Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe
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<strong>Discurso</strong> <strong>crítico</strong> y m odernidad<br />
pansión de esa marca, una muestra de su capacidad de conquistar —violentar<br />
y cautivar— a la marca que prevalece en las fuerzas productivas<br />
autóctonas. Por esta causa, la sociedad que se moderniza desde afuera,<br />
justo al defender su identidad, no puede hacer otra cosa que dividirla:<br />
una mitad de ella, la más confiada, se transforma en el esfuerzo de integrar<br />
“la parte aprovechable” de la identidad ajena en la propia, mientras<br />
otra, la desconfiada, lo hace en un esfuerzo de signo contrario: el de vencer<br />
a la ajena desde adentro al dejarse integrar por ella.<br />
Cuando la modernización exógena tiene lugar en sociedades occidentales,<br />
más si éstas son europeas y más aun si han sido ya transformadas<br />
por alguna modernidad capitalista anterior a la que tiende a predominar<br />
históricamente, este proceso de conquista presenta un grado de conflic-<br />
tualidad relativamente bajo. La modernidad más vieja (la mediterránea,<br />
por ejemplo) se las arregla para negociar su subordinación constructiva a<br />
la más nueva (la noreuropea) a cambio de un ámbito de tolerancia para<br />
su “lógica” propia, es decir, para su marca de origen y para el cultivo de<br />
la identidad social representada por ella.<br />
La modernización por conquista se vuelve conflictiva y virulenta<br />
cuando acontece en la situación de sociedades decididamente no occidentales.<br />
Dos opciones tecnológicas propias de dos “elecciones civilizatorias”<br />
y dos historicidades no sólo divergentes sino abiertamente contrapuestas<br />
e incompatibles entre sí deben, sin embargo, utópicamente, “encontrarse”<br />
y combinarse, entrar en un proceso de mestizaje. Por ello, la asimilación<br />
que las formas civilizatorias occidentales, inherentes a la modernidad capitalista,<br />
pueden hacer de las formas civilizatorias orientales tiene que<br />
ser necesariamente periférica o superficial, es decir, tendencialmente<br />
destructiva de las mismas como principios decisivos de configuración del<br />
mundo de la vida. Una asimilación de éstas como tales podría descomponer<br />
desde adentro al carácter europeo de su “occidentalidad” o someterlo<br />
a una transformación radical de sí mismo — como fue tempranamente el<br />
caso de las formas de la modernidad mediterránea (ibérica), obligadas en<br />
el siglo XVII a integrar profundamente los restos de las civilizaciones<br />
precolombinas, por un lado, y de las civilizaciones africanas, por otro— .<br />
En los procesos actuales de modernización exógena, la modernidad<br />
europea, para ser aceptada realmente, tiene que enrarecer al mínimo su<br />
identidad histórico concreta, esquematizarla, privarla de su conflictuali-<br />
dad interna, desdibujarla hasta lo irreconocible; sólo así, reducida a los<br />
rasgos más productivistas de su proyecto capitalista, puede encontrar o<br />
improvisar en las situaciones no occidentales un anclaje histórico cultural<br />
que sea diferente del que le sirvió de base en sus orígenes. Igualmente,<br />
en el otro lado, en las sociedades no occidentales que deben adoptar