CAPÍTULOS - El CRISTO, Instructor de humanidades
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calvario2<br />
llegar al pie <strong>de</strong> la montaña, <strong>de</strong>bido a los enormes trozos <strong>de</strong> rocas y <strong>de</strong> tierra que el terremoto<br />
había arrojado sobre todos los sen<strong>de</strong>ros que conducían a ella.<br />
Era la madre <strong>de</strong>l Mártir, el imán que atraía a todos sus amigos y discípulos. Y la dulce mujer<br />
sentada sobre una roca, con la mirada fija en su hijo, parecía no darse cuenta <strong>de</strong> que era el<br />
centro <strong>de</strong> toda la piedad y <strong>de</strong> todo el amor, <strong>de</strong> los que amaron al Cristo por encima <strong>de</strong> todas las<br />
cosas.<br />
La humana personalidad <strong>de</strong>l Mártir se agotaba visiblemente con la pérdida <strong>de</strong> sangre y la<br />
pesa<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la atmósfera, ardiente como una llama.<br />
Los ojos <strong>de</strong> sus discípulos amigos y familiares lo abrazaban con sus miradas llenas <strong>de</strong> ansiedad y<br />
<strong>de</strong>sesperación, esperando en vano que a una palabra suya se abrieran los cielos, y legiones <strong>de</strong><br />
arcángeles justicieros bajaran como enjambre <strong>de</strong> pájaros luminosos para arrancar al Ungido <strong>de</strong><br />
su patíbulo infame.<br />
Pero el alma <strong>de</strong>l Cristo flotaba sin duda por horizontes lejanos, o su clarivi<strong>de</strong>ncia le presentó<br />
con vivos colores las consecuencias <strong>de</strong>l crimen que los dirigentes <strong>de</strong> Israel cometían, porque su<br />
voz doliente exhaló un gemido como un sollozo para <strong>de</strong>cir:<br />
"¡Perdónalos Padre, porque no soben lo que hacen!".<br />
Algunas voces amigas clamaban entre sollozos:<br />
-¡Hijo <strong>de</strong> Dios!... ¡Mesías <strong>de</strong> Israel!... ¡Acuérdate <strong>de</strong> mí cuando estés en tu Reino!... .<br />
-¡Llévanos Señor contigo!... . ¡No queremos la vida sin ti!... .<br />
¡Hasta los elementos estallan <strong>de</strong> furor contra los verdugos <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios!... .<br />
Pero estas y otras frases, al igual que las plegarias y los llantos se perdían entre el estampido <strong>de</strong><br />
los truenos, el chocar <strong>de</strong> las piedras que saltaban a gran distancia, y el crepitar <strong>de</strong> las ramas que<br />
los fuegos sagrados <strong>de</strong> Vercia, iban reduciendo a cenizas... .<br />
Un jinete <strong>de</strong> turbante y manto blanco que el viento agitaba como alas que volasen<br />
<strong>de</strong>sesperadamente, se apeó al pie <strong>de</strong> la montaña y fue a caer <strong>de</strong> rodillas en lo alto <strong>de</strong> la<br />
explanada don<strong>de</strong> habían levantado los cadalsos.<br />
Levantó su mirada a los cielos y luego sus ojos negros y profundos se posaron con infinita<br />
angustia en aquel rostro amado, en el cual ya aparecían las huellas <strong>de</strong> la muerte.<br />
Era el Scheiff Il<strong>de</strong>rín que acababa <strong>de</strong> llegar <strong>de</strong> Jericó, adon<strong>de</strong> le llevaron la terrible noticia,<br />
cuando se disponía a entrar con sus valientes jinetes árabes para proclamar al Ungido <strong>de</strong>l Señor<br />
como Rey <strong>de</strong> Israel.<br />
http://elcristoes.net/calvario2.htm (31 <strong>de</strong> 36) [14/04/2004 21:20:51]