br />
mi negritud no es una torre ni una catedral<br />
se hunde en la carne roja del suelo<br />
se hunde en la carne ardiente del cielo<br />
perfora la postración opaca con su paciencia recta8.<br />
¡Ahí! El tam-tam farfulla el mensaje cósmico. Sólo el negro es capaz de transmitirlo,<br />
de descifrar el sentido, el alcance. A caballo del mundo, con los vigorosos ta-<br />
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