CAPÍTULOS - El CRISTO, Instructor de humanidades
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calvario2<br />
No sé si por una piedad pobre y tardía, pero sobre éste aparecía una pequeña tabla con esta<br />
inscripción:<br />
Rey <strong>de</strong> los judíos, lo que indicaba estar <strong>de</strong>stinado al Profeta.<br />
Era el menos pesado <strong>de</strong> los tres, pero así y todo, Judá no le <strong>de</strong>jó poner sobre los hombros <strong>de</strong><br />
Jhasua, hasta que hubieron bajado el gra<strong>de</strong>río <strong>de</strong>l pretorio y estuvieron en la calle. Hubiera<br />
mandado llevarlo por los sayones, pero el Maestro adivinó su pensamiento y levantó sus brazos<br />
para colocarla él mismo sobre su espalda.<br />
La cruz <strong>de</strong> la humanidad <strong>de</strong>lincuente caía por fin sobre los hombros <strong>de</strong> su Salvador.<br />
La humanidad podía <strong>de</strong>cir con el Profeta en ese solemne momento:<br />
"Sin abrir su boca, cargó sobre sí, con todas mis iniquida<strong>de</strong>s".<br />
Apenas habían andado unos doscientos pasos, cuando comenzó <strong>de</strong> verdad para el augusto<br />
Mártir la calle <strong>de</strong> la amargura.<br />
Fue Verónica, esposa <strong>de</strong> Rubén <strong>de</strong> Engedí la primera en llegar, seguida <strong>de</strong> sus hijos e hijas que<br />
trataban en vano <strong>de</strong> contenerla. Aquella mujer exhalando al viento su llorar que rompía el<br />
alma, se abrió paso entre la turba maldiciente que ro<strong>de</strong>aba al Justo como una manada <strong>de</strong> lobos.<br />
Judá, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> su caballo la vio y dio or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> abrirle paso.<br />
Se llegó hasta el Mártir que comenzaba a doblarse bajo el peso <strong>de</strong>l ma<strong>de</strong>ro, y arrancándose el<br />
blanco velo <strong>de</strong> lino que cubría su cabeza, secó el abundante sudor que el calor <strong>de</strong>l sol y la fatiga<br />
hacía brotar en aquella pálida faz, don<strong>de</strong> brillaban con extraño fulgor los ojos divinos <strong>de</strong>l Cristo<br />
como estrellas lejanas al anochecer.<br />
¡Aquella faz <strong>de</strong> nácar quedó grabada en el velo!... Judá lo vio y su corazón se estremeció <strong>de</strong><br />
fervoroso entusiasmo, pues pensó para sí mismo:<br />
"Ahora comienzan las maravillas <strong>de</strong> la hora final".<br />
En ese preciso momento llegaban también Susana y Ana, esposas <strong>de</strong> José <strong>de</strong> Arimathea y<br />
Nico<strong>de</strong>mus, Noemí, Thirza, Nebai, Helena <strong>de</strong> Adiabenes, la anciana Lía, llevada en silla <strong>de</strong><br />
manos por los amigos <strong>de</strong> Betlehem al igual que Bethasabé conducida por sus hijos Jacobo y<br />
Bartolomé, que creían estar viviendo una horrible pesadilla.<br />
Como la turba tratase <strong>de</strong> estorbarlas <strong>de</strong> acercarse al Maestro, Judá encolerizado ante tan<br />
inaudita maldad, or<strong>de</strong>nó a los guardias montados una fuerte carga, que hizo retroce<strong>de</strong>r un tanto<br />
a toda aquella masa <strong>de</strong> malhechores, que esperaban ansiosamente ver consumada la muerte,<br />
para recibir el oro y la libertad prometida.<br />
http://elcristoes.net/calvario2.htm (24 <strong>de</strong> 36) [14/04/2004 21:20:51]