CAPÍTULOS - El CRISTO, Instructor de humanidades
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calvario2<br />
La dulce madre ungió la cabeza <strong>de</strong> su Hijo con los raudales <strong>de</strong> su llanto inconsolable, y la cubrió<br />
con el velo blanco que se quitó <strong>de</strong> la suya.<br />
Los discípulos jóvenes habían explorado las inmediaciones <strong>de</strong> la montaña a la luz <strong>de</strong> las<br />
antorchas, en busca <strong>de</strong> una gruta nueva, que un familiar <strong>de</strong> José <strong>de</strong> Arimathea había adquirido<br />
y arreglado para sepultura <strong>de</strong> los suyos.<br />
Sobre un lecho formado con veinte brazos unidos por las manos, los hombres jóvenes<br />
condujeron el cadáver a esta sepultura provisoria, ya que la noche les impedía llevarlo al<br />
panteón sepulcral <strong>de</strong> David, sobre el cual tenía <strong>de</strong>rechos hereditarios el príncipe Sallún <strong>de</strong><br />
Lohes.<br />
Conduciendo a su gruta sepulcral el cadáver <strong>de</strong> Jhasua, que había soñado con la igualdad<br />
humana, vemos las manos unidas <strong>de</strong> príncipes, pastores, jornaleros, doctores y hasta un esclavo.<br />
<strong>El</strong> Hach ben Faqui, el Scheiff Il<strong>de</strong>rín, Gamaliel, Nico<strong>de</strong>mus, Nicolás, Felipe, Juan, Marcos,<br />
Jacobo y Bartolomé, Othoniel, Isaías, Efraín, Gabes, Nathaniel, Shipro y Boanerges, Zebeo y<br />
dos jóvenes discípulos <strong>de</strong> Melchor.<br />
Los hombres <strong>de</strong> edad seguían el cortejo fúnebre, recitando los trenos <strong>de</strong> Jeremías, y llorando<br />
silenciosamente.<br />
Sólo el príncipe Judá no pudo seguir tras <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong> su Rey <strong>de</strong> Israel, porque tendido aún<br />
sobre una manta al pie <strong>de</strong>l cadalso, ro<strong>de</strong>ado por su madre, su esposa y sus dos hijitos, parecía<br />
luchar entre la vida y la muerte.<br />
Su inmovilidad completa, su respiración apenas perceptible, y los débiles latidos <strong>de</strong> su corazón,<br />
hacían temer a los suyos, que aquella vida no tardaría en extinguirse.<br />
Este doloroso inci<strong>de</strong>nte dio motivo a que todos se dirigieran al palacio Ithamar. Los ancianos en<br />
literas, y los jóvenes a pie, era aquello como una triste procesión <strong>de</strong> fantasmas sombríos<br />
atravesando caminos y barrancos, y luego las obscuras y tortuosas calles <strong>de</strong> Jerusalén sumidas<br />
en profundo silencio.<br />
Las trágicas impresiones <strong>de</strong>l día, la noche obscura y tormentosa, las patrullas <strong>de</strong> soldados que<br />
recorrían las calles para evitar sublevaciones populares, todo flotaba como un hálito <strong>de</strong> pavor<br />
sobre la ciudad <strong>de</strong> los Profetas mártires y <strong>de</strong> los reyes homicidas.<br />
http://elcristoes.net/calvario2.htm (36 <strong>de</strong> 36) [14/04/2004 21:20:51]